Recepción: 26 de junio de 2018
Aceptación: 8 de agosto de 2018
“Yo trabajo en casa”. Trabajo del hogar de planta, género y etnicidad en Monterrey
Séverine Durin, 2017 Publicaciones de la Casa Chata, CIESAS, México, 414 pp.
El libro de Séverine Durin representa un aporte significativo para analizar y comprender los procesos a través de los cuales se naturaliza y legitima la desigualdad del lugar de las trabajadoras del hogar indígenas en el México contemporáneo. Producto de más de diez años de investigación sobre la situación de los indígenas en el área metropolitana de Monterrey, la autora propone desde una perspectiva antropológica ver con mirada crítica y relacional y realizar una contribución nodal al debate sobre la precariedad y la vulnerabilidad de las trabajadoras del hogar “de planta”, a partir de una mirada que intersecta los clivajes de género, clase y etnia.
El trabajo de Durin se posiciona en un lugar incómodo para las investigadoras feministas, ya que lo que hace es visibilizar los problemas de poder implícitos en la relación patrona-empleada. Posicionándose en un lugar donde al mismo tiempo se busca visibilizar una realidad y dignificar una tarea laboral, Durin muestra que por un lado el servicio doméstico no se encuentra todo lo profesionalizado que muchas feministas declaran, y por otro, pero vinculado con éste, exhibe que la dificultad para valorar el trabajo se debe a que tanto empleadores como trabajadoras menosprecian el valor del trabajo que allí se realiza. Al mismo tiempo, Durin no cae en atacar a la empleadora como alguien que no tiene intenciones de mejorar las condiciones de quien trabaja en su hogar, sin embargo, muestra cómo esa discrecionalidad está permeada, por un lado, por la incapacidad o poco deseo de negociar con otros miembros de la familia las responsabilidades del hogar, y por otro, por la ausencia de políticas públicas desde el Estado que ofrezcan infraestructura adecuada para esas familias.
Por otra parte, y a contramano de cierta bibliografía que ubica a las trabajadoras domésticas “de planta” como personas sin agencia, altamente vulnerables y uniformes en su composición y modos de acción, el libro de Durin logra mostrar el carácter heterogéneo de la situación de las trabajadoras y los complejos niveles de agenciamiento que logran tener en dicho espacio, a partir de reconstruir los sentidos nativos desde las experiencias de vida de las propias trabajadoras del hogar. En ese camino resulta central haber decidido restituir los significados de sus vivencias y experiencias no sólo como trabajadoras domésticas sino como hijas, madres, jóvenes, es decir, desde sus distintas posiciones sociales. En este punto también la autora hace pensar en las trabajadoras domésticas más allá de la subordinación estructural en la que se ven envueltas, analizando las distintas estrategias y tácticas que utilizan para forjar su destino.
Sin embargo, haber incorporado la perspectiva de los empleadores resulta transcendental para el texto, ya que permite vislumbrar el carácter interdependiente, elástico y conflictivo de las negociaciones cotidianas, mostrando cómo la transformación de las expectativas, los intereses y proyectos de unas (trabajadoras del hogar) y otros (empleadores) constituyen el tamiz desde donde se configura el vínculo.
El procedimiento que la lleva a interesarse por el tema de su libro es claramente antropológico. Al ser extranjera, se extraña de la situación de que sean mayoritariamente indígenas quienes se desempeñen como trabajadoras del hogar en Monterrey, al mismo tiempo que encuentra que el tema está claramente invisibilizado en la agenda de investigación. La feminización de la migración indígena y la de una indigenización del trabajo “de planta” se vuelven intereses centrales de Durin, quien se pregunta por qué ocurre esto y cómo es que este proceso se articula o coadyuva con una naturalización de la desigualdad de clase, de etnia y de género. En este sentido, el trabajo de Durin torna visible un fenómeno que estaba empezando a quedar opacado en los estudios sobre el servicio doméstico.
Por otra parte, el trabajo de Durin va a contrapelo de los estudios que analizan el tipo de trabajo que cuantitativamente es más notorio en México hoy en día, como el “de entrada por salida”, para focalizarse en un tipo de trabajo que, aunque menor en números, sigue teniendo la relevancia de ser el lugar a donde llegan en general las migrantes rurales. Al mismo tiempo, por el tipo de trabajo, es donde se superponen el espacio residencial y laboral y donde se genera un control más estricto de los cuerpos, que quedan aislados y son más vulnerables en general, resulta interesante poder hablar de esto en el siglo xxi.
