Hacia un paradigma transeúnte: el abordaje de la cultura a partir de los trayectos cotidianos

    Recepción: 07 de marzo de 2020

    Aceptación: 10 de marzo de 2020

    “La conciencia no es sino un incidente de la locomoción.”
    Robert E. Park, La ciudad y otros ensayos de ecología urbana

    Este dossier tiene por objetivo la discusión sobre el papel sociocultural del tránsito en la configuración de sujetos sociales, actores políticos, lugares simbólicos, acciones colectivas y, en general, el orden social al cual nos adscribimos mediante la práctica cotidiana de trasladarnos entre distintos puntos del espacio geográfico.

    Sin duda algo hay de fascinante en los constantes flujos de cuerpos humanos a través de distintas vialidades. La suma de esos trayectos vista desde el cielo se asemeja mucho a los maravillosos flujos apreciables en la naturaleza: sanguíneos, hídricos o de especies migratorias, por ejemplo. No obstante, hay una gran diferencia: los fenómenos del tránsito humano son culturales y, por ende, requieren de un complejo ejercicio de reflexión para comprender sus efectos sobre nuestras vidas.

    Diversos autores han abordado al fenómeno transeúnte como entidad sociocultural eminentemente urbana (Joseph, 1988; García, Castellanos, Rosas, 1996; Aguilar, 2006; Delgado, 2007; Lindón, 2014), pero sus aportes aún no han terminado de posicionar esta práctica como protagonista del orden urbano. A pesar de que cada vez es más común hablar del tránsito en términos culturales, todavía se da mayor valor analítico a la práctica de habitar las ciudades. La preeminencia de la mirada sobre el habitar para explicar la vida urbana ha sido, en buena medida, la responsable de que parte de los estudios sociales tome el transitar como una actividad fugaz, pasajera, anónima, carente de sentido estructural y de las virtudes identitarias características del habitar.

    El interés por el papel que desempeña el tránsito en la configuración cultural de los sujetos que practican la ciudad no tendría que asimilarse como coyuntural a la época actual. Esta condición ha estado ahí desde que las ciudades se formaron (Careri, 2009). La diferencia es que hoy la condición transeúnte ha cobrado mayor relevancia para comprender la configuración de las identidades, las prácticas y los imaginarios urbanos a causa del recrudecimiento en las formas capitalistas de producción y los efectos de segregación, desgaste emocional, cultural, ambiental y hasta sanitario que generan entre la población de las ciudades.

    El tránsito como la danza que invoca a lo urbano

    Video: Arturo J. Martínez.

    La práctica de trasladarse a través del espacio urbano constituye el motor de la vida urbana. Algunos autores han optado por reconocer el espacio público como la principal característica de las ciudades, pero parecen olvidar que ese espacio no obtiene sus características de manera inherente, sino a partir de que las personas abandonan sus lugares de residencia, íntimos y privados, para exponerse e interactuar con los otros mediante el tránsito cotidiano. El espacio público existe y se configura en relación con el transitar y gracias a la existencia de los transeúntes. Para muestra de ello basta con distinguir que la complejidad de la cultura urbana aumenta de la mano con la aparición de nuevas formas y tecnologías para trasladarse. Las tecnologías del tránsito introducen variables que modifican las dinámicas de tiempo y espacio que ordenan las vidas de las personas y el territorio urbano.

    En esa cualidad del tránsito como práctica habilitadora del encuentro radica la importancia de su estudio en relación con la configuración social del transeúnte. Con lo dicho hasta aquí podrá verse que, en las ciudades, el tránsito representa más que la acción física de trasladarse entre dos puntos del plano terrestre. Lo que hace urbanos a los seres que viven en la ciudad es la configuración cultural que adquieren debido a la necesidad que tienen de moverse a lo largo de un territorio cambiante, con lo cual: 1) perciben edificaciones, vehículos y cuerpos diversos; 2) interactúan con multitudes de personas anónimas; 3) asumen normas que sustentan formas de orden situacional; 4) interiorizan símbolos y significados que dotan de sentido a sus prácticas en público; y 5) adquieren propiedades que los distinguen entre los diversos grupos. Ser en la ciudad es transitar en ella.

