Recepción: 10 de enero de 2023
Aceptación: 1 de febrero de 2023
El presente ensayo responde a la discusión que plantea Rossana Reguillo sobre las políticas de la mirada, la violencia y la tecnopolítica. Para ello se revisa cómo es El Salvador y las políticas propias de la mirada que el bukelismo ha instaurado en dicho país. Posteriormente, se revisan algunos apuntes metodológicos sobre la manera como Reguillo ha construido su análisis teórico-político y se señala la gran importancia y las posibilidades que se encuentran en la propuesta metodológica que se desprende de sus reflexiones. Finalmente, se ensayan algunas formas de resistencia cotidiana desde un país cada vez más frágil en su institucionalidad.
Palabras claves: Centroamérica, comunicación política, metodologías, Nayib Bukele
echoes from the abyss: a view from the central american techno-utopia
This essay seeks to respond to the discussion presented by Rossana Reguillo on the politics of visuality, violence, and technopolitics. For this, I review the state of Central America, the unique politics of visuality that Bukelismo has established. Then I review some of the methodological comments on how Reguillo has built a detailed theoretical-political analysis and point out that the methodological learning that emerges from her efforts is even more important. Finally, I examine some forms of daily resistance that we have begun to build in a country whose institutionalities are becoming more fragile by the day.
Keywords: Central America, methodologies, political communication, Bukele.
Como los ojos del murciélago respecto de la luz del día, así se comporta el entendimiento de nuestra alma respecto de las cosas que, por naturaleza, son las más evidentes de todas.
Aristóteles, Metafísica II 1, 993b 9-11.
Trad. Calvo Martínez
¿Hasta qué punto somos los autores, los creadores de nuestras propias experiencias? ¿Hasta qué punto estas están predeterminadas por el cerebro o los sentidos con los que nacemos y hasta qué punto modelamos nuestro cerebro por medio de la experiencia? Los efectos de una profunda percepción perceptiva como la ceguera pueden arrojar una luz inesperada sobre estas cuestiones. Quedarse ciego plantea un reto enorme y potencialmente insuperable: encontrar una nueva manera de vivir, de ordenar tu propio mundo, cuando el viejo ha quedado destruido.
Oliver Sacks. Los ojos de la mente (2011: 224)
Centroamérica es una región-abismo. Durante muchos años ha sido el lugar de la violencia, de los muertos asesinados a granel (Martínez, 2018). La nación en fuga, con larguísimas caravanas de caminantes que se atreven a soñar otros futuros mientras caminan, casi sin miedo, por las mismas veredas que utilizan los cárteles del crimen organizado (Pradilla, 2019). Ahora es, además, la región menos transparente. La de los aprendices de dictador, la de las tentaciones autoritarias, la de los nuevos exiliados (Chamorro, 10 de marzo de 2022).
Desde este abismo, la pregunta por la imaginación metodológica que plantea Rossana Reguillo (2023) tiene un sentido casi de denuncia. Como sucede en muchos espacios con profundas raíces autoritarias, Centroamérica es una región en donde se nos vuelve difícil mirar lo más evidente. Lo que está a la luz nos deslumbra y nos ciega, como señaló Aristóteles. Con otro sentido, Oliver Sacks (2011), el neurólogo y escritor británico, señaló que la ceguera implica también encontrar formas para ordenar el propio mundo en ese momento en que “el viejo ha quedado destruido”. Mientras Reguillo se pregunta por los regímenes y las disputas por la visibilidad, quiero ensayar la pregunta inversa como una posibilidad de diálogo. ¿Qué sucede en esta Centroamérica, y en particular, en El Salvador, que impulsa y sostiene regímenes y políticas de ceguera? ¿Cuáles son las operaciones que el poder establece para conseguir que incluso lo evidente no sea visto y no se destierre de la vida cotidiana una narrativa que ponga en debate la verdad y la veracidad?
