Alternativas econômicas para a construção de outros mundos possíveis. Um mapeamento do cenário local em Guadalajara

Recepção: 14 de abril de 2020

Aceitação: 2 de outubro de 2020

Sumário

O contexto de crise estrutural que se agravou em escala global nas últimas três ou quatro décadas levou ao surgimento de práticas e organizações sociais dedicadas a administrar a satisfação de necessidades fora dos mercados convencionais, em uma tentativa de gerar comunidade e autonomia por meio da recuperação das relações sociais, do meio ambiente e da saúde da população, aspectos cada vez mais afetados pelo modelo de produção e consumo em massa atualmente dominante. A recente proliferação de mercados alternativos, cooperativas de consumo, hortas comunitárias, clubes de troca e outras propostas que surgiram em cidades como Guadalajara mostram as maneiras pelas quais a utopia de um mundo melhor é construída diariamente, com base nas decisões de consumo, troca e autoprovisionamento. Com base em um exercício de mapeamento dos atores das economias alternativas da cidade, foi possível identificar a configuração de uma rede de espaços onde essas práticas são promovidas, bem como os horizontes em que seu significado está ancorado.

Palavras-chave: , , ,

Alternative Economies to Build Another Possible World, Mapping the Local Scene in Guadalajara

The structural crisis context, which has been exacerbated globally in the past three or four decades, has led to the creation of social practices and organizations dedicated to the satisfaction of needs outside conventional markets, in an attempt to create a sense of community and autonomy by recovering social relations, the environment and the health of the population, all of which have been affected by the currently dominant mass production and consumption model. The recent proliferation of alternative markets, consumption cooperatives, community gardens, bartering clubs and other proposals that have emerged in cities around the world such as Guadalajara, account for the ways in which the utopia of a better world is built on a daily basis from consumption decisions, exchange and self-sufficiency. By mapping actors in the city’s alternative economies, we were able to identify the configuration of a network of spaces in which these practices were promoted, as well as the horizons to which their meaning is anchored.

Keywords: alternative economies, mapping, other possible worlds, local network.


Alternativas económicas para otro mundo posible

Cada vez son más las personas que pierden la posibilidad de acceder a un entorno de vida seguro, a trabajo y vivienda dignos, a servicios de salud y cuidados, a una alimentación adecuada o a infraestructura y servicios urbanos de calidad. El desencanto ante la ausencia del Estado de bienestar, ante la desigualdad en las dinámicas macroeconómicas, o la insostenibilidad del modelo de producción y consumo en masa ha derivado en el surgimiento de organizaciones que buscan aportar elementos para la construcción de un mundo donde rijan lógicas que favorezcan la vida y beneficien a todos de manera justa y equitativa.

Diferentes propuestas son recuperadas con este propósito, entre las que destacan la economía social y solidaria, la economía del bien común, la economía colaborativa, el don, y otras en las que se comparten principios y objetivos orientados a mejorar la calidad de vida de las personas, fortalecer la cohesión social y mantener la sustentabilidad ambiental (Moreno Izquierdo, 2014; seri, 2012). Todas se manifiestan de maneras distintas y buscan transformar diferentes elementos de la realidad, pero se puede decir que comparten una misma base filosófica y axiológica en la que la economía es entendida de manera holística y diversa, imbricada en la vida social, moral y política de las personas, orientada hacia su propio servicio y a la protección del medio ambiente.

Estas propuestas han inspirado modelos organizativos y prácticas económicas entre diversidad de frentes y a distintas escalas, los cuales configuran un rico ecosistema de espacios y actividades dedicados a la producción, el consumo, el intercambio, el don y el autoaprovisionamiento.

En áreas rurales y periurbanas los campesinos y agricultores ya se organizan para recuperar modelos agrícolas basados en técnicas y conocimientos tradicionales, a los que también incorporan cada vez más ecotecnologías para la generación de energías limpias, materiales de bioconstrucción, recolección de agua, recuperación de residuos, etc. En Jalisco, grupos de agricultores promueven el cultivo agroecológico de alimentos en diversas regiones como las Costas Sur y Norte, la Sierra de Manantlán, la Ciénega o la región Sur del estado, mientras que en ciudades como Guadalajara las ferias de productores son cada vez más comunes, igual que los grupos de consumo, los huertos comunitarios o los clubes de trueques. Un abanico de propuestas se ha abierto durante las dos primeras décadas del siglo xxi al popularizarse los trueques, la agricultura urbana, el comercio justo, el consumo local o las monedas comunitarias.

Aunque estas formas han acompañado a la humanidad buena parte de su historia, ahora podrían ser consideradas alternativas al surgir en un tiempo y un espacio determinados por el consumismo y la producción en masa, en los que no hay mucho margen para actividades que no respondan a tales lógicas. La disponibilidad de una diversidad de estas alternativas en un territorio dado posibilitaría la incorporación de distintos medios y mecanismos de consumo, intercambio y producción en la cotidianidad, lo que pudiera significar un impacto positivo en la vida diaria y en el bienestar de las personas, de sus hogares y sus familias.

La alteridad de estas propuestas radica, principalmente, en su crítica al racionalismo económico, la especulación o la idea de desarrollo, así como a la fetichización del dinero, la desigualdad social y la degradación medioambiental que éstos han provocado. Estas críticas, en diálogo con otras perspectivas de género, etnia, territorio, etc., definen el discurso y las prácticas en las iniciativas que se presentan aquí y entre sus participantes, quienes forman parte de un movimiento y un proyecto identitario mayor que parte de, y sólo se entiende dentro de, los imaginarios capitalistas (Maurer, 2005: 8). El actual auge de las economías alternativas, sociales o transformadoras responde al acentuado contexto de crisis estructural que evidencia la necesidad de desarrollar un movimiento político de resistencia económica que permita pensar en otros escenarios futuros (Healy, 2008; Moreno Izquierdo, 2014; Reygadas et al. 2014, Eusko Ikaskunta, 2016).

