Recepción: 26 de febrero de 2018
Aceptación: 6 de enero de 2019
Ver con los otros. Comunicación intercultural
Jesús Martín Barbero y Sarah Corona Berkin (coord.), 2017 FCE, Ciudad de México, 151 pp.
Ver con los otros. Comunicación intercultural es una obra reflexiva, lograda gracias a un afortunado cruce de caminos que devino amistad y complicidad intelectual entre Jesús Martín Barbero y Sarah Corona Berkin. Cuatro décadas después, la encrucijada de perspectivas y trayectoria nos ofrece una obra importante y una plataforma crítica sobre: “la hegemonía de Occidente sobre los modos de ver a través tanto de su ciencia convertida en modo de conocer-controlar, como de su tecnología –fotografía, cine, televisión, video- convertida en un modo de ver-integrar a las otras, las demás culturas”(p. 9). Los referentes comunes son la construcción sociocultural de la imagen, las visualidades y los modos de ver. Barbero y Corona construyen una propuesta intercultural elaborada con la gente, evidenciando el lugar desde el cual miran y pretenden ser vistos, así como los marcos teóricos desde los cuales (re)construyen su interpretación.
Vigilancia epistémica y doble hermenéutica enmarcan el entramado dialógico de este libro construido con experiencias de investigación resignificadas en la horizontalidad, anécdotas que marcan las biografías intelectuales, discusiones teóricas y una acendrada convicción de que se investiga con solvencia e imaginación prefigurando un mundo mejor, por ello, se requiere que todas y todos participan en la definición de ese complejo entramado dialógico que define lo que he llamado la condición emtic, (Valenzuela, 2015) donde se vulneran y desdibujan las fronteras entre lo etic y emic, el adentro y el afuera, el investigador que investiga y el objeto de estudio, el yo normalizado y el otro exótico, el conocimiento legitimado y los saberes desvalorizados.
Los temas generales definidos por los propios autores surgen de la interrogación acerca de los factores que afectan y definen las imágenes que tenemos y reproducimos, así como el tipo de comunicación que podemos tener con culturas y grupos diferentes. Para ello, escudriñan las perspectivas académicas afectadas por el mal de ojo, un mal incubado en prejuicios que impiden reconocer y reconocerse en los otros, los pobres, la prole, los nacos, los indígenas, los sectores populares. Como señalan Barbero y Corona, el mal de ojo, en sus diversas versiones, es una expresión de poder y: “una metáfora de la mirada que excluye e invisibiliza” (p. 12).
El libro se compone de tres capítulos donde Barbero y Corona presentan las trayectorias, lecturas, y experiencias que les permitieron redirigir la mirada y sus lugares de interpelación para lograr ver con los otros, modificar sus propuestas teóricas y metodológicas y, finalmente, redefinir los mojones que identifican prácticas investigativas desde imágenes y perspectivas incluyentes, dialógicas, horizontales.
Ver con los otros es una obra que nos invita a desestructurar y reestructurar nuestro ser con los otros, a sentir(nos) y explicar(nos) con ellos, a (re)crear nuestras miradas desde los otros que también nos miran, a descolocar nuestros lugares habituales de observación e interpretación junto a aquellos que nos observan y nos interpretan, a ser tocados por ellos, a recolocar los múltiples sentidos desde los cuales nos nombran y se (re)significan cuando los nombramos. Nosotros somos ellos y ellos nos cargan de sentido invitándonos a compartir la mirada.
Barbero y Corona nos invitan a desanclarnos para reinventar las imágenes, la mirada y los modos de percepción; nos invitan a conjurar el mal de ojo mediante lo que Barbero define como la transformación de los modos de percepción, mutación construida a través de escalofríos visuales y epistemológicos. En esta apuesta intelectual y emocional, se analizan las mediaciones de los medios, pero no sólo eso, los autores discuten los cambios en las interpretaciones sobre el cine, la televisión, la infancia y el juego, la radio o las telenovelas, donde, más allá del medio, Jesús Martín Barbero destaca que lo que ahí ocurre ayuda a las personas a contar su propia vida. Por su parte, Corona Berkin orienta su experiencia y trayectoria de investigación al encuentro con el otro y a la búsqueda de formas otras de comunicación a partir de su trabajo acerca del juego televisivo, la reciprocidad con el otro, el encuentro con el otro en la escritura y la oralidad, experiencias que le llevan a concluir que: ´´todo proceso comunicativo implica una forma de traducción de los marcos de referencia a los del otro” (40).