En la región centroamericana, muchos líderes políticos han intentado con éxito establecer regímenes de la ceguera. Desde las dictaduras militares, hasta los proyectos de mano dura y tolerancia cero que inauguraron el siglo xxi, la comunicación en una mano y la violencia en la otra, han funcionado como dispositivos de ordenamiento de las prácticas sociales que pueden sintetizarse en la famosa frase utilizada por las pandillas centroamericanas: “ver, oír, callar”.1 Sin embargo, en los últimos diez años, un político ha destacado por su capacidad de constituirse en líder comunicacional para instalar una narrativa única desde y para Centroamérica: Nayib Bukele Ortez (1981).
Dos veces alcalde (a partir del año 2012) y posteriormente, en 2019, presidente de la República de El Salvador, Bukele ha moldeado la mirada de muchos habitantes de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Guatemala. Su popularidad no está delimitada por las fronteras. Con distintas maniobras políticas ha conseguido, en su país, mantener un nivel de popularidad cercano al 80% y mantener grandes números de seguidores en la región centroamericana.2
En su trabajo “Ensayos sobre el abismo” que se comenta en este ensayo, Rossana Reguillo ha nombrado tres dimensiones que marcan su trabajo: los regímenes de visibilidad, la violencia y el análisis de los datos. Si alguien ha sabido hacer uso de estos tres ámbitos ha sido este político milenial. A través de un proceso de construcción de marca y de instauración de un guion melodramático (Marroquín, Chévez, Vásquez, 2022), Bukele ha construido su propio régimen de visibilidad/ceguera. Un elemento central de este régimen ha sido la forma como utiliza y muestra la violencia administrada por el Estado, en especial a partir de la instauración de un régimen de excepción que ha dado prerrogativas especiales al ejército y la policía y ha intervenido las agendas públicas de la región guiándose del análisis de redes a través de grandes volúmenes de datos. Sobre estos puntos volveré más adelante.
Pero hay una característica del proyecto del bukelismo que es destacable para el presente ensayo. El presidente y su equipo de comunicación, por supuesto, son pioneros en la instalación de la tecnoutopía en El Salvador.
Durante 2021 y 2022, he formado parte del Programa de investigación sobre los procesos de polarización y conflicto en América Latina.3 Desde este espacio se llevó a cabo una investigación cualitativa para revisar las narrativas sobre la polarización política y la democracia en el caso salvadoreño. Para poder entender estos procesos se organizaron nueve grupos de discusión con personas afines al oficialismo y con personas contrarias a dicha propuesta. A partir de este trabajo fue posible entender que más allá de la polarización tradicional que existe en casi todas las sociedades latinoamericanas, es decir, la oposición entre el planteamiento de los políticos progresistas y las reivindicaciones de los líderes conservadores, el bukelismo ha conseguido situar una nueva división en el análisis de la política. Los grupos de discusión mostraron que, en la percepción de muchas personas, la sociedad salvadoreña actual no se divide entre izquierda y derecha, o entre progresistas y conservadores, sino que se ha instalado una nueva polarización que divide a los políticos viejos –de izquierda o derecha, progresistas o conservadores– identificados como una clase rancia y corrupta que se aprovechó del país de tantas formas, de los innovadores, los jóvenes, los que quieren cambiar las viejas formas, los que forman parte del nuevo movimiento social del bukelismo. Estas personas son identificadas como la esperanza, sueñan y quieren avanzar hacia el futuro.
De acuerdo con la narrativa que ha sido instalada por el presidente, esas personas viejas son señaladas como “los mismos de siempre” (Bukele, 2019), un grupo heterogéneo que representa lo peor del país. La narrativa presidencial insiste en que está conformado por personas que viven ancladas en el pasado. Son viejos, simpatizan con grupos de poder de los anteriores gobiernos, se beneficiaron de distintas prebendas y ahora lo que buscan es volver al pasado. Enfatizan que nuestro país parece haber retrocedido en los procesos democráticos. En realidad, anhelan ese pasado. Frente a esta visión, la propuesta del presidente ha encarnado los valores de las nuevas generaciones. Pero, por sobre todo, promete un futuro tecnológico, de grandes carreteras iluminadas, playas que acogen turistas, un ejército que imparte justicia, una cárcel enorme que castiga cualquier amenaza, y criptomonedas que hacen que todos se enriquezcan.4 Esta es la tecno-utopía centroamericana. Esta tecnoutopía ha hecho de Bukele uno de los personajes más populares del espectro político centroamericano. También ha construido una mirada particular. La llamaré una mirada caleidoscópica.
