El giro planetario y la crisis de futuros. Comentario breve al texto de Rossanna Reguillo

Recepción: 3 de diciembre de 2023

Aceptación: 16 de enero de 2023

Resumen

El giro milenario inauguró una nueva fase en la historia de la humanidad. Del auge del post- en los años noventa, pasamos a una nueva conciencia planetaria, producto de la cibernética y la catástrofe ecológica. La humanidad enfrenta una crisis de futuridad. El trabajo de Signa_Labs refleja este giro planetario en sus aspectos tanto cibernético como ambiental. A través de tres décadas, el trabajo de su fundadora, Rossana Reguillo, ha sido marcado por el mismo compromiso político y la urgente preocupación por la persistencia de la violencia, los miedos, lo atroz, la visualidad, ahora articulados por la tecnopolítica.

Palabras claves: , , , ,

the spin of the planet and the crisis of futures: brief commentary on the text of rossana reguillo

The turn of the millennium inaugurated a new phase in the history of humanity. From the post- boom of the ’90s, we moved to a new global consciousness, a product of cybernetics and ecological catastrophe. Humanity faces a crisis of futurity. The work of Signa Lab reflects this global turn in both its cybernetic and environmental aspects. Over three decades, the work of its founder, Rossana Reguillo, has been marked by the same political commitment and the same urgent concern about the persistence of violence, fears, atrocity, visuality, now articulated by technopolitics.

Keywords: futurity, millennial, planetarity, technopolitics.


El cambio de milenio ha marcado una nueva fase en la trayectoria de la humanidad y del planeta. El pivote se manifiesta en la construcción de los saberes, tema central del hermoso ensayo de Rossana Reguillo. Los años noventa fueron la época del post: posmoderno, poscolonial, poshistórico. Fomentaron un sujeto intelectual que, con la espalda al futuro, miraba hacia el pasado y contemplaba las grandes narrativas que ya se habían agotado y que se habían convertido en objetos de estudio. La onda neoliberal se apoderaba de todo, convirtiendo a la humanidad en agente de la máquina capitalista extractivista, hiperproductiva, hiperconsumidora, despilfarradora. El milenio, por otro lado, inauguró una vuelta hacia el futuro y una crisis de futuridad. El sujeto pensador se dio vuelta para contemplar un futuro apocalíptico, de catástrofe ambiental, marcado por una incertidumbre e imprevisibilidad sin antecedentes. (Como fue la crisis del y2k, cuando no sabíamos si al momento de transición al año 2000, todas las computadoras del mundo se acomodarían o reventarían. Realmente, con todos los saberes cibernéticos detrás, no se sabía.) ¿Cuál sería el valor, la autoridad de las ciencias, si ya no yacían en su capacidad de pronosticar, en la repetibilidad; si los sistemas empezaban a funcionar de manera imprevisible; si las leyes ya no gobernaban los eventos que antes dominaban? Una crisis de saberes que se desplegó a nivel planetario con la pandemia de covid-19. La demanda de escuchar a los científicos chocó con el hecho de que lo que “sabían”, la palabra fidedigna cambiaba de un día para otro.

