Recepción: 31 de mayo de 2023
Aceptación: 22 de septiembre de 2023
Este artículo describe los retos y desafíos a los que nos enfrentamos para edificar un sitio electrónico de divulgación de ciencias sociales, especializado en estudios de música popular del noreste de México y sur de Texas. Se hacen explícitos los problemas relativos a los modelos de comunicación de la ciencia social con los que nos hemos topado. Estos retos incluyen procesos de comunicación y negociación con quienes colaboraron en la construcción de conocimiento científico y ahora lo hacen en su etapa de divulgación, a los que se agregan los publicistas o técnicos en comunicación social. Todos ellos siempre con visiones similares y/o alternas a las nuestras. Se resalta la complejidad de la labor divulgadora y se combate la noción que la identifica como complemento prescindible de la construcción de conocimiento científico.
Palabras claves: difusión, divulgación de la ciencia, modelos de comunicación, música popular, noreste de México
science outreach as science, technique and art: the case of musicaenelnoreste.mx
This article explores the challenges of developing a website for outreach in the social sciences, specifically one specializing in popular music studies in Northeast Mexico and South Texas. It touches on the communication models of the social sciences, including the communications and negotiations with those who developed the scientific knowledge and are now involved in the stage of outreach as well as publicists or social communication experts. The visions of these individuals do not always coincide with those of the website developers. While emphasizing the complexities of outreach, the article challenges the idea that it is imperative for the building of scientific knowledge.
Keywords: scientific outreach, dissemination, communication models, popular music, Mexican northeast.
Este artículo describe los retos y desafíos a los que nos enfrentamos para la construcción de un sitio electrónico de divulgación de las ciencias sociales especializado en estudios de música popular denominado www.musicaenelnoreste.mx. El sitio fue elaborado para compartir con el gran público material etnográfico, escrito y audiovisual, sobre tres culturas musicales del noreste de México y sur de Texas. A lo largo del texto identifico desafíos metodológicos y técnicos relativos a la divulgación de los productos y forma de trabajo de los científicos sociales. Explicito problemas epistemológicos relativos a los modelos de comunicación de la ciencia social con los que nos hemos topado desde 2018, cuando se inició la construcción del sitio. Estos retos incluyen definición de objetivos, comunicación y negociación con artistas, promotores culturales e investigadores, quienes colaboraron en la construcción de conocimiento científico y ahora lo hacen en esta etapa de divulgación. A estos actores se agregaron publicistas y diseñadores o técnicos en comunicación social.1 Todos ellos con visiones similares y/o alternas a las nuestras. Se resalta la complejidad de la labor divulgadora y se combate la noción que la identifica como colofón o complemento prescindible de la construcción de conocimiento científico.
Identifico este particular sitio web como un producto de divulgación científica que forma parte de la actividad de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología. Entiendo la naturaleza de mi trabajo académico como el esfuerzo de comprensión de procesos sociales a través de diversos medios, en particular a través del trabajo etnográfico. Aprender de las personas, sus culturas y contextos lleva aparejado el retribuir de distintas maneras, tanto en el momento de obtener datos como al final de la investigación, al entregar a todos el producto académico y otros productos subsidiarios. Para este proceso de divulgación se hizo lo mismo: explicar el proyecto y pedir y recibir ayuda estando siempre abierto a las propuestas de quienes tienen y practican el conocimiento. En tal sentido, el presente artículo puede entenderse como una etnografía sobre la conceptualización e interacción entre académicos, músicos, promotores y técnicos, necesaria para la divulgación científica, así como sobre el problema del modelo comunicativo y su especificidad cuando se trata de sonidos, imágenes y textos.
Finalmente, una de las enseñanzas en el proceso de construcción de esta página electrónica, que propongo como tesis de este artículo, es que los académicos somos sujetos conocedores de las condiciones de modo y lugar del tránsito del conocimiento científico, pero solo entre nosotros. Poseemos competencias para construir una serie de metas u objetivos, especificar el tipo de público y calcular el tipo de impacto para nuestras labores de difusión, pero no estamos tan preparados para hacerlo en las de divulgación. Me refiero a una cultura de capacitación, planeación, administración, financiamiento y evaluación constante.
Luego de ofrecer una clarificación de conceptos tales como divulgación, comunicación de la ciencia, difusión y popularización se describirá nuestra experiencia en tres dimensiones: el proyecto de investigación, el proceso de divulgación de tal proyecto y, finalmente, la discusión sobre los retos y dificultades que este esfuerzo acarreó.2
Partimos de una realidad polisémica dentro de los mundos académicos en los que se hace a veces un uso diferenciado, y a veces sinónimo, de los conceptos comunicación de la ciencia y la tecnología (cpct), la divulgación, la difusión y la popularización de la ciencia, que en ocasiones no ayuda a profundizar los debates (Escobar-Ortiz y Rincón Álvarez, 2019). Generalmente, todos estos se refieren al acto de comunicar resultados o hallazgos de los avances científicos en sus diferentes dimensiones, a públicos diversos. Este apartado trabaja en una clarificación conceptual de estos y otros términos relacionados.
