Recepción: 17 de octubre de 2024
Aceptación: 29 de marzo de 2025
Amare
Balam Toscano, 2024 Centro de Capacitación Cinematográfica A.C., México.
Amare (2024) es un cortometraje de ficción realizado por el cineasta afromexicano, oriundo de la costa oaxaqueña, Balam Benjamín Nieto Toscano, conocido por trabajos como Romina e Iván (2021) y Mutsk Wuäjxtë’ (Pequeños zorros) (2024). Recientemente, Amare ha sido seleccionada en la edición 28 del Guanajuato International Film Festival.
Su ópera prima Soy Yuyé recién terminó la etapa de posproducción por lo que pronto podremos disfrutarla en pantallas. Por el momento, el cineasta trabaja en una nueva película de ficción que versará sobre la vida de siete mujeres afrocosteñas adolescentes que mostrarán sus anhelos y retos en un territorio marcado por el machismo y el carnaval.1 Toscano es egresado de la Licenciatura en Cinematografía del Centro de Capacitación Cinematográfica (ccc) y ha sido beneficiario de diversos reconocimientos y apoyos.2
La presente reseña está enfocada en reflexionar sobre la importancia del cine de etnoficción, realizado desde adentro de las comunidades3 para visibilizar los temas y problemáticas que les atañen como, en este caso, la migración hacia Estados Unidos. Mi intención al reconocer a Amare (2024) como una obra de etnoficción es invitar al público a ver la película desde diversas sensibilidades que nos ofrece esta obra que navega entre las delgadas líneas del documental y la ficción, acercándonos a una de las realidades de las comunidades afrodescendientes de la costa oaxaqueña.
Sin revelar la trama en demasía, pues la película apenas inicia su ruta de exhibición, el filme nos cuenta una historia sobre mujeres, arte, migración y sentires narrados desde la comunidad de El Tamal, Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca. Se nos muestra como personaje principal a Amare, una mujer originaria de una comunidad costeña de Oaxaca; los personajes son principalmente mujeres, pues la coprotagonista es su hermana Cielo; seguidas de su madre y su padre, quien es la figura sobre la que se apoya la historia, pero no como personaje principal. También las infancias tienen presencia en el filme.
El director abre y cierra de manera redonda la película, recuperando testimonios reales, primero desde el punto de vista de una madre y, al cierre, desde la óptica de una mujer migrante. En la historia, veremos a Cielo, una maestra de dibujo, que trabaja entusiastamente con sus alumnas y alumnos. Posteriormente, se nos presenta el conflicto en la historia: el padre de Cielo se encuentra muy enfermo y pregunta por una persona a la que quiere ver; Cielo le responde que aún no llega, debido a que se encuentra muy lejos. Tras la abrupta muerte del padre, llega a la comunidad la protagonista de la historia: Amare. Su llegada causa notable sorpresa, emoción y movimiento entre los habitantes del pueblo.
Es después de la llegada de Amare cuando los temas que atañen a los personajes se van desarrollando a través de las pláticas entre las hermanas. El punto neurálgico que Toscano nos presenta es el de la migración constante de habitantes de los pueblos de la Costa Chica hacia los Estados Unidos, mayoritariamente. Aunque en el filme los motivos son, en apariencia, económicos, en la realidad los desplazamientos pueden tener otro tipo de atenuantes: persecución por violencia, estigmas sociales o étnicos.
Le film Amare tiene varias virtudes que se encuentran en distintos niveles que me permito mencionar para proponer algunos ejes de reflexión a los espectadores, con la finalidad de colaborar en las discusiones y exploraciones posteriores al visionado. En un primer momento, es destacable la pertenencia cultural del cineasta Balam Toscano, quien logra reflejar, con una mirada desde adentro, no solo las características paisajísticas de estos pueblos con los grandes planos generales que nos ofrece, sino también el argot, las costumbres cotidianas, los ritos y una suerte de vivencia estética de la vida costachiquense.
El filme fue rodado en la comunidad de El Tamal, Santiago Pinotepa Nacional, Oaxaca; una comunidad afromexicana con 233 habitantes, aproximadamente. El elenco de la película no son actores y actrices profesionales, sino personas de la misma comunidad que, en palabras del cineasta, se interpretaron a sí mismos. Así, la narrativa de Amare goza de una autenticidad que le da un toque antropológico que puede colocarla dentro del género de la etnoficción.
