Recepción: 12 de diciembre de 2019
Aceptación: 26 de marzo de 2020
Otras globalizaciones
Gustavo Lins Ribeiro, 2018 UAM/Gedisa, México, 408 pp.
Éste es un libro muy importante, porque reúne la larga trayectoria de un investigador profundo, con miradas novedosas y muy sugerentes. Se trata de búsquedas que van destacando aspectos que podrían quedar sin ser visualizados y que se abordan con mucha originalidad. Prevalece un énfasis alternativo, pero lo predominante también es estudiado con mucha agudeza. La pandemia de 2020 detuvo el ritmo frenético de la globalización capitalista.
El autor nos hace ver que la globalización se ha convertido en una etiqueta para referirse a ciertas formas de relación e imbricación de distintos lugares, agencias y agentes en el mundo actual. Pero no es algo estático, pues ha ido sufriendo transformaciones constantes. Se escudriña lo presente, pero teniendo en cuenta la dinámica que se generó desde que los europeos invadieron territorios americanos. El autor tiene la influencia de Wallerstein y de su sistema-mundo, en el sentido de una totalidad mundial. Se ha destacado que Wallerstein indagó tanto el sistema-mundo como los movimientos antisistémicos. Boaventura de Sousa Santos ha dicho que su principal mérito había sido dejar atrás la unidad de análisis de las sociedades nacionales y profundizar en el sistema mundial con sus crecientes dependencias e interdependencias; haber cuestionado el pensamiento occidental eurocéntrico y combinado la objetividad científica con el compromiso con los desheredados de la tierra (Santos, 2019). Desde una visión geopolítica mundial, no sólo historificó la relación de explotación centro-periferia, sino que dio los supuestos de lo que ahora se conoce como la teoría de la globalización (Dussel, 2019).
Hay quienes consideran que el término “globalización” apareció por primera vez en mayo de 1983, en un artículo de Theodore Levitt (“La globalización de los mercados financieros”) difundido por la revista Harvard Business Review. También se ha advertido que se trata de un concepto de carácter ideológico, acuñado y publicitado en Estados Unidos durante la década de 1980, que trata de describir un fenómeno económico desde el punto de vista de la teoría económica convencional. En los noventa, Alain Touraine subrayó que se trataba de una construcción ideológica, pues constatar el aumento de los intercambios mundiales, la multipolarización del sistema de producción y el papel de las nuevas tecnologías era una cosa, pero sostener que era un sistema mundial autorregulado y plantear que la economía debía escapar a los controles políticos era otra cuestión, pues se sustituía una descripción por una interpretación errónea (Ramos, 2019).
Se llama la atención a que no se trata de un término unívoco, pues algunos lo utilizan para indagar los grandes cambios recientes mientras otros lo ven como el orden mundial. Aunque se popularizó en los noventa, no se debería olvidar que en los sesenta McLuhan utilizó la expresión “aldea global” (Fazio, 1998). Ribeiro precisa que globalización no se reduce a fenómenos nuevos. Hay una globalización hegemónica caracterizada por las iniciativas de agentes multinacionales y transnacionales que quieren alcanzar objetivos capitalistas neoliberales (hacer ajustes estructurales, privatizar lo público, apoyar al capital y a la empresa privada, reencauzar las economías nacionales hacia mercados extranjeros, propiciar el llamado libre comercio global, debilitar la legislación laboral, disminuir y hasta abandonar el estado de bienestar). Se propicia un mundo donde campean el individualismo y el consumismo, donde prevalecen los algoritmos y las manipulaciones. Crecen los oligopolios cada vez más poderosos. El capitalismo tiende a la concentración y centralización del capital. Estamos en un capitalismo globalizador en crisis aguda, ante una forma social feroz, cruel y despiadada del mismo sistema mundial capitalista (Camín, 2019). Hay quienes dicen que la globalización se ha ido desarrollando a diferentes velocidades a lo largo de la historia y ha tenido, en menor medida, momentos de retroceso. Se enfatiza que la globalización fue posible por el transporte de larga distancia, las comunicaciones y los flujos de capital. Castells ha dicho que globalización es cuando todos los sistemas, en todos los países, funcionan con base en las conexiones globales, por lo que vivimos en un mundo globalizado y no sólo