Medios sociales y plataformas digitales en la travesía migratoria desde la selva del Darién hasta la frontera norte de México

Recepción: 29 de febrero de 2024

Aceptación: 17 de junio de 2024

Resumen

La migración indocumentada hacia Estados Unidos incluye peligrosas rutas como el Tapón del Darién y el territorio mexicano controlado por el crimen organizado. Este artículo examina cómo los medios sociales y las plataformas digitales impactan la experiencia migratoria con base en dos estudios de caso. Se revela que redes como TikTok, WhatsApp y Facebook no solo documentan y comparten experiencias en tiempo real, sino que también construyen comunidades digitales de apoyo. Los hallazgos destacan la dualidad de la digitalización: facilita la organización y reduce riesgos, pero también expone a los migrantes a nuevos peligros. Se subraya la necesidad de políticas que incorporen estas herramientas para mejorar la seguridad y el apoyo a los migrantes.

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social media and digital platforms on the migrant journey from the darien rainforest to mexico’s northern border

The trip to the United States for undocumented immigrants includes dangerous routes like the Darien Gap and parts of Mexico run by organized crime. This article examines how social media and digital platforms influence the migrant experience based on two case studies. It shows how media like TikTok, WhatsApp, and Facebook are used not only to document and share experiences in real time but also to build digital support communities. The findings reveal that while digitalization facilitates planning and reduces risks, it also exposes immigrants to new dangers. Ultimately, the article underlines the need for policies that incorporate these tools to enhance the safety of immigrants and provide them with support along their journey.

Keywords: immigration, Darien Gap, digital platforms, TikTok, WhatsApp, migrant experience.


Introducción

La migración en América Latina durante el siglo xxi se caracteriza por una creciente complejidad y diversificación, ya que personas de diferentes nacionalidades se enfrentan a rutas peligrosas en su búsqueda de seguridad y mejores oportunidades. Una de las más desafiantes es el Tapón del Darién, una densa selva en la frontera entre Colombia y Panamá, que se ha convertido en un punto crítico para los migrantes que intentan alcanzar los Estados Unidos (Acosta, Ramírez y Jiménez, 2023; Baigts y Zenteno, 2023; Hernández e Ibarra, 2023). Esta migración incluye no solo a venezolanos, sino también a personas de Centroamérica, el Caribe, África y Asia, lo que refleja la naturaleza global y transnacional de los movimientos migratorios actuales (Reyes, 2023). Los factores socioeconómicos, políticos y ambientales, junto con la accesibilidad a la información a través de las tecnologías digitales, influyen en la decisión de emprender este arduo viaje.

Las plataformas digitales y los medios sociales han surgido como herramientas indispensables para la organización y ejecución de estos viajes. Servicios como TikTok, WhatsApp, Telegram e Instagram facilitan el intercambio de información vital sobre rutas, costos y riesgos asociados a la migración (Walk, Garimella y Fotini, 2023). Aplicaciones de mapeo como Google Maps también se han convertido en una ayuda crucial para la navegación y planificación de rutas (Van Houtum y Bueno, 2023). Además de su papel informativo, las redes sociales proporcionan un espacio para compartir experiencias personales y desafíos enfrentados durante el viaje, contribuyendo así a la formación de comunidades digitales migrantes que trascienden las fronteras geográficas. Estas plataformas no solo ofrecen soporte emocional y solidaridad, sino que también desempeñan un papel crucial en la construcción de identidades colectivas y en la lucha por los derechos migratorios (Ter Laan, 2023).

Imagen 1: "Recargando en Arriaga, Chiapas" Fuente: América Navarro, 2023.

El objetivo de este estudio es comprender cómo las herramientas digitales –sean servicios de mensajería instantánea o plataformas digitales de redes sociales– contribuyen a la reducción de riesgos y vulnerabilidades, así como a generar oportunidades, lo que ha transformado la experiencia migratoria. Se justifica la decisión de enfocarse en la población venezolana debido al elevado flujo migratorio en la región y la disponibilidad de datos detallados sobre sus experiencias.

Metodología

Este estudio combina el análisis cualitativo de narrativas digitales con métodos de observación participante y comunicación continua con los participantes a través de WhatsApp. Esta triangulación metodológica se llevó a cabo durante dos temporadas de trabajo de campo (2022 y 2023) y permitió hacer inmersión en las realidades de las travesías migratorias hacia los Estados Unidos. Para desarrollar la observación participante, nos integramos en comunidades de migrantes en puntos críticos de la ruta migratoria hacia los Estados Unidos, como Necoclí en Colombia y Tapachula en México, viviendo cerca de los campamentos y participando en sus actividades diarias. Esto incluyó viajar en los mismos medios de transporte, compartir espacios de descanso y alimentación, así como documentar las interacciones y decisiones que se tomaban en tiempo real. Esta proximidad nos permitió ganar la confianza de los migrantes y obtener datos de primera mano sobre sus experiencias.

El uso de WhatsApp facilitó un flujo constante de datos en forma de audios, fotografías y videos, que documentaron las experiencias en tiempo real. Esta comunicación continua ofreció una perspectiva longitudinal de los viajes, lo que enriqueció la información con detalles íntimos y momentos importantes. Se realizaron también entrevistas a profundidad con migrantes, trabajadores humanitarios y guías locales. El análisis temático de los datos recopilados se hizo siguiendo un enfoque inductivo para permitir que los temas emergieran de los propios datos. Este enfoque se centró en identificar y analizar patrones recurrentes, temas emergentes y narrativas digitales significativas (Clarke y Braun, 2017). Se obtuvo el consentimiento informado de todos los participantes y se garantizó la confidencialidad y el anonimato; asimismo, se llevó a cabo una reflexión crítica continua sobre la posición del investigador y las implicaciones éticas de la investigación (Hernández e Ibarra, 2023).

El estudio se centra en dos casos representativos de migrantes venezolanos que emprendieron su travesía por el Tapón del Darién. La tecnología móvil, en particular los smartphones, desempeñó un papel crucial en la organización y navegación del viaje. Los servicios de mensajería instantánea, medios sociales y plataformas de redes sociales se usaron para comunicaciones privadas, para obtener información sobre rutas y riesgos, así como compartir experiencias personales.

Las plataformas digitales y los medios sociales como Facebook y TikTok permitieron a los migrantes mantenerse informados y construir comunidades digitales de apoyo. Los relatos personales proporcionan una comprensión enriquecida de la dinámica social y los desafíos enfrentados durante el viaje. El seguimiento de estos casos se extendió más allá del cruce del Tapón del Darién e incluyó el tránsito a través de México y la eventual llegada a Estados Unidos. Esta continuidad en la observación permitió explorar en profundidad las trayectorias individuales de los migrantes y destacar los riesgos adicionales encontrados durante su viaje. La persistencia de la comunicación con familiares y otros miembros del grupo migratorio a través de las redes sociales fue fundamental para mantener el vínculo con sus comunidades y servir como un canal vital para el intercambio de información sobre riesgos y desafíos compartidos por otros migrantes en rutas similares.