Según Luis Estrada (2014: 3), los conceptos de difusión se orientan más a la comunicación con otros grupos que hacen ciencia; la divulgación estaría dirigida a públicos amplios, sin conocimiento especializado, mientras que la comunicación de la ciencia se trataría de un diálogo, una interlocución, haciendo de la comunicación una acción “activa”.
En su crítica a los modelos deficitario y democrático de comunicación científica, Escobar-Ortiz y Rincón-Álvarez (2019) aseguran que el primero está basado en una visión simplista, tanto de la ciencia como de los públicos, y el segundo está sostenido en el reconocimiento de saberes múltiples y la necesidad del establecimiento de un diálogo entre científicos y no científicos. Así, no son en realidad modelos antitéticos, es decir, que existen situaciones que pueden tener elementos de ambos. Proponen otro modelo basado en el reconocimiento de las circunstancias de modo y lugar en las que un conocimiento transita de un contexto a otro. De allí que, cuando los científicos asumen un modo y lugar, un contexto, donde su labor es hablar entre expertos, surge un carácter unidireccional. Pero también puede ocurrir que se ubiquen contextos múltiples y se reconozcan los posibles diálogos entre interlocutores diferentes. “En este caso, el proceso comunicativo se da de forma multidireccional, del público a los expertos, de los expertos al público, del público al público, entre otras opciones, dependiendo siempre de los lugares donde se produzcan la ciencia y la tecnología” (Escobar-Ortiz y Rincón-Álvarez, 2019: 144).
Para el caso de México, en el Manual para llenado del Curriculum Vitae Único (conacyt, 2018), que es la plataforma del conacyt3 donde se registran las actividades y productos de los académicos, incluyendo quienes pertenecen o quieren pertenecer al Sistema Nacional de Investigadores, se establecen las particularidades de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología (cpct). Primero se recoge la definición de Manuel Calvo en Sarelly Martínez (2011): “divulgación de la información sobre ciencia y tecnología que abarca a los medios de comunicación y sus instrumentos de difusión”, y se añade la aclaración de Cazaux (2008: 8), de que la cpct “abarca el conjunto de actividades de comunicación con contenidos científicos mediante técnicas como la publicidad, el espectáculo, el periodismo y otras, pero excluye la comunicación entre especialistas con fines docentes o de investigación”.
Aparecen, por otro lado, los conceptos de cultura científica y apropiación social de la ciencia. Leonardo Silvio (2009: 110) ubica dos sentidos de la cultura científica: uno relacionado con una percepción pública que combina comprensión de hechos científicos y actitudes hacia la ciencia y la tecnología. El otro, más amplio, se refiere a intercambios de significaciones –explícitas o latentes– respecto de la ciencia y la tecnología, por parte de distintos actores y grupos sociales. Esta tensión y negociación constante entre diversos significados acompaña, en mayor o menor medida, al desarrollo mismo de la ciencia y la tecnología y a lo que se ha llamado apropiación social de la tecnología. Tal diálogo puede llevar a una relación más horizontal y promover diferentes apropiaciones sociales de la ciencia, ya que “una concepción que sumerja a la institución y actividad [de Ciencia y Tecnología] en la dinámica y tensiones de la sociedad […] centrará la legitimidad del conocimiento científico en otros valores e intereses, además de los de la ciencia (Silvio, 2009: 98). Por ello, León Olivé (2011: 114) distingue dos tipos de apropiación: una débil, que consiste en la incorporación de las representaciones científicas en la cultura del público, y una fuerte, que incluye también diversas prácticas en la vida de las personas, prácticas orientadas por estas representaciones científicas y tecnológicas, y que pueden incluir lo que Olivé llama redes sociales de innovación (subrayado mío), donde participan los afectados por un problema y los expertos, “en las cuales se constituyen problemas, se realiza apropiación de conocimiento ya existente, se genera nuevo conocimiento, se proponen soluciones para el problema en cuestión y se realizan acciones para lograrlas” (Olivé, 2011: 114).
Desde mi experiencia considero que, en algunos ámbitos de las ciencias sociales y las humanidades, las preguntas de divulgar para quién, con base en qué supuestos, con qué objetivos, etc., están vinculadas también a las condiciones mismas del proyecto de investigación. Es decir, que lo situado no es nada más la divulgación o la comunicación, sino el investigador y todo su proceso de generación y divulgación de conocimiento. Para seguir a Leyva y Shannon (2008), pondría de ejemplo un trabajo de lo que ellos y otros autores llaman co-labor,4 donde la investigación descolonizada conduce a científicos sociales y a líderes campesinos a acordar metas comunes de trabajo científico y discusión de resultados. Esto puede llevar, desde la planeación de la investigación, al compromiso de ubicar una fase de discusión de resultados de ambos, no sólo en los espacios académicos sino también en las comunidades campesinas. De manera que la unidireccionalidad o multidireccionalidad de la divulgación científica estarían condicionadas desde el arranque del proceso de investigación.