internacionalizado, y la globalización existe en todas las dimensiones de la vida (Castells, 2019). En cuanto a la etapa actual, habría que pensar que nuestro actual episodio de globalización es en realidad una fase breve, y que una reversión a una forma más localizada podría estar en puertas, porque no está garantizado que las redes eléctricas y las comunicaciones globales puedan mantenerse a largo plazo, ya que los flujos de energía y financieros disminuyen caóticamente. Aunque esa regresión tendrá muchos dejos de la cultura globalizada y de tradiciones del capitalismo crecentista (Morassi, 2019). El economista Joseph Stiglitz publicó en noviembre de 2019 que el neoliberalismo llevaba 40 años debilitando la democracia. Se prometió algo que fue puro humo, y ese enorme engaño produjo desconfianza en las elites y en la ciencia económica en la que se basó el neoliberalismo (Stiglitz, 2019). Hay autores que prefieren llamar al neoliberalismo globalización neoliberal. Insisten en que el capitalismo es el modo de producción imperante en todo el mundo. Precisan que la deslocalización de la industria y la desconcentración de los procesos productivos tienen que ver con la sobrexplotación, con la apropiación de los mercados de los países periféricos. Llaman la atención sobre las reacciones nacionalistas que en Estados Unidos y el Reino Unido tienen ante las pérdidas de empleos y de formas de vida, que son aspectos que tienen que ver con la lógica de la actual acumulación capitalista, y las soluciones sólo pueden venir de un replanteamiento a fondo del mismo capitalismo (Dorado, 2019).
El libro de Gustavo Lins Ribeiro nos conduce a examinar la existencia de otras globalizaciones políticas, económicas y académicas. No sólo está la globalización hegemónica, sino que, por las múltiples resistencias que genera, también hay una globalización popular, desde abajo. El libro nos va conduciendo a una diversidad de procesos y agentes alternativos en lo económico, político y cultural. Se elabora el concepto de sistema mundial no hegemónico. Hay una globalización política que opera de abajo hacia arriba cuyos agentes fundamentales son los activistas. Se encuentran los movimientos anti- y alterglobalización. Entre estos procesos se encuentra el persistente Foro Social Mundial. Además, proliferan los mercados populares, que son flujos comerciales animados por gente del pueblo y no por elites. Se adentra el autor en las copias que se hacen de productos de la globalización hegemónica. Nos dice que esto no es algo que se haya dado recientemente, sino que proviene de hace tiempo. Nos va llevando por alternativas a los modos predominantes de trabajo y de comercio. Destaca que la globalización popular está formada por redes que se encuentran en diferentes mercados que constituyen los nudos del sistema mundial no hegemónico. Se conectan muchas unidades a lo largo y ancho del mundo mediante flujos de información, personas, mercancías y capital. Destaca cómo en distintas partes de Asia irrumpieron centros de mercancías del sistema mundial no hegemónico.
En cuanto a la globalización alternativa, en lo académico analiza la Red de Antropologías mundiales. Aunque prevalece una hegemonía internacional de la antropología estadounidense, la red se ha propuesto estimular la articulación de antropologías diversas. Existe una exploración crítica de la diversidad de la antropología como discursos y prácticas dentro del campo de poder nacionales. Se ha producido un desarrollo de antropologías plurales, las cuales fomentan el diálogo entre antropólogos de diversas partes del mundo, y esto descentraliza, rehistoriza y pluraliza. Ribeiro escudriña atinadamente la crisis de la antropología hegemónica. En contraste, detecta muchos sitios donde se están produciendo conocimientos sobre la diversidad y en los cuales se va generando un proyecto distinto para la disciplina. Un mundo globalizado es el escenario perfecto para que florezca la antropología por su respeto a la diferencia, por su elogio de la pluralidad y de la diversidad. Las cosmopolíticas imperiales no problematizan la hegemonía de los cánones occidentales y naturalizan la universalidad del statu quo antropológico existente, por lo que predominan las visiones globales angloamericanas. Pero las antropologías mundiales están siendo críticas del eurocentrismo y de la dominación angloamericana. Hay un intercambio horizontal entre las distintas antropologías del mundo.