El punto de vista de dos venezolanos sobre la migración venezolana a Estados Unidos

De acuerdo con los entrevistados para este artículo podemos saber que durante el presente siglo la migración venezolana ha ido en incremento tanto en cantidad de personas como de destinos; es un fenómeno transfronterizo con los países colindantes con Venezuela, intercontinental con países como España y más recientemente un fenómeno transnacional que tiene como destino Estados Unidos. Algunos de los venezolanos que optaron por migrar al último de estos destinos, primero buscaron establecerse en algún país sudamericano, antes de tomar la decisión de atravesar el Darién en busca del sueño americano.

Entre las personas que buscan migrar de Venezuela a Estados Unidos, hay quienes ya han pasado por una primera etapa, en la que se anticipan vendiendo sus pertenencias y patrimonio, planean la salida de su país de origen para asentarse principalmente en Colombia, Perú, Ecuador o Chile. A pesar de que en estos países se han reformado las leyes migratorias en favor de este grupo poblacional, su integración social suele ser compleja. Entre otros factores, como pagar renta, transporte, comprar alimentos, etc., la falta de oportunidades laborales es determinante para su integración. El venezolano es subempleado a pesar de ser un profesionista calificado. Son empleados en talleres de motocicletas, reparación de viviendas e instalación de luz y fontanería.

En años más recientes, tras el recrudecimiento de la pandemia provocada por el covid-19, aumentó el costo de vida y hubo mayor escasez de empleos, así que la información del éxito de algunos venezolanos en redes sociales que habrían alcanzado el sueño americano y las noticias provenientes del Darién sobre miles de sus paisanos que habrían sobrevivido a los peligros de la selva y que iban en camino a cumplir dicho sueño, llevó a que algunos migrantes encontraran pistas para emprender un nuevo proyecto de vida.

El caso del señor Luis

A finales de septiembre de 2022, Luis, de 43 años, decidió emprender una travesía a través de la selva y convenció a su cuñado para que se uniera a esta aventura poco convencional. Para llevar a cabo su plan, ambos reunieron algo de dinero y partieron de Bogotá hacia Necoclí, un viaje que les tomó 12 horas. Al llegar, se sorprendieron al encontrarse con cientos de migrantes acampando en la playa, algunos en tiendas de campaña y otros en refugios improvisados hechos de madera, plástico y cartón. Sin dinero para hospedaje, se vieron obligados a cocinar en un fogón improvisado y a vivir de donaciones de alimentos.

Durante su estancia en Necoclí, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (acnur) y la Cruz Roja estimaron que más de 1 500 personas dormían en la playa. La alta demanda de servicios de lanchas para cruzar el golfo de Urabá había saturado las opciones disponibles, lo que extendió el tiempo de espera a una semana. Aquellos dispuestos a pagar el triple podían partir al día siguiente; pero, además del coste del viaje en lancha, había que cubrir los gastos del guía y el “impuesto de seguridad”. En promedio, cada persona necesitaba entre 275 y 300 dólares para llegar a la frontera con Panamá.

El 12 de octubre, justo cuando Luis y los demás migrantes venezolanos en Necoclí tenían listos sus boletos para partir, se enteraron de que Estados Unidos había decidido cerrar sus fronteras. Las redes sociales inundaron a los migrantes con noticias alarmantes; algunas les ofrecían un panorama desolador, mientras que otras les daban ánimos y consejos para continuar. Sin embargo, la mayoría vio cómo sus esperanzas y sueños se desvanecían. Ante esta situación, algunos decidieron continuar su camino a pesar del riesgo de quedar atrapados en algún país de Centroamérica, mientras que otros contemplaron la posibilidad de regresar a Venezuela.

Se estima que dos tercios de los migrantes optaron por suspender su viaje y vendieron sus pertenencias y provisiones para financiar el regreso en autobús a ciudades como Bogotá, Medellín, Ipiales y Cúcuta. Otros decidieron dirigirse hacia Capurganá, aprovechando la confusión para esquivar los costos impuestos por grupos criminales. En grupos de 20 a 30 personas, cruzaron la selva; Luis fue parte de uno de estos grupos, tomó una embarcación hacia Capurganá e ingresó a la selva por esa ruta.

En esa ruta opté por una trocha que se llama El Cielo, después subes un cerro empinado que se llama cerro de las Banderas, ahí ya estás en Panamá; bajas por ahí y consigues llegar a un campamento, sigues bajando por el río, consigues llegar a un campamento que le dicen la Playa, ahí está una comunidad de indios kuna. Descansas ahí y después caminas por un camino de palmeras hasta llegar a Anacachuna. Sales de esa población y te metes de nuevo a la selva, subes por el cerro de las Banderas, después sigue la loma de la Llorona. La Llorona es uno de los cerros más difíciles que tiene el Darién, son ocho horas subiendo y 8 horas bajando entre puro barro, uno de los cerros más duros (Luis, 2023).

Los migrantes que atraviesan el Darién a menudo subestiman los riesgos naturales que enfrentarán en su camino. Deben lidiar con intensas lluvias y caudalosos ríos, además de los peligros asociados a la fauna local. Tras cruzar varios ríos, encuentran un tramo más sencillo donde hay una comunidad indígena dedicada al comercio y al transporte en canoa, lo que les permite llegar a la estación migratoria de San Vicente. Al arribar, Luis describe este lugar como un oasis para los viajeros.

A continuación, Luis llegó a Paso Canoas con algo de dinero y emprendió un nuevo trayecto. En un autobús costarricense patrocinado por el acnur, formó un grupo de amigos: dos jóvenes de San Cristóbal, Venezuela; una joven y una niña venezolanas; otro joven venezolano y 20 hombres de Nepal y la India. Se reencontró con su cuñado Gabriel, a quien había perdido en la selva. Gracias a las remesas que Gabriel recibía, ambos pudieron seguir su camino y llegaron sin dificultad a la frontera de San Pancho, Nicaragua, pues lograron evadir los controles migratorios. Siguieron largas caminatas alrededor de un lago y, cuando era posible, tomaban transporte para avanzar hasta llegar a la frontera con Honduras. Tras una breve caminata por un sendero, encontraron una carretera y un chofer con transporte dispuesto a ayudarles, afortunadamente sin ser detenidos por la policía o autoridades migratorias.

