Mujeres rarámuris urbanas. Reconfiguraciones de género desde la etnicidad

    Recepción: 7 de abril de 2021

    Aceptación: 9 de junio de 2021

    Género y etnicidad rarámuri en la ciudad de Chihuahua. Organización y participación de las mujeres en asentamientos congregados

    Marco Vinicio Morales Muñoz, 2020 Secretaría de Cultura – INAH – Escuela de Antropología e Historia del Norte de México (EAHNM), México, 256 pp.

    El libro Género y etnicidad rarámuri en la ciudad de Chihuahua. Organización y participación de las mujeres en asentamientos congregados analiza las transformaciones socioculturales y de género experimentadas por los y las indígenas rarámuris asentados en la ciudad de Chihuahua en búsqueda de alternativas de vida. Desde una perspectiva etnográfica y culturalmente situada, el autor ofrece una mirada integral de las relaciones de género que se redefinen en el contexto urbano como parte de procesos fuertemente vinculados con la etnicidad, la desigualdad y la subalternidad. Es un libro esperanzador que pone en el centro las respuestas creativas de mujeres y hombres rarámuris para reconfigurar sus vidas en espacios muy distintos a los que tradicionalmente han ocupado en la Sierra Tarahumara y da cuenta de su enorme capacidad para reproducir sus identidades y el control cultural de sus instituciones (Bonfil, 1987), a pesar de la desigualdad, las exclusiones y el racismo sistémico que caracterizan su relación con la sociedad mayor y el Estado. El foco del análisis son las prácticas y representaciones culturales y materiales de mujeres rarámuris en los distintos ámbitos que marcan su cotidianeidad y su vida colectiva en la ciudad, destacando su papel protagónico para enfrentar retos y asumir nuevos papeles en el espacio público sin dejar de afirmar su identidad étnica. Marco Morales combina en este libro una perspectiva de economía política, que enfatiza en las transformaciones materiales como base de la reproducción social de los rarámuris en la urbe, con un acercamiento a los significados culturales al estilo de Pierre Bourdieu (1980), para destacar la manera en que dichas transformaciones sociales obligan a redefinir el sentido práctico de la vida desde esquemas de representación y de acción que se adecuen a las nuevas circunstancias, entre los cuales destaca el reordenamiento de las relaciones de género. Al desplazarse a la ciudad por motivos diversos los y las rarámuris se enfrentan a contextos radicalmente distintos de sus formas tradicionales de vida en la Sierra Tarahumara y en sus nuevos espacios de hábitat –los asentamientos congregados urbanos– redefinen sus formas de organización para asegurar su sobrevivencia material y lo hacen desde sus gramáticas culturales, es decir, desde su propio habitus. Lo novedoso es, sin duda, la fuerza identitaria que les permite reproducirse como rarámuris urbanos, en lo que juegan de manera fundamental su cosmovisión y sus modelos culturales. Desde esas gramáticas construyen los nuevos papeles de género y los significados de ser mujer rarámuri en la ciudad.

    El trabajo de Marco Vinicio Morales contribuye a una línea de estudios muy prolífica sobre mujeres indígenas urbanas en México y en América Latina, trabajos que han visibilizado el cúmulo de violencias y discriminaciones que enfrentan en las ciudades y sus estrategias adaptativas. Dichos estudios han destacado la politización de las identidades como mujeres indígenas y el recurso a un lenguaje de derechos que fortalece su agencia. En contraste con esos estudios, de acuerdo con el autor, en el caso rarámuri los cambios en los órdenes de género que sitúan a las mujeres en nuevos papeles no pueden disociarse de la etnicidad. El trabajo acucioso de Marco Morales nos invita a mirar con cautela la transformación de los órdenes de género para comprenderlos dentro de sus lógicas culturales y desde ahí analizar sus efectos para la vida de las mujeres y los grupos domésticos.

    El libro recoge un estudio de largo aliento realizado por el autor en la Sierra Tarahumara, producto de más de quince años de una investigación comprometida con los pueblos indígenas del norte del país, lo que le sirve de base para establecer los contrastes necesarios para comprender la reconfiguración de los órdenes de género rarámuris en la ciudad. El estudio muestra la potencia de la etnografía para acercarse al punto de vista de las y los actores desde su contexto y documentar procesos de transformación social de gran complejidad. Un aporte más del libro son las fotografías tomadas por el autor que ilustran los temas y revelan la riqueza y distintividad cultural de la vida rarámuri en la ciudad.