El libro es rico en discusiones. Explora poder, redes e ideología en el campo del desarrollo. Recuerda que Richard Adams destacaba que poder es el control que un colectivo poseía sobre el ambiente de otro colectivo. Ribeiro repasa otras definiciones y hace una síntesis en la que el poder es la capacidad de controlar el curso de acción de acontecimientos y de impedir que otros se tornen actores con poder. Habría que tener en cuenta que hay quienes han apuntado que el orden de dominación confronta sin un éxito total el desorden causado por la rebelión plebeya (protagonizada por los excluidos, política, económica, social y culturalmente) alrededor del planeta porque el crecimiento capitalista global se orientó al enriquecimiento superlativo de unos pocos, a tal grado que sus fortunas particulares superan en mucho los presupuestos juntos de varias naciones. A falta de un modelo económico coherente que permita superar las crisis recurrentes del sistema capitalista y resarcir las necesidades y las dificultades sufridas por los sectores populares, éstos tienden a la autogestión, a través de formas organizativas propias y articuladas entre sí (Garcés, 2019).
Ribeiro estudia el desarrollo como campo de poder, pero también como ideología y expansión. Investiga quién es el sujeto del desarrollo y hace ver que se encuentran los sujetos activos y los pasivos. Precisa que para avanzar en el mundo globalizado se debe admitir que el desarrollo no es el objeto de deseo de todos. Explora los flujos globales de modelos de desarrollo. Insiste en que el desarrollo es una manera de existir en el mundo como destino que se presenta como dichoso para todos. Tiene que ver con el crecimiento económico y la innovación tecnológica que se piensan avanzando con continuidad y en ascenso. Se trata de una matriz discursiva en la que progreso y valores civilizados occidentales son categorías de ella. Pero son contestados. La ideología dominante plantea que estas resistencias son absurdas. Ribeiro llama la atención al hecho de que las críticas más fuertes han sido planteadas por antropólogos a partir de sus estudios de otras realidades. Löwy recordó que desde 1820, con Comte, la ideología del progreso se convirtió en una apología del orden industrial y científico burgués. Pero Walter Benjamin y José Carlos Mariátegui compartieron un rechazo al dogma del progreso en la historia. Benjamin describió el progreso como una tormenta catastrófica acumulando ruinas y víctimas. Mariátegui escribió desde el punto de vista de los indígenas de la América Latina en oposición a la visión de la historia del colonialismo europeo. Estos escritores invitaron a repensar en nuevos términos el curso de la historia, la relación entre pasado, presente y futuro, las luchas emancipadoras de los oprimidos y la revolución (Löwy, 2019).
Ribeiro va desentrañando la hegemonía del capitalismo electrónico-informático; plantea y analiza lo que categoriza como “gogleísmo”. Las mercancías no sólo son objetos, sino que las palabras han sido convertidas en mercancías. Se entró en una nueva era de la industria de la publicidad. Los usuarios han ignorado que han sido despojados ellos mismos y la información que generan como mercancías en manos de otros. Google aprovecha grandes cantidades de creatividad y trabajo gratis tanto en el mundo virtual como en el real. Las grandes empresas del capitalismo electrónico-informático han impulsado nuevos modelos gerenciales. Algunos pensaron que en Internet estaba el espacio de la libertad, pero ahí se caía en el hombre-red, en un totalitarismo capitalista controlado por las multinacionales capitalistas del sector (Lorca, 2019). La globalización actual presenta numerosas aristas conflictivas. En esta globalización unos ganan y otros pierden. Para prestigiar la globalización se presenta como una estructura moderna lograda por la ruta del progreso. Pero la globalización sólo significa libertad real para los más fuertes que se erigen en orientadores de la economía mundial. Hay que abrir nuevos escenarios con nuevos tableros, sin pedir permiso (Perales, 2019).