Durante la travesía por Guatemala Luis enfrentó numerosos desafíos: largas caminatas sin comida, viajes en vehículos en mal estado, evasión de retenes policiales, hasta que finalmente llegó a la frontera con México.

No hay escape, aparecen los delincuentes que te despluman, yo traía poco dinero, pero como quiera me lo quitaron. Como mi celular era de los antiguos y con la pantalla quebrada, ni les interesó. Crucé la frontera en las balsas de cámaras de llantas, me dio una gran alegría ver a lo lejos una bandera gigantesca de México. Estaba ya en Ciudad Hidalgo o Suchiate (Luis, 2023).

Luis relata que en los campamentos a lo largo del río Suchiate había cientos de migrantes; ahí algunos “coyotes” ofrecían cruzar el Soconusco y organizar viajes hacia Oaxaca y la Ciudad de México. Los precios de estos servicios variaban según la nacionalidad del migrante. Luis optó por unirse a un grupo de jóvenes hondureños familiarizados con las rutas seguras. Juntos, iniciaron su travesía desde Ciudad Hidalgo hacia Tapachula, utilizando las redes sociales para identificar y evitar los retenes del Instituto Nacional de Migración (inm) y de la Guardia Nacional. Con un recorrido de 300 kilómetros por delante, su objetivo era llegar a San Pedro Tapanatepec, donde se estaban entregando salvoconductos. El intenso calor, que superaba los 30 grados, incrementaba el riesgo de deshidratación, lo que convertía el viaje en una prueba aún más dura. A pesar de la opción de tomar transporte público o privado, los costos elevados y los tramos cortos ofrecidos por carretas, mototaxis, autos y camionetas complicaban el avance.

Al llegar a San Pedro Tapanatepec, Luis encontró el lugar abarrotado por la presencia de migrantes debido a la suspensión de la emisión de salvoconductos, lo que dificultaba la movilidad. Pasó una semana en un campamento improvisado en una cancha deportiva municipal, donderecibió alimentos de grupos religiosos y voluntarios. La ruta a través de Oaxaca era particularmente desafiante por la cantidad de retenes del inm, lo que llevó a Luis a desviarse hacia Tabasco, pasando por Cárdenas hasta llegar a Villahermosa. Allí sus recursos se agotaron y durante seis días fue retenido en una estación migratoria, aunque finalmente se le permitió permanecer en la región.

Comencé a pedir dinero a la gente que se me cruzaba, con lo colectado logré salir a Coatzacoalcos, Veracruz, para de ahí subir a la capital. Vamos por partes, por etapas porque la migra está muy pesada. Ya en esa ruta íbamos tres, mi cuñado, un amigo que había conocido en el camino y yo. Aprendí que era mejor viajar con pocas personas para pasar desapercibidos y no ser detenido por migración (Luis, 2023).

Al partir de Villahermosa, Luis se enteró de que los trenes de carga representaban una alternativa gratuita para viajar hacia el norte. Al subirse a estos trenes, se encontraba con numerosos migrantes que compartían el mismo rumbo. Dada la envergadura de los convoyes, era posible elegir un vagón que ofreciera cierta comodidad. Sin embargo, era crucial permanecer alerta debido a los riesgos que representaban tanto los agentes del inm como las bandas de ladrones que frecuentemente abordaban los trenes para robar a los pasajeros. El 10 de diciembre de 2022, Luis experimentó un incidente en uno de estos viajes.

Anoche como a las diez y media de la noche nos frenaron el tren, nos persiguieron por media hora la policía estatal, tuvimos que agarrar pal monte y nosotros nos les volamos, no es nada fácil esta ruta del tren, pero no puedo hacer mucho, no tengo suficiente dinero para pagar una combi, me están cobrando mil pesos, y de ahí para arriba debo tomar más camionetas debo gastar de 2000 a 3000 más. Uno necesita reunir mucho dinero, por eso el tren es como una tabla de salvación [sic] (Luis, 2023).

Viajar por tren a través de Veracruz y Tlaxcala resulta ser una travesía más directa para llegar a Huehuetoca, Estado de México. Este punto es crucial, ya que converge con varios ramales ferroviarios que se dirigen hacia la frontera norte. Durante su estancia en Huehuetoca, Luis encontró refugio en una casa para migrantes, donde pudo descansar y alimentarse. En este lugar, se formó un grupo de migrantes decididos a tomar un tren rumbo a Monterrey. Ese mismo día, Luis y su nuevo grupo, compuesto por 11 personas de diversas nacionalidades: venezolanos, hondureños, nicaragüenses y salvadoreños, partieron desde Huehuetoca hacia Saltillo, Coahuila. Al día siguiente, el grupo llegó a Celaya, Guanajuato. Luis optó por hacer una pausa en este lugar, ya que una iglesia católica les ofreció alojamiento y cena. Este gesto quedó grabado en su memoria, especialmente porque coincidió con el día de su cumpleaños. “Volvimos a tomar otro tren, pasamos por San Luis Potosí y Matehuala, y llegamos a Saltillo para despedir el año. Ya el frío estaba crujiente” (Luis, 2023).

Al llegar a Saltillo, Luis y sus compañeros de viaje se enfrentaron a la complejidad de elegir una ciudad fronteriza por la cual cruzar a Estados Unidos. La variedad de opciones generaba confusión, como Luis lo describe: “Se mencionaban tantas ciudades fronterizas que resultaba abrumador decidir cuál era la mejor ruta. Pronto te das cuenta de que el llamado ‘Hueco’ es un desafío mayor de lo imaginado” (Luis, 2023). El agotamiento físico, sumado a la limitada disponibilidad de recursos económicos, complicaba aún más la situación.

El riesgo de ser explotados por los “coyotes” o de enfrentar tarifas exorbitantes en el transporte local, en el que a los migrantes se les puede cobrar hasta tres veces la tarifa regular, era una preocupación constante. Además, la dificultad para acceder a alimentos se intensificaba debido a la alta concentración de migrantes en las zonas fronterizas. A pesar de que viajar por tren representaba una opción menos riesgosa que caminar por las carreteras y ofrecía un ahorro significativo en los costos de transporte, no estaba exento de peligros:

Ayer nos fuimos a agarrar el tren, pero salían puros de la empresa Kansas City, no salía el de Ferromex, que era el que teníamos que agarrar, entonces nos montamos en un Kansas City, pero con una de las muchachas tuvimos un problema. La muchacha que iba con nosotros logró montarse, pero cuando arrancó no se dio cuenta que en la esquina estaba un puente y la sacó del tren, cayó. Fue un gran susto, pero gracias a Dios no le pasó nada. Otra señora se puso mala, le dio una baja de tensión y tuvimos que regresarnos al refugio de migrantes donde pasamos la noche. Si no fuera por esos albergues, pues las cosas hubieran sido más difíciles (Luis, 2023)

