La imaginación metodológica al límite: Notas sobre la producción de conocimiento

Recepción: 28 de noviembre de 2022

Aceptación: 17 de enero de 2023

Resumen

Este texto entra en diálogo con el artículo “Ensayos sobre el abismo: políticas de la mirada, violencia, tecnopolítica” de Rossana Reguillo, en el cual la autora coloca la pregunta por la imaginación metodológica y hace un recuento de su propio trabajo de producción de conocimiento a lo largo de los años. A partir de la lectura, planteo una reflexión sobre los modos en que hacemos investigación social, en tres ejes: el posicionamiento que construimos como investigadores, las prácticas de investigación social, para llegar finalmente a la imaginación teórica y metodológica.

Palabras claves: , , , ,

the methodological imagination at the edge: notes about the production of knowledge

This text enters into dialogue with the article “Essays on the abyss: Politics of gaze, violence, technopolitics” by Rossana Reguillo, in which the au- thor plants the question using methodological imagination and recounts her own work on production of knowledge over the years. Based on the reading, I propose a reflection about the ways we do social research, using three axes: the position- ing we build as researchers, social research practices, and finally arriving at theo- retical and methodological imagination.

Keywords: production of knowledge, research positioning, scientific practice, methodological imagination, theoretical imagination.


La investigación social, entendida como una serie de prácticas de producción de conocimiento que realizamos en un contexto sociohistórico específico, está –o debería estar– en permanente transformación. Por lo mismo, vale la pena cuestionar una serie de supuestos sobre el trabajo científico, como se ha hecho por mucho tiempo desde la sociología del conocimiento y la filosofía de la ciencia. En ese sentido, pero en otra escala, siempre es un buen ejercicio dar cuenta de lo que hacemos, cómo y por qué lo hacemos.

El artículo “Ensayos sobre el abismo: políticas de la mirada, violencia, tecnopolítica”, de Rossana Reguillo, lo hace. La investigadora presenta un recuento de su propio trabajo de producción de conocimiento a lo largo de los años, en el que distingue tres dimensiones claves: 1) el análisis de las imágenes y los regímenes de visibilidad; 2) el análisis de la violencia y lo atroz; 3) el análisis de redes desde la tecnopolítica. Todo este repaso proviene de una interrogación sobre la imaginación metodológica que hace la autora a partir de una reflexión sobre las transformaciones de la escena contemporánea y “los impactos de estas transformaciones en nuestros modos de pensar y encarar el trabajo crítico en la producción de saberes sobre el mundo” (Reguillo, 2023: 6).

Para entrar en diálogo con el artículo, planteo una reflexión sobre las formas en que hacemos investigación social, a partir de tres ejes: el posicionamiento que construimos como investigadores, las prácticas de investigación social y, finalmente, la imaginación teórica y metodológica. Me valdré para ello de tres fragmentos de obras artísticas –una escena de una película, una parte de un poema y una línea de una serie– que ayudan a pensar desde otro lado.

Somos hijos de una época, la época es política: el posicionamiento en la investigación

Wislawa Szymborska, la poeta polaca, escribió “Hijos de la época”. Retomo un fragmento del poema a continuación:

Somos hijos de la época,
la época es política.
Todos tus, nuestros, vuestros
asuntos diarios, asuntos nocturnos
son asuntos políticos.
Quieras o no lo quieras,
tus genes tienen un futuro político,
tu piel tiene una tonalidad política,
tus ojos un aspecto político.
Lo que dices, resuena,
lo que callas, tiene un sentido
de todas las formas, político.

Como hija de una época, creció entre dos guerras y vivió las grandes transformaciones del siglo xx, la poeta tuvo mucho material. Sirva este poema para traer a cuento la necesidad de reconocer que nuestro posicionamiento como investigadores es construido. Algunas cosas no las elegimos –por ejemplo, dónde nacimos, qué acontecimientos van ocurriendo en el mundo– y otras sí –como las perspectivas para abordar determinados objetos y las decisiones que tomamos sobre asuntos éticos–. Muchas y muchos de nosotros crecimos con las imágenes que circulaban en la escuela, del científico como un ser neutral e impoluto, que hace su trabajo de manera objetiva, completamente ajena a intereses externos. Sin embargo, la gente investiga unas cosas y no otras, de un modo y no de otro. Vemos la realidad social a través de unos lentes que tienen capas ontológicas, epistemológicas, teóricas, metodológicas y éticas. Así, nuestras prácticas científicas dependen de una serie de decisiones y los métodos que empleamos nunca son neutros (Anderson, Adey y Bevan, 2010; Becker, 1967; Collignon, 2019; Corlett y Mavin, 2018).