El presente ensayo busca responder a la discusión que plantea Rossana Reguillo sobre las políticas de la mirada, la violencia y la tecnopolítica. Para ello, reviso, desde un lugar abismal, como es Centroamérica, las políticas propias de la mirada que ha instaurado el bukelismo. Posteriormente, reviso algunos apuntes metodológicos de la manera como Reguillo ha construido un fino análisis teórico-político y señalo que más importante aún es el aprendizaje metodológico que se desprende de sus apuestas. Finalmente, ensayo algunas formas de resistencia cotidiana que desde un país con una institucionalidad cada vez más frágil hemos empezado a construir.
Un nuevo fantasma recorre el mundo, el fantasma de los sucesivos encubrimientos. No se trata solo de información falsa que circula o propaganda política desmesurada y heroica. Se trata de instalar un clima emocional que convierte en verdad todo aquello que se encuentra más cerca de mis propias querencias. Para conseguir ello, los procesos de comunicación dejaron hace mucho tiempo de ser constructores de redes y comunidades. Ahora, hacer comunicación es adiestrar al otro. Blanco y Pereyra (2022) han señalado los grandes problemas que existen cuando las universidades en América Latina lanzan al mercado graduados cuya formación no responde a las exigencias del mercado. En El Salvador, uno de los mercados laborales más importantes para periodistas, comunicadores y administradores de redes sociales se encuentra en las instituciones gubernamentales. Son estos jóvenes quienes están moldeando las nuevas políticas de la mirada.
En El Salvador es posible señalar que los procesos de comunicación se construyen con la visibilidad de un caleidoscopio. Este dispositivo se hace a través de un juego de espejos, con pequeñas cuentas de vidrio que producen imágenes deslumbrantes gracias a la luz. Imágenes siempre fragmentadas, siempre móviles, siempre nuevas. En El Salvador y en Centroamérica, la verdad es un caleidoscopio. Las investigaciones más recientes que se están haciendo desde El Salvador muestran que el aparato de comunicación del bukelismo pone en práctica el manual tradicional de la comunicación política populista: utiliza dispositivos de desinformación que son coherentes y creíbles (Carballo y Marroquín, 2022; Cristancho y Rivera, 2021; Luna, 2019), plantea constantemente falsos dilemas, que se salen de lo políticamente correcto, y que escandalizan y dividen a la sociedad y, sobre todo, utiliza constantemente las redes sociales como el gran espacio de difusión y magnificación de su estrategia (Navas, 2020; Kinosian, 2022). Pero la verdad que se ofrece, falseada y llena de filtros, es una visión en extremo utópica y positiva.
Las investigaciones más recientes que se han llevado a cabo en El Salvador a partir de escuchas digitales muestran que el oficialismo tiene una estructura capaz de manipular, crear o instalar una narrativa digital en doce horas. La oposición y las organizaciones de la sociedad civil lo hacen en al menos 501 horas. La diferencia comunicacional es abismal, y por supuesto, en ningún momento se discute una posible ley de telecomunicaciones que permita un acceso de mayor equidad a la manera como se sitúa la visiblidad y la palabra.
¿Cómo se construye una mirada caleidoscópica? Retomo lo que ya señalé. Es una mirada fragmentaria, deslumbrante y siempre móvil. Esta mirada se instala en Centroamérica a través de, al menos, cinco estrategias.