Podemos resumir hasta aquí diciendo que hay una comunicación entre científicos, generalmente denominada “difusión”, y que otras comunicaciones entre científicos y otros públicos se pueden llamar “divulgación” y referirse a una información de carácter unidireccional, o a diferentes tipos de diálogos entre científicos y otros actores o comunidades sociales. Cuando la divulgación científica se desarrolla de muchas formas (en la escuela, el hogar, la empresa) aumenta la apropiación social de la ciencia, en particular si se participa de alguna manera en su construcción, debate o crítica.
La polisemia de conceptos aquí mencionados también está vinculada a la evolución misma de la ciencia en sus dimensiones ontológica, epistemológica, metodológica y ética, así como a la evolución de la sociedad misma, de sus relaciones de poder y del propio uso práctico, que no siempre sigue los avances en las reflexiones de los académicos, como tampoco los cambios en la política.
Así, pues, siguiendo una tendencia mundial que aprovecha los beneficios de la digitalización, Colombia, Argentina y México resaltan en sus legislaciones de ciencia y tecnología el tema de “la ciencia abierta”, a la que distintos tipos de públicos deben tener acceso (minciencias, 2019: 3; conahcyt, 2023; sncti, 2013:1). En el caso de México, la nueva ley del conahcyt (2022) pone el acento en las nociones “divulgación de la ciencia”, “acceso universal al conocimiento” y “derecho a la información científica”.
Como parte de las obligaciones asumidas por el Estado, ahora “toda persona que reciba recursos públicos para la [ciencia] tendrá la obligación de poner a disposición pública la información que derive de las mismas, incluyendo las bases de datos que generen, en su caso” (Artículo 60: 18). Del mismo modo, el Estado está obligado a establecer y mantener los espacios de divulgación de las humanidades y las ciencias, así como de actualizar la información publicada (Artículo 56: 16) y, finalmente, a través de los centros públicos de investigación, financiar la actualización profesional de los investigadores y técnicos para mejorar sus competencias en cuanto a divulgación (conahcyt, 2023).
Por su lado, en Colombia se destaca el paso de la noción de “apropiación de la ciencia”, en su Ley de Ciencia y Tecnología de 1990 (Ministerio del Trabajo, 1990: 15), a la de “apropiación social del conocimiento” en sus nuevas normativas, incorporando el concepto “otros saberes” a la ciencia reconocida. Un reciente documento, su política nacional de ciencias para el decenio 2022-2031, indica como uno de los siente ejes estratégicos “Incrementar la apropiación social del conocimiento” (conpes, 2021: 3). En otro documento de política pública del Ministerio de Ciencias de ese país, la define como aquella
…que se genera mediante la gestión, producción y aplicación de ciencia, tecnología e innovación, es un proceso que convoca a los ciudadanos a dialogar e intercambiar sus saberes, conocimientos y experiencias, promoviendo entornos de confianza, equidad e inclusión para transformar sus realidades y generar bienestar social (minciencias: 2021: 6).
Así pues, uno de los actores relevantes en esta tensión, diálogo y negociación es el Estado y los actores que disputan el poder. Por ello, comunicación de la ciencia, divulgación, popularización, cultura científica y apropiación, también evolucionan obedeciendo a posibles cambios ideológicos y de política pública de los gobiernos, que retoman unos conceptos y hacen a un lado otros.
El proyecto “Proceso de producción de la cultura en el noreste de México y sur de Texas. Los casos del hiphop y la música norteña” fue financiado por el conacyt. Tenía como objetivo “Generar información y analizar los procesos contemporáneos de producción y circulación de las culturas musicales norteña y de hiphop,5 en el noreste de México y el sur de Texas, con el potencial de alimentar políticas económicas y sociales sustentables, vinculadas a la cultura”.6 Sus objetivos específicos eran: a) Detectar problemas para el desarrollo de las industrias culturales locales vinculadas con los géneros especificados; b) Destacar la articulación entre procesos deproducción-distribución musicales, espacio social regional y clase social de los actores, individuales o colectivos, c) Identificar proyectos actuales en la población juvenil vulnerable orientados a la música, con alto impacto en las formas de cohesión social y la gestión del conocimiento musical; detectar retos que les impidan convertirse en propuestas autogestoras permanentes y con crecimiento y, finalmente, d) Identificar el rol de las movilidades humanas y de los medios masivos para la expansión y evolución de estas culturas musicales.
La investigación incorporó el trabajo de dieciséis investigadores y estudiantes becarios a lo largo de sus cuatro años oficiales de vida. Lo anterior permitió la conformación de un grupo de investigación orientado a los estudios socioantropológicos de la música popular en la región noreste y abrió una línea de investigación que se desarrolla en el ciesas-Noreste, mediante variadas actividades de difusión y divulgación científicas. El equipo logró generar 120 productos y actividades académicas. Respecto de los primeros, logró publicar dos libros y un dosier temático en una revista de investigación, ocho artículos y seis capítulos de libros, todos ellos dictaminados por pares, además de cinco tesis de licenciatura y maestría. Respecto de lo segundo, se llevaron a cabo dos coloquios internacionales y un seminario mensual entre 2015 y 2018.