De tal manera, en el capítulo 1 la autora hace un exhaustivo análisis estadístico de la presencia de las mujeres indígenas en la modalidad más servil y vulnerable que tiene el servicio doméstico, como es el “trabajo de planta”; así, vuelve visible la subordinación histórica de las mujeres indígenas. Dicha reconstrucción le permite considerar que las desigualdades existentes en estos casos constituyen herencias coloniales que son refuncionalizadas a la luz de las condiciones actuales.
Luego de demostrar cuantitativamente la relevancia de las mujeres indígenas en el trabajo de hogar de planta de Monterrey, en el capítulo 2 la autora indaga en las preferencias, representaciones y formas de búsqueda que utilizan los empleadores y que lleva a que sean las mujeres indígenas las más idóneas para realizar tareas de limpieza y de cuidados. La diferenciación por tipo de empleador, su particular lógica de gestión de relación con quienes trabajan en sus hogares y la incorporación de la mirada de los agentes de colocación de personal doméstico en esta instancia configura un gran acierto de la autora.
Una idea interesante que se desprende es la de pensar que existen redes de empleadores que contratan redes de empleadas, lo cual fomenta una mayor etnicización de la red y una clasificación de las aptitudes de las trabajadoras en función de su origen regional. Por otra parte, la autora destaca estilos de mando (más personales o paternales), preferencias e imaginarios que movilizan para elegir a las empleadas domésticas. La dimensión generacional es un aspecto clave que la autora revela y que se constituye en pieza fundamental para comprender las miradas relacionales en torno al mando, el tipo de vínculos que se establecen y las tolerancias de la desigualdad. Así, demuestra que están las “empleadoras maternales”, con cierta preferencia, y las “empleadoras empresarias” que optan por empleadas con mayor autonomía, ya que no cuentan con el tiempo necesario para capacitarlas. A su vez, clasifican sus aptitudes para el trabajo en razón de su origen regional, lo que nos habla de una estratificación étnica del mercado de trabajo del hogar.
Haber incorporado la presencia de los varones trabajadores del hogar constituye otro gran acierto del libro. Allí se muestra que en su mayoría se desempeñan en tareas que se desarrollan en espacios exteriores (jardines, garajes, entre otros) exhibiendo su condición de sujetos peligrosos para el espacio de la intimidad. De esta manera se explica que “la división sexual del trabajo doméstico permee la organización espacial de éste, por lo que se puede hablar de una disposición sexoespacial del trabajo, la cual tiene que ver con las ideologías de género, especialmente las representaciones de la sexualidad de los varones” (2017: 140). Resulta muy interesante que, en el caso de los pocos varones que realizan tareas de cuidado consideradas “femeninas”, lo que hacen en concordancia con los estudios de Scrinzi (2005) para Italia y Francia, es manifestar que se trata de habilidades adquiridas (aprendidas), lo que se contrapone con un discurso que presenta las labores domésticas como no calificadas, innatas y femeninas por naturaleza.
Por otra parte, la elección de considerar la condición de juventud de las trabajadoras domésticas e ir más allá de los sentidos ligados al trabajo que asocian muchas veces (y automáticamente los trabajos sobre migración y trabajo doméstico) con la decisión migratoria constituye uno de los temas más interesantes del análisis. La autora indaga en la versatilidad y el carácter dinámico de los intereses, las expectativas y los deseos de los jóvenes indígenas que llegan a las ciudades en busca de trabajo.
La movilidad social vía la educación, la experiencia urbana y las diversas redes sociales que los conectan con sus pares constituyen elementos que complejizan la mirada. No sólo son jóvenes que migran para trabajar. Nuevos espacios de interacción, el uso de la tecnología y las nuevas redes sociales amplían el mundo de las jóvenes indígenas que se enrolan en el servicio doméstico de la ciudad. Las nuevas expectativas a partir de lograr movilidad vía la educación, acceder a contactos, un nuevo estilo de vida y de consumo es una aportación del texto.
En este punto, la autora no deja de incorporar de una manera muy creativa las miradas de estudios que se focalizan en la perspectiva relacional del vínculo (Vidal, 2007; Rodgers, 2009; Canevaro, 2009). En particular, considera los conceptos de maternalismo y personalismo, que retoma del trabajo de Hondagneu Sotelo (2001), para analizar cómo las expectativas de movilidad y de distancia social se articulan entre empleadoras y trabajadoras domésticas.
La dependencia afectiva y las tensiones que se generan entre ambos agentes sociales son retomados en el capítulo siguiente, donde el clivaje emocional y afectivo en la interdependencia mutua se complejiza aún más cuando se trata de tareas de cuidado. Allí, tanto la dependencia afectiva como el ciclo de vida de la trabajadora del hogar desempeñan un papel crucial, y es así como la autora articula las desigualdades de clase, género y etnia con las formas de construir la maternidad a distancia por parte de las trabajadoras “de planta”. En este punto la autora se pregunta por la posibilidad de cuestionar ciertos papeles de género por parte de estas mujeres, aunque es algo que no parece suceder.