La primera, el mesianismo, que ha sido utilizado de manera constante desde el lanzamiento de su marca personal en el año 2012. El Nayib Bukele que se conoce en las redes sociales se ha denominado a sí mismo como un David que se enfrenta constantemente a un poderoso Goliat, es decir, a los poderes establecidos, no es posible entender el mesianismo de Bukele sin entender el rol fundamental del discurso religioso en su apuesta política (Menjívar, Ramírez y Marroquín, 2020; Roque, 2021; Siles y otros, 2023). A lo largo de sus diez años de carrera, el ahora presidente ha insistido en sucesivas ocasiones en que ha sido enviado a un pueblo escogido por el que siente un particular afecto y compromiso.
Su segunda estrategia pasa por el reforzamiento y la construcción de un enemigo único, estrategia que se ancla en una matriz cultural de largo plazo para el caso salvadoreño. Durante el último siglo, la sociedad salvadoreña ha construido de manera sistemática un sujeto que transmuta en el tiempo y que es el culpable de todos sus males. Algunos de sus rasgos se mantienen: hombre, violento, pobre, moreno, joven. Es decir, un sujeto cuyo enclasamiento se constituye desde el ámbito económico, pero también por su raza y sus gestos de violencia. A inicios del siglo pasado, ese sujeto culpable fue el indígena, considerado además comunista y rebelde (Marroquín, 1975); posteriormente, conforme avanzó el siglo xx, ese culpable se transformó en un joven estudiante, rebelde y comunista que, para la década de 1970, ya era un subversivo, y posteriormente un terrorista, un guerrillero. Con la firma de los acuerdos de paz se instauró una nueva versión del personaje: el marero, el pandillero, de nuevo terrorista y merecedor de todos los males (Martel, 2006). El marero se volvió además un miedo de exportación. Centroamérica entera ha entendido que ahora los miedos son transnacionales (Marroquín, 2007). Esta otredad, sedimentada en el discurso social, tiene una contraparte fundamental: el ayudante. El personaje que defiende sin ninguna duda a la sociedad salvadoreña: el ejército salvadoreño. Desde su llegada a la presidencia, Nayib Bukele consiguió no solo fortalecer el discurso que condenaba las pandillas, sino, sobre todo, a través del hashtag #NaciónDeHéroes y de una campaña que situaba a las Fuerzas Armadas como su nuevo y fundamental aliado.
Esta es la segunda estrategia comunicacional: reforzar la otredad y ensalzar al ayudante. Es importante destacar que en 2022 esta estrategia salió del ámbito de la pura comunicación para tomarse las calles. El sábado 26 de marzo de 2022, El Salvador cerró el día más violento desde la firma de los acuerdos de paz con 62 asesinatos en un día. A partir de ese momento, el gobierno decretó un régimen de excepción que puso en suspenso varias garantías constitucionales y permitió arrestos masivos y encarcelamientos prolongados. Más de 60,000 salvadoreños fueron capturados. Más allá de las condenas de los organismos de cooperación, los defensores de los derechos humanos y de algunos políticos, la percepción cotidiana de la sociedad salvadoreña y de muchos otros países es que el presidente Bukele y sus aliados han protagonizado la única apuesta exitosa para detener la ola de homicidios que mantenía al país entre los más violentos del mundo. Durante 2022, de hecho, la institución mejor evaluada por los salvadoreños con 89.9% de aprobación ha sido la Fuerza Armada (Segura, 2022). La política de visibilidad y ceguera de Bukele no ha apostado solo a mostrar el horror, sino, sobre todo, el heroísmo de los elementos armados, en un gesto de borradura de su historia de violaciones constantes a los derechos humanos cometidos en las décadas anteriores.
Pero no son estas sus únicas estrategias. El caleidoscopio se mueve y cambia a una figura mucho más tradicional: el mito del amor romántico. El presidente Bukele ha conseguido encarnar al príncipe azul con el que muchas mujeres de la región sueñan. Las redes sociales han insistido una y otra vez en mostrar ese amor que fue público desde el noviazgo, posteriormente la boda, y finalmente su realización como “padres de familia”. Esa imagen caleidoscópica dirigida hacia el pensamiento más conservador mantiene un buen número de aliados.
