Recepción: 2 de julio de 2020
Aceptación: 27 de agosto de 2020
Los actores religiosos conservadores asumieron un protagonismo político creciente en Brasil y contribuyeron a la elección de Jair Bolsonaro. En complemento de las lecciones políticas de este ascenso, el presente artículo se enfoca en cuatro enseñanzas analíticas. La primera sección cuestiona la idea de un “voto evangélico”. Si bien una mayoría de los evangélicos votaron por Bolsonaro, no votaron como bloque, y la polarización de la sociedad brasileña se reflejó dentro de distintas ramas del evangelismo. La segunda parte disputa la relevancia de la afiliación religiosa como una categoría analítica central para aprehender el fenómeno. Detrás de una aparente oposición entre católicos y evangélicos, la batalla se da entre corrientes conservadoras y progresistas que atraviesan cada religión. La tercera parte recuerda que un factor central de este ascenso político se encuentra en un cambio escatológico, que favorece el involucramiento de los feligreses en la arena política. La cuarta sección cuestiona la oposición radical entre gobiernos progresistas y actores religiosos conservadores, y enfatiza la consolidación de éstos en la arena política durante las presidencias del Partido de los Trabajadores.
Palabras claves: Brasil, conservadurismo, evangélicos, neopentecostales, religión y política, voto evangélico
Conservative evangelicals and politics: some lessons in the case of brazil
This article argues that the relevant analytical categories to understand the political protagonism of conservative religious actors in Brazil are not the adherence to a church, but rather the conservative and progressive tendencies that go through religious obediences. The argument is sustained by an analysis of the distribution of the presidential elections’ voters by religion, won by Jair Bolsonaro and which underlines the importance of the eschatological change operated by the conservative evangelicals in Brazil. They assumed political commitment as a tool for the moral and cultural transformation of society. This long-term project underwent the consolidation of the political protagonism of conservative evangelicals during the terms held by progressive presidents.
Keywords: Conservatism, evangelicals, Brazil, neopentecostals, politics.
En 2016, en lo que muchos analistas consideran como “un golpe de Estado institucional” (Jinkings Murilo, 2016), 52 de los 513 diputados federales brasileños que votaron en el proceso de destitución de la presidenta de la República Dilma Rousseff declararon que lo hicieron en nombre de Dios y por motivos religiosos (Almeida, 2017). Dos años después, el presidente brasileño de extrema derecha Jair Bolsonaro se benefició de un fuerte apoyo de líderes evangélicos conservadores durante la campaña electoral de 2018. Católico, “bautizado” en el Jordán por un pastor neopentecostal (Oualalou, 2019), adoptó como lema de su campaña “Brasil por encima de todo. Dios por encima de todos”, y tituló su programa de gobierno “el camino de la prosperidad”, en referencia directa a la “teología de la prosperidad” profesada por los pastores neopentecostales.
En estos dos episodios claves de la política brasileña contemporánea, los actores religiosos conservadores desempeñaron un papel clave e invocaron explícitamente su fe como una motivación de su voto y de su acción política. En su artículo “El pueblo evangélico: construcción hegemónica, disputas minoritarias y reacción conservadora”, el destacado politólogo y sociólogo de la religión Joanildo Burity analiza algunos de los principales mecanismos del creciente protagonismo de los evangélicos conservadores en el escenario político brasileño. Muestra la necesidad de situarles en un proceso histórico que, desde los años 1980, dio creciente protagonismo a los actores religiosos conservadores en la arena política brasileña. La relevancia de su artículo y de sus análisis sobrepasa al caso de Brasil. Los actores religiosos conservadores adquirieron una influencia política creciente en varios países de las Américas y del mundo. Para los que no viven en Brasil y no son especialista de este país, el artículo de Joanildo Burity es una invitación a aprender las lecciones de un proceso religioso, político, cultural y social que llevó a un político menor de extrema derecha a la presidencia de la República del mayor país de América Latina.
