Carlo Bonfiglioli Realizó sus estudios de grado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (1993) y de maestría (1995) y doctorado en la Universidad Autónoma Metropolitana (1998). Es autor de dos libros individuales –Fariseos y Matachines en la Sierra Tarahumara, 1995 y La epopeya de Cuauhtémoc en Tlacoachistlahuaca, 2004–, coordinador de seis libros colectivos –Las danzas de conquista en el México contemporáneo (1996); Las vías del Noroeste, vol. 1 (2008), vol. 2 (2008), vol. 3 (2011); Reflexividad y alteridad. Estudios de caso en México y Brasil, vol. 1 (2019) y vol. 2 (en proceso)– y autor de más de 50 artículos científicos. Ha impartido varios cursos y dirigido tesis en el Posgrado de Antropología y de Estudios Mesoamericanos de la unam. Ha coordinado dos proyectos interinstitucionales e interdisciplinarios: el primero sobre una perspectiva sistémica del Noroeste de México y el segundo sobre ontologías indígenas americanas. Su campo de indagación actual apunta a una “teoría rarámuri del chamanismo”. En dos ocasiones recibió el Premio Bernardino Sahagún (1994 y 1999).

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Imágenes de la conquista en Tlacoachistlahuaca, Guerrero: una de tantas historias…

  • Carlo Bonfiglioli

La danza objeto de las imágenes presentadas en este ensayo fotográfico dialoga con muchas historias. Todo depende de dónde, cuándo y para quién se danzan esas historias. Para los misioneros del siglo xvii, los primeros impulsores, esta danza fue un medio para inculcar y celebrar la llegada de la nueva religión. Pero en el siglo xix, con la independencia y más tarde con la victoria del ejército juarista sobre los franceses, esa visión de los vencedores cambió de bando y con ello cambiaron también las danzas. Los maestros rurales tomaron el lugar de los misioneros y se volvieron protagonistas de una nueva forma de pensar y presentar el pasado; las primeras variantes proindigenistas comenzaron a ocupar el escenario o bien se mezclaron o convivieron con las variantes prohispanistas. Por obra de un tal Casimiro Jiménez, oriundo probablemente del vecino estado de Oaxaca, una de esas variantes proindigenistas comenzó a difundirse en la región mixteco-amuzga de la Costa Chica de Guerrero, entre los años de 1910 y 1915. A mis amigos amuzgos les encantó reconstruir su difusión en la región, y en la actualidad ésta es la historia que más les interesa narrar. La otra, la historia contada por medio de la danza, también los enorgullece porque pese a la derrota, sus ancestros lucen por su valentía y por su resistencia. Espero que el conocedor y el especialista en estos temas puedan apreciar en las fotos que presento los ecos de estas historias cuyos protagonistas son seguramente mucho más numerosos de los que aparecen en la pantalla.