La cuarta imagen del caleidoscopio tiene que ver con la imagen de celebrité que tan bien ha construido el presidente y su equipo. Él no es un político más. Su imagen se ha constituido en una marca. No se dirige a ciudadanos, sino a fans. No necesita que la relación con él sea a través de propuestas, sino a través de un consumo que, como con cualquier artista de farándula, permita tener una relación cercana con este personaje. Hay una serie de elementos cuidadosamente colocados para la construcción de la marca. La N que lo acompañó en la campaña por su primera alcaldía (en Nuevo Cuscatlán) y que luego fue la N de su movimiento (Nuevas ideas) y la N de Nayib. Su gorra tan cuidadosamente colocada hacia atrás. Sus chaquetas de cuero. Sus jeans. Sus selfis. El templo de Twitter que democratiza la estética, permite que los discípulos-fans puedan llevar la palabra de Bukele a otros espacios.
Finalmente, muevo el caleidoscopio y destaco la última imagen del momento. La tecnoutopía como régimen de ceguera. El país de los 60,000 capturados, de los más de dos mil habeas corpus en menos de un año, el país del nuevo régimen de excepción y de la suspensión de las garantías constitucionales es, en realidad, el país de las maravillas. El 7 de septiembre de 2021, El Salvador se convirtió en el primer país en el mundo en adoptar bitcoin como moneda legal. Más allá del fracaso del uso de dicha criptomoneda, no se debe despreciar el valor simbólico del gesto. Ser el primer país del mundo, conseguir ser la vanguardia, jugar con la imagen del joven millonario que sabe cómo hacer dinero. La ganancia no fue económica, sino fue el remate de un régimen que deslumbra, que consigue que tengamos los ojos del murciélago. Esto es, que ciegos a la luz, celebremos, con un estruendoso aplauso, el debilitamiento de los procesos democráticos en la región y la llegada de un régimen totalitario y sus particulares políticas de lo atroz.
El Salvador tiene apenas veintiún mil kilómetros cuadrados. Solamente el estado de Chihuahua es once veces más grande. La posibilidad de control en un territorio tan pequeño y con una cultura que es ancestralmente autoritaria es mucho mayor. La instauración de una única verdad que se consigue gracias a sucesivos encubrimientos, ese fantasma que recorre el continente se presenta como algo imposible de combatir. Sin embargo, desde Centroamérica, hemos pasado mucho tiempo tratando de transformar el mundo y al parecer, nos señala Reguillo, de lo que se trata es de interpretarlo, de comprenderlo. Por eso, este manifiesto apuesta a la metodología como el único camino capaz de devolvernos la mirada.
No podemos acercarnos al mundo con un caleidoscopio en la mirada. Tenemos que encontrar formas en que los regímenes de visibilidad puedan verse afectados a partir de disonancias cognitivas. ¿Cómo entender que en Centroamérica el horror no es solo normal, sino que se celebra y se pide? Para ello es necesario ver más allá de lo evidente. No es una mirada achatada, plana, en dos dimensiones. Se trata de hacer que la mirada se vuelva esteroscópica. Se trata, si queremos precisar más, de establecer entonces una methodoscopia, un camino que consiga que nuestra mirada se desvíe de los deslumbramientos.
En el trabajo de Rossana Reguillo encontramos varios aportes que son fundamentales para pensar la ciudad y sus territorios simbólicos (Reguillo, 1996, 2001; Reguillo, Monsiváis y Martín Barbero, 2001), los jóvenes (1991, 2000, 2010a, 2012) o los nuevos laberintos de las violencias y las redes sociales (2010b, 2017, 2021), pero este ensayo encuentra en sus apuestas metodológicas (2002, 2017; Rodríguez, 2008; Marroquín, 2020) una cartografía que permite salir del régimen de ceguera hacia un territorio habitado por la incertidumbre y la complejidad. Se trata de recordar lo siguiente: la mirada deslumbrada deberá detenerse, demorarse en la vida cotidiana, ejercitar la reflexividad y, desde ahí, volver al territorio.