Hace más de 50 años, Howard Becker (1967), en un discurso presidencial de apertura de un congreso de la Society for the Study of Social Problems, puso este asunto sobre la mesa:

To have values or not to have values: the question is always with us. When sociologists undertake to study problems that have relevance to the world we live in, they had themselves caught in a crossfire. Some urge them not to take sides, to be neutral and do research that is technically correct and value free. Others tell them their work is shallow and useless if it does not express a deep commitment to a value position (Becker, 1967: 239).

En esa línea, el autor pregunta de qué lado estamos. La imagen, hasta cierto punto clásica del investigador, es la primera. La vía que Becker toma, que otros y otras tomamos y que Reguillo toma, es la segunda. Ella lo expresa explícitamente en su artículo. Con base en Critchley, que a su vez sigue a Levinas, enfatiza la demanda ética y el momento de asimetría, sobre los que dice lo siguiente:

Esta asimetría ha estado presente en mi trabajo a lo largo de muchos años, interpelada siempre por “la demanda infinita del rostro del otro”, una posición ética y académica, social y estética, que me lleva a hacerme infinitamente responsable de nuestros dolores y nuestras búsquedas (Reguillo, 2023: 31-32).

Este posicionamiento tiene que ver con la etnografía, desde la cual no se asume que se está fuera de la realidad que se analiza, sino dentro. Siempre hay sujetos en la etnografía y los etnógrafos suelen hacerse cargo de lo que observan, describen, analizan y producen.

En términos de posicionamiento como investigadores, vale la pena siempre hacer explícita la posición desde la que se parte y las implicaciones que esta tiene en las decisiones metodológicas, las fases de trabajo en la investigación y, sobre todo, en la relación con las y los participantes. Hasta ahí parece que las decisiones son individuales, pero es importante considerar los elementos organizacionales –tales como la posición en la universidad o centro de investigación, el respaldo con que se cuente ahí, el grado de autonomía que se tenga para decidir desde qué temas se abordan hasta con qué equipo de trabajo se cuente– y contextuales –tales como las condiciones sociopolíticas de la ciudad, el país y el mundo; y la política científica nacional–.

El trabajo de Rossana Reguillo puede leerse en clave de “hija de una época política”, no solo porque ha sido afectado por las coyunturas, sino porque ha ido tras ellas: de las explosiones en Guadalajara en 1992 a los atentados en Atocha, la emergencia de Occupy Wall Street en Estados Unidos y de #YoSoy132 y Ayotzinapa en México, así como el crecimiento del crimen organizado en México (Reguillo, 2022, 2023; Rodríguez-Milhomens, 2008). Perseguir los acontecimientos, en la lógica de la antropología del acontecimiento, es una decisión ética y política con implicaciones metodológicas.

Lo que no estamos viendo: Repensar las labores de investigación

En Jack Reacher1 (McQuarrie, 2012), el exmilitar del mismo nombre y la abogada Helen Rodin –personajes interpretados por Tom Cruise y Rosamund Pike– colaboran en la defensa de James Barr, otro exmilitar –cuyo papel hace Joseph Sikora– acusado de multihomicidio. En principio, ninguno de los dos parece creer en la inocencia del sujeto. Incluso Jack pide a Helen que conozca a las familias de las víctimas y, con ellas, sus historias. Cuando ella se ha enfrentado a conocer el dolor de las pérdidas y ha terminado de convencerse de la culpabilidad de James –que había dado por hecho casi desde el principio, ante las evidencias casi obvias–, Jack le pregunta qué es lo que no está viendo. Al revisar todos los datos, comienzan a aflorar las inconsistencias y aquello que parecía evidente, era una operación milimétricamente planeada.

Sirva esta escena para pensar en los modos en que hacemos investigación, específicamente en nuestras prácticas de investigación social. En lo personal, me molestan mucho los manuales y las clases de investigación que se llevan de manera lineal, dan la impresión de que es la única ruta posible y que todo debe ser un eslabón que se suma al anterior. Sin embargo, la realidad social –se investigue lo que se investigue– suele ser más dura, interesante y sorprendente de lo que cualquier plan de investigación haya previsto. En este sentido, Restrepo (2018) señala que la capacidad de asombro es una de las destrezas o habilidades básicas de las y los etnógrafos, pero podemos ampliar la reflexión y situarla como elemento clave para toda persona que haga investigación de cualquier tipo.

Cuando abre el artículo que aquí estamos comentando, Rossana Reguillo (2023) señala:

Me interesa traer al centro de la discusión la pregunta por la imaginación metodológica, una expresión con la que intento iluminar una franja con frecuencia opaca en el trabajo académico y que –me parece– permanece atada a un conjunto de cánones, procedimientos y modos que hoy se estrellan contra una realidad que no es, en absoluto, aquella que vio emerger la etnografía o la observación participante, la entrevista o la encuesta por citar algunos métodos que han sido centrales en el desarrollo de las ciencias sociales (Reguillo, 2023: 6).