Finalmente, se realizaron actividades cotidianas de divulgación para un público amplio, como talleres, charlas y entrevistas en diversos medios, destacando un video documental (financiado por el conacyt) y un sitio web, del que habla este artículo.
La particularidad de este proyecto es que, aun cuando comparten objetivos, en realidad fueron dos investigaciones distintas (música norteña y música rap), con actores y contextos diferentes. Una vez avanzadas las tareas de divulgación y observado el potencial que tenía el sitio web se decidió incorporar material de una investigación previa sobre la llamada música colombiana de Monterrey. Lo anterior será importante para explicar las construcciones diferenciadas dentro de la página web.
La motivación fundamental de este esfuerzo ha sido rebasar los ámbitos académicos en los cuales el conocimiento generado se distribuye. Su origen se encuentra en experiencias personales en la construcción de grandes corpus de material empírico para la investigación social. Por conocimiento cercano o por participar directamente en su elaboración, estas experiencias me habían dejado, a la vez, ilusionado y decepcionado.8 Originalmente pensadas para alimentar con evidencia empírica a distintos proyectos individuales de los investigadores y, al mismo tiempo, dejar una base para trabajos futuros de estudiantes tesistas y otros investigadores, estas grandes bases de datos terminaban archivadas en las computadoras de sus creadores o en sitios electrónicos que, al no renovarse, dejaban la información fuera del alcance de los posibles interesados. Ontológicamente, me preguntaba si el único conocimiento generado era el que estaba publicado y si del conocimiento no publicado se podría generar otro, con una naturaleza y finalidad distinta.
Por lo anterior, mi proyecto buscó alcanzar dos objetivos centrales: poner a disposición del público amplio y de manera permanente, material tanto académico como de divulgación que, de otra manera, se iría quedando en nuestros cajones digitales. De hecho, mucho de este material fue proporcionado por los propios actores-colaboradores, de tal manera que, cuando hablamos de poner a disposición el material, hablamos de “regresarlo” y expandir el número de interlocutores. Metodológicamente habría que buscar, pues, formatos menos rígidos para hacer circular el conocimiento. El segundo objetivo ha sido acercar a la gente a la labor que hacemos como investigadores; particularmente, darle detalles de cómo se realiza el trabajo etnográfico.
Aunque no fue un proceso de co-labor, ni en la investigación ni en la divulgación, es importante aclarar que conté con dos grupos de especialistas (artistas, gestores culturales, investigadores) que dieron seguimiento al trabajo. Además, tuve la fortuna de trabajar las dos primeras etapas con un asistente historiador-rapero: Fusca Mejía. Fui su director de dos tesis (licenciatura y maestría). El aprendizaje conjunto que siempre se da en estos procesos se profundizó cuando se convirtió en mi asistente y después en un colega.
El proyecto de divulgación, que se basa en un modelo democrático de comunicación científica y, hasta cierto punto, en una perspectiva multidireccional, tiene las siguientes etapas: 1) planeación, 2) música rap,3) música norteña, 4) música colombiana. En este artículo me concentro en las tres primeras etapas, que ya terminaron o están muy avanzadas. Debo resaltar que, así como las dos primeras son investigaciones distintas, con actores y contextos distintos, insertas en un solo proyecto, así también fue muy diferente el proceso armado de los materiales de divulgación. En la tabla 1 se muestran los productos ofrecidos en el sitio electrónico.
Comencé la planeación en marzo de 2018. Realicé un primer boceto de las diferentes páginas y una solicitud al conacyt para redireccionar un monto de mi proyecto de investigación para este sitio electrónico. Recibí la aprobación en mayo de ese año y retomé este proyecto hasta marzo-abril del año siguiente (2019).
Había que hacer una convocatoria con un mínimo de tres empresas ofreciendo el servicio. La primera, en enero de 2019, fracasó. Se hizo una segunda con los suficientes competidores y ahí se les mostró nuestro primero boceto, se notificó el número aproximado de información que se iba a subir, sus diferentes formatos y se aclararon dudas generales.
Tras haber tenido una empresa ganadora, siguió el proceso de comunicación para explicar el plan detallado de la obra y la misión final de esta empresa; se explicó a los encargados del servicio –quienes tenían conocimiento técnico y a la vez artístico– la manera como imaginamos que funcionaría. Así, se trabajaron los distintos problemas de diseño, accesibilidad (posibilidad de uso), usabilidad (vinculada a la calidad y efectividad del uso) y navegabilidad (posibilidad de viajar entre todas las páginas del sitio con comodidad y sin perderse), de acuerdo con los tipos de públicos imaginados (Duque y otros, 2015: 140). Se debió desarrollar un arte no trabajado en experiencias previas: conversar con la mente abierta y llegar a acuerdos con otros creativos en medio de empatías y diferencias, pero también del reconocimiento de nuestra relación cliente-proveedor. Que los proveedores entendieran qué queríamos y estuvieran abiertos a atender nuestras inquietudes generó un ambiente de confianza, aunque este tardara más de lo previsto.