    En lo siguiente destaco lo que considero el aporte sustantivo del libro y las partes que lo estructuran para finalmente poner en perspectiva su trabajo.

    El autor afirma que la organización social rarámuri se caracteriza por una tendencia hacia las relaciones horizontales en las relaciones de género, por un principio de complementariedad y una relativa autonomía e igualdad entre sus miembros, sobre todo si se compara con otros grupos indígenas del centro y sur de México. Señala también que dicha horizontalidad no escapa al modelo hegemónico masculino que significa ciertos privilegios para los hombres. Los cambios sociales están motivando la readecuación de los papeles de género en los espacios urbanos poniendo al frente a las mujeres, lo que les ha significado ganar poder y prestigio; sin embargo, esto no quiere decir confrontar las jerarquías ni tampoco que apuesten por una justicia de género. Esta interpretación entra en tensión con perspectivas feministas liberales que relacionan la agencia de las mujeres indígenas con el cuestionamiento de la dominación patriarcal y el avance de un discurso de derechos. ¿Son o no agentes de transformación las mujeres rarámuris?; ¿en qué sentido están abonando o no a cuestionar la autoridad masculina o a renegociar su lugar como mujeres?

    Para contribuir al planteamiento de Marco Morales, retomo las reflexiones de Jane Collier y Sabba Mahmood sobre las opresiones de género en sociedades no liberales, que invitan a analizar críticamente la agencia de las mujeres y a situarlas en sus contextos. Jane Collier, en su libro Del deber al deseo. Recreando familias en un pueblo andaluz (2009), cuestiona las interpretaciones evolucionistas vinculadas con el liberalismo sobre el concepto de persona, que promovió la idea que la modernidad significa avanzar hacia relaciones de género más igualitarias frente a costumbres consideradas atrasadas de sociedades no liberales y sujetas al deber ser. A través de densos estudios etnográficos en sociedades rurales en España y México, Collier señala que las subjetividades modernas implican nuevas subordinaciones de género bajo el manto de los derechos y el discurso de la igualdad, por lo que apela a mirar críticamente la agenda feminista liberal aplicada como rasero. En un sentido similar, Saba Mahmood, en su investigación sobre mujeres musulmanas en El Cairo, considera que los puntos de vista del feminismo liberal para discutir la autonomía de las mujeres impiden ver la forma en que tradiciones no liberales han moldeado el deseo, los afectos y la organización de la vida de muchas mujeres; y es desde esos lenguaje y contextos que se deben comprender los cambios que las mismas mujeres operan. Sugiere así considerar “la agencia social no como sinónimo de resistencia a las relaciones de dominación sino como una capacidad de acción que se habilita y recrea en relaciones de subordinación históricamente específicas” (Mahmood, 2008: 168).

    Estos marcos analíticos me parecen sugerentes y complementarios para analizar el tipo de subjetividad que construyen las mujeres rarámuris urbanas y el concepto de persona involucrado en sus tramas sociales, en la medida que ayudan a poner el acento en los significados contextuales y en los horizontes de vida vinculados con las prácticas sociales, y no en definiciones previas referidas a un deber ser de género y su transformación.

    Con base en estas referencias, en lo siguiente retomo el planteamiento de Marco Morales desarrollado en este libro. En específico, el autor analiza las estrategias de reproducción material y sociocultural de grupos domésticos en asentamientos urbanos de la ciudad de Chihuahua, enfocando en las respuestas diferenciadas que dan las mujeres y los hombres rarámuris a las nuevas realidades que enfrentan en la ciudad. A través de un trabajo etnográfico denso documenta el proceso de cambio y de continuidad de los rarámuris y destaca el sentido en que se reconfiguran las identidades étnicas y de género, sin dejar de considerar las tramas cotidianas del poder en su relación con la sociedad mayor y el Estado. Me refiero a continuación a algunas de estas particularidades retratadas por Marco Morales a lo largo de los cuatro capítulos que conforman su libro.