Finalmente, el grupo de migrantes se dividió: unos optaron por tomar un tren hacia Piedras Negras; mientras que otros, incluido Luis, decidieron dirigirse hacia Monterrey. Luis se unió a cinco personas: dos mujeres, una niña y un compatriota venezolano. Sin embargo, durante su estancia, recibieron información a través de redes sociales que indicaba que Ciudad Juárez era el punto fronterizo más viable para cruzar. Se organizaron para recolectar fondos y pagar los pasajes de autobús para un viaje de1 200 kilómetros y casi 20 horas de duración. De esta manera, lograron llegar a Ciudad Juárez el 16 de enero de 2023, completando así tres meses desde que partieron de Necoclí. Una vez en la frontera, Luis, al igual que muchos otros migrantes, se vio en la necesidad de replantear su estrategia para ingresar a Estados Unidos:

Yo tenía ganas de cruzar, pero si cruzo ilegal dicen que le prohíben después la entrada a uno, entonces voy a hacer lo siguiente: voy a quedarme por acá, aún no tengo trabajo, pero voy a ver cómo le hago para trabajar aquí y tratar de conseguir un dinerito para rentar un cuartito, mientras arreglo el proceso para cruzar por la legal para llegar a trabajar por la buena (Luis, 2023).

Luis y su grupo se establecieron en un campamento cerca de uno de los puentes internacionales junto al río Bravo, donde ya residían cientos de venezolanos. El 27 de enero, la policía de Ciudad Juárez realizó un operativo en esa área y en varios cruces importantes para inspeccionar a migrantes en situación irregular en México. Durante esta acción, muchas personas, entre ellas Luis, fueron detenidas, despojadas de sus pertenencias y entregadas al inm. Aunque inicialmente se les prometió la liberación en Ciudad Juárez con un permiso, fueron trasladados a la Ciudad de México en un autobús alquilado y de allí a Villahermosa, donde fueron recluidos en un centro de detención para migrantes. En este lugar, Luis experimentó violencia física que resultó en una lesión en la mano. Después de tres días en el centro de detención, Luis recibió un permiso de tránsito para salir de México por la frontera con Guatemala. Sin embargo, decidió dirigirse a la Ciudad de México, pero fue detenido nuevamente en el camino. Intentó llegar a Coatzacoalcos para tomar un tren; sin embargo, fue capturado otra vez y le retuvieron su documento de tránsito. Dado que tenía trabajo en Ciudad Juárez y quería recuperar sus documentos, Luis decidió volver a esa ciudad fronteriza. También exploró la posibilidad de solicitar el estatus de refugiado a través de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (comar) por recomendaciones de contactos. Durante su viaje de regreso a Ciudad Juárez, conoció a una mujer hondureña que se convirtió en su pareja y junto a su hija de diez años se reinstalaron en los campamentos del río Bravo. El clima frío los llevó a buscar refugio en una casa abandonada; posteriormente, Luis encontró empleo como guardia de seguridad privada. Participó en algunos intentos de cruce masivo hacia El Paso, Texas, sin éxito, debido a la intervención de las autoridades fronterizas.

Luis analizó la opción de cruzar el desierto como una prueba para familiarizarse con las rutas menos vigiladas. Buscó asesoría legal para sus trámites de refugio en Estados Unidos, pero el proceso fue lento. Finalmente, presentó una solicitud ante el Customs and Border Protection (cbp) y, después de un mes, fueron admitidos en la estación migratoria de El Paso, Texas. Tras una semana detenidos, recibieron un permiso de internación en Estados Unidos gracias al apoyo de un patrocinador. Luis, su pareja y su hijastra ahora residen en Sioux Falls, Dakota del Sur, y han dado la bienvenida a una nueva hija, nacida durante su viaje. El periplo de Luis, que duró 11 meses, culminó con la realización de su sueño de llegar a Estados Unidos, un logro que considera el fruto de sus sacrificios y esfuerzos.

El caso de Nanys y Edis, una familia venezolana

Nanys y Edis, una pareja venezolana del estado de Falcón, decidieron emprender un viaje hacia los Estados Unidos en busca de un futuro mejor. Nanys, de 22 años, había sido madre a los 19 y trabajó como policía, pero dejó su empleo debido a la corrupción y el hostigamiento. Edis, de 30 años, se ganaba la vida como mecánico. Se unieron como pareja a principios de 2023 y se propusieron migrar a los Estados Unidos motivados por el éxito de amigos y vecinos que habían tomado la misma ruta. Gracias al apoyo financiero de un hermano de Edis en Panamá, partieron de Venezuela el 12 de septiembre de 2023 hacia Cúcuta, Colombia, engañando a su hijo con la promesa de una aventura selvática.

Desde Cúcuta viajaron a Medellín y luego a Turbo, donde iniciaron su travesía marítima hacia Acandí, a pesar del costo de pasajes y los “impuestos de seguridad”. Tras un breve descanso en un campamento en Acandí, emprendieron una exigente caminata de ocho horas hacia La Bandera, en la frontera con Panamá, donde optaron por una ruta más corta pero peligrosa a través de la selva. Durante el trayecto, enfrentaron ríos crecidos, terrenos empinados y resbaladizos, así como un denso lodo.

Edis recuerda un momento crítico cuando su hijo casi se ahoga en un río crecido, quien se salvó gracias a una maniobra desesperada. La aventura continuó con la promesa de ser solo una parte de su travesía selvática para mantener la calma del niño. Después de tres días de caminata, llegaron a Bajo Chiquito, donde los altos precios no disminuyeron su determinación de seguir con su plan. La siguiente etapa fue un viaje en canoa hacia Lajas Blancas, donde fueron registrados por militares panameños antes de ser trasladados a un campamento de la Organización de las Naciones Unidas (onu).

Nanys describe el campamento de la onu como un lugar bien organizado, con alojamiento, sanitarios y comedor gratuitos, aunque la seguridad de las pertenencias era una preocupación. Después de dos días, lograron avanzar hacia Costa Rica y Nicaragua en un autobús moderno y cómodo, lo que brindó un merecido descanso a su hijo y a ellos en su largo camino hacia un nuevo comienzo:

Hay casas gigantes de campaña de color blanco con catres para dormir, se disponen de sanitarios y regaderas y de un espacio habilitado como comedor. Estando en ese lugar no pagas por ningún servicio, te encuentras a gente que lleva esperando una semana para pagar el dinero para el autobús, aunque es un lugar seguro siempre tienes que estar al pendiente de tus pertenencias para que no se las robe alguien. Nosotros estuvimos dos días en ese campamento, pues pudimos pagar los pasajes para que nos llevaran hasta Costa Rica y de ahí a Nicaragua. El trayecto fue cómodo, era un bus moderno con asientos reclinables y aire acondicionado, así que el niño se sintió tranquilo (Nanys, 2023).