En esta perspectiva, la presente contribución combina un análisis del “voto evangélico” en las elecciones presidenciales de 2018 en Brasil con análisis de evoluciones religiosas, políticas y culturales de más largo alcance que constituyen factores mayores de la creciente influencia política de actores religiosos conservadores. Desde el análisis del voto de los feligreses evangélicos en 2018 hasta las evoluciones escatológicas implementadas por una parte de los líderes evangélicos en Brasil muestra que los evangélicos no tienen comportamientos políticos y electorales uniformes. Por lo tanto, argumento que es necesario rechazar “los evangélicos” como una categoría analítica relevante en lo que va del comportamiento electoral y de la relación con la política.
El apoyo de los evangélicos fue decisivo para la victoria electoral del líder de la extrema derecha brasileña. Sin embargo, los evangélicos no actuaron como bloque detrás de su candidatura. Al contrario, la polarización de la sociedad brasileña se reflejó dentro de las distintas ramas del evangelismo y en particular entre los feligreses de las iglesias neopentecostales. Basándome en los sondeos electorales, argumento que la polarización de la sociedad brasileña se refleja entre los correligionarios neopentecostales, ya que adoptaron actitudes contrastadas frente a los dos candidatos a las elecciones presidenciales.
No se trata de negar la religión como factor importante en el escenario político brasileño. Sin embargo, como lo sugiere la segunda sección del artículo, las categorías analíticas relevantes no son la adhesión al catolicismo o a una iglesia evangélica, sino la orientación conservadora o progresista de los feligreses. La batalla que se está dando en Brasil, como en varias regiones del mundo, no opone a los católicos de un lado y a los evangélicos por el otro, sino a corrientes religiosas conservadoras y progresistas que atraviesan las distintas confesiones religiosas.
En la tercera sección mantengo que el principal factor de la creciente presencia política de los neopentecostales y los evangélicos conservadores es un cambio escatológico. Líderes de las iglesias pentecostales y neopentecostales difundieron en Brasil una nueva manera de interpretar las Escrituras que se traduce en un cambio de la relación entre la religión y el mundo, en particular en los asuntos económicos y políticos. La cuarta sección apunta a una lección política del caso brasileño: los actores religiosos conservadores se consolidaron y se volvieron actores políticos mayores en el escenario brasileño durante los mandatos de los presidentes progresistas.
La contribución de los evangélicos a la victoria electoral de Jair Bolsonaro en 2018 se ha vuelto una referencia muy citada entre los politólogos y los sociólogos para ilustrar la fuerza que han tomado los evangélicos en el escenario político brasileño.
Dado que la pertenencia religiosa del votante no viene señalada en los resultados electorales, los analistas brasileños se basan en el sondeo preelectoral nacional, realizado por el Instituto Datafolha el 24 y 25 de octubre de 2018, a tres días de las elecciones del 28 de octubre 2018. Los resultados del sondeo se revelaron muy cercanos a la votación en la segunda vuelta y tienen la ventaja de mostrar la distribución de las intenciones de voto por afiliación religiosa. Muestra que los evangélicos otorgaron a Bolsonaro 11.55 millones de votos más, con respecto al candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad. Esto representa un número superior a los 10.72 millones de la suma de los votos que separaron a los dos postulantes en la segunda vuelta de la elección.
Este sondeo queda como uno de los datos más usados entre los analistas para afirmar el respaldo masivo otorgado por los evangélicos a Bolsonaro (ver por ejemplo Diniz, 2018; Oualalou, 2019; Almeida, 2019) y para comprobar el peso de los evangélicos en esta elección, así como su creciente peso como actor de la política brasileña. Por lo tanto, se presenta como un caso ideal para poner a prueba la validez de “los evangélicos” en tanto categoría analítica del comportamiento político y electoral.
Sin embargo, además de la contribución decisiva de los evangélicos a la victoria de Bolsonaro, esta misma tabla apunta también otras enseñanzas que, por menos espectaculares, no son menos relevantes para entender la relación entre religión y política en Brasil (y en otros países). Dos cifras en particular llevan a cuestionar la homogeneidad interna de las confesiones religiosas en cuanto a sus preferencias electorales.
La categoría de “los evangélicos” agrupa a una gran diversidad de iglesias y confesiones. De hecho, datos del mismo sondeo permiten apreciar diferencias significativas entre sus distintas ramas. La tabla 2 revela que el patrón de voto de los evangélicos neopentecostales (49% a favor de Bolsonaro) se acerca mucho más a los católicos (44%) que a otras confesiones evangélicas, particularmente a los pentecostales (62%).
