Recepción: 18 de mayo de 2020
Aceptación: 31 de julio de 2020
A través de este ensayo fotográfico se pretende mostrar algunos resultados de la investigación sobre el terreno llevada a cabo dentro del marco de una tesis doctoral, durante los meses de julio a septiembre de 2014 en Ceuta, además de Melilla y localidades cercanas a la frontera hispano-marroquí. Como se verá, los enclaves marítimos de Ceuta y Melilla han ocupado otrora una posición geoestratégica esencial en el Mediterráneo. Actualmente, su función de fronteras externas de Europa en el continente africano se ha reforzado mediante la securitización de la región fronteriza para contener las amenazas relacionadas con las actividades criminales y la migración transmediterránea “no deseada”, aunque ha acabado afectando también al comercio “atípico” o contrabando con Marruecos.
Palabras claves: fronteras, migración irregular, militarización, porteadoras, securitización
Travelling the spanish-moroccan border: a historical and visual tour. Field experiences in a border landscape
This photographic essay intends to show some of the results of the ground research carried out within the context of a doctoral dissertation, during the months of July through September of 2014 in Ceuta, as well as Melilla and locations near the Spanish-Moroccan border. As the text shows, the maritime enclaves of Ceuta and Melilla have once had a crucial geostrategic position in the Mediterranean. Currently, its purpose as an external European border in the African continent has been reinforced with the securitization of the border region to contain the threats related to criminal activities and “undesired” trans-Mediterranean migration, although it has also ended up affecting “atypical” trade or trafficking with Morocco.
Keywords: securitization, borders, irregular migration, militarization, carriers.
Desde sus principios, los Estados han necesitado delimitar su espacio mediante fronteras para la vigilancia y el ejercicio de la potestad sobre sus dominios. Originalmente los límites fronterizos de las antiguas civilizaciones contenían una gran carga simbólica, debido al carácter que tenían en su papel de definición de la colectividad (Cairo, 2001: 36; Plaza, 2010), pero con el transcurso del tiempo fueron evolucionando hasta convertirse en un elemento militar de transcendental importancia, al ser utilizados para señalar la zona de posible contacto con un ejército enemigo y con el propósito de disuadir ataques de pueblos invasores (Díez-Torre, 2016).
Dicha función se perpetuaría durante la época medieval, ya que los amurallamientos y fortalezas continuaron representando un elemento de seguridad y refugio frente a los asedios del exterior y los enfrentamientos armados, y reforzaban la identidad colectiva de las poblaciones en su interior (Brown, 2015; Rodríguez Ortiz, 2015). Precisamente en su acepción mediterránea, la frontera se consideraba confín de la tierra y separaba a los cristianos de los infieles. Este concepto castellano-portugués que regía en el siglo xv sirvió para justificar la presencia de posiciones europeas en el Norte de África cuyo fin era poner freno a la presión magrebí (Jover, 1963: 207, citado por Vilar, 2003), de manera que cuando las ciudades de Ceuta y Melilla se anexaron a la Corona de Castilla, se convirtieron en las fronteras avanzadas en tierra del Islam (Aziza, 2011).
Sin embargo, para el derecho musulmán la frontera constituía el límite que señalaba ese espacio intermedio de uso común, determinado de forma natural por un río, cordillera o accidente geográfico, y no por una demarcación territorial abstracta. Fue éste un aspecto que daría lugar a continuas hostilidades y disputas por el dominio de esa región africana, que impidieron la extensión de los límites fronterizos más allá de ellos durante largo tiempo (Vilar y Vilar, 2002). A raíz de tal situación se firmaran varios tratados entre España y Marruecos, a través de los cuales se iba modificando la línea que separaba a ambos países, hasta que estalló la Guerra de África (1859-1860). Con el Tratado de Tetuán de 1860 se daría término al conflicto y se conformó el perímetro fronterizo que ha pervivido durante el protectorado y hasta la actualidad, pese a que, tras el proceso de independencia, Marruecos ha reivindicado de manera sistemática sus fronteras históricas y naturales (Gómez-Barceló, 2009).