Al encontrarse en la frontera entre México y Guatemala, Nanys cayó en un estado depresivo, y la pareja se vio sin medios para continuar su viaje. Aunque su hijo mantenía la ilusión de estar en una excursión y se mostraba entusiasmado, Nanys tenía dificultades para seguir adelante. La idea de regresar les parecía impensable, por lo que permanecieron estancados durante tres días en un pequeño poblado fronterizo de Guatemala hasta que Nanys logró recuperarse. Afortunadamente, todavía contaban con algunos ahorros, lo que les permitió contratar de nuevo los servicios de coyotes.

Nanys recuerda el viaje a través de Guatemala como particularmente incómodo, en vehículos viejos y sobrecargados, sin oportunidades para detenerse a comer o ir al baño debido a los retenes policiales y de bandas criminales. Los conductores negociaban con estos grupos usando nombres o apodos específicos, obteniendo así la aprobación para continuar. Cerca de dos horas antes de llegar a la frontera con México, tomaron un autobús hacia Tecún Umán. Al salir de la terminal, fueron engañados y robados por falsos guías que les quitaron el celular y todo su dinero. A pesar de estar cerca de la frontera, no tenían recursos para pagar el cruce en balsa por el río. Edis tomó la iniciativa de pedir ayuda económica a los transeúntes y, gracias a la solidaridad de otros migrantes, lograron reunir lo suficiente para el cruce. Durante la travesía en balsa, su hijo continuó creyendo en la aventura de su excursión.

Al llegar a México, Nanys y Edis sintieron que estaban más cerca de alcanzar su objetivo final de llegar a los Estados Unidos. Ya había pasado un mes desde el inicio de su viaje cuando llegaron a Tapachula. El siguiente tramo del viaje, un recorrido de aproximadamente 300 kilómetros hacia Arriaga y San Pedro Tapanatepec en Oaxaca, implicaba caminar bajo un sol intenso y evadir varios controles del inm y de la Guardia Nacional.

Una vez en San Pedro Tapanatepec, se dieron cuenta de lo largas que eran las distancias que aún debían recorrer y lo complicado que se estaba volviendo llegar a la frontera estadounidense. Decidieron continuar en autobús hasta Juchitán, Oaxaca, donde se enteraron de un servicio de transporte ofrecido por el gobierno de Oaxaca, seguro y económico, que los llevaría hasta la capital del estado. Gracias al dinero enviado por el hermano de Edis desde Panamá, pudieron pagar los pasajes, aunque no les quedó suficiente para alimentarse.

El 12 de octubre de 2023, un mes después de comenzar su viaje, Nanys, Edis y su hijo llegaron al Centro de Movilidad Migratoria en las afueras de Oaxaca. Este centro contaba con instalaciones temporales, incluyendo carpas grandes, baños portátiles, un área de primeros auxilios y taquillas de autobús. También había seguridad y un pequeño módulo del inm para tramitar permisos de salida. Ofrecían transporte hacia la Ciudad de México en autobuses de primera y segunda clase, supervisados por dicho instituto.

Al día siguiente, la familia compró boletos con dirección a la Central de Autobuses Poniente en la Ciudad de México. Buscaron alojamiento en un hotel económico pero en malas condiciones. A pesar de no tener claridad de su destino fronterizo, exploraron la ciudad, que incluyó una visita al Ángel de la Independencia. Mediante contactos de WhatsApp, se enteraron de servicios de autobús económicos a Monterrey desde la Central del Norte, ya que creyeron erróneamente que Monterrey estaba en la frontera. Las empresas regulares requerían pasaportes sellados, así que optaron por un servicio no oficial por mil pesos cada uno. Después de abordar, un retén migratorio en San Luis Potosí les impidió continuar, forzándolos a caminar hacia Saltillo por un terreno desértico y hostil. Tras un encuentro peligroso con delincuentes cerca de Matehuala y una exhaustiva caminata, encontraron refugio en un albergue cristiano en Saltillo. Dos días después, compraron boletos a Monterrey, donde acamparon en la terminal de autobuses y recolectaron dinero para continuar. Durante su estancia, presenciaron una redada policial pero no fueron detenidos. La fatiga y el miedo se apoderaban de ellos, mientras tanto su hijo les preguntaba cuándo volverían a casa.

Ya instalados en la casa del pastor comenzamos a buscar cómo hacer la aplicación del cbp One, yo inicié a buscar trabajo. Apenas duré como dos días de labores en construcción pero un señor me dijo que estuviera al pendiente que por ahí había gente mala, que si me iba a montar en las combis o los buses tenía que hacerme el mudo porque donde me escuchen me iban a llevar otra vez, pues por esa cuestión tan dura me tocó dejar de trabajar. La verdad nos quedamos sin poder hacer nada, no podemos casi ni salir por miedo a que nos puedan agarrar otra vez. Aquí estamos esperando a ver si la cita sale y si de casualidad no llega la cita de acá a enero pues creo la verdad que nos regresaremos, de verdad yo creo que se está complicando mucho, estamos pasando mucho peligro, ya no sabemos qué hacer, la verdad (Nanys, 2023).

Permanecieron en Reynosa tres semanas, en la casa del pastor, hasta que lograron que su solicitud de cbp One resultase admitida. Fueron llamados a una cita en las oficinas de migración de McAllen. Edis describe ese momento con mucha emoción: “Mucho corre, corre, mucho viaje, pero ya logramos pasar gracias a Dios, cruzamos el río el miércoles (27 de diciembre) como a las diez u once de la noche, gracias a Dios excelente momento, nos recibió migración, nos procesó y pronto nos dieron autorización para entrar legalmente a Estados Unidos” (Edis, 2023).

Para Edis, Nanys y su hijo, la noticia que recibieron fue como un maravilloso regalo de Navidad. Después de salir de la oficina de Migración, lograron organizar un vuelo a Nueva York para Nanys y el niño, mientras que Edis tuvo que emprender el último tramo de su viaje en autobús desde McAllen. Su última comunicación fue a través de un mensaje de WhatsApp: “Estamos en Estados Unidos, gracias a Dios”.