Otra enseñanza importante de este sondeo aparece en los resultados a otra pregunta, mucho menos comentada que la anterior.
Si bien el país siempre ha estado divido entre posiciones sociales y políticas distintas y caracterizado por un racismo y una violencia institucionales (Costa de Almeida, 2019), ha sido seguido por un proceso de creciente polarización después de las protestas de junio de 2013 (Bringel y Pleyers, 2015). Esta polarización incrementa la división de la sociedad brasileña en posturas marcadas por un rechazo radical del campo político adverso. En este sondeo electoral, la polarización se refleja en las altas cifras de rechazo absoluto a los dos candidatos en la vuelta final de las elecciones de 2018. Así, 44% de las personas consultadas no votarían por Bolsonaro bajo ningún motivo, un porcentaje que crece aún más para para el caso de Haddad (52%).
La campaña de Bolsonaro significó tanto un resultado como una intensificación de esta polarización, al punto que mediatizó su cercanía con las iglesias pentecostales y neopentecostales, beneficiándose del apoyo de sus principales líderes políticos, religiosos y mediáticos durante esta campaña tan enfrentada. Los análisis apuntan al impacto determinante del voto de los evangélicos en favor de Bolsonaro, quien no tuvo un apoyo tan claro entre los feligreses de ninguna otra confesión. Los datos parecían comprobar el escenario de una polarización entre las iglesias evangélicas (más la minoría judía) y el resto de la sociedad.
Lo que indica este sondeo es una realidad muy distinta. Si bien demuestra la polarización de la sociedad brasileña, no actúa sólo entre las diferentes afiliaciones religiosas, sino dentro de cada una de ellas.
La división de los católicos frente a Bolsonaro, vista en la tabla 1, despliega una primera brecha en este escenario, al constatarse una proporción idéntica y muy alta del rechazo hacia ambos candidatos. De este modo, 48% de los católicos declaran que no votarían por ninguna razón por Bolsonaro, porcentaje que se repite para el caso de Haddad (Tabla 3).
Sin embargo, lo que quiebra el escenario de polarización entre distintas afiliaciones religiosas es el caso de los neopentecostales. El fuerte protagonismo de sus líderes durante la campaña electoral de Bolsonaro, junto con la promoción de temas morales conservadores en la política y los medios brasileños, sugería un apoyo masivo de sus feligreses al candidato.
El sondeo muestra lo contrario, tratándose de una de las ramas más divididas de cara al candidato conservador. Al consultarse tres días antes de las elecciones, 44% de los neopentecostales escogieron la opción “No votaría en absoluto” por Jair Bolsonaro, mismo porcentaje de los que votarían con certeza por él (9% adicional votarían tal vez por él, y 3% no sabían). Mientras que para el caso de Fernando Haddad, 33% votarían “con certeza” por él (37% de los católicos), y el 52% por ningún motivo (el mismo porcentaje entre los católicos) (Datafolha, 2018: 43).
Por otro lado, las actitudes de los neopentecostales frente a Bolsonaro y Haddad confirman una cercanía mucho mayor con los electores católicos (46% con certeza y 44% no en absoluto), con cifras casi idénticas, con respecto a las otras ramas evangélicas. De hecho, las cifras sugieren que una categoría aún más relevante, y que revelaría la incidencia de la afiliación religiosa sobre las actitudes de fuerte apoyo o rechazo frente a los candidatos, sería separar los neopentecostales de los otros evangélicos (tradicionales, pentecostales y otros evangélicos), los cuales tienen preferencias mucho más semejantes entre sí (tabla 4).
El dato probablemente más sorprendente de este sondeo es que, entre todas las categorías religiosas, la actitud de los neopentecostales frente a los dos candidatos es la que más se acerca al promedio de los brasileños. En otras palabras, los feligreses neopentecostales estuvieron tan polarizados entre sí como el conjunto de la sociedad brasileña.