El autor escudriña diversas modalidades de lo que es copiar. Se pregunta si la era digital pudiera ser testigo de la muerte del original. Plantea que el espacio público implica lo virtual y lo real. Apunta que la biotecnología pudiera hacer el clonaje humano. Sin copias, nos dice, no podía haber la economía. La revolución industrial es la producción acelerada de copias. Discute la relación entre diversidad y globalización. Explora la tensión universal/particular. Plantea que la política de la diferencia ha evolucionado rápidamente convirtiendo las demandas de reconocimiento cultural y étnico en arenas importantes de las luchas políticas contemporáneas. Hace ver cómo la globalización aumenta la exposición a la diferencia y hace la diferenciación social más compleja. La defensa de la diversidad cultural forma parte de la lucha contra las tendencias centralistas del capital global; aunque llama la atención a que la defensa de la diversidad cultural puede reflejar concientización de las corporaciones transnacionales sobre la naturaleza global de la economía política que operan. La descentralización, paradójicamente, puede reforzar la acumulación de poder. Los agentes transnacionales quieren organizar la diversidad. La diversidad puede ser una herramienta tanto para la reproducción como para la lucha en contra de la hegemonía. Considera que hay particularismos locales, particularismos transnacionales y particularismos cosmopolitas. Propone el concepto de cosmopolítica, que le permite explorar estos últimos particularismos como formas de discurso político global para ir más allá de la tensión entre particular/universal. Señala que las agencias de gobernanza global son centros de producción cosmopolítica. Un campo está hegemonizado por los capitalistas transnacionales y sus elites asociadas que alaban un mundo neoliberal sin fronteras en cuanto a mercados se refiere. La diversidad cultural y el respeto a la diferencia se ve como el medio de obtener gobernabilidad y una estrategia de mercado. Pero existe otro campo de agencias intelectuales interesadas en otro tipo de globalización, que postulan una sociedad civil global para regular a las elites hegemónicas transnacionales. Se adentra Ribeiro en lo que llama “discursos fraternos globales”, que pudieran coexistir con la realidad de un mundo conflictivo. Precisa que esos discursos fraternos globales son utopías que tienen un papel importante en la reproducción de la cohesión social y política. Hace la disección de algunos discursos globales que gozan de gran influencia, como los de los derechos humanos y el del desarrollo. Pero advierte que, en nombre de los derechos humanos, la libertad y la democracia, se han impuesto regímenes autoritarios. Recuerda que la universalidad de los derechos humanos no ha sido un asunto consensual. Mientras más grande sea la variación cultural, más grande será la oposición a la universalidad de los derechos humanos. La relación entre los derechos humanos y la diversidad cultural es muy propensa a generar contradicciones. No obstante, a pesar de sus orígenes occidentales, los derechos humanos se han vuelto una categoría instrumental de la lucha de los pueblos originarios en América Latina. Encuentra formas de desarrollo global de los derechos humanos en tanto particularismo transnacional como particularismo cosmopolita cuando se tienen en cuenta las variaciones de los derechos humanos de acuerdo con sus contextos sociales, políticos y culturales. Destaca Ribeiro que los derechos humanos y el desarrollo son ejemplos de las maneras en que algunos de los discursos globales más importantes están sujetos a conflictos de interpretación relacionados con las características de los campos sociopolíticos en los que están localizados. Por eso sus postulados universalistas están sujetos a resistencias. Otro concepto examinado es el de patrimonio de la humanidad, que comparte varias características de los derechos humanos y del desarrollo. Se trata de un discurso de reconocimiento global que refuerza una geografía cultural. Tiene que ver con lo que se entiende como valor universal excepcional. Es el reconocimiento de estar en los mejores ejemplos de logros humanos o de maravillas naturales. Ribeiro nos dice que la tensión universal/particular es semejante a las relaciones entre lo global y lo local. Saca a flote que “globalización” fue un neologismo creado para referirse a la tensión entre lo local y lo global. Señala que para que un discurso fraterno global sea efectivo en el mundo contemporáneo, necesita renunciar a cualquier pretensión de ser la única solución universalmente válida y entrar en diálogo con diversas cosmopolíticas que son formadas dentro del mismo campo semántico global. Hay que moverse en un mundo globalizado donde el multiculturalismo es cada vez más asunto de política transnacional y hay que aceptar que la universalización de particularismos locales está condenada al fracaso. Por ello, recomienda fomentar visiones que sean sensibles a diferentes contextos globales, a la diversidad.