En este sentido, tras aprender sobre la expropiación de las tierras, la explotación del trabajo campesino y la contaminación inherentes al actual sistema alimentario, Carolina (ingeniera ambiental de 30 años) se ha dedicado a la gestión y promoción de huertos comunitarios, bosques comestibles y otros proyectos agroalimentarios. Ella decidió pasar de la protesta a la acción pues cree en las posibilidades de cambio, y comenta: “mejor hay que mirar hacia otro lado y hay que explorar otras alternativas de vida”. Que en su caso significa la participación en organizaciones y actividades que procuren la justicia económica, la sustentabilidad ambiental, la autonomía y la seguridad alimentaria.

Para Mariana –fotógrafa y madre de 43 años– el trueque de bienes y servicios representa una oportunidad para pensar y relacionarse de modo distinto, y aunque no cuenta con mucho tiempo para la militancia o el activismo, suele asistir a las sesiones de trueque y recurrir a este tipo de intercambios para hacerse de bienes y servicios; “Finalmente yo creo que esto es algo muy tangible con lo que en verdad se podría vivir, de cierta manera, al margen del sistema capitalista”, comenta.

En espacios como el Foro de las Economías Transformadoras, el de una Nueva Economía e Innovación Social, y principalmente el Foro Social Mundial, integrantes de distintas organizaciones y activistas han promovido la articulación del movimiento, los discursos y los posicionamientos a escala global, en pro de una agenda conjunta y de un proyecto común. Mientras tanto, en el ámbito académico el tema es cada vez más abordado y discutido desde distintas disciplinas, entre las que destaca la geografía por sus relevantes aportaciones teórico-conceptuales, especialmente las relacionadas con el papel del territorio y la configuración del espacio en la construcción de las alternativas económicas. Autores como Stephen Healy, Katherine Gibson o Hans-Martin Zademach han llamado la atención sobre la necesidad de identificar, mapear y analizar los espacios dedicados a la diversidad, la diferencia y la experimentación económica; sólo así es posible reconocer y apreciar la diversidad de las manifestaciones, al tiempo que se pueden explorar sus propiedades emergentes.

Una comunidad especialmente interesada en abordar el tema ha sido la conformada por los especialistas en geografía económica –David Harvey, Eathan Miller, entre otros–, quienes enfatizan el papel del espacio, el territorio y los recursos en la configuración de procesos sociales, políticos y económicos. Junto a cada vez más interesados desde la antropología, la sociología o la economía, suman esfuerzos para identificar, analizar y georreferenciar casos de formas y organizaciones consideradas manifestaciones de las economías alternativas.

En este texto se muestra lo que se considera constituye una emergente red de actores, prácticas y relaciones alternativas para la producción, el comercio, el intercambio y el consumo en la ciudad de Guadalajara y otros municipios cercanos. Se busca ofrecer una mirada general de la manifestación local de un fenómeno global, y mostrar lo que los participantes entienden como ese otro mundo posible que da sentido a sus prácticas; así, éstas pueden ser entendidas dentro de ciertos horizontes que indican hacia dónde se podrían dirigir esos esfuerzos y en dónde se encuentran ahora.

El presente trabajo forma parte de una investigación doctoral en la que se analiza la incorporación de prácticas económicas alternativas a la vi-
da cotidiana de siete hogares de clase media en Guadalajara, así como su contribución a la satisfacción de distintas necesidades. Dicha investigación se planteó como un estudio fenomenológico de las prácticas económicas consideradas alternativas que, a través de un acercamiento etnográfico, buscó conocer las diversas manifestaciones del fenómeno, los actores involucrados, los espacios, las dinámicas y las relaciones entre éstos.

Además de visitas y participaciones en los espacios y sus actividades presenciales, se realizó un seguimiento continuo de los sitios en línea administrados por las diferentes iniciativas, de sus publicaciones y agendas en páginas, grupos y perfiles de Facebook, Twitter y WhatsApp. Cabe destacar el volumen de actividad que tiene lugar en estos espacios virtuales donde convergen activistas, organizadores, consumidores e interesados en general, quienes hacen publicaciones, comparten información y escriben comentarios, lo que permite recabar información relevante sobre elementos significativos en el discurso y las prácticas económicas alternativas emergentes en Guadalajara. Al mismo tiempo fueron documentados los casos de seis participantes de distintas iniciativas, con el objetivo de conocer el grado de incorporación de las prácticas económicas consideradas alternativas y analizar el tipo de satisfacciones obtenidas con ellas.

Durante la investigación en campo –realizada entre la primavera de 2017 y el verano de 2018– fue posible hacer un trabajo de identificación y mapeo de las diferentes iniciativas, los actores y las relaciones en que están inmersos. Éste ha sido inspirado por la etnografía del activismo político (pae) propuesta por Gary Kingsman (2006), en la que también se atiende la identificación de las capacidades, los poderes y conflictos, así como las alianzas, los puntos débiles y los mediadores. Además de representar un sistema de conocimientos locales y permitir ubicar los procesos y las acciones alternativas geográficamente, un mapa así permite analizar las posibles articulaciones entre iniciativas y la configuración de una red dentro de una visión sistémica y dinámica. En cuanto a lo subjetivo, la localización, la identificación y la delimitación implicadas en ejercicios de esta naturaleza son operaciones que influyen de manera decisiva en la formación de subjetividades personales y políticas (Harvey, 2007).

Aquí se presenta lo que se considera que configura una emergente red de alternativas económicas en la ciudad de Guadalajara, especialmente lo relativo a los sitios que constituyen los escenarios de participación donde adquieren sentido las prácticas. Esto constituye en sí un importante hallazgo a escala local, donde, por la importancia de las actividades, las organizaciones y las tendencias económicas convencionales, pareciera que el fenómeno es inexistente. Y es que, al tratarse de una de las principales ciudades del país en términos de población –5.26 millones de habitantes (inegi, 2020)–, de producción industrial –industria manufacturera, tecnologías de la información, automotriz, alimentos procesados–, e intercambios económicos, las prácticas económicas alternativas pasan inadvertidas.