    La danza o el baile es una analogía que sirve para comprender la forma en que el tránsito cotidiano de las personas por la ciudad opera sobre la cultura y viceversa. Manuel Delgado (2007) utiliza esta metáfora al precisar que, en los espacios públicos, las calles y las aceras de las ciudades, las personas guiamos nuestras conductas en función de códigos culturales escritos y leídos durante nuestras trayectorias. Se trata de predisposiciones, externalizaciones o advertencias emitidas por nuestros cuerpos a manera de coreografías. Un tipo de lenguaje de reciprocidades multiplicadas que la imagen del baile expresa a la perfección:

    El cuerpo-energía-tiempo del danzante [transeúnte] expresa todas sus posibilidades en una actividad cotidiana, en marcos urbanos en que las palabras suelen valer relativamente poco, en la relación entre desconocidos absolutos o parciales y en la que todo parece depender de elocuencias superficiales, no en el sentido de triviales sino en tanto actos que tienen lugar en la superficie, que funcionan por deslizamientos (Delgado, 2007: 136).

    Este tipo de deslizamientos dota de un orden que se construye y reconstruye cotidianamente por los residentes de la ciudad. Aunque se trata de un orden basado en códigos comunes e institucionalizados, también cuenta con un componente sumamente volátil que le aporta incertidumbre. El transeúnte está a la expectativa de que la coreografía cambie en cualquier momento.

    Al transitar por la ciudad somos una suerte de sonámbulos susceptibles de despertar súbitamente. En torno a esta idea, Delgado (idem) agrega que “las aceras, como espacios urbanos por excelencia, deben ser consideradas por tanto terreno para una cultura dinámica e inestable, elaborada y reelaborada constantemente por las prácticas y los discursos de sus usuarios”.

    En términos de este tipo de manifestaciones, Henri Lefebvre distinguió entre la ciudad y lo urbano como dos elementos que se construyen entre sí. La ciudad entendida como un sitio o parcela que contiene un conjunto de infraestructura donde vive una población numerosa; lo urbano visto como el conjunto de prácticas que la recorren: “la obra perpetua de los habitantes, a su vez móviles y movilizados por y para esa obra” (Lefebvre, 1972: 70-71).

    El tránsito como sendero metodológico alternativo

    Video: Christian O. Grimaldo-Rodríguez.

    Autores como Sheller y Urry (2006) argumentan que las ciencias sociales no sólo han ignorado el papel del movimiento en el estudio del orden social, sino que, además, lo han trivializado. A pesar de que ha habido un incremento en el análisis espacial de los fenómenos sociales, evidente en el auge de perspectivas que analizan el paisaje o el territorio, sigue predominando en ellas un paradigma sedentario para el análisis de la realidad. Ante tal situación, proponen un paradigma de la movilidad que debe ser aplicado no sólo a cuestiones de globalización o desterritorialización de los Estados-nación, identidades y pertenencias, como se ha pretendido, sino a cuestionar cuáles son los sujetos y objetos apropiados para el interés de la investigación social. Esto quiere decir que nos encontramos ante el proceso de reconocimiento de sujetos político-culturales que están frente a nosotros pero que desdibujamos por considerarlos de poca relevancia social, o bien porque nuestras propias técnicas de investigación los invisibilizan.

    En cuanto a las técnicas de investigación, Büscher y Urry (2009) distinguen entre aquellas que tienen por objeto el análisis del movimiento y aquellas en que el investigador está en movimiento. Entre las primeras, por ejemplo, se encuentran la entrevista semiestructurada, el grupo de discusión, la historia de vida, las fuentes documentales y la descripción de lugares, mientras que en las segundas se nombran la deriva, la observación participante, la etnografía móvil y la entrevista en movimiento.1

    El paradigma transeúnte implica el desarrollo no sólo de nuevas preguntas de investigación, sino también de teorizaciones y metodologías alternativas que se adapten a la problematización del tránsito y al reconocimiento de agencias que se gestan a partir de él. En ese contexto, los estudios que forman parte de este dossier cobran relevancia como medio para la comprensión de determinados fenómenos móviles y expresiones urbanas. Necesitamos adaptar nuestras miradas analíticas a la lógica del transitar y requerimos, con urgencia, alimentar nuestra curiosidad con las experiencias, problemáticas, técnicas y conclusiones de quienes han aprendido a observar las permanencias y transformaciones de las sociedades en y desde el tránsito.

    El tránsito como acto político-cultural

    Video: Christian O. Grimaldo-Rodríguez.

    Si se considera al vehículo y al trayecto como expresiones políticas y estructurantes de la vida urbana, en las cuales operan diversas formas cívicas y morales institucionalizantes que modelan a los sujetos como actores pertenecientes a diversas comunidades, y no únicamente como dispositivo de traslado, se entenderá que el énfasis trágico de las posturas que asumen al tránsito como fenómeno desestructurante está equivocado. Es cierto que las ciudades modernas se estructuran a partir de redes complejas de vialidades y que, en muchos casos, el urbanismo contemporáneo presenta una tendencia a conectar a las personas antes que encontrarlas, pero la experiencia etnográfica da cuenta de que el tránsito no anula el encuentro, antes bien lo reconfigura.