Esta polarización interna de los neopentecostales contrasta con la fuerte movilización de sus propios líderes religiosos y políticos detrás de Bolsonaro. A lo largo de la campaña electoral, el candidato de extrema derecha pudo contar con las redes sociales, la experiencia y el apoyo material de las iglesias conservadoras, incluyendo el tercer canal de televisión más importante de Brasil (Intervozes, 2019), TV Record. Este canal es parte de un conglomerado que pertenece al fundador y líder de la mayor iglesia neopentecostal de Brasil, el obispo Edir Macedo, de la Iglesia Universal del Reino de Dios. Si bien es probable que la movilización de estos líderes religiosos tuviera un impacto en una parte del electorado, los resultados de este sondeo sugieren que no lograron unificar a sus fieles detrás de su candidato, y que su efecto fue más bien limitado, tanto entre ellos como hacia el conjunto de la población brasileña.
Resulta necesario contar con más estudios cualitativos y cuantitativos para así explicar y profundizar esta sorprendente polarización interna entre los neopentecostales brasileños, y el contraste con la imagen que dieron los líderes religiosos, políticos y mediáticos de estas iglesias como una base electoral sólida e incuestionable de Bolsonaro. Una hipótesis creíble y que vale la pena comprobar es que este quiebre entre afiliación religiosa y voto de los neopentecostales brasileños puede verse como una extensión en otro ámbito de un fenómeno demostrado por una larga serie de estudios de la religión en América Latina (De la Torre y Martín, 2016): la ruptura de falsa unicidad entre creencia y pertenencia.
La elección presidencial de 2018 es ampliamente usada para ilustrar la fuerza que cobraron los evangélicos en el escenario político brasileño. Un análisis a profundidad de este sondeo no niega ni el impacto de los evangélicos conservadores en la victoria electoral de Bolsonaro, ni la fuerza que adquirieron en el escenario político brasileño, pero cuestiona la relevancia de “los evangélicos” como unidad de análisis.
Dada su estructuración descentralizada, la ausencia de una autoridad moral común para interpretar las escrituras y la autonomía de sus iglesias, la heterogeneidad interna de los “evangélicos” es vasta en casi todos los temas y preferencias. Joanildo Burity insiste en la heterogeneidad de los evangélicos, “es necesario admitir que no hay un centro irradiador, ya sea de sentido o dirección, de lo que significa ser evangélico. Se ha vuelto una afiliación que reagrupa corrientes muy diversas, en términos de su interpretación de la Biblia, su manera de conectarse al mundo y a la política o sus prácticas”. Sin embargo, muchos análisis y estadísticas disponibles sobre participación política siguen apuntando a “los evangélicos” como una unidad analítica, indicando, por ejemplo, a quienes votan y cómo se distinguen de los católicos, cuántos participan como candidatos en cada partido político (Gerardi Dirceu, 2016: 16) o el número de “evangélicos” electos en el parlamento en sucesivas elecciones (Tadvald, 2015).
Adoptar las afiliaciones religiosas como principales categorías analíticas lleva a esconder la heterogeneidad interna de cada confesión. Conduce también a esconder otras divisiones y tensiones que tienen mayor relevancia analítica para entender los actores religiosos brasileños y su relación con la política. Es particularmente el caso de la división entre corrientes conservadoras y progresistas que atraviesa las religiones y las ramas del evangelismo.
La batalla que se está llevando a cabo en Brasil, como en varias regiones del mundo, no opone a los católicos en un lado a los evangélicos en el otro, sino a corrientes conservadoras y progresistas que atraviesan esas religiones y sus iglesias. Los fieles de ambas partes estuvieron divididos en el voto por Bolsonaro, y lo están en innumerables temas. La batalla que vuelve a cobrar gran importancia en el campo político, cultural y societal opone a actores históricos que no corresponden precisamente a iglesias u organizaciones, pero que sí las atraviesan. Estos actores religiosos progresistas y conservadores se pueden interpretar como movimientos sociales, en el sentido dado por Alain Touraine (1981): actores históricos que tienen una visión del mundo y disputan las orientaciones culturales de una sociedad.