Durante la etapa del protectorado, Marruecos representó para España el último reducto colonial que le permitía mostrar al mundo su imagen de potencia, de tal modo que en el imaginario de la época, estas “avanzadillas de la civilización” (Franke, Weizman y Geisler, 2003, citados por Johnson y Jones, 2018: 60) cumplieron la función de poner en orden la barbarie cercana. Sin embargo, tras el proceso de descolonización, las relaciones bilaterales entre España y Marruecos en torno al territorio fronterizo de esta franja del Mediterráneo occidental oscilaron entre el desencuentro, con numerosos contenciosos territoriales, y el acercamiento, impulsado especialmente por su relación de interdependencia económica (Velasco de Castro, 2014: 184). A causa ello han debido suscribir diversos tratados, memorandos, convenios y acuerdos con el fin de favorecer los intereses económicos del área geográfica que comparten, además de modernizar sus pasos fronterizos y fortalecer la seguridad de la zona. Es éste un aspecto que ha acabado también afectando al comercio transfronterizo que se desarrolla en el corredor Melilla-Nador y el de Ceuta-Tetuán.
Por otro lado, después de la adhesión de España al Acuerdo de Schengen en junio de 1991, se reforzó su posición integracionista gracias a la implantación de la política de visados y de cierre de fronteras, lo que dio inicio al proceso de impermeabilización de los pasos terrestres mediante la elevación y el reforzamiento de las barreras con alambradas y otros dispositivos disuasivos (Rodier, 2013; Ferrer Gallardo, 2018). Dichas medidas empujaron a las personas migrantes originarias del Magreb a cruzar las aguas del estrecho de Gibraltar en pateras; a ellas seguirían las procedentes del África Subsahariana. La consecuencia inmediata fue el reforzamiento del control de entradas irregulares por las costas (De Haas, 19 de marzo de 2014). No obstante, al mismo tiempo se favoreció de manera selectiva el libre tránsito de mercancías y de algunos ciudadanos marroquíes procedentes de las ciudades de Tetuán y Nador, con las que Ceuta y Melilla mantenían (y mantienen) vínculos comerciales de especial relevancia, lo que originaría nuevos patrones de movilidad circular de la población limítrofe (Ribas-Mateos, 2005: 236). Además, la ausencia de aduana internacional ha dado paso a la presencia de una gran economía sumergida sustentada gracias al intercambio de bienes entre las zonas fronterizas de ambos países (Velasco de Castro, 2014: 2). Por ello, tanto en Ceuta como en Melilla han existido hasta el cierre de fronteras desplazamientos diarios y pendulares de trabajadores transfronterizos, vendedores ambulantes y “porteadores/as” que trabajan en el “comercio atípico” o contrabando.
Con el proceso de globalización, la noción de frontera se ha ido asociando progresivamente a un discurso securitario donde la prioridad de los Estados-nación es regular los flujos comerciales entre países y de los “sujetos-objetos que los transitan” (Mendiola, 2012: 448). Es decir, la porosidad y falta de rigidez para el tránsito de mercancías han ido acompañadas de barreras físicas y administrativas a la libre movilidad para las personas no deseadas (Heyman, 2011), lo que hace de la frontera un “puente o muro en función de la capacidad que los individuos tengan para desplazarse a través de ella” (Lacoste, 1993; Crosswell, 2006, citados por Ananou y Jiménez, 2016: 171). Asimismo, la preocupación creciente por la seguridad ha elevado al rango de emergencia la movilidad humana, asociando a aquellas personas que provienen de más allá de las fronteras occidentales con focos del crimen organizado y del terrorismo internacional.
De tal suerte, la ubicación de Ceuta y Melilla como fronteras exteriores de la ue y la posición de Marruecos de socio privilegiado que le confiere a partir de 2008 un “estatuto avanzado” (Rodier, 2013: 93) dentro del espacio europeo las han convertido en un punto geoestratégico esencial para luchar contra la amenaza terrorista, la delincuencia transnacional organizada en torno al tráfico de drogas y la trata de personas. Pero también contra la migración irregular que procede del continente africano, que es uno de los temas que más controversias ha generado entre Marruecos y España (Hernando de Larramendi y Bravo, 2005: 207). No hay que olvidar que Marruecos, tradicionalmente emisora de emigrantes, ha pasado a ser nación de destino y tránsito de personas procedentes del África occidental y central que ponen rumbo a Europa (Khachani, 2006). Asimismo, después de los atentados del 11-S la inmigración ilegal masiva fue considerada como nuevo riesgo emergente, por lo que la prioridad de la clase política fue el diseño de una estrategia de acción exterior europea mediante la cual el control migratorio y fronterizo se externalizó involucrando a terceros países. Consecuentemente, Marruecos comenzó a recibir financiación por parte de la ue para deslocalizar y desplazar a un buen precio el ejercicio del control migratorio fuera del ámbito europeo (Rodier, 2013: 94).