El giro de milenio también marcó el pasaje de lo global a lo planetario. Es difícil acordarse ahora que solo a fines de la década de los noventa el concepto de lo planetario empezó a difundirse en el discurso intelectual. En los estudios literarios –hablando desde los ee. uu.–, Gayatri Spivak empezó a hablar de la planetariedad a fines de ese decenio. En su manifiesto metodológico, La muerte de la disciplina (2003), introdujo el concepto de la planetariedad como instrumento para distanciarnos de “la globalidad capitalista-humanista”. Otros críticos, como Masao Miyoshi (1991), también proponían un “giro planetario” en la construcción de los saberes. La cultura popular, como siempre, anticipó y profetizó el cambio. En 1999 en Los Ángeles se inauguró la serie de cómics titulada Planetary, que trataba sobre un equipo de superhéroes que se llamaban Arqueólogos del Futuro, quienes operaban en el espacio conocido como el Wildstorm Universe. En Perú, la secta religiosa Alfa y Omega (2001) predicaba nuevos saberes que llegaban en mensajes telepáticos comunicados por “un divino padre solar (extraterrestre) procedente de los lejanos soles Alfa y Omega de la galaxia Trino”. Anunciaba un “nuevo reinado de la verdad, la justicia y la igualdad con cielo nuevo, tierra nueva y conocimiento nuevo”. Recuerdo mi sorpresa en 2003, cuando el entonces presidente de Francia, Jacques Chirac, pidió “une réponse planétaire” a la epidemia de sida. ¡Planétaire! Diez años atrás, o cinco, pensé, nadie hubiera usado esa palabra. El imaginario planetario empezaba a florecer. Del agotado prefijo post-, se pasó al geo-, inaugurando la geohistoria, la geoestética, la geolingüística, las geohumanidades y la geontología, que Elizabeth Povinelli define como un campo de saber donde “lo vivo y lo no vivo colaboran para crear modos de existencia y formas de poder singulares, y empoderamiento” (“the living and the nonliving co-compose to produce singular modes of existence and forms of power –and empowerment” Povinelli, 2016: 5). Otra manera de pensarlo todo. Nuevos conceptos para orientarnos hacia futuros que son un enredo de certeza apocalíptica –catástrofe ambiental, extinciones masivas– y total incertidumbre –¿cuándo, cómo, dónde, cuánto, con qué velocidad, a qué escala?–.

Como sugiere la cita de Povinelli, el paso de lo global a lo planetario produce una descentralización de lo humano y de la agencia humana. Para Spivak, era necesario reimaginarnos como “sujetos planetarios” en lugar de “agentes globales”. Este nuevo sujeto planetario, se supone, reconoce su convivencia con las otras entidades no humanas que comparten el planeta, vivas y no vivas, su interdependencia con ellas y sus responsabilidades recíprocas con ellas. El sujeto planetario también reconoce que la actividad de los “agentes globales” ha producido condiciones ecológicas insostenibles, futuros que la humanidad no podrá controlar, ni siquiera anticipar. La crisis de la futuridad es esa. El pasaje de agente global a sujeto planetario requiere de nuevos saberes, ontologías y ambiciones; de construir no estructuras y sistemas, sino estrategias para vivir la incertidumbre, el desconocimiento, el no-tener-idea. Como dice Elizabeth Kolbert, “La opción no es entre lo que es y lo que fue, sino entre lo que es y lo que será” (2021: 17). La incertidumbre es la nueva certeza.

Junto a la conciencia ecológica, la revolución cibernética obviamente ha sido una fuerza protagónica en la formación de la planetariedad y del sujeto planetario, pues no solo hace posible sino que vuelve fácil las experiencias planetarizadas. Un ejemplo temprano fue la manifestación del 14 de febrero de 2003 contra la inminente invasión de Iraq por los ee. uu. Los manifestantes en Estambul y Lagos se comunicaban por teléfono con los de Nueva York y Buenos Aires. Otro fue el largo drama del rescate de 33 mineros chilenos atrapados durante 69 días en el seno del planeta en 2010, que se convirtió en un festejo de colaboración mundial, frente a un público planetario.

Estos dos ejes de lo planetario, es decir, el ecológico y el cibernético, se manifiestan claramente en el trabajo de Signa_Lab, presentado por la eminente crítica cultural Rossana Reguillo en el ensayo sobre el que escribimos aquí. Usando search engines asequibles en la red, el equipo de Signa_Lab estudia las respuestas y las reacciones frente a eventos públicos en tiempo real o en secuelas: el temblor en la Ciudad de México en septiembre de 2022, la pandemia de covid-19, Ayotzinapa, el movimiento YoSoy132, los terribles femicidios de Ernestina Ascencio e Ingrid Escamilla. El equipo presenta los resultados de las investigaciones no de forma lineal o discursiva, sino por medio de una estética visual cibernética y netamente planetaria. En específico, las representaciones (obras) reciclan y reinventan la imagen fundacional de la Tierra fotografiada desde la Luna por el astronauta William Anders en 1968. Como en esa foto originaria, las gráficas de circulares en colores vivos flotan en el aire contra un trasfondo negro que representa la vastedad del cosmos. El proyecto del Signa_Lab, sin embargo, es metodológico, no representativo. Propone experimentar con nuevas maneras de construir saberes, de analizar datos, que corresponden a objetos de estudio a gran escala que surgen de la actuación cibernética. ¿Cómo dar a entender el ciberespacio en términos que conmuevan, que hagan sentir, que movilicen la imaginación y la fuerza de lo mítico? En su importante manifiesto The Great Derangement (2016), el novelista y crítico surasiático Amitav Ghosh lamenta el empobrecimiento y la deformación del imaginario occidental moderno, producidos por la imposición del realismo como norma estética y epistémica relacionada con el capitalismo industrial. Aferrado a lo particular y lo local, el realismo crea sujetos incapaces de imaginar fuerzas y transformaciones a la amplia escala planetaria ahora necesaria. El trabajo de Signa_Lab intenta superar ese empobrecimiento, pero sin dejar atrás la autoridad del dato empírico. El dato pierde su localidad, su especificidad, su autonomía, para ser absorbido en una representación masiva de conexiones efímeras alrededor de una noticia.