Tras varios meses de trabajo, finalmente se terminó una propuesta técnico-artística que desarrolló los puntos anteriores, pero también una serie de alternativas sobre las plataformas donde se podría montar el proyecto y almacenar la información. Se decidió usar las plataformas de Google (Sites, Drive y Gmail) y rentar un hospedaje en una compañía que se dedica a ello. Aparecen aquí retos importantes en la planeación, que parten de reconocer la naturaleza diferenciada de los sitios electrónicos tradicionales y las plataformas de redes sociales como Facebook, Instagram, etc. En tanto sitio electrónico, uno puede comprar un nombre, que constituye un espacio o “un terreno en la web”, por el que se paga; además, debe hallar un lugar para almacenar la información, almacenaje por el que también se paga. El contenido de una página web es propiedad de quien lo sube, mientras que en las plataformas de redes sociales estas tienen derecho sobre el contenido que se sube. Los expertos diferencian en estructura y contenido la página web tradicional y la red social, “(aquella) donde predomina” la web ‘social’ o de las ‘experiencias’” (Evans, 2011: 5). Generalmente un sitio electrónico tradicional se usa para compartir contenidos (relativamente homogéneos) para públicos diversos. Estos pueden ser hallados mediante buscadores, como Google, Yahoo o Bing, mientras que la evolución de la web permite a las redes sociales construir comunidades que comparten contenidos y comunicación, con un acento en la instantaneidad. Los sitios electrónicos tradicionales también tienen sistemas de retroalimentación, pero son más pobres y lentos. De ahí que lo que se recomienda es un balance y complementariedad al usar unos y otros.
Sabíamos de la “inmovilidad relativa” de las páginas web con respecto al dinamismo de las redes sociales; que los sitios electrónicos son poco visitados y las redes sociales están de moda en un ambiente fluido en el que se mueve buena parte de la cultura actual. Pero, por lo mismo, conocíamos de la inaccesibilidad relativa de sus materiales, puesto que encontrar una información específica de dos años atrás en Facebook, por ejemplo, es sumamente engorroso. Así, hay cierta incapacidad para que permanezcan algunos materiales, debido a la fugacidad con que se superponen unos contenidos tras otros. Acordamos con los diseñadores que nos construyeran entonces el sitio electrónico pero conectado con algunas redes sociales.
La propuesta de ellos fue que el sitio “Música en el noreste” tuviera una conexión principal con una página de Facebook, llamada del mismo modo, en la cual se estarían anunciando los nuevos contenidos cada vez que estuvieran listos en el sitio web. Pero la idea de los diseñadores era más amplia y ambiciosa. Así que nos hicieron cuentas de Gmail, Instagram, Twitter, YouTube, Soundcloud. Es verdad que, con buena planeación y otras actividades, las redes sociales digitales facilitan la publicación de contenido por medio de sus mismas herramientas. Pero, aun así, la cantidad de redes sociales incluidas en esta primera propuesta rebasaba con mucho nuestra capacidad operativa para subir y actualizar material, así como para dar atención a la retroalimentación posible del público. Si no hacíamos algo pronto, la dinámica terminaría por impedirnos terminar siquiera el proyecto principal, que era la página electrónica. Así que pedimos que las cancelaran y no las trabajamos más.
Esta etapa se llevó a cabo de manera más o menos planeada. Se hizo un calendario para programar la incorporación de nuevos materiales a la página y anunciarlo a través de las redes sociales para alimentar el tráfico a la página. Estos incluían breves mensajes descriptivos del nuevo contenido, agregábamos algunas imágenes de muestra y colocábamos la dirección de la página. Los mensajes tenías sus respectivos hashtags, que son marcas usadas para identificar temas de publicaciones, que el usuario puede después buscar de esa forma. El símbolo @ se usa para mencionar a otro usuario o “amigo” en un sitio de redes sociales. Los públicos esperados eran jóvenes en general y, en particular, los seguidores de este tipo de música; en menor medida, académicos y otros públicos.
Para este proceso fueron convocados los músicos raperos, promotores y otros expertos de la cultura hiphop, con quienes trabajamos durante nuestro proyecto de investigación. Se les pidió que nos ayudaran a revisar los contenidos y a hacer sugerencias. En principio, hubo una invitación para que, al terminar todo el proyecto, ellos se hicieran cargo del sitio, pero la idea se fue desvaneciendo conforme se alargó el proyecto, se integraron las otras músicas y comenzaron a intervenir otros actores. La pandemia terminó por alejar la idea.