Amare, desde el primer fotograma, sorprende a aquellos ojos acostumbrados a las películas filmadas por equipo digital. Al estar grabada con una cámara de 35 mm, ofrece otro aspecto en la pantalla, dotado de una belleza propia del formato análogo. La decisión del director de grabar en 35 mm puede leerse también como una especie de resistencia ante las exigencias tecnológicas que demanda la producción cinematográfica contemporánea. Basta con imaginar la labor que conlleva el traslado y cuidado de los rollos cinematográficos hasta las locaciones en la Costa Chica, pues las condiciones climatológicas son calurosas y las distancias muy largas.
Me parece pertinente tener en cuenta, de igual manera, el poco acceso a este tipo de equipo cinematográfico que han tenido los pueblos afromexicanos. En un presente más optimista, parece que cada vez más jóvenes que se asumen como afrodescendientes se animan a tomar una cámara y contar sus propias historias, aunque el formato digital es el que impera en los trabajos audiovisuales. Por ello, grabar actualmente una película en 35 mm puede pensarse como una reparación simbólica a esas historias dignas y bien narradas que nunca se grabaron durante décadas, debido a las desigualdades estructurales que viven los pueblos afromexicanos.
Balam Benjamín Toscano es uno de los pocos jóvenes de su comunidad que lograron emigrar a la Ciudad de México para cursar estudios superiores. Pudiera parecer un dato irrelevante, pero para el cine afromexicano no lo es, pues no muchas personas originarias de pueblos afro- descendientes en México consiguen involucrarse y desenvolverse en algún ámbito del circuito cinematográfico. La poca presencia de personas provenientes de estos territorios se debe, en su mayoría, a factores estructurales: principalmente el rezago económico que ha dificultado que las personas concluyan su educación media superior y que se enrolen en el aprendizaje del cine.
Si bien Toscano siempre tuvo cierta sensibilidad para la fotografía, él considera que el momento clave en su trayectoria como realizador audiovisual sucedió en 2016, cuando fue parte de “Ambulante más allá”.4 En entrevista personal, menciona cómo en dicha experiencia aprendió, de manera incipiente, a dirigir y a fotografiar, pero, sobre todo, a “mirar” con mayor sensibilidad aquello que quería contar. El cineasta costachiquense también subraya que la mayoría de sus historias tienen como punto de partida la afrodescendencia y que esta se percibe en las películas en diferentes “capas”, que van desde las más evidentes, como el fenotipo de las personas, hasta otras capas más profundas como las cuestiones socioculturales o políticas.5
Desde mi perspectiva, considero a Amare una obra de etnoficción, pues recordemos que, por un lado, la etnografía se encarga de examinar y registrar cuestiones socioculturales específicas y/o concretas de los pueblos. Ya en el terreno del audiovisual, Paul Henley (2001) señala que el cine etnográfico ha sido una herramienta para la antropología, que, si bien nació de la mano de la misma disciplina, retoma fuerzas a partir de la década de los ochenta cuando los giros interpretativos entran en auge. Es decir, que se refuerza el vínculo entre el paradigma interpretativo y la capacidad del cine etnográfico para mostrar “lo particular” en las culturas (Henley, 2001: 25). Si bien el cine etnográfico está muy vinculado al quehacer antropológico, y en este caso no hablamos de una obra meramente etnográfica, sino cinematográfica, realzo las capacidades de la película de mostrar una realidad con sus particularidades sociales, culturales y territoriales, así como la figura del director Balam Toscano quien, al ser nativo del lugar, “reemplaza” la figura del antropólogo, que necesitaría hacer trabajo de campo para realizar cine etnográfico.
El componente imaginativo de la obra que lo vuelve una etnoficción puede rastrearse desde el cine inaugurado por Jean Rouch y la corriente del cinema-verité. El cine de Rouch logró desafiar los límites del lugar de la cámara entre las comunidades, así como las líneas entre la realidad y la ficción al presentar historias ficticias, pero con personas nativas de los pueblos que reflejaban sus anhelos, deseos y subjetividades en los filmes (Salvetti, 2012).
Amare también dialoga con otras películas cuyos directores se han atrevido a desafiar la simbólica frontera entre el documental (como paradigma de lo “real” en el cine) y la ficción. Aunque me parece que el debate en torno a la inexistente división entre ambos géneros es una discusión ya superada y considero que Amare entra más en la categoría de etnoficción, me gustaría recuperar uno de los casos más sobresalientes en la genealogía del género docuficción6 con la finalidad de ampliar el panorama.