    Los asentamientos urbanos y la reconfiguración del espacio social generizado: ¿Qué significan los asentamientos urbanos para la organización sociocultural de los rarámuris y las relaciones de género? Los asentamientos son espacios habitacionales de los rarámuris ubicados en la periferia de la ciudad de Chihuahua construidos expresamente por actores estatales para su mejor gobernanza; son resultado de políticas asistencialistas que responden a lógicas de segregación, concentración y marginación de la población rarámuri. La distribución espacial, la arquitectura de las casas, las reglas de funcionamiento de los asentamientos han sido definidas por el Estado, sin embargo, los raramuris han logrado adueñarse de esos espacios desde sus propias gramáticas culturales para adecuarlos a sus formas de vida. Actualmente existen 17 asentamientos en la ciudad de Chihuahua, entre ellos el Oasis, primer asentamiento creado en 1957, donde Marco realizó de manera prioritaria su investigación. Desde estos espacios analiza cómo operan los grupos domésticos, sus estrategias de subsistencia y el sentido en que reconstruyen sus identidades étnicas y de género. Destaca en especial tres campos de acción que traducen las lógicas de complementariedad y horizontalidad que estructuran las relaciones de género y sus transformaciones: el ámbito del trabajo, la organización sociopolítica de los asentamientos y la dimensión ritual y festiva de los rarámuris en la ciudad.

    1. El campo laboral es un ámbito clave para analizar las estrategias de reproducción social del grupo doméstico en el espacio urbano y los cambios que involucra con relación a la vida en la sierra: así, los hombres ganan el sustento trabajando en la albañilería, en el peonaje en los ranchos ganaderos y en la siembra, entre otras actividades –lo que en ocasiones significa ausentarse por meses de sus familias– mientras las mujeres suelen emplearse en el trabajo doméstico, en la venta de artesanías, o buscando la korima –petición de ayuda– en las calles de Chihuahua, junto con sus niños y niñas. Se observa aquí una primera diferenciación laboral marcadas por el género que contrasta con las actividades realizadas por el grupo doméstico en la sierra, donde hombres y mujeres comparten las distintas labores agrícolas, de cuidado de animales, de atención del espacio doméstico, etc. Ahora, las mujeres se ven obligadas a asegurar la subsistencia cotidiana de las familias y a enfrentar los riesgos de trabajar en la calle. A través del seguimiento de las actividades productivas de hombres y mujeres, Marco muestra no sólo cómo consiguen sus ingresos sino también el peso del estigma de ser rarámuri en las relaciones con los mestizos, que viven especialmente las mujeres. Asimismo, analiza la distribución de las labores domésticas en los asentamientos desde una lógica de subsistencia, y deja ver el aumento de tareas y responsabilidades que asumen las mujeres, quienes ven incrementadas sus cargas de trabajo.

    2. Otros espacios fundamentales son la organización política y los vinculados con la vida festiva y ritual, que constituyen espacios de la vida rarámuri donde las mujeres asumen un papel más protagónico que el que tradicionalmente tienen asignado en las comunidades de la sierra, debido en buena medida a la ausencia del hombre y a una cierta pasividad o a su falta de interés por participar en el espacio público. Marco documenta la mayor presencia de las mujeres en las tareas del asentamiento al responder a la demanda de los funcionarios estatales que exigen su participación en la escuela, en el ámbito de la salud y en los distintos programas sociales; son ellas las que van a las reuniones, se encargan de la limpieza de los salones y espacios de reunión, de atender los requerimientos de las escuelas, entre otras actividades. Esto mismo les ha abierto nuevos espacios y conocimientos como gestoras de los asentamientos y ha ampliado sus competencias. Pero de manera notoria las mujeres están asumiendo funciones públicas de autoridad ocupando los principales cargos de Siriame/ Gobernadora –figura tradicional del gobierno rarámuri– en los asentamientos, desempeñando un papel central en su administración, en la resolución de conflictos entre vecinos y en la atención a necesidades diversas. A través de vívidos testimonios, observaciones y entrevistas, Marco nos transmite lo que esto ha significado para las mujeres y cómo han debido asumir esas responsabilidades. Tal es por ejemplo el testimonio de Juana, primera Gobernadora en el asentamiento El Oasis:

    Yo pedí ser segunda por ser mujer, porque en la cultura tarahumara siempre el hombre va adelante y yo no quiero ser la primera gobernadora. Yo pido ser la segunda, pues por la cultura, verdad, porque siempre como que le damos más importancia al hombre. Entonces por esa razón pedí ser la segunda. Yo antes de ser gobernadora jamás pensé que un día fuera a serlo, que fuera a tener ese título; no me siento gobernadora, simplemente me siento una servidora de la comunidad. Y pus aquí a lo mejor sí soy la que me muevo más que el hombre, “pero yo lo hago por ayudarte”, le digo. Él se apoya en mí, no decide nada si no va y me lo consulta.