Guadalajara comenzó a crecer rápidamente desde su fundación en 1541, tanto en actividades económicas como en población. A principios del siglo xx el incremento del sector comercial permitió la acumulación de capital local y estimuló la industria a pequeña escala. Las del calzado y el vestido fueron las de mayor participación en la economía local, al grado de convertir a Guadalajara en uno de los principales distribuidores del mercado nacional durante la segunda guerra mundial. El mayor auge se dio con la industrialización de la economía nacional en la década de 1940 y la consecuente migración de gran cantidad de personas que buscaban emplearse en las distintas industrias extranjeras que se establecieron en la ciudad (Arias, 1980; Venegas Herrera et al., 2016; Gutiérrez González, 2017).

El modelo entonces vigente de sustitución de importaciones afectó localmente, pues se intentó adaptar el territorio a los requerimientos de las actividades industriales emergentes, y a finales de los años cincuenta se creó la Zona Industrial de Guadalajara donde se establecieron grandes empresas. La industrialización de la ciudad permitió mejorar el poder adquisitivo de la población, especialmente de la clase media, la principal consumidora de bienes y servicios. Desde entonces ésta se consolidó como una de las ciudades más importantes del país poblacional, económica e industrialmente, sin embargo, tal capacidad disminuyó con la crisis de la década de 1990, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio y el ingreso de nuevas empresas con nuevos sistemas de producción y competencia. Entonces, debido al gran paso de mercancías de diferentes zonas del país, tomó auge el comercio que vino a fortalecer el crecimiento de la ciudad y los mercados (Arias, 1980; Venegas Herrera et al., 2016; Gutiérrez González, 2017).

Poco después llegaron los servicios, que actualmente constituyen uno de los sectores más importantes por la cantidad de empleos que generan y por su influencia en la organización urbana de la ciudad. Durante las últimas décadas el tránsito entre una economía intervenida altamente por el Estado a otra de corte neoliberal influyó en la pérdida de industrias locales, en el crecimiento de la pobreza urbana y en la ocupación intensiva del territorio para fines especulativos (Arias, 1980; Venegas Herrera et al., 2016; Gutiérrez González, 2017). Como muchas ciudades latinoamericanas, Guadalajara ha reproducido un crecimiento económico irregular, desigual en cuanto a la distribución del equipamiento público, la polarización del ingreso y con bajas capacidades de generar empleo protegido socialmente, estable y remunerador (Román y Siqueiros en Rodríguez Gómez et al., 2009).

En el campo, grandes empresas extranjeras y nacionales, productoras principalmente de agave, aguacate, bagas, jitomates y otras hortalizas han irrumpido en el paisaje y las comunidades a través de la instalación de grandes invernaderos agroindustriales y monocultivos, especialmente en los últimos diez años. Estas actividades han generado importantes situaciones de desmonte y deforestación, degradación del suelo, escasez y contaminación del agua, y enfermedad en las poblaciones por la exposición a los agroquímicos. Además han desencadenado prácticas ilegales como la perforación de pozos de agua clandestinos, el acaparamiento de este recurso o el uso de cañones antigranizo. En muchos casos esto ha significado el aumento de la pobreza, la explotación, el desplazamiento y la contaminación (Chaparro y Peredo, 2019).

Red de alternativas económicas de Guadalajara

Aunque la discusión en torno a las alternativas económicas continúa vigente y las definiciones y los conceptos están en construcción, resultan útiles algunas ideas sobre lo que es alternativo y lo que son las prácticas económicas alternativas, las cuales han contribuido a afinar la identificación y clasificación de las iniciativas aquí presentadas. Se rescatan las nociones desarrolladas por Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle (2018) y José Luis Sánchez Hernández (2017) en sus respectivos avances de investigación sobre los “Espacios y prácticas económicas alternativas para la construcción de la resiliencia en las ciudades españolas”, un proyecto en el que participan junto a otros investigadores de distintas universidades en aquel país.

En su trabajo, el primero define las prácticas económicas alternativas como “un conjunto de prácticas relacionadas bien con la producción, el intercambio, el consumo o la financiación, que cuestionan de algún modo la racionalidad hegemónica y plantean una visión crítica de la realidad actual” (Méndez Gutiérrez del Valle, 2018: 8). Mientras que el segundo, desde una perspectiva más sistémica, las entiende como

modelos de coordinación económica cuyos participantes intentan regirse por principios como autonomía, reciprocidad y democracia, y promover valores no competitivos; operan en un ámbito local con espacios físicos de encuentro colectivo y dicen buscar la superación, transformación o eliminación de la variedad de capitalismo hegemónico en su marco geográfico de actuación (Sánchez Hernández, 2017: 43).

Entre las modalidades más comunes están los huertos comunitarios y domésticos, las ferias de productores agroecológicos, los mercados locales y kilómetro cero, las cooperativas de consumo y de vivienda, los bancos de tiempo, las redes de trueque o las monedas alternativas. Todas son consideradas prácticas económicas alternativas siempre que en ellas se manifieste la intención de cambiar lo que se rechaza de los mercados convencionales (Luengo González, 2014: 7) y que suelen ser aspectos de los ámbitos político, económico, social, ambiental o sanitario, como la desvalorización del trabajo femenino, el encarecimiento de los bienes y servicios, las amplias brechas de desigualdad entre clases sociales, la sobreexplotación de los ecosistemas o el consumo de alimentos transgénicos y contaminados, por mencionar sólo algunos.