Lo primero que debemos pensar, para salir del abismo, es el territorio y sus posibilidades. La experiencia de Reguillo nos devuelve a la pregunta por el territorio intervenido, habitado por la violencia, pero también por esas nuevas formas de construir el territorio a partir de los algoritmos. El lugar de hacer política debe pensarse en distintas esferas: la física, la mediática, la digital. No se puede renunciar a una de estas dimensiones.
El segundo elemento del trabajo que esta investigadora plantea es una incomodidad epistemológica que es, en realidad, una extraordinaria capacidad de asombro y de indignación. Como Schutz nos señaló (1999), debemos caminar como extranjeros y cuestionar que el horror establecido es parte del sistema. De qué otra forma es posible cartografiar las “gramáticas de lo atroz” y entender “las múltiples gramáticas de las violencias”.
El tercer elemento que Reguillo muestra en su ensayo es la necesidad que tanto se discutió en la década de 1980 de despojarnos de los prejuicios académicos, del mal de ojo de los intelectuales (Martín-Barbero y Rey, 1999) y revisitar las narrativas contradictorias y ambiguas que se construyen desde las culturas populares. Estas culturas no se construyen ahora desde la radio o la televisión, pasan por Twitch y Youtube. Inventan ruidos y contrarrelatos desde la velocidad de TikTok y pelean sus nuevos movimientos sociales en Twitter. No podemos, señala Reguillo, olvidar la dimensión algorítimica de las culturas cotidianas. Son estos elementos los que nos permiten que la mirada olvide las divisiones tradicionales y binarias de la modernidad y se enfrente a la complejidad y la incertidumbre de los problemas actuales.
Y la pregunta de cierre, ¿qué permite entonces esto en Centroamérica, en un territorio como El Salvador?
El abismo de Centroamérica vuelve a enfrentarse a su fantasma de siempre. La tentación de los totalitarismos dictatoriales. Con Daniel Ortega, Nayib Bukele, Xiomara Castro, Rodrigo Chaves y Alejandro Giamattei, la pregunta que surge es por dónde empezar. No existe una única respuesta, sin embargo, a partir de estas reflexiones anoto tres estrategias para construir una política de la resistencia. Una política de una mirada que se hace cargo de vivir una vida digna. Las tres estrategias toman su nombre desde la cultura popular masiva, la propuesta se nombra desde uno de los productos más representativos de la generación que en estos momentos se hace cargo de la región: son políticas que vienen de Harry Potter (1997-2007).5
La primera estrategia viene del encantamiento Ridíkulus, esta propuesta que el profesor Lupin hace a los estudiantes cuando se encuentren frente a un Boggart, ese ser capaz de transformarse en nuestro peor temor. El resumen de este encantamiento es que, frente al miedo, debemos apostar por la risa. La risa ha sido una estrategia de la resistencia desde la época colonial (Marroquín, 2010); la sátira, la burla, la comedia se han constituido en fórmulas de resistencia simbólica para muchos colectivos: “la risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo aparece pobre y tonto, y, por lo tanto, controlable” (Eco, 1982: 574). Las estrategias políticas de comunicación ciudadana necesitan considerar la risa como una apuesta fundamental. La risa que desarma y que al mismo tiempo construye otra política de la mirada. En una entrevista reciente a un empresario de Netcenter (comunicación personal, 30 de enero de 2023), este comentaba que no hay nada que consiga respuestas más orgánicas que los memes, como dispositivos de risa, pero también, como posibilidades de desencadenar el pensamiento crítico.