Hay que insistir en que el nivel de participación da para hablar de una revisión, participación, validación del esfuerzo de los actores, pero no de una co-labor con todos ellos, tanto en el sentido de la investigación, como en el sentido de los productos prácticos que de ella se producen a partir del conocimiento generado (Leyva y Speed, 2008). Bien es cierto que estos colegas se habían mostrado empáticos con nuestro interés en investigar y difundir su cultura musical, no pasó de ahí, de la revisión y el apoyo. Así que no podemos decir que este es un proyecto elaborado por ellos, salvo en el caso del rapero Fusca Mejía, mencionado arriba. Con él sí se puede decir que hubo un trabajo de co-labor, tanto por su condición de rapero como la de historiador y antropólogo. Finalmente, hablar con los artistas sobre un proyecto de divulgación que habla de ellos y que tiene una dimensión artística, también es un arte. Se trata de personas con sensibilidad especial, con competencias y rivalidades en distintas esferas.
A estas alturas ya había cometido un error estratégico. Permití la vinculación entre la página web y una nueva página de Facebook, cuando yo ya tenía otra llamada Estudios de Música en el Noreste. Nació en 2014 como un proyecto para difundir todas nuestras actividades académicas y de divulgación entre otros académicos, pero también entre artistas y promotores. Esta duplicidad complicó el proyecto, porque mientras alimentábamos a la nueva página de Facebook informando de nuevas incorporaciones al sitio electrónico (fondos de fotografías, entrevistas recientemente subidas), dejaba morir a la otra. Cuando me di cuenta del error, ya no había manera de solucionarlo sin un costo. Una de las lecciones que me dejó este ejercicio fue la exigencia de una mayor planeación y una actitud de previsión que no me dejara llevar por la ambición de quererme comer un mundo digital que poco conocía.
Por otro lado, había que solucionar el asunto de los derechos de autor: la obtención del permiso para que pudiera ser subido al sitio electrónico el material que los propietarios o autores nos ofrecieron originalmente para nuestras investigaciones y que, en ocasiones, aparecían en nuestros productos académicos. Esta fue y es una situación delicada y difícil por varias razones. Había que localizarlos y después explicarles el nuevo uso del material. Era una buena noticia para todos porque abonaba a la intención divulgativa y, aunque la causa era la misma (difundir una cultura musical, a sus exponentes, sus dificultades para sobrevivir de la música, etc.), el recipiente –la página electrónica– era nuevo. Además, muchos materiales no aparecían en los productos académicos y no teníamos de ellos permisos firmados. Así que no siempre entendían por qué se les pedía una nueva firma o una firma por primera vez. Por otro lado, este es un documento importante más que todo para el autor o propietario del material a difundir, pero muchos de ellos no conocían estos trámites. La cultura de la confianza por sobre la cultura de la legalidad formal hizo que algunos colaboradores que ofrecieron entrevistas, fotos o audios prefirieran darnos su permiso oral y evitar firmar algo que no redactan ni controlan, o sencillamente no querían leer. En algunos casos se tenían permisos firmados para las publicaciones del libro, pero localizarlos nuevamente para otro permiso fue muy difícil.
Añadido a esto, se estableció una página especial para nuestro aviso de privacidad estableciendo que este es un proyecto sin fines de lucro; que se ha pedido permiso a los propietarios de los materiales para utilizarlos solo con este fin, y que se atiende lo que mandata la Ley de Datos Personales. Además, se establece el procedimiento para ejercer los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición (arco), instituidos en el Artículo 16 de la Constitución Mexicana. https://www.musicaenelnoreste.mx/aviso-de-privacidad
La tercera etapa comenzó en 2021 y aún no concluye. Para su elaboración se recogió la experiencia de la primera etapa. Debido a que esta parte del proyecto de investigación contó con más tesistas e investigadores nacionales y extranjeros, también había más material con el cual se podía trabajar. Sin embargo, mucho de este material en su formato académico apenas estaba surgiendo o acababa de surgir. Así pues, una de las características de este periodo fue pedir a varios colegas un nuevo producto: un extracto de su trabajo para ponerlo, no a disposición de los académicos, sino del público amplio. De preferencia, este producto debía ser audiovisual y también tendría que estar acompañado de una explicación para el público.
Tenemos el ejemplo del mapa de la circulación del conocimiento en las familias de lauderos por México y Estados Unidos, que trabajó Ramiro Godina Valerio (2022). Se trataba de pasar el mapa de un libro académico –Economías de las músicas norteñas– al sitio electrónico. Una breve y sencilla redacción debería incluir qué es, por qué se hizo y cómo se realizó tal mapa. La respuesta a esta solicitud no tuvo la presteza requerida, pero al final se logró.
Otro ejemplo es el del sonido del reloj de la iglesia principal de Repueblo de Oriente, parte del municipio de Los Ramones, Nuevo León. Esta zona tiene una histórica migración a Estados Unidos y la campana,adquirida por los migrantes, tiene un significado especial para los habitantes que se quedan, sobre todo en el contexto de los profundos silencios en los tiempos en que el poblado está semivacío. Puede verse la foto, sonidos y explicación de este reloj en esta dirección: https://www.musicaenelnoreste.mx/nortena/entrevistas-y-audios/audios .