Durante el trabajo de campo se encontraron alrededor de 40 iniciativas de este tipo en la ciudad de Guadalajara, entre ellas mercados sociales, locales y orgánicos, cooperativas de consumo consciente, monedas sociales, redes de trueque y huertos comunitarios.1 Éstas fueron consideradas a partir de las referencias testimoniales de los participantes y la continuidad de sus actividades, las cuales se corroboraron en continuas visitas de observación y participaciones. En el Mapa 1: Red de economías alternativas de Guadalajara se muestran georreferenciadas las propuestas vigentes con la intención de ofrecer una perspectiva más afinada y visual del fenómeno.2

Mapa 1: Red de economías alternativas de Guadalajara

La categorización que se hace responde al tipo de actividades que se promueven, pero también a sus referentes discursivos y a sus propuestas organizativas, recuperados a través de documentos, entrevistas y conversaciones, pero también en publicaciones en Facebook y mensajes en grupos de WhatsApp. Así se sabe que la mayoría de las iniciativas identificadas se han desarrollado en entornos socioeconómicos de clase media, entre un sector profesionalizado, informado y en proceso de superar la desilusión que representa la pérdida de las certezas ofrecidas durante décadas por un desaparecido estado de bienestar; además del chasco ambiental que han significado las sociedades de consumo en que se han criado.

De manera general, se puede decir que, en Guadalajara, los mercados de productos locales y orgánicos son los que han experimentado el mayor incremento durante los últimos diez años; sin embargo, sólo ocho de los más de 20 identificados se han considerado mercados sociales. La principal diferencia entre unos y otros es que los mercados locales suelen especializarse en la venta de productos manufacturados de la región, usualmente artesanales y ofrecidos por sus productores. Aunque en ocasiones también se trata de locales comerciales establecidos, donde un intermediario concentra los productos y hace la labor de comercialización, sin que en ello destaque ninguna perspectiva crítica o transformadora. En cambio, los mercados sociales reúnen y articulan distintos actores y productos de la región, que representan procesos de transformación de las prácticas y las relaciones sociales y económicas a diferentes escalas.

Aunque no todos los mercados orgánicos y ecológicos tienen un perfil social, justo o comunitario, pueden ser considerados alternativas por quienes buscan una alimentación y un cuidado personal más inocuos y saludables. Pero los que nos interesan son los mercados sociales que promueven relaciones y principios de colaboración, solidaridad y confianza a través de sistemas de intercambio, consumo cooperativo, certificación participativa, visitas a los productores, etc., los cuales forman parte de circuitos económicos solidarios de mayor dimensión “que pueden abarcar mayores ámbitos de la actividad económica, las necesidades y el espacio” (Moreno Izquierdo, 2014: 302-303), y cuyo territorio de influencia se extiende más allá de su emplazamiento y actividades, y trasciende, inclusive, al espacio virtual y las necesidades sociales, afectivas, intelectuales o de protección (Max Neef et al., 2010).

En el caso de las redes de trueque, éstas facilitan los intercambios directos de bienes y servicios entre sus miembros, sin intermediación del dinero. Las que existen en la ciudad son abiertas, aunque también las hay entre comunidades específicas –como artistas plásticos o poetas– o especializadas –plantas, semillas, ropa o arte–, mientras que aquéllas donde circulan favores se denominan redes de ayuda mutua, y en ellas se intercambian trabajo, saberes, cuidados y servicios.

La idea de un consumo consciente acompaña implícitamente toda propuesta de economía alternativa, pero constituye el eje rector de algunas como la Cooperativa de Consumo Milpa, el Mercado Alternativo Flor de Luna o la Cooperativa Comalli, organizaciones dedicadas a la distribución y comercialización de alimentos frescos y preparados, así como de artículos para el cuidado personal y del hogar. Tanto en sus actividades centrales como en las dinámicas de operación enfatizan el consumo preferentemente local, inocuo, ecológico, organizado, autogestionado y responsable.

En el caso de la Milpa, la dinámica de consumo colaborativo puede complementarse con el uso de la moneda comunitaria, que se genera a partir del trabajo en tareas de la organización y sirve a los cooperativistas como medio para complementar su pago. Estas monedas son medios autónomos de intercambio, creados y legitimados por la misma comunidad que las utiliza. Suelen usarse como dinamizadores de proyectos sociales y económicos de carácter local, así como facilitadores de transacciones económicas que de otro modo tendrían pocas probabilidades de darse. Y aunque no hablamos de condiciones de escasez de moneda oficial, es más que conocida la capacidad de estas herramientas para mantener el flujo de bienes y servicios bajo estas condiciones, como ocurrió en Argentina con la crisis de 2001 o en España en 2008-2009.

A través de las alternativas documentadas en este trabajo no ha sido posible observar todo el potencial práctico y social de estas monedas, principalmente por la debilidad e intermitencia de sus manifestaciones; sin embargo, se reconoce su utilidad en el intercambio de productos y servicios, pero también en la generación de relaciones que contribuyan al desarrollo de empatía, confianza y reciprocidad entre los miembros de una comunidad (Santana Echeagaray, 2011). Un antecedente relevante de algo similar en la ciudad fue el Itacate, moneda social que circuló entre productores del entonces Corredor Cultural Expiatorio (Chaparro y Peredo, 2014) y que fue acompañada por la Red Tláloc, pionera y líder en el tema en el ámbito nacional. Aunque esta iniciativa resultó experimental, didáctica y de corta duración, constituyó el precedente de algunos intentos más por repetirla, como el caso del Xal, que circuló en las emisiones 2018 y 2019 del Festival de la Tierra en Zapopan.

La Grati Feria, o feria de lo gratis, surgió en 2017 y mantuvo actividades durante algunos meses hasta 2018. Su formato itinerante se presentó en Guadalajara y Zapopan, en especies de bazares gratis a través de los que se buscaba promover valores como el don, la ayuda y el desapego. Hasta ahora sus actividades están suspendidas, aunque en su perfil en Facebook siguen compartiendo algunas publicaciones de manera eventual, en especial sobre temas como la inclusión, el minimalismo, el reciclaje y la agenda alternativa local. Aunque durante una jornada de Grati Feria fue posible ver a personas en situación de calle, migrantes o jóvenes estudiantes beneficiarse con ropa, zapatos, alimentos, material escolar, entre otras cosas, la experiencia carecía de cualquier sentido filantrópico, altruista o caritativo, y respondía más a una lógica de circulación y mejor aprovechamiento de los bienes materiales.