La centralidad de las redes sociales y las plataformas digitales en los casos de Luis, Edis y Nanys

La odisea migratoria de Luis ilustra la importancia crítica de las redes sociales y la tecnología móvil en la navegación de las complejas rutas migratorias del siglo xxi. Durante su espera para cruzar el Urabá, Luis se sumergió en las redes sociales cada mañana, convirtiéndose en un observador atento de las experiencias compartidas por otros venezolanos que habían avanzado hacia Capurganá y Acandí. Los grupos de WhatsApp emergieron como foros vitales en los que se intercambiaban experiencias, se alertaba sobre peligros y se celebraban los éxitos, aunque también se lamentaban las pérdidas. Luis reflexionaba sobre la dualidad de los viajes: algunos avanzaban con determinación, mientras que otros quedaban atrapados en el laberinto verde del Darién.

La conectividad se convirtió en un hilo vital que unía a Luis con el mundo exterior, especialmente cuando su dispositivo dejó de funcionar durante cinco días críticos en las estaciones migratorias. Sin embargo, una vez establecido en el campamento de la oim-acnur, la disponibilidad de internet gratuito le permitió reconectar, compartir su progreso y recibir consejos valiosos para las siguientes etapas de su viaje.

Por otro lado, el caso de Edis y Nanys demostró una adaptación similar a las exigencias de la migración digital. Armados con sus smartphones, documentaron meticulosamente su travesía a través del Darién por medio de plataformas como TikTok y Facebook no solo como diarios personales, sino como faros de orientación para aquellos que los seguirían (Calvillo y Hernández, 2018, 2021; Fabián y Valdez, 2024). La capacidad de Edis para buscar información en tiempo real y consultar con compatriotas a través de WhatsApp subraya la sinergia entre la movilidad física y la conectividad digital: “Yo me puse a buscar cosas en redes y también pregunté por el Whats a gente que iba delante de nosotros cómo se le hacía para cruzar las fronteras de Nicaragua y Honduras” (Edis, 2023).

Imagen 2: "Recargando móviles antes de entrar al Darién en Necoclí, Colombia" Fuente: Alberto Hernández, 2023.

Al alcanzar la frontera de San Pancho en Nicaragua, Edis, Nanys y su hijo optaron por pasar legalmente la garita de migración con el pago de 150 dólares por un salvoconducto que les permitió moverse libremente por el país. Esta decisión les ayudó a economizar en los gastos de viaje y alimentación. Gracias al salvoconducto, pudieron atravesar Nicaragua sin inconvenientes, disfrutando de sus hermosos paisajes de lagos y montañas. La travesía por Honduras también resultó segura para ellos, aunque en esta etapa del viaje dependieron de coyotes, quienes se encargaron de guiarlos hasta la frontera con Guatemala.

Luis se valía de TikTok y Facebook para mantenerse actualizado sobre la ruta y el camino a seguir. A menudo se encontraba sin acceso a datos móviles, pero aprovechaba cualquier oportunidad para conectarse y comunicarse con su familia. Compartía fotos y mensajes de su viaje, mostrándose relajado y victorioso. Luis dio a conocer detalles sobre los métodos y procedimientos que empleó durante su viaje, y narró el momento en el que decidió continuar su camino en solitario:

Me estoy guiando por mi gps y por la comunicación con las personas que me van guiando, diciendo “váyase por aquí”, “métete por acá”, y así poco a poco. Y gracias a mi teléfono gps que tengo un chip internacional que me va a durar hasta Estados Unidos, lo voy recargando para que me dure, y pues la gente me va guiando, voy trasladándome en bus, porque a pie es muy lejos, ahorita en este momento voy viajando totalmente solo, me desenvolví de mis amistades porque son amistades muy complicadas y no quiero andar con personas complicadas (Luis, 2023).

Al llegar a Saltillo, buscó información de los trenes que hacían la ruta hacia Piedras Negras y, gracias a WhatsApp, obtuvo rápidamente los datos necesarios: “Nuestros contactos y amistades que habían ya avanzando nos iban diciendo por los grupos de WhatsApp qué rutas tomar. La recomendación fue llegar a Piedras Negras, Coahuila, para cruzar el río Bravo y llegar a Eagle Pass, Texas. Ya casi se terminaba el año y yo sin poder llegar” (Luis, 2023).

Después de ser detenido en Ciudad Juárez y enviado hacia el sur de México para la definición de su situación migratoria, Luis se encontró sin recursos, pero conservaba la esperanza de poder volver a subirse a un tren y recibir ayuda en los albergues. El viaje de regreso hacia la Ciudad de México transcurrió sin mayores contratiempos. Luis estaba al tanto de que, al aproximarse a Apizaco, debía sortear algunos controles migratorios; para ello, planificó descender del tren en movimiento poco antes de llegar y caminar algunos kilómetros para evitarlos. Alcanzar Huehuetoca en esta ocasión le resultó más sencillo. Una vez allí, Luis se puso en contacto con otros migrantes a través de WhatsApp y se informó sobre la pronta partida de grupos a los que podría unirse: “En esos patios ferroviarios verás a cientos de migrantes treparse en los trenes, familias completas y mujeres con niños de brazos se montan ahí” (Luis, 2023).

La experiencia de Edis, Nanys y su hijo pone de relieve una faceta crítica que requiere mayor atención: los riesgos y vulnerabilidades a los que se enfrentan los migrantes en el ámbito digital. En particular, los incidentes de secuestro y extorsión dependen en gran medida del acceso de los criminales a la información de contacto y a las redes sociales de los familiares y amigos de los migrantes.

El lunes 13 de noviembre, a las 6:00 horas tomaron un autobús hacia Reynosa. Antes de llegar a la ciudad, se toparon con un control migratorio donde les exigieron una “cooperación” de mil pesos por persona. Poco después, se encontraron con otro retén, esta vez de la Guardia Nacional, con una demanda similar. Durante el viaje, mantuvieron contacto con amigos y familiares a través de WhatsApp para informarles de su proximidad a la frontera. A las 13:58 horas compartieron imágenes que revelaban su ubicación exacta. Justo antes de llegar a la terminal de autobuses, un vehículo con hombres armados los interceptó y los bajaron del autobús sin darles opción a resistirse. Fueron llevados a una casa de seguridad en varios vehículos. Al llegar, les confiscaron sus documentos y teléfonos móviles y les ordenaron pagar 800 dólares por persona al grupo criminal, incluyendo al niño. Los secuestradores dejaron claro que no les importaba si las víctimas tenían el dinero o no; los familiares debían conseguirlo aunque tuvieran que pedir prestado o vender propiedades.