Siguiendo en la misma tónica, se plantea reflexionar en torno de las tensiones de las madres empleadoras a propósito de ser “una buena madre”. La imagen negativa que emerge en torno a la madre que está fuera de su casa lleva a discutir el concepto de “maternidad intensiva”, donde al estar diferenciada por la clase social y estar más presente entre los sectores medios y altos, plantea la necesidad de una madre omnipresente para sus hijos. Este punto resulta altamente sugestivo cuando la autora lo construye de manera relacional, al incorporar las ansiedades que las madres trabajadoras tienen cuando deben transmitir su propio habitus sobre cómo cuidar de sus hijos. La instancia de decidir con quién dejar al bebé, así como las múltiples decisiones ligadas con la organización familiar, constituyen elementos de gran riqueza en las descripciones.
Particular interés merece el momento de “la formación del habitus” de las madres trabajadoras, ya que allí se muestran las diferencias que se derivan de sus propias experiencias de socialización desde pequeñas, que es donde se transmiten el “saber” y los mandatos de género sobre cómo cuidar a los hijos y al marido. Este eje contrapone generacionalmente a las madres trabajadoras, entre las cuales son las más jóvenes quienes se muestran menos severas y con un discurso moral menos acusatorio, y las madres empleadoras de mayor edad. Se evidencia una diferencia entre las empleadoras de clase media –que tienen una tendencia más maternal y de formación de las trabajadoras domésticas– y las de clases sociales altas, quienes no parecieran tener que esforzarse por inculcar valores o ideología alguna.
El papelde los maridos de las patronas es en este punto crucial, independientemente de la clase social, ya que promueven que sus mujeres sigan teniendo una vida social después del nacimiento de los hijos, al financiar la contratación de trabajadoras del hogar. Resulta interesante la utilización del concepto de “reproducción estratificada” (Colen, 1995) para mostrar cómo funciona la presencia de mujeres empleadas para suplirlas en su hogar mientras que las contratantes se desempeñan como profesionales. Ello no quita que la tensión entre ser mujeres trabajadoras y “madres ideales” no se mantenga latente en sus vidas y relatos.
En la parte final del libro, la autora se concentra en el estilo de vida de los hogares donde opera una lógica de distinción y de tradición, dejando de lado los hogares de clase media que se distinguen por la colaboración en las tareas domésticas entre el ama de casa y la empleada. Focalizada entonces en la elite de Monterrey, explora en las costumbres vinculadas con las prácticas matrimoniales, de hábitat y diversas prácticas de distinción, como son el culto al cuerpo, la caridad y los viajes al extranjero, poniendo en juego la categoría de “culturas de la servidumbre” del interesante trabajo de Quayum y Ray (2003) en su estudio sobre el tema en la India.
En ese último capítulo la autora estudia cómo influyen el trabajo del hogar y la presencia de la servidumbre en la particular lógica de construcción de la distancia de clase, las costumbres y prácticas de organización familiar de la clase alta, con sus propias formas de ascenso y la reproducción del habitus de servidumbre. En este punto la autora va más allá de lo concreto de las tareas del hogar para pensar cómo se inscriben éstas en la reproducción de las desigualdades de género, etnia y clase. Tener una nana se articula en estos sectores sociales con tener una camioneta y una casa.
De esta manera, haber sido socializados desde pequeños con personas que viven en sus hogares, trabajan hasta altas horas de la noche y los acompañan en sus viajes, organizan recepciones y viajes, entre otras tareas, hacen que sea impensable cambiar dichas prácticas cuando se transforman en empleadores. Sin embargo, Durin muestra las mismas transformaciones en Monterrey que Quayum y Ray para la India, explorando las ansiedades y las sensaciones de haber comenzado a perder el poder sobre los sirvientes.
En las conclusiones, la autora retoma y conceptualiza una discusión transversal en el libro vinculada con la importancia que tiene el hecho de que el trabajo del hogar siga siendo una de las ocupaciones exentas de la regulación federal de trabajo. Pero para buscar una respuesta a ello Durin indaga en las fuentes sociales de dicha exclusión. De esta manera, plantea de forma sugestiva que las tareas de la limpieza y el cuidado no sólo sirven para reproducir un orden de género, clase y etnia, sino también para crear y reproducir un habitus que internalizan desde pequeños y desde donde se les enseña a naturalizar un esquema clasista, sexista e incluso racista de sociedad.