Podría decirse que el precedente más inmediato de las iniciativas aquí identificadas son las organizaciones de economía social y solidaria, específicamente las surgidas en el estado de Jalisco durante la primera década del siglo xxi. Entre las entidades más representativas de este periodo están la Red de Alternativas Sustentables y Agropecuarias de Jalisco –rasa en 2005–, formada por familias de productores agroecológicos en todo el estado; Maizud –2007 en Cuquío–, dedicada a la comercialización de maíz en el área metropolitana de Guadalajara; o la Alianza Ciudadana para el Desarrollo Regional Alternativo en el sur del estado –acdra/sruja–, compuesta por distintos grupos cooperativos y ciudadanos. Algunas de ellas estuvieron vinculadas con el Sistema de Financiamiento Rural Alternativo –sifra–, que surge en 2000 a partir de la colaboración entre la Secretaría de Desarrollo Rural y el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (iteso), y cuyo objetivo fue financiar a los campesinos pobres del estado y promover formas asociativas cooperativas (Díaz-Muñoz, 2008).

Entre 2006 y 2007 finalizó el proceso de recuperación por parte de los trabajadores de la empresa productora de llantas Continental, que se convirtió en la cooperativa tradoc (Trabajadores Democráticos de Occidente), ubicada en El Salto, Jalisco; quizás uno de los casos más emblemáticos del cooperativismo contemporáneo en la región, y también acompañado por el iteso. Más hacia atrás se encuentran referencias a los Productores de San Pedro Tlaquepaque –de maíz en 1992– o la Organización Campesina Independiente de Jalisco –oicj, 1987 en Cuquío–, de las que se reconocía, principalmente, su capacidad para aglomerar a gran número de productores y competir abiertamente en los mercados capitalistas. Al parecer esto mismo llevó a adoptar prácticas contrarias a los principios del cooperativismo y la economía solidaria, y más semejantes a las de cualquier empresa capitalista neoliberal; una especie de economía pseudosolidaria que recurre al outsourcing, a los modelos piramidales de negocio o al agiotaje (Díaz Muñoz, 2008).

Aunque estos últimos casos nos remiten a un movimiento cooperativo de tipo gremial, sindical y corporativo más que a las experiencias identificadas en esta investigación, se reconoce su relevancia tomando en cuenta que en el estado de Jalisco no existe mucha tradición del movimiento cooperativista, y que, en su momento, representaron una alternativa al modelo convencional de organización económica. La historia de la economía social y solidaria es reciente y también se vinculan a la creación de cajas de ahorro desarrolladas por la Iglesia católica y a algunas cooperativas pesqueras, mutuales, sociedades rurales y ejidales generadas desde las instituciones de gobierno (Díaz Muñoz, 2015).

En cuanto a las propuestas ciudadanas alternativas destaca la Red de Economía Solidaria de Guadalajara (2011) que en su mejor momento llegó a comprender cuatro proyectos distintos: el Club del Trueque (trueque de bienes), el Trueque Agroecológico (trueque de plantas y semillas), la Escuela de Habilidades y Conocimientos Compartidos (trueque de saberes), y el Banco de Tiempo (trueque de servicios). Pero ésta no logró su autogestión y se desintegró en 2013, al disgregarse el equipo organizador formado por estudiantes universitarios. La mayoría de estos proyectos continuaron de manera independiente con cierta regularidad, a excepción del Banco de Tiempo, que no logra ser reactivado a pesar de los varios intentos que se han hecho en los últimos años. Al parecer, su gestión exige mayores recursos económicos y humanos que no se han logrado conjuntar.

Otras iniciativas como el Mercadito Agroecológico en el Café Benito y el Corredor Cultural Alternativo en la explanada Expiatorio tuvieron su mayor auge durante 2012 y 2013, cuando en cada uno de estos proyectos participaban aproximadamente 40 productores y expositores, y acudían cientos de personas en fin de semana. Entre los productores del Corredor también circuló el itacate, una moneda comunitaria que se extinguió junto con el proyecto de tianguis solidario; esto no impidió que algunos continuaran participando en el proyecto, ahora de corte gastronómico y cultural, que sigue teniendo lugar en el mismo espacio. Otros casos, como los de El Mercadito en Chapultepec y el Victoria Eco-Tianguis, de muy corta duración, son ejemplos de proyectos que, como muchos, surgen y desaparecen sin dejar rastro.

El universo de actores que convergen en estas iniciativas está constituido por consumidores, trocadores, prosumidores,3 productores, promotores y gestores, comerciantes e intermediarios, colectivos y organizaciones, acompañados de otros actores como profesores, investigadores y medios de comunicación. Entre todos ellos existe una diversidad de relaciones además de las económicas de orden mercantil, ya que, al encontrarse en espacios afines de vocación comercial, generan vínculos de intercambio, colaboración, ayuda y don.

Los diferentes actores encontrados provienen de contextos muy diversos, pero sus motivaciones, intereses y objetivos son similares; en sus respectivos ámbitos de competencia, todos buscan la manera de realizar los valores y las formas alternativas solidarias. Al mismo tiempo, todos han nacido y se han formado en el seno de la sociedad moderna capitalista, forman parte de instituciones y participan en todo tipo de ellas tienen empleos, consumen y generan bienes y servicios, contratan créditos, siguen tendencias, compiten en diversos ámbitos, etcétera.

En cada categoría existen diferencias derivadas de los matices en la participación, la orientación ideológica, la naturaleza de las prácticas, la apropiación tecnológica, etc. Así ha sido posible distinguir, entre los productores, a los campesinos ecológicos, los agricultores orgánicos, los productores artesanales y cooperativos, a los que prestan servicios, los pequeños empresarios o los jóvenes emprendedores. Mientras que, entre los trocadores se pueden distinguir quienes son solidarios, pero también quienes son más utilitarios, o los más libertarios; y entre consumidores destacan los que enfatizan la responsabilidad y colaboración –organización para el consumo–, pero también los combativos que, en cada oportunidad buscan deslegitimar el pensamiento dominante. Del mismo modo, la diversidad en las prácticas, técnicas y sentidos diferencia las formas de ser prosumidor, gestor, intermediario, etc.