Igualmente, según lo pactado por la ue en Tampere (1999), Laeken (2001) y Sevilla (2002), se amplió el control de entradas por la vía marítima mediante la activación del Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (sive), que incorporó radares de tecnología militar para la intercepción a larga distancia de embarcaciones en aguas del estrecho de Gibraltar, el litoral andaluz y el archipiélago canario. Más tarde recibiría el apoyo de la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas (frontex), un organismo cuasimilitar para la vigilancia aérea, marítima y terrestre de las fronteras, cuya efectividad motivó que las rutas migratorias irregulares se desviaran hacia las fronteras terrestres (De Haas, 19 de marzo de 2014). Desde entonces, las personas migrantes y refugiadas en tránsito que se concentran en los bosques cercanos permanecen varadas y expuestas a los peligros de la naturaleza o a la brutalidad de las autoridades marroquíes, como sucede también en los asentamientos urbanos. Pero si logran acceder a las ciudades de Ceuta y Melilla, son bloqueadas y se da lugar a casos reiterados de saturación en los centros gubernamentales donde se presta la primera acogida, especialmente cuando ha habido un pico de entradas.
Como subraya Whyte (2006) “la arquitectura es un texto que se puede leer” (Whyte, 2006: 154). Es decir, las estructuras de los muros, vallas y fortificaciones de los entes soberanos pueden entenderse igualmente, por analogía con el lenguaje, como un código capaz de comunicar cuáles son las intenciones de sus gobernantes. Para entender cómo estas complejas infraestructuras securitarias se habían integrado en el paisaje de las ciudades fronterizas de Ceuta y Melilla (Braudel, 1993; Brown, 2015), se relacionó la historia con el trabajo etnográfico. Por un lado, la óptica histórica constituye una herramienta clave para comprender los contextos y los cambios políticos que afectan a los sistemas que existen para ejercer el control fronterizo dentro de un marco temporal y espacial concreto (Mora, 2013: 24).
Por otro lado, el recurso a las metodologías etnográficas posibilita que se centre la mirada investigadora en los individuos (Durand, 2012: 59) que se ven afectados por la lógica securitaria. Consecuentemente, en el diseño de la estrategia metódica de recolección de información (Mora, 2013: 32-33) se siguió un enfoque cualitativo, dado que su flexibilidad y adaptabilidad podría dar a la acción investigadora un grado mayor de creatividad (González Gil, 2008: 5). Las herramientas seleccionadas fueron la observación directa no estructurada, las entrevistas en profundidad y la etnografía visual basada en el uso de la fotografía.
Para el desarrollo de la investigación se emplearon todos los medios materiales que estuvieron a nuestro alcance (Hernández Sampieri, et al., 2006: 25), entre los que se incluyó una cámara fotográfica, una grabadora y un diario. Como paso previo, se realizó una inmersión inicial en el campo, con el objetivo de alcanzar cierta sensibilización con el entorno y para tratar de identificar a los informantes claves. Esta actividad estuvo basada en la contemplación de los fenómenos, acciones, procesos y situaciones en su marco natural, manteniendo una visión holística. La técnica de recogida de datos fue abierta (Folgueiras, 2009), se tomaron notas de campo y se incluyó también un anecdotario.
En cuanto a las fotografías, se utilizaron de respaldo para ayudar a comprender los fenómenos sociales observados y su contexto mediante la toma de imágenes (Salazar-Peralta, 1997). Además, se consideró que podrían constituir una herramienta extraordinaria como técnica de recogida de datos (Collier Jr., 2006; Arango y Pérez, 2008: 131; González Gil, 2008: 5-6), puesto que, aunque la actividad fotográfica es propia del ámbito artístico, abre nuevas posibilidades investigativas que sirven al objetivo de la interdisciplinariedad, extendiendo con ello nuestra percepción (Collier y Collier, 1986: 5; Pink, 2009: 2-3). Según Arango y Pérez (2008: 132), la etnografía visual hace que la observación posea un enfoque distinto, ya que es una forma de representar e interpretar la realidad que conduce a “un acercamiento multisensorial a los contextos, sujetos y objetos” que son examinados (Arango y Pérez, 2008: 133). Más aún, las propias fotografías pueden servir como cuaderno de notas (Orobitg, 2014: 4). Según Collier y Collier (1986: 16-19), las imágenes capturadas con una cámara fotográfica cumplen una función ilustrativa, luego no solo ayudan a preservar las primeras impresiones vividas en el campo, sino que además aceleran el proceso de comprensión de la realidad social objeto de estudio cuando aún se tiene un conocimiento limitado sobre ella.