Si por un lado la autora plantea que un habitus igualitario se construye desde la casa, por el otro afirma que son los actores políticos quienes deben garantizar los derechos de los trabajadores del hogar a partir de la ratificación del Convenio 189 de la oit, condición sine qua non para lograr un marco jurídico que equipare los derechos de estos trabajadores con los demás, y se destituya así una lógica de la dádiva en la relación empleador-empleado para pasar a una lógica de derechos.
Los cambios, propone Durin, deben venir tanto desde los regímenes de bienestar estatales (Esping-Andersen, 1990) como de las propias representaciones de género, clase y etnia que contribuyen a devaluar el trabajo y las personas que lo llevan a cabo. Siguiendo la economía feminista, la autora subraya la vital importancia que las trabajadoras del hogar tienen no sólo para la reproducción de la vida sino también para el correcto funcionamiento de la economía y nuestro desarrollo y bienestar.
La ausencia de una regulación estatal hace que las relaciones sigan dependiendo de la buena o mala disposición de los empleadores y una cuestión discrecional en la construcción de relaciones justas. Acerca del régimen de género que se pone en juego, en este vínculo la autora plantea que la cuestión de quienes se ocupan de las tareas de limpieza y cuidado (tanto para realizarlas directamente como para contratar a quienes las hagan) sigue siendo resuelta por y entre mujeres. Lo que muestra la autora, siguiendo el pionero trabajo de Leslie Gill (1994) para Bolivia, es que las diferencias de clase y etnia lo que hacen es perpetuar el distanciamiento entre unas y otras y naturalizar (aún más) el orden de género. Finalmente, la autora crítica a los Estados nacionales, como el mexicano, el italiano, el español (al que podríamos agregar el argentino) por no dar respuestas en clave de políticas públicas e infraestructuras concretas, delegando la responsabilidad de los cuidados en las propias familias.
El libro de Séverine Durin logra hacer visibile la condición precaria y de vulnerabilidad de las trabajadoras indígenas en el empleo de planta, sin caer en un tono de denuncia social de la situación. Al incorporar los significados construidos y cambiantes de las trabajadoras en relación con sus experiencias de vida y la propia mirada de los empleadores, la autora logra mostrar la situación desigual, pero al mismo tiempo incómoda, que supone la presencia de una mujer indígena en los hogares de sectores sociales acomodados y permeados por un imaginario igualitario presente en las sociedades modernas.
Lejos de pensar en una situación inalterable, la autora muestra la elasticidad y el dinamismo que adquieren los cambios tanto en las expectativas, los intereses y las motivaciones de trabajadoras como de empleadores, algo que deja como incógnita lo que vaya a deparar el sector de trabajo de planta en el futuro.
El contexto de la discusión sobre la posibilidad de legislar sobre los derechos laborales de las trabajadoras domésticas en México vuelve al libro aún más relevante y valioso en estos días. De allí que el carácter dinámico de esta posición deba ser analizada en el marco de una situación estructural en México de no reconocimiento de las trabajadoras del hogar en tanto tales, algo que se convierte en condición constitutiva y destinada a continuar reproduciendo las situaciones de desigualdad mientras este sector laboral siga queriendo ser invisibilizado.
Gill, Leslie (1994). Precarious dependencies. Gender, class and domestic service in Bolivia. Nueva York: Columbia Univesity Press.
Colen, Shelee (1995). “’Like a mother to them’: Stratified reproduction and West Indian childcare workers and employers in New York”, en F. Ginsburg y R. Rapp, Conceiving the New World Order: the Global Politics of Reproduction. Berkeley: University of California Press.
Hondagneu Sotelo, Pierrete (2001). Doméstica. Inmigrant workers. Clearing and caring in the shadows of affluence. Berkeley: University of California Press.
Ray, Raka y S. Qayum (2003). “Grappling with modernity. India’s Respectable Classes and the Culture of Domestic Servitude”, Ethnographie, vol.4, núm.4, pp. 520-555.
Rodgers, Janine (2009). “Cambios en el servicio domestico en América Latina”, en María Elena Valenzuela y Claudia Mora, Trabajo doméstico. Un largo camino hacia el trabajo decente, Santiago de Chile, oit, pp. 71-114.
Scrinzi, Francesca (2005). “Les homes de ménage, ou comment aborder la féminisation des migrations en interviewant des hommes”, Migrations et Sociétié, vol. 17, núm.2, pp. 99-100.
Vidal, Dominique (2002). Les bonnes de Rio. Emploi domestique et société democratique au Brésil, Presses Universitaries du Septentrion-Villeneuve D´Ascq.