Ribeiro se abre a una perspectiva postimperialista, porque no bastan los poscolonialismos y la decolonialidad del poder. Defiende que las poblaciones indígenas se han convertido en sujetos de sus propias luchas epistemológicas, lo cual ha repercutido en el medio académico. Existen muchas formas de convivencias y conflictos entre epistemologías, paradigmas y enfoques. No habría que perder de vista que la mayoría de las reivindicaciones de universalidad se basa en efectos de poder. Apunta que, en un mundo globalizado, el problema es la pretensión imperial de hegemonía. Exhorta a que, en un mundo globalizado, busquemos consensualidades que abran canales de comunicación entre universos semánticos. Nos dice que hacen falta teorías viajeras. Hay que aceptar de manera crítica las dimensiones de teorías como el poscolonialismo que llegó a América Latina tras ser reformulado en Estados Unidos.
Recomienda que los partidarios de las cosmopolíticas contrahegemónicas tienen que identificar sus equivalencias mutuas para que puedan articularse políticamente. Precisa que el énfasis en el colonialismo, neocolonialismo, colonialismo interno1, poscolionalismo y colonialidad del poder es algo bienvenido, aunque llama la atención en que la situación poscolonial y la colonialidad del poder coexisten. Dice que el énfasis excesivo en el colonialismo pudiera recrear lo que pretende criticar: una explicación que naturaliza la subalternidad como destino de las excolonias. Si el análisis se centra en el colonialismo y no en el capitalismo, se subestima la importancia de los Estados-nación y de sus elites, y esto aleja de las características particulares de las relaciones de poder que median entre los Estados-nación y el sistema mundial. Ribeiro recalca que hay que centrar la crítica en el capitalismo que produce desigualdades. Resolver los problemas coloniales no acaba con la opresión y la explotación. El racismo es un mecanismo capitalista que hace vulnerables a segmentos de mercado étnicamente divididos, pero no el único. Tal vez hubiera sido útil referirse también al colonialismo interno.1 Propuso el concepto de postimperialismo, para imaginar la vida después del imperialismo.
Se hace ver cómo la violencia imperial se ejerce por medio de la superioridad militar y tecnológica. América Latina conoce los daños causado por las diversas formas del imperialismo. Pero la permanencia de los pueblos indígenas es una prueba de que es posible resistir el movimiento del expansionismo capitalista eurocéntrico, de que es posible una experiencia no capitalista que no es la persistencia de un pasado sino la expresión de un presente que impulsa futuro. Ribeiro nos dice que el ezln ha mostrado que otro mundo ya es posible.
Estamos ante un libro que se aleja de los planteamientos acostumbrados, que se atreve a asomarse y descubrir vetas insospechadas pero existentes, y no contentarse con explicaciones generales, sino que las estruja, detecta sus tensiones y las explora desde una aguda visión de la complejidad. Hay que leerlo, estudiarlo, discutirlo y difundirlo.
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Jorge Alonso Sánchez es doctor en Antropología y Profesor Investigador Emérito en el ciesas Occidente. Ha sido profesor en postgrados en Ciencias Sociales en las universidades Iberoamericana, Escuela Nacional de Antropología e Historia, Universidad Autónoma Metropolitana, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad de Guadalajara, El Colegio de Jalisco, El Colegio de Michoacán y ciesas. Ha escrito muchos libros y artículos de investigación. Durante diez años fue responsable de la revista Desacatos. Participa en comités editoriales de varias revistas académicas nacionales e internacionales. Es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. En el Sistema Nacional de Investigadores es Investigador Nacional Emérito. orcid: 0000-0003-1765-5559.