    En el acto de transitar se pueden identificar ciertas manifestaciones en las que el poder, las normas y sus correlatos coercitivos actúan sobre aquellos que transitamos por las urbes. Día a día asumimos una serie de formas estereotipadas de obrar, pensar y sentir a lo largo de nuestros desplazamientos, ya sea por seguridad, tradición, placer o normatividad; según Wright (2014), “la noción de cultura y de hecho social debe ir acompañada por la de ciudadanía, ya que consideramos que en cada gesto vial por más mínimo que sea, estamos poniendo en acto performativamente nuestro estado de ciudadanía”.

    Los transeúntes hacen cosas, no son piezas inertes transportadas sobre las avenidas como si se tratase de una banda de producción. Los transeúntes sienten, imaginan, nombran, recuerdan, desafían; se asocian, conflictúan, defienden, se quejan y admiran. Esto quiere decir, en resumen, que los transeúntes son agentes de la vida urbana y, por ende, actores políticos de ella.

    De la mano con conceptualizaciones como las de Michel de Certeau (2010), hoy puede hablarse del transeúnte como una categoría de usuarios que practican o emplean el espacio urbano fabricado (material, social y simbólicamente), donde antes predominaba la categoría de habitante. Si bien no es posible sustentar que una categoría anula o sustituye a la otra, es necesario analizar la manera en que interactúan ambas y las formas de ser en la ciudad que se originan a partir del predominio del estatus de transeúnte como usuario del espacio público. Vale la pena aclarar que ninguno de los rasgos culturales del tránsito surge en el tránsito mismo. Quiero decir que el transitar está articulado con el habitar, con el consumir, con el comunicar. El transitar no es una fuente primigenia de sociabilidad, sino que es parte de una constelación de sociabilidad urbana que se refuerza y constituye en la vida cotidiana.

    Cuatro desplazamientos hacia el paradigma transeúnte

    Los trabajos presentados en este número corresponden al interés por situar la perspectiva desde y sobre el tránsito a partir de diferentes fenómenos de estudio. En los cuatro casos se trata de esfuerzos por problematizar el papel que desempeñan los desplazamientos en la concepción y el ordenamiento de la vida urbana, considerando sus aristas político-culturales y presentando metodologías articuladas a la lógica móvil, desde lo audiovisual hasta lo (auto) etnográfico y lo discursivo.

    El primer artículo parte de los estudios sensoriales (Howes, 2014) para problematizar el papel que tienen los sentidos en la configuración social de la calle y la experiencia psicosocial del tránsito. Para ello, Miguel Ángel Aguilar presenta una estrategia metodológica que involucra el trabajo etnográfico guiado por recorridos y entrevistas a profundidad con una persona ciega en la ciudad de México. De esta manera, el autor nos muestra la construcción del orden sensorial que prioriza determinados estímulos para generar estrategias de orientación e interacción en la ciudad, que a su vez son centrales en la configuración del ser urbano.

    El segundo trabajo se adhiere a lo que Pablo Wright denomina “antropología vial”; se trata de una propuesta teórico-conceptual para la comprensión del tránsito que, en palabras del autor, vincula las aproximaciones del performance, la proxémica, la fenomenología y la economía política de la cultura para comprender la génesis de nuestros cuerpos como “cuerpos viales”. Para nutrir sus reflexiones, Wright parte de un ejercicio autoetnográfico, comparando diversas experiencias en lo que reconoce como “culturas viales” en Inglaterra, Estados Unidos, Uruguay y Argentina, así como los vínculos que sus respectivas culturas y órdenes estatales tienden entre cuerpos, calles y aceras para sostener un orden social.

    La tercera propuesta surge de un ejercicio audiovisual realizado por Lirba Cano y Héctor Robledo, integrantes del colectivo Caracol Urbano. Se trata de un análisis del papel de la metodología audiovisual de investigación en torno a la articulación de relaciones colaborativas entre actores involucrados en la lucha por la construcción de un servicio de transporte público digno para el área metropolitana de Guadalajara. El texto de Cano y Robledo presenta la peculiaridad de ser sólo una de las caras de su propuesta; por ello, está acompañado de su otra cara: el documental El Hombre-Camión (Caracol Urbano, 2013). El material audiovisual describe el complejo entramado político, económico y cultural que sostiene el modelo del servicio de transporte público en Guadalajara, mientras que el texto es una memoria de aquello que dio sentido a su elaboración y la manera en que el material audiovisual se entretejió con la lucha de los operadores y usuarios del transporte público para la mejora del servicio. Es recomendable revisar este trabajo en sus dos facetas para una comprensión más cabal de su propuesta.