Al movimiento religioso progresista que Michael Löwy (1997) identificó como el “cristianismo de la liberación” corresponde otro movimiento el conservador y reaccionario que ha cobrado fuerza en Brasil y en varias regiones del mundo, tanto entre los evangélicos como entre los católicos. De hecho, hasta el principio de los años 2000, las corrientes católicas conservadoras tuvieron un protagonismo mayor que los neopentecostales en la vida social y política brasileña. Brenda Carranza y Christina Vital da Cunha (2018) muestran por ejemplo cómo, durante los años 1990, los representantes neopentecostales operaron como fuerza de apoyo hacia los católicos conservadores en torno a causas comunes, como la oposición al aborto. Cabe también recordar que “la ideología de género” no es un invento neopentecostal, sino católico (Junqueira, 2017). Surgió a mediados de la década de 1990, en el Consejo Pontificio para la Familia y la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 1997, el cardenal Ratzinger publicó el libro La agenda del género, que sigue siendo una referencia esencial entre fundamentalistas católicos y neopentecostales para una agenda moral centrada en temas como la oposición al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo.
Por otra parte, queda claro que todos los evangélicos no son conservadores. Los feligreses luteranos, metodistas y presbiterianos que forman la mayoría de los “evangélicos históricos” se han involucrado en corrientes progresistas, como la teología de la liberación, en proporciones similares a la de los católicos en Brasil (Löwy, 1997, capítulo 8). De hecho, varios representantes de estos “evangélicos históricos” eligieron no unirse al influyente “frente evangélico” o “bancada evangélica” que reagrupa parlamentarios y senadores evangélicos conservadores de distintos partidos.
Entre las enseñanzas de Alain Touraine (1981) para el estudio de los movimientos sociales más relevantes para entender los actores religiosos en el escenario político brasileño es de evitar la confusión entre un movimiento social (considerado como un actor histórico) y una organización concreta. De la misma manera, en Brasil, las categorías analíticas relevantes no son las iglesias o la adhesión al catolicismo o a una iglesia evangélica, sino las corrientes religiosas conservadoras y progresistas que atraviesan estas iglesias. La batalla entre actores religiosos conservadores y progresistas no enfrenta a la Iglesia católica con las iglesias evangélicas. Al contrario, atraviesa dichas organizaciones religiosas. Como lo explica Joanildo Burity en su artículo, “fue necesario derrotar segmentos moderados (‘progresistas’) del campo evangélico, históricos y pentecostales, para que surgiera el rostro francamente reaccionario de una poderosa elite parlamentaria y pastoral”. De la misma manera, el giro conservador en el Vaticano, que se fortaleció bajo Juan Pablo II, se tradujo en una lucha en contra de la teología de la liberación junto con a una marginación de los sacerdotes y obispos cercanos a esta corriente en la Iglesia católica brasileña y latinoamericana (Houtart, 2006; Pleyers, 2020).
En Brasil, como en la mayor parte de los países centro y suramericanos, las nuevas iglesias evangélicas atraen un número creciente de feligreses. En 1980, Brasil contaba 89% de católicos y era uno de los principales espacios del cristianismo progresivo. En el último censo disponible (Datafolha, 2016), sólo 50% de la población se identifica como católica y la proporción de “evangélicos históricos” se ha mantenido estable en los últimos 40 años: 6.6% en 1980 y 7% en 2016. Mientras tanto, el número de fieles en las nuevas iglesias evangélicas se disparó. Casi inexistentes en Brasil en 1980, representan el 22% de la población nacional en 2016.
El número creciente de evangelistas y el factor principal del impacto político creciente de las iglesias pentecostales y neopentecostales parecen un factor clave del creciente protagonismo de estos actores en la arena política. El crecimiento del número de feligreses en sus iglesias proveyó una base más amplia para difundir sus discursos a los pastores y candidatos de estas iglesias y permitió juntar más recursos. Sin embargo, la raíz principal del cambio en la influencia política de los neopentecostales se encuentra menos en el cambio cuantitativo que representa el creciente número de feligreses que en un cambio cualitativo: una nueva manera de interpretar las Escrituras, que se traduce en un cambio de la relación entre la religión y el mundo, en particular en los asuntos económicos y políticos. Esta escatología fue desarrollada en Brasil por líderes de iglesias pentecostales y neopentecostales y propone entre otros temas una visión del papel que deberían tener la fe, las iglesias y los creyentes en la vida política.