Es una crítica muy fuerte a las prácticas de investigación, en las que parecen no existir más métodos y técnicas que los convencionales, que aprendimos en esos manuales lineales y que siguen siendo pertinentes para muchas cosas, pero que no son las únicas posibilidades y que no cierran la puerta a la transformación y la creación de nuevas formas.

La autora habla de una “metodología de los Thundercats”:

Aquella vieja caricatura donde Lion O, el señor de los ThunderCats, antes de convertirse en el gran guerrero, levantaba una espada y gritaba: “Espada del augurio, déjame ver más allá de lo evidente”. La metodología de los ThunderCats es un dispositivo que construye permanentemente extrañamiento. Pero hay que construirlo, hay que mantenerlo, es un músculo que si lo desentrenas se afloja (Rodríguez-Milhomens, 2008: 16).

Así, la imaginación metodológica resulta vital frente a objetos emergentes o en transformación, como las realidades que hemos visto en la pandemia, que ya habían discutido Rossana Reguillo (Difusión amic, 2020a), Edgar Gómez Cruz y Emiliano Treré (Difusión amic, 2020b) y que ha sido también una apuesta para otros investigadores (Flores-Márquez y González Reyes, 2021).

Words for death: el trabajo de la imaginación para nombrar lo innombrable

En el principio del primer episodio de The Rings of Power (McKay y Payne, 2022), la voz en off de Galadriel –interpretada por Morfydd Clark– recuerda su infancia y, en ella, a su hermano Finrod, cuando todo era hermoso: “We had no word for death”, dice. Después cuenta cómo llegó el horror con Morgoth y los elfos tuvieron que abandonar Valinor, su hogar. “We learned many words for death”, señala. Más allá del paso de la tranquilidad a la violencia y el horror, hay un asunto clave: las palabras. Los elfos no tenían una palabra para la muerte, pero la realidad tan espantosa les llevó a aprender y crear no una, sino varias palabras para eso.

El trabajo de Reguillo está lleno de nuevos términos para comprender los cambios en un país convulsionado por la violencia, como es México. Podemos ver un poco en este artículo, “Ensayos sobre el abismo: políticas de la mirada, violencia, tecnopolítica”, pero también en el libro Necromáquina: cuando morir no es suficiente. Eso vemos cuando habla de regímenes de visibilidad y encuentra que en este juego de lo visible y lo invisible hay disputas por la representación de la realidad, que se traducen en políticas de la mirada; eso vemos también cuando pasa de la narcomáquina a la necromáquina y encuentra la resistencia en la contramáquina; o cuando el análisis de grandes volúmenes de datos –y, más bien, metadatos– digitales la lleva a reencontrarse con las gramáticas del horror, pero también con la resistencia colectiva de la tecnopolítica (Reguillo, 2021, 2023).

Aquí es donde, a partir de la mirada etnográfica, va explorando diferentes formas de abordar la complejidad, en el análisis de las imágenes y en el análisis de big data. Vamos primero con los grandes datos. En los años recientes, hemos visto un viraje hacia el análisis de datos digitales mediante sofisticadas técnicas de rastreo, limpieza, sistematización y visualización. Por contradictorio que parezca, aquí la mirada etnográfica y la imaginación metodológica son claves, por un lado, para interrogar a los datos y, por otro lado, para ver más allá de las tendencias. Eso se evidencia en el texto que estamos comentando: “Preguntarle a los datos por las conexiones, lo digital no como un dominio especial de la realidad, sino como un modelador en la producción social de sentido: lo digital como espacio, como objeto, como práctica” (Reguillo, 2023: 19).

Sin embargo, se extraña en este caso una reflexión sobre los aspectos éticos en el trabajo con los datos y metadatos. Justamente desde la lógica etnográfica y cualitativa han venido muchas críticas al uso de los datos para la investigación, porque las mismas técnicas que se emplean para hacer una investigación académica, con un interés genuino por comprender las expresiones digitales, se utilizan también para fines menos transparentes.

Vamos ahora con las imágenes. En ellas hay un potencial enorme para la expresión, pero también en el análisis, como han planteado diversos autores (Becker, 2015; Bourdieu, 2003; Darley, 2000; Frizot, 2009).

Más allá de las imágenes, el arte ha sido un espacio clave para documentar, comprender e interpretar la realidad. Becker (2015) plantea que, en el teatro, la literatura y el fotoperiodismo hay esfuerzos muy claros para analizar la sociedad, de ahí que su libro se llame Para hablar de la sociedad… la sociología no basta. Mills (2000) plantea que este trabajo analítico desde el arte a veces llega antes que la ciencia y enfatiza el valor de la imaginación sociológica que las y los artistas desarrollan. En esta línea, Reguillo plantea que “el arte y la performance son capaces de penetrar zonas de la experiencia a las que la aproximación periodística o académica tradicionales no pueden acceder” (Reguillo, 2023: 14).