Para el diseño final de esta etapa se convocó a un grupo para que revisara y diera sugerencias al diseño original. Se trata de tres académicos vinculados al tema, el representante de un grupo de música tradicional norestense (Tayer) y un escritor e investigador de corridos norteños. De sus observaciones, en las que estamos trabajando, resaltamos una de ellas. La artista que realizó este señalamiento dijo que se percibía en el sitio electrónico un diálogo muy interesante entre distintos artistas y generaciones en la región; que le parecía muy educativo y esperaba que también lo fuera para los raperos. Lo anterior nos dio la idea de incorporar el trabajo de música colombiana, realizado dos décadas antes, y que no tiene que ver con el proyecto de investigación, pero ahora sí con el de divulgación. La cuarta etapa, relativa a la música colombiana, apenas arrancó en 2022 y tampoco concluye aún.
Termino este apartado indicando que, desde el inicio de la segunda etapa, una preocupación constante fue posicionar esta propuesta de divulgación a través de los buscadores más importantes (Google, Bing, Yahoo). Se trata de hacer esfuerzos para que cada que vez que algún usuario interesado buscara, con diferentes combinaciones de palabras, información sobre música popular en la región noreste, apareciera la dirección del sitio que construí.
Esto era importante también porque no siempre íbamos a poder a alimentar el tráfico del sitio a través de las redes sociales. El proceso de registro en Google (quien mantiene entre el 85-90% del mercado global) fue el más complejo y tardó más de 18 meses en conseguirse.
Para terminar, ofrecemos algunas reflexiones sobre problemas y retos alrededor de este esfuerzo que pueden servir a otros colegas que inician tareas similares, en términos de una cultura de divulgación digital.
Este esfuerzo de divulgación me ha situado en una posición de humildad en cuanto a la complejidad, cantidad de energía, recursos institucionales, humanos y económicos que requiere, así como en cuanto a la falta de preparación y capacitación, con las que uno se lanza a empresas de este calibre. En tal sentido, las enormes capacidades de las estructuras y plataformas digitales, que rebasan por mucho lo que está contenido en un producto impreso, como un libro o revista, nos hacen a veces perder de vista las posibilidades reales de dar atención a cada una de las piezas de información que subimos a la red. En otras palabras, escalamos el trabajo más allá de nuestras posibilidades.
Respecto al diseño y la arquitectura, hablamos de un proceso de planeación, de imaginar la diversidad de posibles públicos a los que uno quiere destinar el trabajo, para ofrecer una experiencia agradable de conocimiento. Cuando hablamos del diseño web nos referimos a lo anterior, pero también al diseño de tipografías, imágenes, fondos, así que se trata también de una experiencia estética. Cuando un grupo de artistas, promotores y académicos evaluaba la sección de música norteña, comentó que los fondos negros que acompañan a la información son adecuados para el público joven y para algunas de sus culturas musicales como el rock, heavy metal, punk y rap. Preguntaban qué nos hacía pensar que una cosa “tan triste”, como el color negro, podía acompañar a la música norteña. Se mostraba así un proceso crítico de apropiación que ponía en jaque nuestras propuestas de diseño. Ha terminado siendo una negociación interna y con el resto de los constructores del proyecto para adecuar el diseño, la navegabilidad, la usabilidad y la accesibilidad al tipo de público imaginado.
Por supuesto, ha ofrecido satisfacciones para mí y para quienes colaboraron conmigo, pues quienes lo han conocido, lo han valorado. Pero antes de ello debe haber una validación externa de contenidos y diseño. Siempre será mejor que otro público, en particular si es un público conocedor del tema, valide las propuestas de divulgación. Recoger las opiniones sobre el diseño, el contenido y llevarlas a la práctica, para volver a mostrarlas al público revisor, es uno de los procesos más nutritivos, pero también de los más difíciles de terminar. El círculo se suele cortar poco antes de la última etapa. En tal sentido, el proyecto duró casi lo mismo que la misma investigación (2015-2020 vs. 2016-2020), pero ha continuado hasta la fecha, mostrando que la divulgación se puede extender por mucho más tiempo.
Este proyecto requiere constante mantenimiento técnico y financiero para asegurarse de que es visto, usado y compartido. No es tan distinto a un libro que, resguardado en una importante biblioteca, deba tener una ubicación específica, donde goce de un lugar con clima especial y alguien capacitado para encontrarlo y ofrecerlo al público. Y aunque ahora no hay que acudir a la biblioteca de manera presencial, la interlocución con el público es clave. Construir canales de comunicación y mantenerlos abiertos. La sección de comentarios en cada una de las páginas es un ejemplo. La calidad de la retroalimentación es lo que le da vida a un proyecto que quiere tener comunicación con sus usuarios.