Las agendas investigativas propuestas por los autores son construcciones situadas y procesuales en las cuales el diálogo recíproco define y es definido desde la horizontalidad del proceso. Esta es la base de su propuesta de comunicación intercultural con los otros, cuya posibilidad se encuentra condicionada a que dicha comunicación sea política: ´´es decir, como una empresa de reconocimiento del otro como él desea ser concebido en el espacio público, de escucha horizontal y de construcción de diálogo en su aspecto más fértil: el mestizaje” (p. 74). La propuesta conceptual de Corona incluye términos fértiles y sugerentes como son: el conflicto fundador, la autonomía de la propia mirada, la igualdad discursiva y la autoría entre voces.
Corona discute desde ámbitos de diversidad cultural la producción y consumo de imágenes asumidos en los postulados teóricos sobre mirar, recordar y fragmentar, utilizados en los análisis de fotografía y cine, y lo hace confrontándolos con su propio trabajo de investigación en las comunidades wixárikas de Nayarit y Jalisco. Tras recuperar las imágenes fotográficas generadas por los propios huicholes y sus interpretaciones de las fotos que tomaron, Corona destaca: “La publicidad nos ha hecho expertos en comprender ojos sin cara, piernas sin cuerpo, volantes sin coches, hasta marcas y sus logos sin objetos. Los telones fotográficos que proporcionaban sueños y fantasías en las fotos de estudio son ahora desmodados. Lo que dice el retrato se limita al rostro y al gesto de la persona y se expone poco del contexto. La página de sociales de los periódicos o el Facebook lo demuestran. Pero en la mirada no disciplinada por la imagen la fotografía registra todos los elementos posibles”. (121) Y estos elementos posibles se alejan de la imagen fragmentada y de los marcos dominantes, legitimados y normalizados que encuadran la mirada en las sociedades occidentales, optando por la incorporación amplia de elementos contextuales, no considerados como periféricos, sino como constitutivos de la identidad, no sólo de los huicholes, sino de muchos pueblos y grupos originarios.
Los marcos destacados por Corona definen la forma de ver, pues, a través de la mirada, se construyen los colores que pintan el mundo. Corona alude a esta relación cuando señala: “Los colores se aprenden con su significado social. Entre los huicholes se prefieren los colores más brillantes quizá porque son los que más se parecen a la visión con peyote… El ver para los huicholes tiene una relevancia fundamental para conocer. A los niños o adultos que por primera vez viajan al mar y lo ‘van a conocer’ se les vendan los ojos y se les descubren hasta que están en la playa, frente a la inmensidad del pacífico” (p. 90). Esta información, me remite a una experiencia que tuve hace ya algunos ayeres y que ahora incorporo para ilustrar la posición de la autora:
En octubre de 1994, desde la Coordinación Regional Norte de Culturas Populares, coorganizamos con los grupos yumanos de Baja California (kiliwuas, k´miai, paipai y cucapá), el encuentro Auca Maj cuar cuar (buenos días o buenas tardes, vamos a platicar), donde participaron todos los grupos indígenas de ambos lados de la frontera México-Estados Unidos. Encuentro de culturas, sentires, lenguas, voces y miradas. Desde cumbres y barrancas de la Sierra Madre Occidental viajaron mujeres y hombres rarámuris; personas que nunca habían salido de lugares de origen conformados por pueblos y rancherías en los municipios chihuahuenses de Balleza, Batopilas, Bocoyna, Carichí, Chínipas, Guachochi, Guadalupe y Calvo Guazaparez, Maguarichi, Morelos, Moris, Nonoava, Ocampo, Temósachi, Urique y Uruachi. Tras un largo camino de varios días, llegaron de noche al pueblo mágico de Tecate, Baja California, ciudad sede del encuentro. Entonces me informaron que las mujeres rarámuris solicitaban que las llevaran a conocer el mar. Les informamos que Tecate no tiene playa, pero insistieron y argumentaron que ellas nunca habían salido de sus comunidades ni habían visto el mar y sabían que cerca de donde estábamos había uno. Ante semejante argumento, nos movilizamos y conseguimos un camión que las llevó esa misma noche a Rosarito, Baja California, para que pudieran conocer al océano Pacífico, pero tendrían que regresar a primera hora para participar en los trabajos del encuentro. Al día siguiente por la mañana, las mujeres contaban profundamente impresionadas por los colores que observaron, colores vivos e intensos definidos desde otros marcos culturales y desde otras formas de mirar, y hablaban de tonos policromáticos de un mar que, tras escucharlas, un atisbo de memoria me permitió reconocer que alguna vez, en mi infancia, pude percibir esos colores pero los había olvidado, por lo que incorporé nuevos encuadres en mi forma de observar o, simplemente, deje de mirarlos. Las mujeres dijeron que pasaron toda la noche acompañando al mar y decían emocionadas: “nosotros perseguíamos al mar y el mar nos perseguía a nosotros, y nosotros perseguíamos al mar y el mar nos perseguía a nosotros, y nosotros perseguíamos al mar y el mar nos perseguía a nosotros y, ¿sabe qué?, el mar nunca se cansa”. Desde entonces, agudizo la mirada tratando de recuperar las estridentes policromías del mar que conocí en mi infancia e imagino las narraciones que seguramente marcaran la memoria rarámuri a partir de la voz y el testimonio de las mujeres que reiteradamente cuentan con brillo en sus miradas la inolvidable experiencia del día en que conocieron el mar.