    En su testimonio, Juana revela su disposición y compromiso de asumir tareas para el bien colectivo sin por ello desplazar la autoridad masculina, a la que manifiesta respeto. Sin duda estos procesos de transformación afectan las jerarquías de género, especialmente si las mujeres resultan más confiables que los hombres para asumir cargos de autoridad, pero no parecen generar una oposición masculina confrontadora, o que los hombres se sientan amenazados. Los significados de ser autoridad en los asentamientos y en la sierra apelan a principios similares: “una persona que sabe dar consejo, que sabe hablar”, entre otros criterios sensibles que las mujeres deben seguir, a los que se agregan otros requisitos que impone la vida urbana, como el hecho mismo de mediar en la relación con funcionarios estatales y ser gestoras. En todo caso los cargos no parecen ser un foco de disputa de género entre los rarámuris en los asentamientos, lo que contrasta ampliamente con lo registrado por estudios en otros contextos donde las mujeres indígenas disputan el acceso a los cargos, lo que suele generar tensiones, amenazas y violencia, sobre todo cuando se trata de cargos de representación y autoridad.

    Pero además de los cargos públicos como gobernadoras o integrantes de comités, las mujeres han entrado a ocupar espacios que tradicionalmente no asumían en la sierra, referidos a prácticas rituales y festivas centrales para la cosmovisión y la identidad de los rarámuris. Se trata en especial de las celebraciones de Semana Santa y las festividades religiosas de invierno. Es así que las mujeres participan en las danzas que ellas mismas organizan y financian, como es el caso de la danza de los matachines en las celebraciones de invierno, danza de gran fuerza simbólica ahora también bajo la organización y responsabilidad de las mujeres; algo similar sucede con las carreras de aro y bola, distintivas de los rarámuris, en la ciudad, donde también las mujeres tienen una notable participación. Esto las lleva a asumir nuevos papeles y un importante protagonismo con consecuencias económicas, de acumulación de prestigio y muy especialmente de organización y gozo personal. Con relatos etnográficos densos y testimonios, Marco Morales nos muestra el papel de las mujeres en espacios centrales para la reproducción sociocultural de sus vidas como rarámuris en la urbe y lo que significa para ellas asumir esos papeles. Hace ver, por ejemplo, que las mujeres al organizar las carreras de aro y bola se encargan también de las apuestas, basadas en faldas multicolores que se disponen en un espacio como trofeos, al igual que en la sierra, y asumen el compromiso de cuidar que las carreras se lleven en buenos términos; se han convertido así en cho’kéame, quienes dan consejo a las participantes y tienen la responsabilidad de cuidar la ritualidad de las carreras y vigilar que no haya conflictos.

    De manera notoria, estos procesos destacan la agencia de las mujeres rarámuris, su mayor visibilización en el espacio público, así como el control de los procesos y de las prácticas rituales. Se trata de cambios importantes que están redefiniendo las relaciones de género desde las gramáticas culturales. Lo notorio es que, al asumir nuevos papeles, las mujeres actualizan las lógicas de complementariedad entre los géneros, al visibilizar a las mujeres sin confrontar a los hombres, al mismo tiempo que reproducen los vínculos colectivos. Se visibiliza su contribución en tareas tan importantes para la reproducción social y cultural de los rarámuris; no obstante, como he destacado, este mayor protagonismo de las mujeres no parece generar tensiones con sus compañeros, quienes no disputan los espacios de poder tradicionalmente masculinos y parecen aceptar que sean las mujeres las que asuman estas tareas. Esto no significa que las mujeres rarámuris no enfrenten conflictos y violencia de género de sus compañeros, especialmente dentro de las familias y generalmente vinculadas a la ingesta de alcohol, como bien refiere el autor.