Estos acercamientos poco convencionales –por decirlo de alguna manera– permiten encontrar otros lugares de enunciación y otras lógicas de análisis, que conviven muy bien con la lógica etnográfica. De acuerdo con Gómez Cruz, “la etnografía en su versión más actualizada es un método en donde procesos casi artísticos, procesos reflexivos, procesos a los que normalmente no estamos acostumbrados/acostumbradas en la formación en métodos tienen que ser centrales” (Difusión amic, 2020b). En ese sentido, junto a la imaginación metodológica, agrega Gómez Cruz (Difusión amic, 2020b), emerge –o necesitamos que emerja– una suerte de “imaginación conceptual y teórica”, que sea la traducción de los hallazgos en teoría.

Ante una realidad que colapsa y que pone a prueba nuestra capacidad de asombro, la imaginación metodológica y teórica se vuelven elementos fundamentales en la investigación social.

(In)conclusiones

El artículo “Ensayos sobre el abismo: políticas de la mirada, violencia, tecnopolítica” es una puesta en diálogo de las lógicas de producción de conocimiento en la obra de Rossana Reguillo, a partir de una interrogante sobre la imaginación metodológica. Es abrir la cocina de la investigación para dar cuenta de los procesos que la investigadora sigue y las lógicas que están atrás de las decisiones metodológicas que ha tomado. En ese sentido, puede ser leído como un texto metodológico que ayude a pensar en los modos en que producimos conocimiento. En el trabajo vemos también los trazos de la imaginación teórica que ha ido poniendo en juego Rossana Reguillo.

Como comentario al artículo, en el presente texto he planteado tres ejes, que a su vez se traducen en invitaciones. En primer lugar, el posicionamiento que construimos como investigadores es un recordatorio de que ninguna decisión metodológica es neutra, sino que hay apuestas éticas y políticas en las prácticas científicas. Es también una invitación a hacer explícito desde dónde, cómo y para qué estamos produciendo conocimiento. En segundo lugar, se coincide con la autora en esta crítica a las prácticas de investigación social que se ciñen a formas convencionales, incluso cuando la realidad está estallando y demanda formas mucho más comprometidas y creativas para su abordaje. Es una invitación a cuestionar nuestras prácticas. El último eje recupera y reconoce el esfuerzo que ha hecho Reguillo para nombrar el horror, pero también la esperanza. Este punto sirve para sostener la necesidad de desarrollar la imaginación metodológica y teórica en la investigación.

La lógica de un comentario es mantener el diálogo, así que estos tres ejes están pensados para seguir conversando en diferentes espacios, porque, aunque muchas publicaciones las firmamos de manera individual, en el proceso previo suele haber más gente y las ideas resuenan cuando se discuten. En ese sentido, este comentario es una apuesta por lo colectivo.

Bibliografía

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Bourdieu, Pierre (2003). “Introducción”, en Pierre Bourdieu (coord.). Un arte medio. Ensayo sobre los usos sociales de la fotografía (pp. 37-48). Barcelona: Gustavo Gili.

Collignon, María Martha (2019, marzo 29). Desafíos metodológicos y posicionamiento del investigador [conferencia]. Seminario Espacialidades en la Era Global, Universidad De La Salle Bajío.

Corlett, Sandra y Mavin Sharon (2018). “Reflexivity and Researcher Positionality”, en Catherine Cassell, Ann Cunliffe y Gina Grandy (eds.). The Sage Handbook of Qualitative Business and Management Research Methods (pp. 377-389). Londres: sage.

Darley, Andrew (2000). Visual Digital Culture. Surface Play and Spectacle in New Media Genres. Londres/Nueva York: Routledge.

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Dorismilda Flores-Márquez es profesora investigadora en la Facultad de Comunicación y Mercadotecnia de la Universidad La Salle Bajío, doctora en Estudios Científico-Sociales por el iteso, integrante del Sistema Nacional de Investigadores de Conacyt en nivel i. Presidenta de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación para el período 2021-2023, coordinadora del Seminario de Estudios de Internet (México) y co-coordinadora de la sección de Investigación en Comunicación Participativa (iamcr). Es autora de Imaginar un mundo mejor: la expresión pública de los activistas en internet (iteso, 2019) y co-coordinadora, con Rodrigo González Reyes, de La imaginación metodológica: coordenadas, rutas y apuestas para el estudio de la cultura digital (Tintable, 2021).

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