El fenómeno local adquiere un carácter mucho más complejo si se toman en cuenta los ranchos, granjas y parcelas que alimentan las ferias, los mercados y las cooperativas de consumo, y que en este caso sumaron más de 30; más aún si se cuenta a los otros actores externos involucrados como las universidades locales, los colectivos, los medios de comunicación, los centros de investigación, etc., los cuales inciden en la manera en que estas propuestas son percibidas por la sociedad.

Así es posible observar los alcances socioterritoriales y límites de la potencial red de economía alternativa que se gesta en Guadalajara, en la que colaboran alrededor de 350 productores y comerciantes, aproximadamente 65 promotores y gestores, y más de 1 200 participantes,4 lo que permite pensar en la paralela gestación de una especie de circuito económico solidario5 regional que la soporte. Sin embargo, aunque aún no se puede hablar de un proyecto de tal magnitud en esta ciudad, resulta fundamental comenzar por reconocer los esfuerzos que se hacen ahora y orientarlos hacia un proyecto común local en el que se rescate la vocación de la región y se generen los procesos de inclusión necesarios, aspectos que no se observan en la escena local actual.

El concepto de geografías económicas hace referencia a las características espaciales y geográficas del capitalismo, sus construcciones y paisajes materiales, circuitos de consumo, intercambio y producción, sus redes, flujos y formas de asociación; al mismo tiempo son construcciones sociopolíticas formadas por relaciones sociales y de poder a varias escalas (Zademach y Hillebrand, 2013). El surgimiento de formas más justas de relacionarse y asociarse, de aspiraciones materiales menos impactantes ambientalmente, y de circuitos económicos más recíprocos y sustentables forman parte de la constitución de nuevas geografías económicas de carácter alternativo,6 configuradas por sitios, contextos, escalas y espacios en los que las formas, las relaciones y los medios de vida intentan desmarcarse de los patrones de comportamiento económico capitalistas dominantes (Zademach y Hillebrand, 2013).

Tras los hallazgos aquí presentados se considera posible hablar de futuras nuevas geografías económicas en la ciudad o de circuitos solidarios de integración económica en la región, pero por ahora solo podemos reconocer cómo las pocas y pequeñas iniciativas existentes, presentadas en el Mapa 1, representan espacios de alternancia y solidaridad para sus participantes. Además de ser opciones para el intercambio y el consumo de bienes y servicios, significan una oportunidad de manifestar el descontento y la postura política; son elementos de distinción ideológica respecto de otros sectores sociales y una inversión para un mejor futuro personal y familiar, pero también colectivo y global.

En este sentido, Mariana, que participa cada mes en el Tianguis del Trueque que tiene lugar en el parque del Refugio en Guadalajara, reconoce que disfruta de conversar con personas que, como ella, “saben que el sistema ya no funciona, y buscan otras formas de vivir”, por lo que intenta involucrarse en el mayor número de iniciativas posibles. Así busca informarse y retroalimentar su papel como consumidora y potencial productora de servicios. Por su parte Fernando, profesor de 49 años, se reconoce a sí mismo entre quienes participan en el club de trueques y otras organizaciones de economía solidaria, pues son personas que, como él, “piensan y ven el mundo distinto, son personas que creen que se puede vivir distinto”, comenta.

Y aunque el horizonte donde se insertan sus utopías pareciera sumamente lejano por implicar la profunda transformación de las lógicas y los paradigmas que rigen en la actualidad, lo que destaca entre la emergente red de alternativas económicas de Guadalajara son los esfuerzos de quienes creen en la construcción de lo que consideran deseable. Esta utopía y estos esfuerzos proliferan y se repiten en otras ciudades del país y del mundo, como México, Querétaro, Madrid, Bristol o Detroit, lo que podría significar la paulatina popularización de las propuestas y la expansión del movimiento.

Caminar hacia otro mundo

Entre iniciativas y entre participantes, el horizonte que da sentido a las prácticas consideradas alternativas es el de la posibilidad de construir, a través de ellas, otro mundo regido bajo los principios de solidaridad, justicia, sustentabilidad, etc. Entender los principales rasgos que configuran ese otro mundo posible ha sido factible, principalmente, a través del diálogo directo con los distintos actores que lo conciben, la participación en las iniciativas que lo promueven, y el voluntariado en tareas operativas. A continuación se presentan los principales aspectos que destacan en el imaginario de quienes participan en iniciativas de economías alternativas y otros proyectos transformadores, los cuales contribuyen a bosquejar una idea de lo que ese otro mundo representa.

Estos puntos se muestran de manera sencilla, aunque tienen justificaciones profundas que no es posible detallar aquí. A través de sus prácticas económicas cotidianas, de las iniciativas a las que se adhieren y de las relaciones sociales que generan a través de éstas, los participantes entrevistados apuestan por el mundo que consideran viable y asequible, el cual se esboza parcialmente a continuación debido a que aún se encuentra en construcción. Sin embargo, los elementos que logran colocarse permiten pensar hacia dónde podría perfilarse un proyecto de tal naturaleza y envergadura.

Conciencia social, participación ciudadana, militancia política y compromiso

Para los entrevistados la participación social y ciudadana es una parte fundamental de la vida personal, clave en la detonación de cambios en las representaciones de lo cotidiano, en la movilización para la defensa de los derechos humanos y ambientales, en la vigilancia y rendición de cuentas de los gobiernos, y en la incidencia en las políticas públicas. Ambas son consideradas mecanismos importantes para la formación de líderes y representantes leales capaces de colaborar con otros actores, intervenir en asuntos de interés común e incidir en decisiones que beneficien las utopías.

Y aunque entre los simpatizantes de las economías alternativas suelen compartirse críticas y opiniones negativas acerca las instituciones políticas y de los gobiernos, las relaciones con éstas son concebidas cada vez más desde una lógica estratégica de ocupar espacios institucionales, no para ganar poder sino para lograr influencia ideológica y aliados, además de poder canalizar recursos y voz a las causas sociales que interesan. “Le apuesto a todas las trincheras”, comenta Érika, trabajadora social de 32 años, al asumirse como servidora pública del municipio, al mismo tiempo que es una apasionada militante y activista en más de siete distintas iniciativas y organizaciones de corte anarco-eco-feminista.