Barbero y Corona presentan los riesgos, trampas y peligros del trabajo investigativo y las apuestas metodológicas, y alertan sobre las celadas políticas, recuperando a Ranciere, quien distingue las políticas que buscan reproducir el orden social desigual y las políticas emancipatorias. En este punto, los autores definen su posición conformada desde la búsqueda de “mejores formas de vivir juntos a partir de la expresión de la diversidad en términos de igualdad” (p. 136). También alertan sobre los ardides epistémicos, asumiendo una perspectiva que no sólo reflexiona en torno al conocimiento generado, sino también en torno al proceso crítico de construcción de ese conocimiento. Finalmente, presentan las trampas de la práctica investigativa, donde cuestionan la relación sujeto-objeto o sujeto que investiga y sujeto investigado. Frente a estas relaciones asimétricas y desiguales, proponen trabajar en diálogo horizontal, donde ambas partes de la relación investigan y son investigados. En esta relación se produce conocimiento común. Corona lo expresa a partir de su experiencia de trabajo con los pueblos wixárika dentro y fuera de sus comunidades: “aprendí que ver con el otro, significa reconocer una distancia entre algo que ellos saben y yo no entiendo” (p. 140). Luego añade sus implicaciones: “Escuchar, ver al otro, inclusive ser empático, si no me desestabiliza, no me transforma; mi conocimiento no deja de ser iterativo de lo mío. Ver con los otros, entender con los otros, exige dejarse tocar por los otros; cuando nuestra visión ha cambiado, significa nunca más ver lo mismo” (p. 140). Ver con los otros y ser tocado por los otros, desde esta perspectiva, conlleva un posicionamiento explícito desde el cual se redefinen los significados de ver, sentir, construir, entender y explicar: “Ser tocado significa ser estremecido, sufrir un escalofrío, ser arrastrado por el otro a su lado. La experiencia de estar del otro lado no es posible sin el otro. Ver con él, entender con él, construir con él… Ver con los otros tiene que ver con sentir y también con explicar” (p. 141).
Ver con los otros. Comunicación intercultural es una obra potente que abre nuevos caminos en los debates académicos preocupados por el papel de la academia en la (re)producción del orden colonial y la desigualdad social. También apuesta por una investigación crítica que se proponga transformar el mundo en conjunto con aquellas y aquellos que son subalternizados en el proceso de investigación, e invisibilizados desde una supuesta condición de objetos o meros transmisores de conocimiento. Ellos, desde la propuesta de investigación horizontal presentada por Barbero y Corona, devienen productores de conocimiento que prefigura mundos en los cuales de verdad se incorporen los problemas, preocupaciones, saberes y sentires de los otros, complicidad que permitirá entender que, más allá de los juegos periféricos de poder en los que participamos, en los entramados socioculturales que definen la condición humana, nosotros somos los otros y los otros somos nosotros mismos.
Recomiendo ampliamente la lectura de este libro de interés para cualquier persona con sensibilidad e interés en los temas sociales y culturales y, de manera especial, para quienes trabajan en los campos de las ciencias sociales y las humanidades.
Valenzuela Arce, José Manuel (coord.) (2015). El Sistema es antinosotros. Cultura, movimientos y resistencias juveniles. México: edisa/UAM/El Colef, p. 508.