La brillante Rossana Reguillo siempre ha trabajado con urgencia ética, social, política. Como ella misma afirma aquí, los temas de la violencia, los miedos, la visualidad, las amenazas a los pactos sociales son temas que la han preocupado desde los años noventa. Ahora integra la devastación ecológica como actor y protagonista en la construcción de los futuros. El México pos-nafta ha sido el escenario de sus investigaciones y el objeto de su compromiso ético-político, así como de su amor. La categoría de lo atroz la provoca. Al contemplar las fotos de Abu Ghraib, de los femicidios, se pregunta lo siguiente: “¿Cómo es posible que tales cosas ocurran, que haya seres humanos capaces de hacer tales abominaciones, y luego celebrarlas?”. Pensando en Amitav Ghosh, opino que la categoría de lo atroz marca exactamente el punto en que el realismo cede a lo mítico. Marca un cambio de escala. Lo atroz, como lo sublime, enfrenta el imaginario realista con algo que no puede normalizar. Lo atroz siempre provoca lo que Reguillo identifica como un modo de conocimiento capaz de incitar demandas de cambio. Según ella, el instrumento de cambio en la edad cibernética es la tecnopolítica –el ciberactivismo y la cibersolidaridad–.

Las producciones investigadas por Signa_Lab ofrecen retratos impactantes de la conectividad cibernética, y celebran su capacidad de generar participación democrática, vastas comunidades y experiencias compartidas. Surge entonces la pregunta sobre si las enormes capacidades movilizadoras de la tecnopolítica servirán mejor a las derechas políticas que a las izquierdas. A diferencia de las izquierdas, las derechas actuales rompen libremente el pacto del hecho contra la invención, la verdad contra la mentira, como parte de una estrategia política que genera conocimiento sensible y participación comunitaria por medio de historias inventadas, compuestas para movilizar fuerzas antidemocráticas. Las derechas autoritarias se han dado el lujo de aprovechar plenamente las artes de la ficción. Para los movimientos democráticos, esta maquinaria falsificante representa una contradicción inaceptable con los fines de la democracia, dilema que para las derechas no existe. En nuestra crisis de futuridad, el futuro de la tecnopolítica también permanece imprevisible e incierto.

Bibliografía

Alfa y Omega (2001). Divina Revelación. Lima: s/e.

Ghosh, Amitav (2016). The Great Derangement: Climate Change and the Unthinkable. Chicago: University of Chicago Press.

Kolbert, Elizabeth (2021). Under a White Sky: The Nature of the Future. Nueva York: Crown.

Povinelli, Elizabeth (2016). Geontologies: A Requiem to Late Liberalism. Durham: Duke University Press.

Miyoshi, Masao (1991). “Turn to the Planet: Literature, Diversity, Totality”. Comparative Literature, 43:4, pp. 283-97.

Spivak, Gyatri (2003). La muerte de una disciplina. Xalapa: Universidad Veracruzana.


Mary Louise Pratt es profesora emérita de la Universidad de Nueva York, en el Departamento de Español y Portugués y en el Departamento de Análisis Social y Cultural (Social and Cultural Analysis).

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