Articulación del ecosistema de movimientos sociales y alternativas

Entre quienes promueven prácticas y organizaciones económicas alternativas, resulta apremiante articular el naciente ecosistema de iniciativas y colectivos bajo una agenda común, lo que significaría el inicio de un proceso de organización y empoderamiento que detonaría la construcción de proyectos comunes y la cohesión social. A partir de las tendencias en otras ciudades del mundo, donde se observa la conformación de barrios, áreas o distritos solidarios que concentran diversos proyectos, comercios y emprendimientos de corte alternativo, como empresas sociales, cooperativas de todo tipo, mercados alternativos, bazares de lo gratis, centros sociales, viviendas autogestionadas, entre otras, se vislumbra la posibilidad de desarrollar escenarios similares en Guadalajara y alrededores.

Cambio de representaciones y posicionamiento de otros imaginarios, formas de vida y convivencia

Además de contribuir a satisfacer algunas necesidades concretas de alimentación, cuidados personales o salud, la participación en iniciativas de economías alternativas contribuye a formar ciudadanos críticos y propositivos, así como a transformar las representaciones sociales, políticas y económicas posicionando imaginarios distintos con respecto a las relaciones sociales, las formas de producir, intercambiar, consumir, vivir, organizarse y convivir (Cameron y Gibson, 2005). Los participantes aspiran a ganarse la vida y aún tener tiempo para pasar con los amigos, la familia y la comunidad, para llevar a cabo actividades que complementen su trabajo, su consumo y su producción diarios, como son los cultivos agroecológicos de alimentos, la producción y el intercambio de productos artesanales domésticos o el intercambio de saberes y servicios profesionales.

Por ello algunos apuestan por una educación holística, integral, incluyente y humanista para sus hijos, que incorpore la influencia de formas tradicionales, populares y sociofamiliares de convivencia. Al mismo tiempo reconocen la importancia de la perspectiva decolonial, crítica y el pensamiento complejo como mecanismos para detonar disrupciones en la lógica y las formas de organización vigentes. Para unos el feminismo
y la perspectiva de género contienen la competencia suficiente para vigilar la permanente crítica al patriarcal modelo de civilización, además de visibilizar el papel de las mujeres en la reproducción social de la vida, en las luchas por su defensa, así como en la construcción de alternativas.

Protección y recuperación de la salud y el medio ambiente

Una parte importante de los discursos y las prácticas alternativas enfatizan el carácter estructural de la crisis y ponen especial atención en sus efectos ambientales y sanitarios, denotando la esperanza de poder llegar a incidir en la recuperación y conservación de las áreas naturales, o en la efectiva aplicación de las leyes, reglamentos y sanciones a los delitos contra el medio ambiente y la salud. Sin embargo, es la transformación de las formas de
consumir, de producir y de desechar lo que desde la sociedad podría disminuir los efectos de la agroindustria y de la industria alimentaria sobre la salud de las personas y el entorno en que viven.

Entre los hogares donde se incorporan prácticas económicas alternativas es común la procuración de la salud básica gestionada desde casa, especialmente a través de una cultura de la buena alimentación y del uso preventivo de medicina tradicional y alternativa. Estas prácticas anteceden y complementan la atención ofrecida en los distintos sistemas públicos y privados de salud, y a éstas podrán integrarse, en un futuro, los gestionados de manera colectiva, cooperativa y autónoma. En otro mundo posible cualquier persona tendría opciones de acceso a una atención de calidad y gratuita de la salud, ya sea a través de sus redes sociofamiliares o de los sistemas públicos, sociales o alternativos.

Innovación

La innovación social, económica, política, urbana y tecnológica resulta sumamente importante en la consolidación de los nuevos proyectos económico, ambiental, sanitario y sociopolítico englobados en la idea de otro mundo posible. Se sabe que para lograr algo así se requiere de gobiernos visionarios e innovadores que impulsen políticas públicas y marcos legales protectores de la diversidad económica y la administración sustentable de las sociedades. A su vez, en el ámbito social, las personas organizadas pudieran autogestionar algunos de los recursos y satisfactores necesarios por medio de la coordinación y colaboración entre productores y consumidores en un territorio, para con ello posibilitar la creación de nuevos modelos eficaces de desarrollo urbano y rural pensados a pequeña escala.

Los hallazgos aquí presentados hacen pensar en el inicio de una transformación social gradual que, paulatinamente, va permeando más en más sectores de la sociedad. Algunas de las iniciativas referenciadas cuentan ya con importantes trayectorias y experiencias que pudieran ser consideradas ejemplares en cuanto a la manera de articular las prácticas, los discursos y las utopías. Y aunque aquí se ha intentado integrar todas las apuestas y expectativas en torno a la idea de otro mundo posible, en la realidad cada iniciativa y organización proyecta un escenario particular en función de sus propias causas y prioridades, ya sean temas de género, de ruralidad, consumo consciente, etcétera.

Son destacables los esfuerzos para construir alternativas a cualquier nivel o escala; sin embargo, uno de los aspectos más débiles en la escena local es la identidad política de sus participantes, pues son pocas las iniciativas que procuran actividades exclusivas para la reflexión, el diálogo y la organización política. La mayoría se limitan a manifestar algunas posturas a través de sus disposiciones, del discurso impreso o las redes sociales, dejando en manos de las personas su propia información y formación política. A excepción de algunas organizaciones de los movimientos agroecológicos o feministas regionales, entre las iniciativas de economías alternativas es escasa la procuración de actividades que contribuyan a desarrollar una perspectiva crítica más profunda y comprometida entre los participantes, lo que se refleja en los bajos niveles de militancia y voluntariado.