El martes 14 de noviembre, los secuestradores utilizaron WhatsApp para comunicarse con un familiar y discutir los detalles para la liberación. Sus mensajes eran claros y urgentes: debían reunir el dinero lo más rápido posible, subrayando que la seguridad del niño estaba en juego. El hermano de Edis, residente en Panamá, fue el encargado de coordinar el pago. Reunir tal suma en poco tiempo era complicado y la familia de Nanys no estaba en posición de contribuir. Uno de los diálogos con los secuestradores se puede escuchar por una grabación de la llamada con un familiar:

—No, te vas a ir a la verga, ya te había dicho, wey, a quien le había hablado por audio, habíamos quedado. ¿Cuánto dinero llevas?
—Aló.
—Wey, ¿cuánto llevas?, ¿cuánto llevas?
—Amigo, no sé, es que yo estaba hablando con ellos, a ver, pero se les hace muy complicado. Yo te dije que ellos no tenían plata, esa gente no tiene plata, la familia de ese niño no tiene plata. Ustedes están pidiendo una plata que esa gente no tiene, ellos son pobres. Ellos prácticamente si llueve se les moja su casa, ellos viven muy humildes.
—Pero, ¿cómo le van a hacer, wey?, ¿los voy a mantener yo o qué, wey?
—Es que agarraste a los más equivocados porque ellos no tienen plata.
—Pues, cómo ves que los voy a mandar a la verga o mira le sacamos un órgano al niño, ¿como ves? ¡te hablo, wey!
—Aja, pero dime, ¿qué puedo hacer yo?
—Pues habla con la familia, pásame el número de la familia de ellos, wey.
—Hay un hermano de ellos que te escribió, ¿no?
—Dile que me escriba, márcale.
—Ok.
—Mira, diles, wey, que se quieren llevar al niño, dile y en corto.
—Te pido que mañana quede ya eso listo, porque sí esta cabrón, si no va a haber problemas. Pide préstamos, haz algo o ayúdalos.

Al día siguiente, el secuestrador contactó nuevamente a los familiares y les preguntó: “¿Cuánto dinero llevan?”. Además, les envió una grabación de Edis rogando que hicieran lo posible por ayudarlos y lograr su liberación. Dado que los familiares no pudieron reunir la cantidad requerida en el plazo establecido, los secuestradores incrementaron la demanda a mil dólares. Después de seis días de angustiosa espera y el pago de tres mil dólares, Edis, Nanys y su hijo finalmente fueron liberados, aunque los secuestradores se quedaron con sus teléfonos celulares. Tras esta terrible experiencia, recibieron la ayuda de un pastor cristiano que conocieron a través de las redes sociales, quien les ofreció refugio en su hogar. Sin embargo, el miedo a salir a la calle persistió en ellos. Según su testimonio “lo sucedido fue un momento muy duro, un momento que no esperábamos, pero del que, gracias a Dios, pudimos salir” (Edis, 2023).

Discusión

Los casos de Luis, Edis y Nanys revelan la forma en que interactúan migrantes, medios sociales y plataformas digitales, transformando no solo las formas de navegación y supervivencia, sino también introduciendo nuevos riesgos y vulnerabilidades. Si bien el poder de las redes radica en superar las limitaciones del espacio y el tiempo, al facilitar la comunicación instantánea y omnipresente (Castells, 2006), como lo demuestra el uso que Luis, Edis y Nanys le dieron a WhatsApp, Facebook y otras plataformas para obtener información crítica y mantenerse conectados con sus comunidades, también se debe reflexionar en torno a los procesos de exclusión y desigualdad que generan, como se manifiesta en los riesgos de seguridad digital y la exposición a actos criminales, evidenciados en el secuestro de Edis y Nanys. El capital social facilitado por las redes sociales digitales (Putnam, 2000) se observa en la capacidad de los migrantes para tomar decisiones informadas y superar obstáculos mediante la información compartida. Sin embargo, esta interacción puede exponerlos a riesgos, ya que la información personal y de ubicación puede ser explotada por actores malintencionados, como en el caso del secuestro de Edis y Nanys.

La paradoja de la conectividad (Van Dijck, 2013) se manifiesta claramente en el contexto migratorio: mientras que la interconexión digital proporciona a los migrantes herramientas esenciales para la navegación y la comunicación, también los expone a una mayor vulnerabilidad. La literatura sobre ciberseguridad (Kshetri, 2013) resalta que los migrantes, al depender de las redes digitales, se convierten en objetivos fáciles para el cibercrimen, que incluye extorsión, secuestro y otras formas de explotación. Esta vulnerabilidad es exacerbada por la falta de conocimiento y recursos para protegerse en el entorno digital.

Para maximizar los beneficios de las plataformas digitales y minimizar los riesgos, es importante implementar estrategias efectivas. Una de las más importantes es la educación en seguridad digital para los migrantes. Esta educación debe abordar temas como la protección de la privacidad, la identificación de amenazas en línea y la gestión segura de la información personal. La alfabetización digital es fundamental para empoderar a los usuarios y reducir su vulnerabilidad ante el cibercrimen (Guess y Munger, 2023).

El desarrollo de aplicaciones seguras específicamente diseñadas para las necesidades de los migrantes también es fundamental. Estas aplicaciones deben incluir funciones de comunicación encriptada, localización segura y acceso a información verificada sobre rutas y servicios. De ahí la importancia de diseñar tecnologías que consideren las circunstancias específicas de los usuarios, mejorando así su eficacia y seguridad (Nguyen, 2022) Además, la colaboración transnacional es necesaria para proteger a los migrantes de la explotación en línea. Esta colaboración puede incluir el intercambio de información entre gobiernos, organizaciones no gubernamentales y empresas de tecnología para desarrollar políticas y prácticas que garanticen la seguridad digital de quienes se ven forzados a migrar; las alianzas estratégicas entre sectores son críticas para crear un entorno digital seguro y confiable.

La conectividad también puede ser empoderadora: los medios sociales y las plataformas digitales han dado paso a nuevas formas de comunidad y soporte social que se caracterizan por conexiones personales dispersas pero potentes. Este aspecto se refleja en cómo Luis, Edis y Nanys utilizaron redes digitales para obtener información crítica y mantener contacto con comunidades de apoyo. Tanto los medios sociales como las plataformas digitales funcionan como sistemas de navegación y soporte que extienden el capital social más allá de las fronteras geográficas (Rainie y Wellman, 2012). Por otro lado, la autoeficacia colectiva en entornos digitales (Bandura, 2001; Battinto, 2013) explica cómo los grupos de migrantes en WhatsApp y otras plataformas digitales fortalecen la percepción de su capacidad para superar colectivamente los desafíos de la migración. Este sentido de eficacia se construye y refuerza a través del intercambio de historias de éxito, consejos y palabras de aliento.

La digitalización de la experiencia migratoria no está exenta de riesgos. La violación de normas de privacidad puede tener consecuencias graves para los migrantes, como se evidencia en el secuestro y extorsión de la familia venezolana. La conceptualización de “espacios de vulnerabilidad digital” (Leurs y Smets, 2018) argumenta que los migrantes navegan por espacios digitales permeados por desigualdades de poder y exposición a la vigilancia y control (Nissenbaum, 2009).