Cazaux, Diana (2008). “La comunicación pública y la tecnología en la “sociedad del conocimiento”, Razón y Palabra, 65. Consultado el 11 de noviembre de 2023 http://www.razonypalabra.org.mx/N/n65/actual/dcasaux.html
conacyt (2018). Manual de usuario para la captura del cvu. https://dadip.unison.mx/wp-content/uploads/2019/03/Manual_CVU_2018.pdf
— (2023). Plataforma digital para el llenado del Currículum VitaeÚnico.
conahcyt (2023). Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación. México: Gobierno de México.
conpes (2021). Documento conpes 4069: Política de Ciencia, Tecnología e Innovación (2022-2031). Gobierno de Colombia. Consultado en https://minciencias.gov.co/sites/default/files/upload/paginas/conpes_4069.pdf
Duque, Miguel, Ivón Rodríguez, Gloria Arcos y José Luis Castillo (2015). “Mejora de la navegación de sitios web educativos para personas daltónicas mediante la creación de patrones de accesibilidad y usabilidad web”, en Carmen Varela, Antonio Miñan y Luis Bengochea (coords.). Formación virtual inclusiva y de calidad para el siglo xxi. Granada: Universidad de Granada, pp.140-147.
Escobar-Ortiz, Jorge Manuel y Andrea Rincón Álvarez (2019). “La divulgación científica y sus modelos comunicativos: algunas reflexiones teóricas para la enseñanza de las ciencias”, Revista Colombiana de Ciencias Sociales, vol. 10, núm. 1, Universidad Católica Luis Amigó, enero-junio, pp. 135-154.
Estrada, Luis (2014). “La comunicación de la ciencia”, Revista Digital Universitaria [en línea]. 1 de marzo, vol. 15, núm. 3 [Consultada:]. Disponible en internet: <http://www.revista.unam.mx/vol.15/num3/art18/index.html>.
Evans, Dave (2011). Internet de las cosas. La próxima evolución de Internet está cambiando todo. Informe técnico, cisco.
Godina, Ramiro (2022). “Producción y circulación de bajo sextos en el noreste de México y sur de Texas”, en Música en el noreste. Sitio de divulgación científica. Consultado en https://www.musicaenelnoreste.mx/nortena/mapas-y-tablas
Leyva, Xóchitl y Shannon Speed (2008). “Hacia la investigación descolonizada: nuestra experiencia de co-labor”, en Xóchitl Leyva, Araceli Burguete y Shannon Speed (coords.), Gobernar (en) la diversidad: experiencias indígenas desde América Latina. Hacia la investigación de colabor. cdmx/Ecuador/Guatemala: ciesas-flacso, pp. 34-59.
Martínez Mendoza, Sarelly (2011). “La difusión y la divulgación de la ciencia en Chiapas”, Razón y Palabra, núm. 78, noviembre-enero.
minciencias (2019). Decreto 2226 de 5/12/2019. Por el cual se establece la estructura del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y se dictan otras disposiciones. Gobierno de Colombia. Consultado en https://www.suin-juriscol.gov.co/viewDocument.asp?id=30038589
minciencias (2021). Política Pública de Apropiación Social del Conocimiento en el marco de la CTeI. Bogotá: Gobierno de Colombia.
Ministerio del Trabajo (1990). Ley de Ciencia y Tecnología. Bogotá: Gobierno de Colombia, pp. 1-34.
Olivé, Leon (2011). “La apropiación social de la ciencia y la tecnología”, en Tania Pérez Bustos y Marcela Lozano Borda (eds.). Ciencia, tecnología y democracia: reflexiones en torno a la apropiación social del conocimiento. Medellín: colciencias, Universidad eafit, pp. 113-121.
Olvera, José Juan (2004). “Bases de información sobre El habla de Monterrey. Proceso de construcción de un sitio de difusión sociolingüística”, en Lidia Rodríguez-Alfano (editora), El habla de Monterrey llega a la web. Trayectoria de una investigación sociolingüística. Monterrey: uanl-Trillas.
Olvera, José Juan (2020). Música en el noreste. Sitio electrónico. http://www.musicaenelnoreste.mx
Rodríguez-Alfano, Lidia (2004). El habla de Monterrey llega a la web. Trayectoria de una investigación sociolingüística. Monterrey: uanl-Trillas.
Silvio Vaccarezza, Leonardo (2009). “Estudios de cultura científica en América Latina”, Redes, vol. 15, núm. 30, diciembre, pp. 75-103.
sncti (2013) Ley 26.899. Repositorios digitales institucionales de acceso abierto. Buenos Aires: Gobierno argentino. Consultado de https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-26899-223459/texto
Juan José Olvera es sociólogo, maestro en Comunicación, doctor en Comunicación y Estudios Culturales. Tiene diez años de experiencia en periodismo. Se ha especializado en la sociología de la cultura, en particular en la socioantropología de la música popular. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Su último proyecto de investigación ha sido “Procesos regionales de construcción de la cultura en el noreste de México y sur de Texas: los casos del rap y la música norteña”. Sus últimas publicaciones son Economías de las músicas norteñas (coordinador), Economías del rap en el noreste de México y Emprendimientos y resistencias alrededor de la música popular, ambas de la editorial Casa Chata, México. Su investigación actual aborda la articulación económica entre la música popular y las ferias populares.