A fin de cuentas, esas imágenes tienen un alto poder descriptivo (Salazar-Peralta, 1997) y pueden adquirir varios significados dependiendo del contexto en el que sean vistas, o de las personas que las estén mirando (Arango y Pérez, 2008: 132; Pink, 2009: 67-68; Vila, 2012: 286). A esto se suma el hecho de que el fotógrafo no solo es capaz de mostrar con su encuadre aquello sobre lo que ha fijado su atención y que escapa al ojo cotidiano, sino que es posible que capte otras imágenes cuya inclusión no había sido prevista (Piette, 1996: 150, citada por Orobitg, 2014: 4). Por este motivo, tal y como destacan Freixa, Redondo Arolas y Córdova (2016: 4), el fotógrafo ejerce un papel en su puesto de observador que le distingue del resto de las personas.
Este ensayo fotográfico forma parte de un proyecto de tesis doctoral con perspectiva comparada en el ámbito de las migraciones internacionales, el cual fue comenzado en la ciudad fronteriza de Tijuana durante una estancia académica en El Colef. A fin de reproducir la misma metodología, el trabajo de campo se realizó durante los meses de julio a septiembre de 2014 en puntos clave de la frontera hispano-marroquí, en ejecución del
proyecto financiado por el Instituto de Estudios Ceutíes (Convocatoria de Ayudas a la Investigación, 2013). No obstante, hubo de realizarse una campaña de micromecenazgo o crowdfunding en la plataforma lánzanos (Proyecto de Investigación Social sobre Fronteras) para la obtención de más fondos, lo que lo convirtió en un proyecto colaborativo, en el que se informaba a las/os mecenas de la marcha de la actividad a través del Blog “Investigar en tiempos extraños”. La mayor parte de las fotografías fueron tomadas por el compañero que me dio apoyo también en Tijuana, que es Sergio Torres Gallardo (salvo en las ocasiones en las que no fue autorizado a acompañarme), quien aportó de esta manera una visión más artística, aunque su papel profesional como fotógrafo estuvo supeditado siempre “a los objetivos del estudio y las necesidades de los datos” (Llop i Bayo, 1987: 129). Además, y siguiendo a Del Valle (2001), las imágenes han sido debidamente documentadas, contextualizándolas e indicando quiénes o qué fueron fotografiados y qué es lo que se quería reflejar, mediante un texto explicativo al pie de la fotografía. Finalmente, con el material fotográfico que fue seleccionado como recompensas a las aportaciones dinerarias, se celebraron varias exposiciones en centros universitarios, entidades culturales y asociativas tanto en España como en México.
A través de este ensayo fotográfico pretendemos transmitir las primeras impresiones que tuvimos al llegar a la frontera hispano-marroquí en una época del año que marcó nuestra estancia en las primeras semanas, que es la temporada del Ramadán, la cual dio comienzo el 29 de junio y finalizó el 28 de julio. Por su condición de frontera exterior de la Unión Europea y del Territorio Schengen, durante esas fechas existe en Ceuta un gran tránsito de vehículos y personas que atraviesan sus puertos de entrada terrestres. A esta movilidad se le suma la producida por la llegada de los ferris y por la Operación Paso del Estrecho (ope), desarrollada desde mediados de los ochenta en la época estival, para facilitar el regreso a sus países de origen de gran número de trabajadores magrebíes residentes en Europa, y que ha implicado una gran transformación en las líneas que cubren el estrecho de Gibraltar (Sempere, 2011: 464). Precisamente en ese año llegaron a atravesar la frontera más de 2 864 211 pasajeros y 655 498 vehículos (Dirección General de Protección Civil y Emergencias, sin fecha).
Pero esta movilidad diaria también está protagonizada por personas que se dedican a la actividad transnacional del “porteo”. Ésta se ha venido desarrollado en el Polígono del Tarajal hasta que fue prohibida en octubre de 2019 (Europa Press, 2019), abasteciendo a la provincia de Tetuán mediante el cruce diario o regular de mercancías y productos que son más caros o inexistentes en Marruecos, para su posterior venta al por menor por un valor de 500 millones de euros al año (Rodríguez y Cáliz, 2015).