La gobernanza de las plataformas digitales resalta la responsabilidad de las empresas de tecnología en la moderación de contenidos y la protección de sus usuarios (Gillespie, 2018). Es necesario que las políticas y prácticas ofrezcan entornos digitales seguros, en los que los migrantes puedan buscar apoyo sin temor a ser explotados o vigilados. En ese sentido, la “alfabetización digital crítica” (Hobbs, 2011) emerge como una competencia esencial que permite a los migrantes acceder y utilizar eficazmente las tecnologías digitales, comprendiendo y cuestionando de manera crítica sus implicaciones. La educación en alfabetización digital para migrantes puede fortalecer su capacidad para navegar por espacios digitales de manera segura y eficaz.

Conclusiones

Las plataformas digitales, como WhatsApp, Telegram y Google Maps, se utilizan predominantemente para comunicaciones privadas y ofrecen a los migrantes herramientas esenciales para coordinar sus movimientos, recibir alertas sobre peligros y mantenerse en contacto con familiares y compañeros de viaje. WhatsApp, en particular, ha demostrado ser una herramienta vital para la comunicación instantánea y la transmisión de información crítica en tiempo real. Por otro lado, medios sociales como Facebook y TikTok sirven como plataformas públicas en las que los migrantes comparten sus experiencias, obtienen información sobre rutas y recursos y encuentran apoyo emocional y logístico en comunidades digitales migrantes.

Estas plataformas digitales y medios sociales han facilitado la creación de comunidades digitales que trascienden las fronteras geográficas. En estos espacios, los migrantes intercambian consejos, fortalecen sus identidades colectivas y luchan por sus derechos migratorios. Esta interacción digital ha permitido la formación de un capital social transnacional, en el que la información compartida y el apoyo mutuo juegan un papel crucial en la toma de decisiones informadas y en la superación de obstáculos durante el viaje migratorio. Sin embargo, la conectividad digital también introduce vulnerabilidades significativas. La exposición de datos personales y de ubicación puede ser explotada por actores malintencionados, como se evidencia en el secuestro de Edis y Nanys. Esta paradoja de la conectividad, en la que la herramienta que empodera también vulnera, destaca la necesidad de repensar y analizar de manera reflexiva el uso de estas tecnologías.

Para mitigar estos riesgos, es urgente desarrollar y promover la alfabetización digital crítica entre los migrantes. Proporcionar educación sobre seguridad digital, protección de la privacidad y evaluación de la fiabilidad de la información es esencial para empoderar a los migrantes y reducir su vulnerabilidad ante el cibercrimen. La implementación de medidas de seguridad digital robustas y el desarrollo de aplicaciones seguras específicamente diseñadas para las necesidades de los migrantes son pasos fundamentales para crear entornos digitales seguros. Además, es crucial fomentar la colaboración transnacional entre gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, plataformas tecnológicas y los propios migrantes. La creación de políticas integrales que aborden tanto las oportunidades como los desafíos de la migración digital es esencial para garantizar que la era digital sea una fuerza empoderadora para los migrantes. Esta colaboración puede incluir el intercambio de información y mejores prácticas entre distintos actores para desarrollar políticas y prácticas que garanticen la seguridad digital de los migrantes.

La conectividad digital puede ser una fuente de empoderamiento al proporcionar una sensación de autoeficacia colectiva mediante la que los migrantes se sienten capaces de superar los desafíos gracias al apoyo mutuo y la información compartida. No obstante, es necesario cuestionar si este empoderamiento percibido realmente fortalece la vulnerabilidad existente. La sensación de empoderamiento puede ser ilusoria si no se acompaña de medidas concretas para proteger a los migrantes de los riesgos digitales; por ello, es esencial que comprendan y cuestionen críticamente las implicaciones de su interacción con las tecnologías digitales. Las investigaciones futuras podrían centrarse en comprender mejor cómo las diferentes poblaciones migrantes utilizan y son afectadas por las tecnologías digitales, con el objetivo de informar el desarrollo de intervenciones y políticas más efectivas.

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Alberto Hernández Hernández es doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor-investigador del Departamento de Estudios de Administración Pública en El Colegio de la Frontera Norte, presidente de esa institución de 2017 a 2022. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel iii. Ha sido profesor en Colombia y España e investigador visitante en la Universidad de California, San Diego, y en el Instituto Universitario Ortega y Gasset, España. Actualmente se desempeña como investigador visitante en la Universidad de los Andes. Publicaciones recientes: Alberto Hernández y Amalia Campos-Delgado (coords.) (2022). Migración y movilidad en las Américas. Buenos Aires y México: Siglo xxi y clacso; Alberto Hernández, R. Cruz (coords.) (2021). Geografías del trabajo sexual en las fronteras de América Latina. Tijuana: El Colegio de la Frontera Norte. Líneas de investigación: Fronteras, migración internacional y estudios culturales.

Carlos S. Ibarra es antropólogo formado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, maestro en Antropología Social por la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México y doctor en estudios culturales por El Colegio de la Frontera Norte. Especialista en movimientos cristianos emergentes, procesos de deconstrucción religiosa, identidades políticas conservadoras en los Estados Unidos, migración y salud mental. Actualmente se desempeña como Investigador x México de la Secretaría de Ciencias, Humanidades, Tecnología e Innovación, México asignado a la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México. Ha coordinado trabajos de campo para diversos proyectos relacionados con el cambio religioso, migración y refugio. Se ha desempeñado como docente en instituciones como El Colegio de Michoacán y El Colegio de la Frontera Norte. Miembro del sni.

Arturo Fabián J. es doctor en estudios culturales por El Colegio de la Frontera Norte. Actualmente realiza una estancia postdoctoral en la Universidad de Guadalajara. Es investigador y documentalista con amplia experiencia en el estudio del fenómeno religioso y la religiosidad popular en México, así como en el análisis de la migración y la violencia contra los migrantes en regiones como el Tapón del Darién. Especialista en el análisis de cultos no oficiales y la producción de bienes de salvación, con un enfoque particular en la figura de Jesús Malverde. Su trabajo combina métodos etnográficos y fotográficos para documentar y analizar las prácticas y creencias de diversas comunidades religiosas. Además, ha investigado y documentado la difícil situación de los migrantes, utilizando la producción documental videográfica para capturar sus experiencias y visibilizar las violaciones a sus derechos humanos. Ha presentado sus investigaciones en conferencias nacionales e internacionales y ha publicado varios artículos en revistas especializadas, en las que presenta una visión más completa y accesible de las dinámicas religiosas y migratorias en contextos contemporáneos.

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