La segunda estrategia es la que se propone cuando nos encontramos con un ser oscuro que busca dominarnos, que nos quiere quitar nuestra fuerza vital, como sucede con los dementores, guardianes de la prisión en el universo creado por J.K. Rowling. En este caso el encantamiento que se utiliza es el expecto patronus. Consiste en convocar nuestro recuerdo más poderoso (no el más feliz, sino el más profundo) y desde ahí encontrar la protección en una extraordinaria fuerza positiva. Por ello, la anotación nos dice que frente a la oscuridad del poder, la memoria, la historia, el recuerdo es una estrategia poderosa. Ninguna estrategia ciudadana podrá entonces funcionar sin políticas de la memoria individual y colectiva. En El Salvador de Bukele, un pensador capaz de disputar al presidente la viralización de un mensaje es el académico Héctor Lindo, historiador de renombre y profesor emérito de la Universidad de Fordham. Lindo empezó a trabajar videos divulgativos de 40 minutos en donde explicaba sus investigaciones históricas. Poco a poco los redujo a las posibilidades de las redes sociales; su experiencia es que un video suyo sobre la historia de los presidentes y el poder político de los últimos cien años puede resultar un espacio para reflexionar sobre el poder actual. Lindo es capaz de explicar en 136 segundos6 la diferencia entre la Constitución de Estados Unidos y la de El Salvador en términos de reelecciones presidenciales. Lindo ha conseguido, sin proponérselo, que algunos de sus videos se encuentren en el top 5 de lo más consumido por las audiencias salvadoreñas (Monitoreo Digital Insights, comunicación personal, 4 de enero de 2023) y esta realidad muestra el alcance que puede tener un trabajo como el suyo.
Finalmente, una de las grandes tentaciones de los movimientos sociales cuando se enfrentan al poder es dedicar su discurso a enfrentar al líder más reconocido. En el metaverso digital de las redes sociales esto no tiene sentido. Hablar del líder es siempre hacer publicidad al líder, así hablemos en su contra. Eso es lo que descubrió también Harry Potter. En el momento en que los protagonistas de la historia del niño mago no sabían cómo continuar, descubrieron que lo que había que hacer no era enfrentar directamente al que no debe ser nombrado, lo que había que hacer era destruir los horrocruxes, ese encantamiento que permite al personaje vivir en otros objetos. La lección es aparentemente sencilla: no se trata de enfrentar de manera directa a personajes creados desde el caleidoscopio, sino de atacar desde otro lugar (véase figura 1). La figura 1 recuerda ese primer levantamiento de abril de 2018 en Nicaragua. Los jóvenes, muchos de ellos estudiantes, arremetieron contra unas esculturas metálicas e iluminadas conocidas como “los árboles de la vida” y que habían sido muy publicitados por Rosario Murillo, la vicepresidenta y esposa de Daniel Ortega.
La estrategia de los horrocruxes implica escuchar cuáles son los otros temas que resuenan en la población y lanzarse a colocar esos temas. Implica hacer un rodeo y no continuar la conversación que el poder ha comenzado, porque sabemos que lo que hace es amaestrarnos la mirada y debemos buscar mirar lo que ellos no quieren que veamos. Y esto no quiere decir que la estrategia será definitiva, rápida, fácil. No podemos caer en la trampa del pensamiento lineal en el tiempo. Cada vez descubrimos más, junto a Walter Benjamin, que el progreso y el tiempo que se desenvuelve de forma lineal fue un viejo anhelo de la modernidad, pero que nuestros tiempos son cíclicos. Aquellos derechos que dimos por sentado volverán a ser cuestionados y tendremos que defenderlos de nuevo. Quizá la contribución más interesante que Rossana Reguillo hace a la región centroamericana con su trabajo es recordarnos que un verdadero intelectual no se limita a derrumbar viejos regímenes de la mirada. Se trata, como diría Edward Said, de incomodar, de ser un francotirador, un fanático de la mirada compleja y honda. Se trata, para decirlo con Rossana Reguillo, de impedir que la violencia expresiva muestre su poder total.
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Amparo Marroquín es profesora del Departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (uca) desde 1997. Se ha especializado en los estudios culturales (narrativas de memoria, migración y violencia en El Salvador) y en los estudios de comunicación desde Latinoamérica (narrativas de comunicación política y alfabetización mediática). Ha sido profesora invitada en distintas universidades de la región. Actualmente es la decana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la uca.