Además, al igual que sucede en Melilla, gran parte de la población musulmana de Ceuta es de origen marroquí, la cual está concentrada en los barrios periféricos de Benzú, Hadú y del Príncipe Alfonso (una barriada segregada del centro de la ciudad donde hay una enorme bolsa de pobreza). Durante el Ramadán, los musulmanes desayunan y rezan antes del alba, y cuando cae la noche se reúnen con sus familias para romper el ayuno, por lo que el continuo sonido de los almuecines llamando al rezo y la algarabía nocturna te van envolviendo dondequiera que vayas. Sin embargo, y en contraste con este ambiente festivo, pronto nos topamos con una triste realidad: la de los refugiados sirios que se encontraban acampados a modo de protesta en la plaza de los Reyes, justo a dos calles del lugar en el que alquilamos nuestra nueva vivienda. En esa plaza, ubicada junto a la Delegación de Gobierno, estaban instalados con sus tiendas desde el 5 de mayo de 2014 casi un centenar de personas, entre ellas familias con menores de edad y cuatro jóvenes kurdos sin hijos, a la espera de que fueran resueltos sus expedientes para entrar en la península en condición de refugiados, ya que habían decidido abandonar el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (en adelante ceti), al no estar habilitado para alojar familias.
Efectivamente, al quedar Ceuta y Melilla fuera del espacio Schengen, los solicitantes de asilo no son trasladados al territorio de la España peninsular hasta que obtengan este derecho, de modo que cuando sus solicitudes son admitidas carecen de libertad de circulación y tampoco pueden acceder a un trabajo, por lo que muchos acaban retirándolas. Si bien el Gobierno español cedió a las presiones y aceleró de manera extraordinaria los expedientes y los traslados de los refugiados sirios en ambas ciudades autónomas, no fue así con los refugiados subsaharianos, quienes tienden a ocupar el último escalafón dentro de los sistemas de protección humanitaria (Schindel, 2017).
Tras este impacto inicial, decidimos seguir recorriendo la ciudad, al tiempo que tratábamos de conocer algo más de la historia de este lugar en el que hasta principios de siglo los marroquíes podían entrar en las plazas militares cuando sonaba el cañón de la mañana, debiendo abandonarlas con el cañón de la tarde. Pudimos comprobar que parte de los ceutíes no vivía la situación de la valla como propia, al igual que sucedía con el trabajo esclavo de las porteadoras o con el abandono que existía en la barriada del Príncipe, cuya población musulmana ha sido relacionada de manera explícita con el fundamentalismo islámico (Rodríguez, 2014).
Así que se ha logrado crear un espacio seguro y alejado de la periferia, donde la gente habita en un mundo aislado de los problemas sociales que los atenazan, esto es, del trasiego de mercancías, de los negocios que operan en la barriada asociados al tráfico de drogas y de personas, o de la radicalización de los jóvenes musulmanes que son vinculados con el terrorismo yihadista. Aunque también de la realidad que se vive alrededor de la valla fronteriza, en la que las vulneraciones de los derechos humanos de las personas migrantes son una constante.
Concluyendo, con el objeto de recoger todas estas cuestiones este ensayo está estructurado en cuatro series fotográficas. En la primera de ellas se hace un breve recorrido por el pasado histórico de las ciudades autónomas a través de sus murallas y fortificaciones, para pasar a mostrar en la segunda parte cómo la securitización del control migratorio y la militarización de las vallas ha afectado a la vida de las personas migrantes y refugiadas que tratan de atravesar las fronteras de manera irregular. A continuación se incluyen algunas de las imágenes que fueron captadas durante el Ramadán en Ceuta y Larache. Finalmente, el ensayo se cierra con las actividades de “porteo” que se han venido desarrollando en los pasos fronterizos hasta su reciente clausura.
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María Isolda Perelló Carrascosa. Equipo de Trabajo del Grupo de investigación en Migración y Procesos de Desarrollo de la Universidad de Valencia (Inmide). Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Valencia (2015-2019), línea de Investigación: migración, movilidad y cambio social. Tesis codirigida por la Universidad de Valencia y El Colef (Tijuana). Máster en Cooperación al Desarrollo por la uv (2011-2013). Líneas de investigación: migración irregular, política migratoria de control de fronteras, procedimientos de detención y deportación, y el papel de la sociedad civil en el ámbito de la ayuda humanitaria y defensa de los derechos humanos en las fronteras de México-Estados Unidos/España-Marruecos. orcid: 0000-0002-3682-0356