Históricamente la mayoría de los evangélicos rechazaban explícitamente el mundo y la política, motivados por una ética ascética y puritana orientada a la conquista de la salvación extramundana (Algranati, 2010). En Brasil, hasta los primeros años 1980, la mayoría de las iglesias pentecostales se oponían a la participación política en los procesos electorales (Mariano, 2011). Y hasta en la actualidad, muchos evangélicos separan lo político de lo religioso y evitan ser protagonistas de la escena política.
Cuando el protestantismo invitaba a los creyentes a huir de los valores mundanos para ganar su salvación en la vida eterna, nuevas interpretaciones de las Escrituras surgieron en las iglesias pentecostales y neopentecostales en Brasil y tomaron fuerza a partir de los años 1990, como fue el caso antes en los Estados Unidos. Éstas combinan dos interpretaciones de las escrituras. Por un lado, “la teología de la prosperidad” no insta a los feligreses a rechazar los valores mundanos, al contrario, ve en el éxito material los signos de la bendición divina y la recompensa por los actos virtuosos (y el cumplimiento con el pago del diezmo a su iglesia). Según esta interpretación, si Dios bendice a uno de sus creyentes, le da una “bendición total”, y quiere que sea feliz en los diferentes ámbitos de su vida, desde la salud hasta los éxitos profesionales y su situación económica. Por el otro lado, “la teoría del reino” invita a los creyentes “a trabajar activamente para la restauración del reino de Dios en la tierra” (Pérez Guadalupe, 2018: 38; Algranti, 2010). Los feligreses deben contribuir a la transformación de la sociedad en su conjunto y no sólo de la comunidad de creyentes, como es el caso de las comunidades evangélicas históricas, según lo explica el obispo fundador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, Edir Macedo, en su influyente libro Plan de poder. Dios, los cristianos y la política (2008).
Como lo recuerda Joanildo Burity en su contribución, la llegada de Bolsonaro a la presidencia de Brasil con el apoyo de varias iglesias neopentecostales y evangelistas conservadoras es la culminación de un largo proceso que comenzó en los años 1980. Ya en 1986, doce neo-pentecostales fueron elegidos para el Congreso Federal. En las dos últimas décadas del siglo xx, los neopentecostales se involucraron gradualmente en la esfera pública. Sus miembros ingresaron en diferentes partidos políticos y contribuyeron a fundar algunos (Machado y Burity, 2014). Durante estas cuatro décadas, los actores religiosos conservadores, y en particular los neopentecostales, mostraron una extraordinaria capacidad de adaptación al sistema político brasileño y a los cambios sucesivos de las relaciones de fuerzas en el escenario político del país.
Una lección política mayor del caso brasileño reside en la consolidación de estos actores y de su impacto político, cultural y social durante los mandatos de los presidentes progresistas Lula da Silva (2003-2010) y de Dilma Rousseff (2011-2016).
Si ahora los actores políticos reaccionarios acusan al Partido de los Trabajadores de todos los pecados de Brasil, en su época los representantes neopentecostales y evangélicos conservadores se acomodaron a los gobiernos del pt y lograron reforzar su presencia y su peso a lo largo de estos 13 años (Tadvald, 2015). La Iglesia Universal del Reino de Dios, principal iglesia neopentecostal en Brasil, entró en el gobierno petista desde 2003, primero a través del Partido Liberal (pl) y luego a través del Partido Republicano Brasileño (prb). Permaneció en el gobierno hasta unas semanas antes de la destitución de la presidenta Dilma Roussef (Almeida, 2019). Marcello Crivella, obispo de la Iglesia Universal del Reino de Cristo y sobrino de su fundador, participó en la fundación del Partido Republicano Brasileño (prb), que se desempeñó como un aliado de Lula durante dos de sus mandatos presidenciales; luego fungió como Ministro de Pesca y Agricultura en el gobierno de Dilma Rousseff entre 2012 y 2014, antes de ser alcalde de Río de Janeiro en 2016.