    Finalmente está la propuesta de Christian O. Grimaldo-Rodríguez, enfocada al estudio de la geografía moral de la zona conurbada de Guadalajara a partir del análisis de las estrategias publicitarias dispuestas a la vista de los usuarios del transporte público en sus recorridos cotidianos. Se trata de un trabajo que aprovecha las ya citadas metodologías móviles y las metodologías aplicadas a la observación en tránsito para problematizar el papel socialmente estructurante de las estrategias comunicativas de mercado y su traducción en paisajes y cuerpos moralizados.

    Estos cuatro esfuerzos se suman a los de otros especialistas que han adoptado la mirada crítica sobre el tránsito para comprender todos aquellos aspectos que nos han resultado velados hasta ahora por partir de la premisa de que se trata de un fenómeno banal e incluso pernicioso para el sostenimiento de las culturas. Sus miradas nos demuestran que, en la aparente intrascendencia de los trayectos cotidianos, hay un universo cultural que, sin embargo, se mueve.

    Bibliografía

    Aguilar, Miguel (2006). “Recorridos e itinerarios urbanos: de la mirada a las prácticas”, en Patricia Ramírez y Miguel Aguilar (coord). Pensar y habitar la ciudad. Afectividad, memoria y significado en el espacio urbano contemporáneo, pp. 131-144. Madrid: Anthropos.

    Aguilar, Miguel (2013). “Ciudad de interacciones: el cuerpo y sus narrativas en el metro de la ciudad de México”, en Miguel Aguilar y Paula Soto (coord.), Cuerpos, espacios y emociones. Aproximaciones desde las ciencias sociales, pp. 85-110. México: Porrúa/Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

    Büscher, Monika y John Urry (2009). “Mobile Methods and the Empirical”, en European Journal of Social Theory, vol. 12, núm. 1, pp. 99-116. https://doi.org/10.1177/1368431008099642

    Caracol urbano (pap Centro de Servicios e Investigaciones Psicosociales, 2013). El Hombre-Camión (archivo de video). Recuperado de https://youtu.be/TcTJceGy8SM, consultado el 20 de febrero de 2020.

    Careri, Francesco (2009). Walkscapes. El andar como práctica estética. Barcelona: Gustavo Gili.

    Certeau, Michel de (2010). La invención de lo cotidiano. Artes de hacer. México y Guadalajara: Universidad Iberoamericana/iteso.

    Delgado, Manuel (2007). Sociedades movedizas. Barcelona: Anagrama.

    García, Néstor, A. Castellanos y A. Rosas (1996). La ciudad de los viajeros. México: uam/Grijalbo.

    Grimaldo-Rodríguez, Christian (2018). “La metodología es movimiento. Propuestas para el estudio de la experiencia urbana del transitar apoyadas en el uso de la imagen”, en Encartes, vol. 1, núm. 2, pp. 36-74, recuperado de https://encartesantropologicos.mx/metodologia-imagen-transporte/, consultado el 06 de marzo de 2020.

    Howes, David (2014). “El creciente campo de los estudios sensoriales”, en Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, vol. 6, núm. 15, pp. 10-26.

    Joseph, Isaac (1988). El transeúnte y el espacio urbano. Buenos Aires: Gedisa.

    Jirón, Paola (2012). “Transformándome en la Sombra”, en Bifurcaciones, núm. 10, pp. 1-14.

    Lefebvre, Henri (1972). El derecho a la ciudad. Barcelona: Península.

    Lindón, Alicia (2014). “El habitar la ciudad, las redes topológicas del urbanita y la figura del transeúnte”, en Luis Domínguez y Diego Sánchez (coord.). Identidad y espacio público. Ampliando ámbitos y prácticas, pp. 55-76. Barcelona: Gedisa.

    Pellicer, Isabel, Jesús Rojas y Pep Vivas i Elias (2012). “La deriva: una técnica de investigación psicosocial acorde con la ciudad contemporánea”, en Boletín de Antropología, vol. 27, núm. 44, pp. 144-163.

    Sheller, Mary y John Urry, (2006). “The New Mobilities Paradigm”, en Environment & Planning A: Economy and Space, vol. 38, núm. 2, pp. 207-226. https://doi.org/10.1068/a37268

    Watts, Laura y John Urry (2008). “Moving Methods, Travelling Times”, en Environment & Planning D: Society and Space, vol. 26, núm. 5, pp. 860-874. https://doi.org/10.1068/d6707

    Wright, Pablo (2014). “La cultura en la calle. Exploraciones antropológicas”, en Ciencia con voz propia. Argentina: conicet. Recuperado de http://www.conicet.gov.ar/la-cultura-en-la-calle-exploraciones-antropologicas/, consultado el 6 de marzo de 2020.

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