    Los nuevos papeles de género que asumen las mujeres están propiciando cambios importantes y posicionándolas en los espacios de decisión colectiva y en los grupos domésticos frente a los hombres y, en esa medida, están generando nuevas subjetividades como mujeres que toman decisiones y actúan para el bien común. Es de suponer que esto, a la larga, desestabilice la hegemonía masculina y con ello se redefinan en las prácticas las lógicas de la complementariedad, sin necesariamente confrontar de manera explícita la autoridad masculina. Debemos tener cautela con las interpretaciones rápidas que no muestran la complejidad de los contextos y las interacciones sociales para llegar a conclusiones que podrían ser esquemáticas y no hacer justicia a los importantes logros de las rarámuris en sus espacios de vida, y en ello resulta fundamental su ser mujer, que no puede desligarse de su ser rarámuri, como bien destaca Marco Morales.

    En suma, vemos en operación lógicas materiales y prácticas que transforman las relaciones de género desde contextos marcados por la desigualdad, las exclusiones y el racismo, combinadas con gramáticas identitarias de gran fuerza que ofrecen el lenguaje para traducir alternativas de vida. Los asentamientos urbanos no han impedido la reproducción de la vida rarámuri, a pesar de violencias sistémicas y estructurales que enfrentan estos grupos en su relación con la sociedad mayoritaria y el Estado. El libro de Marco Vinicio Morales Muñoz ofrece una etnografía densa para observar procesos cargados de innovación social, donde las mujeres indígenas son las principales actoras, aun si en sus horizontes no se plantean disputar la autoridad masculina. Algo similar pareciera suceder con los hombres, quienes tampoco se interponen en el camino de las mujeres sino que permiten que ellas avancen en sus tareas y compromisos. En términos de contraste salen a relucir las matrices culturales que activan los rarámuris y que en el fondo les permiten reproducir sus vidas y mantener el control de sus instituciones de manera semiautónoma. Aun en su condición de subalternidad y marginación, las mujeres rarámuris asumen un papel protagónico para seguir activando su cultura y reproducir su organización social.

    Probablemente se den cambios con las nuevas generaciones de jóvenes rarámuris nacidos en la urbe, y, de manera especial, que las mujeres vean en el lenguaje de los derechos humanos una manera más de sintetizar sus identidades colectivas y de género desde sus cosmovisiones y ante las violencias múltiples que enfrentan cotidianamente.

    Concluyo invitando a las y los lectores a leer el libro de Marco Vinicio Morales, que sin duda es un referente para comprender procesos tan complejos de cambio y reproducción social y de género de indígenas urbanos y para avanzar en los debates contemporáneos sobre el género y la etnicidad.

    Bibliografía

    Bonfil, Guillermo (1987). México profundo. Una civilización negada. México: Grijalbo.

    Bourdieu, Pierre (1980). Le sens pratique. París: Les Éditions de Minuit.

    Collier, Jane (2009). Del deber al deseo. Recreando familias en un pueblo andaluz. México: ciesas, uam e Ibero.

    Mahmood, Saba (2008). “Teoría feminista y el agente social dócil. Algunas reflexiones sobre el renacimiento islámico en Egipto”, en Liliana Suárez-Navaz y R. Aída Hernández (ed.), Descolonizando el feminismo. Teoría y prácticas desde los márgenes. Valencia: Cátedra, pp: 165-221.


    María Teresa Sierra Camacho es profesora-investigadora titular del ciesas-Ciudad de México. Miembro del sni nivel 3. Especialista en el campo de la antropología jurídica y política, justicia de género y pluralismo jurídico. Fundadora de la Red Latinoamericana de Antropología Jurídica (relaju). Integrante de redes nacionales e internacionales de defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas, el antirracismo y en contra de las violencias de género. Ha coordinado varios proyectos de investigación colectivos sobre temas referidos al estudio de los derechos indígenas, la justicia de género y la multiculturalización del Estado. Sus últimas publicaciones son Nuevos retos del pluralismo jurídico en América Latina (coordinación, número especial de la revista Cahiers des Ameriques Latines 94, junto con Rebecca Igreja), La justicia penal indígena (coord. junto con Héctor Manuel Guzmán y Jeannette Velázquez), ubijus, 2019, y Pueblos indígenas y Estado en México. La disputa por la justicia y los derechos, ciesas, 2017, junto con Santiago Bastos.

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