Una herramienta mayor de la consolidación de la influencia de los evangélicos en el escenario político brasileño es el Frente Parlamentario Evangélico, que se constituyó en 2003, al principio del primer mandato presidencial de Lula. Se trata de una agrupación de diputados y senadores de varias iglesias evangélicas electos por distintos partidos políticos (Trevisan, 2013). La influencia de ese frente creció considerablemente durante las presidencias del pt. Se destacó por su gran eficacia en las negociaciones políticas con el gobierno nacional (Machado, 2012). La composición muy fragmentada de las cámaras de diputados y del senado implica que el gobierno tiene que buscar alianzas con distintas fracciones para la adopción de las políticas y las leyes que promueve. Los gobiernos de coalición bajo las presidencias del pt encontraron en el frente evangélico un aliado necesario para apoyar varias leyes sociales a favor de las poblaciones más precarias. Por otra parte, el pt cedió en cuestiones que eran centrales en la agenda de los actores religiosos conservadores. Durante sus mandatos, los presidentes progresistas utilizaron los asuntos vinculados con el género como moneda de cambio para negociar con los conservadores. Han renunciado a las políticas públicas de género para mantener el apoyo de los evangélicos en otras áreas (Mattos, 2019).
Entre los mayores logros del frente evangélico está la cancelación de una libreta contra la homofobia destinada a las escuelas públicas en mayo de 2011. En confluencia con los ataques de los actores religiosos conservadores en contra de lo que designaron como “la ideología de genero”, el entonces diputado Jair Bolsonaro califico el programa contra la homofobia iniciado por el gobierno pt en 2004 como Kit-gay. En 2011, los parlamentarios evangélicos y católicos conservadores amenazaron con bloquear las políticas económicas y sociales del gobierno si la cartilla se distribuía en las escuelas. Aunque la cartilla fue aprobada como material educativo y ya impreso, la presidenta tuvo que ceder a la presión. Otra victoria de la bancada evangélica fue el nombramiento de Marco Feliciano, un pastor de la iglesia neopentecostal “Catedral del Avivamiento”, conocido por sus declaraciones homofóbicas, a la Comisión de Derechos Humanos y Minorías de la Cámara de Representantes en 2013 (Tadvald, 2015). Además de las más notables victorias legislativas del frente evangélico, su protagonismo reside en innumerables proyectos de ley y enmiendas parlamentarias formulados por los evangélicos. Como indican Brenda Carranza y Christina Vital da Cunha (2018: 489) estos proyectos de ley no se tienen que evaluar sólo en términos de eficacia para aprobar estas propuestas, sino como un modo de acción basado en la producción de hechos políticos para colocar los temas relacionados con el “Reino de Dios” en el centro del debate público.
Fortalecer las iglesias neopentecostales y otros actores religiosos conservadores nunca ha sido el objetivo de los gobiernos del pt. Al contrario, Lula pertenece desde hace décadas y hasta hoy a una pastoral operaria, un grupo de creyentes católicos de la corriente de la teología de la liberación. Sin embargo, la consolidación de estos actores ocurrió durante los mandatos de los líderes progresistas y queda como parte de su legado. Sin compartir la agenda moral conservadora, los presidentes progresistas iniciaron colaboraciones con las iglesias evangélicas, y entre ellas sus ramas más conservadoras, para implementar programas sociales, y les abrieron espacios como protagonistas para poner en marcha los programas del gobierno u ocupar un número creciente de canales de radio y televisión. Negociaron y aprovecharon cada oportunidad para fortalecer su influencia política y colocar su agenda moral como un elemento central del debate público y del espacio político brasileño.
Por su historia, tamaño, cultura, peso internacional e idioma, Brasil ha sido un país aparte en América Latina. Así, es importante tomar en cuenta las especificidades del país para entender el éxito de los actores religiosos conservadores, y en particular de algunas iglesias pentecostales y neopentecostales, como actores culturales, sociales y ahora políticos. Sin embargo, en lo que se refiere a la influencia creciente de los neopentecostales en el escenario político, Brasil está lejos de ser un caso aislado en el hemisferio americano (Pérez Guadalupe, 2018).