También se puede advertir una importante carencia de modelos innovadores que transformen los procesos, las relaciones y las formas de impulsar las alternativas. En este sentido, sólo un par de iniciativas muestran familiaridad con herramientas como internet, redes sociales y softwares para la comunicación y divulgación de las propuestas. Mientras que son comunes el reciclaje y la imitación de modelos y formas de organización y operación, lo que parece afectar la capacidad de innovar a partir de las necesidades particulares de las personas y la región.

Aunque aún queda camino por andar, se pueden contar enormes avances; cada día más personas se acercan a los mercados locales y ferias de productores, cada vez son más los establecimientos que se niegan a manejar los plásticos de un solo uso, o los supermercados que cuentan con islas de productos locales. Pero no hay que olvidar la facilidad con la que esto puede derivar en otras prácticas contaminantes, explotadoras o extractivistas si no se cuida que la mejor opción sea también la menos contaminante, la más justa socialmente, la más viable económicamente, etc.; si no se cuida el hábito de la reflexión y el desarrollo de la conciencia.

Conclusão

Si bien la búsqueda de modelos de producción y organización alternativos al capitalismo no es reciente, sí lo son las condiciones en las que surgen las iniciativas encontradas, pues además de los recursos tecnológicos y comunicacionales con los que pueden llegar a contar, están fuertemente vinculadas con luchas ambientales, de derechos humanos, de defensa del territorio, de perspectiva de género, entre otras vigentes. Y aunque el fenómeno es conocido y estudiado académicamente desde hace décadas, en el caso de Guadalajara pareciera mantenerse en una fase prolongadamente incipiente y desarticulada, que ha experimentado cierto auge durante los últimos diez o doce años, pero que no termina de consolidarse.

Por los principios que las orientan, las prácticas y las relaciones que promueven, las iniciativas de economías alternativas son consideradas por algunos participantes y estudiosos islas de reciprocidad que surgen como resistencia ante los efectos de la globalización económica. La interconexión entre ellas, sus componentes y los actores, forman redes locales de colaboración que, al conectarse con otras redes locales, pueden generar circuitos regionales de integración económica desde una perspectiva solidaria (Méndez Gutiérrez del Valle, 2018), las cuales resultan relevantes en la actualidad cuando no existen muchos espacios para la diferencia.

Y aunque aún no se puede hablar de un proyecto de tal magnitud en la ciudad, resulta importante comenzar por reconocer los esfuerzos que se hacen ahora, generar canales para su orientación hacia un proyecto común a escala local en el que se rescate la vocación de la región y se generen los procesos de inclusión necesarios, aspectos que no se observan en la escena local actual. Sin embargo, se podría decir que hay dos aspectos en los que destacan los avances, uno son los esfuerzos realizados desde varios frentes (como gestores, productores, universidades, entre otros) para lograr una mayor y mejor articulación del ecosistema alternativo y sus distintos componentes, y otro es la integración y vinculación de iniciativas en los esfuerzos para la protección y recuperación de la salud y el medio ambiente en el ámbito local.

En estos sentidos es destacable la capacidad de colaboración entre actores de distintas organizaciones para el logro de objetivos concretos. Ejemplo de ello es el comité ciudadano de certificación participativa del mercado agroecológico El Jilote, donde participan integrantes de diferentes colectivos de consumidores al lado de académicos, promotores y productores. O el mercado alternativo Flor de Luna, que forma parte de una red de redes de defensoras ambientales, productoras sustentables y organizadas, especialmente en el sur de Jalisco.

En este último caso, el mercado y los productos que en él se comercian son el resultado de procesos de organización, empoderamiento y resistencia, con una fuerte carga de perspectiva de género, en diversas regiones del estado y el país; un buen ejemplo de la articulación política necesaria entre actores. Esta experiencia muestra la manera en que el trabajo coordinado a lo largo de un territorio y la colaboración con otros sectores –universidades, centros de investigación e iglesias– podría resultar, por ejemplo, en la incidencia sobre políticas públicas o en el cambio de paradigmas desde la práctica en la base social, ambas aportaciones bastante valiosas.

La necesidad de cambiar las formas como se reproduce y se organiza la vida es inaplazable, la recuperación de los bosques, los ríos y playas durante las primeras semanas del confinamiento en el mundo por el virus del sarscov2 refleja claramente el impacto que tienen las prácticas y las formas de vida humana en el entorno. Al irrumpir este virus en la realidad de todos se ha evidenciado la falta de criterios éticos en muchas de las formas en que se llevan gran parte de las actividades humanas, como la producción y el comercio de alimentos o de fármacos, la salud pública, el turismo de masas, la política, la economía, etc. Si bien cada vez más personas se dan cuenta de ello, pocas saben realmente cómo afecta, qué hacer o qué medidas tomar, por ello es fundamental cualquier tipo de esfuerzo que se emprenda por divulgar y reflexionar al respecto.

La posibilidad de visualizar un número significativo de organizaciones y emprendimientos de economías alternativas en el área metropolitana resulta aún más esperanzadora ante la profunda crisis económica post-pandemia que se anuncia. Ahora se destacan los beneficios del comercio y el consumo local en la economía de mediana escala y se habla de las propiedades de los alimentos orgánicos en beneficio de la salud. A escala global estas experiencias están tomando forma y cada vez cuentan con más simpatizantes, cada día hay más gente convencida de que lo mejor es la producción alternativa, la autoproducción, la disminución de la huella de carbono, el consumo consciente, etc. Son procesos que se están dando en todo el mundo y que merece la pena resaltar porque dan cuenta de un cambio mayor que se ve de lejos.

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Elizabeth Chaparro e Peredo es egresada del programa de doctorado en ciesas Occidente, licenciada en Sociología por la Universidad de Guadalajara y maestra en comunicación de la ciencia y la cultura por el iteso, se ha interesado por el estudio de la economía social y solidaria y de las formas, prácticas y relaciones económicas consideradas alternativas. Entre éstas destacan las monedas comunitarias, los trueques y el consumo consciente. Ha participado en proyectos de desarrollo comunitario y de educación popular con mujeres y jóvenes en condiciones de marginalidad, especialmente a través de organizaciones de la sociedad civil.

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