Es más, las iglesias neopentecostales brasileñas hacen mucho más que participar en una tendencia continental y global. Se han vuelto un actor importante de este proceso en el ámbito internacional. Las principales iglesias neopentecostales brasileñas se han ido extendiendo por varios países latinoamericanos, así como en Estados Unidos, Portugal y otros países europeos y africanos. Tal como en la década de los noventas los analistas se referían a la “exportación del evangelio americano”2 a propósito del exitoso proselitismo internacional de los nuevos evangélicos estadounidenses, hoy existe una dinámica similar y en plena expansión para “exportar el evangelio brasileño”. Junto con los pastores, obispos y flujos financieros neopentecostales, también circulan los métodos para convencer a los fieles, los medios de comunicación, y una manera de interpretar las Escrituras que los incita a apoyar a sus correligionarios, tanto en las elecciones como en la política institucional.
Sacar las enseñanzas del éxito político, social y cultural de los actores religiosos conservadores en Brasil es, por lo tanto, una tarea relevante mucho más allá de los círculos de especialistas de Brasil o de estudiosos del fenómeno religioso.
Siguiendo a Joanildo Burity, es indispensable complejizar el análisis más allá del fenómeno electoral que fue la elección de Jair Bolsonaro. Este artículo se enfocó en factores explicativos en cuatro ámbitos que proporcionan una perspectiva más compleja y multidimensional del ascenso político de una parte de los actores religiosos conservadores en Brasil. Cuestionó cuatro perspectivas analíticas que a menudo presiden las interpretaciones del proceso que llevó a actores evangélicos conservadores a asumir un fuerte protagonismo político en Brasil.
En el ámbito electoral, se cuestionó la relevancia de análisis en términos de “voto evangélico”. Si bien una mayoría de los evangélicos votaron para Bolsonaro, un análisis más fino del principal sondeo electoral muestran que la polarización de la sociedad brasileña se refleja menos en el contraste de las posturas entre neopentecostales y católicos que dentro de las distintas ramas del evangelismo y en particular entre los feligreses de las iglesias neopentecostales.
En el ámbito político, se cuestionó la relevancia de la afiliación religiosa como una categoría analítica central para aprehender el creciente impacto de los actores religiosos conservadores. Detrás de lo que se presenta a menudo como una pugna entre católicos y evangélicos, se está jugando una batalla entre corrientes conservadoras y progresistas que atraviesan cada religión y sus distintas iglesias.
También conviene recordar que la interpretación de las Escrituras es un elemento fundamental para entender estos actores. En esta perspectiva, el cambio escatológico ocurrido en varias iglesias evangélicas brasileñas, que fomentaba el compromiso político de los fieles para implementar sus convicciones, constituye un factor clave en el ascenso político de los actores religiosos conservadores.
Finalmente, la consolidación de los actores religiosos reaccionarios en la arena política durante las presidencias del Partido de los Trabajadores cuestiona la oposición radical entre los actores religiosos conservadores y los gobiernos progresistas y queda como una lección política para los gobiernos progresistas. Los presidentes Lula y Dilma Rousseff asumieron colaboraciones con actores religiosos reaccionarios para llevar a cabo sus programas sociales. Les abrieron espacios como protagonistas en las arenas social, política y mediática, al punto que la consolidación de los actores religiosos conservadores como un protagonista mayor de la política y de la sociedad brasileña quedó como una herencia de las presidencias del Partido de los Trabajadores. Los actores conservadores aprovecharon cada espacio y cada oportunidad política para difundir su agenda moral y política, consolidando su influencia y su protagonismo con un éxito que pocos habían previsto.
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Geoffrey Pleyers es investigador del fnrs y profesor de sociología en la Universidad Católica de Lovaina, donde dirige el grupo de investigación smag – Movimientos sociales en la era global y el grupo interdisciplinario de investigación sobre América Latina (grial). Es vicepresidente para la investigación de la Asociación Internacional de Sociología. Entre sus principales publicaciones figuran los libros Alter-Globalization. Becoming Actors in the Global Age (Cambridge, Polity Press, 2011) y Movimientos sociales en el siglo xxi (Buenos Aires, clacso, 2018) y artículos como “A guerra dos deuses no Brasil. Da teologia da libertação à eleição de Bolsonaro” (Educação & Sociedade, 2020) y “The pandemic is a battlefield. Social movements during the covid-19 lockdown” (Journal of Civil Society, 2020). Ha coordinado quince libros o números de revistas, incluyendo, con Breno Bringel, Alerta Global. Política y movimientos frente a la pandemia (clacso, 2020).