Fue desde el videoarte en que aparecen los primeros intentos por filmar películas que amalgamen la ficción con la realidad cotidiana de las personas. Tal fue el caso de Sarah Minter, pionera del videoarte en México en la década de 1980. En el decenio ochentero se hizo tangible el crecimiento del entonces Distrito Federal y de la pobreza en sus barrios marginales. En este lapso nacieron bandas juveniles en las periferias, muchas de ellas integradas por jóvenes de pueblos originarios y de familias de campesinos empobrecidos. El grupo más estereotipado, por su desfachatez, fueron los punks. En ese contexto, Minter incursionó en la experimentación que amalgama el documental y la ficción, en sus obras Nadie es inocente (1985) y Alma punk (1991). Su intentona fue una narrativa personal enmarcada en el lenguaje audiovisual; esperaba complicidad lúdica con los actores y dar un carácter independiente a su producción (Minter, 2008: 5).
Tal parece que para algunos grupos sociales que han sido más afectados por los estereotipos creados desde el cine hegemónico, resulta más importante la ruptura de la dicotomía realidad-ficción: quebrantar dicho binomio es una estrategia para profundizar en sus propias representaciones de manera más respetuosa y menos cargada de prejuicios. Como un grupo estereotipado de manera negativa, sirvan de ejemplo las juventudes punks de la década de los ochenta.
Maite Garbayo señala que en Nadie es inocente se retrata a la banda los Mierdas Punks de Ciudad Nezahualcóyotl. Allí, Minter conoció a un integrante de la banda y se interesó en la vida de los grupos marginales de la ciudad, lejos de los jóvenes privilegiados y de clase alta. Los jóvenes barriales tenían una estética subalterna. Su mirada refleja lo que significa ser chavo-banda. Minter, a diferencia de la creencia de los medios, patenta una imagen de chavo-banda alejada del consumo de drogas y de cuestiones delictivas. Minter humaniza a los punks, muestra sus vínculos y su porvenir. Los incrusta en el marco de sus condiciones de marginación, aunque no los hace parte de ella, sino una consecuencia. Garbayo sugiere que Minter “pacifíca” a los chavos-banda, puesto que eran objeto de repudio y significaban una amenaza para el gobierno y la prensa (Garbayo, 2016: 83-84).
Si bien el caso de Sarah Minter y Nadie es inocente parece muy alejado de Amare, desde el hecho de que la cineasta Minter tenía una mirada externa a la comunidad que representó en pantalla, la intención de evocarla en esta reseña es situar también una genealogía del género docuficción en el cine y su impacto en la búsqueda de abatir estereotipos y representaciones negativas de ciertos grupos poblacionales.
Situándonos de nuevo en las películas realizadas desde adentro de las comunidades de la Costa Chica, la narrativa de Amare recuerda también al caso del largometraje Nos hicieron noche (2021)7 de Antonio Hernández. Este filme, catalogado oficialmente dentro del género documental, muestra parte de la cotidianidad de la familia afromestiza Salinas Tello. En su narrativa vemos parte de sus costumbres y tradiciones en el pueblo costeño de San Marquitos, fundado en 1974, cuando el ciclón Dolores inundó el pueblo de Charco Redondo y, desplazados por el desastre natural, algunos de sus habitantes fundaron la comunidad de San Marquitos. El género “documental” de Nos hicieron noche parece más un formalismo que algo que defina el estilo de la película. Si bien es cierto que vemos reflejada la vida cotidiana de la familia Salinas Tello, dentro del guion hay escenas de ficción que aportan otros toques: ya sea de frescura o de “realismo mágico”; no por ello se demerita la veracidad de su estilo documental.
Nos hicieron noche nos muestra parte de la cosmovisión de los pueblos afrocosteños, como la creencia en el “tona”, las curaciones de “empacho” y la danza de los Diablos, que conecta esta existencia con otros planos en los días de muertos. Se aleja de estereotipos provenientes del racismo, recurrentes en el cine, para contar, desde su propia mirada, quiénes son los Salinas Tello y, por ende, quiénes son los pueblos afromexicanos de la Costa Chica.
En línea con lo anterior, me parece que Amare se inserta no solo en la creciente producción de cine afromexicano, sino en una narrativa de la etnoficción que encuentra su funcionalidad al representar a los pueblos costachiquenses desde sus realidades, como sus costumbres y tradiciones, así como sus problemáticas, tal es el caso de la constante migración hacia los Estados Unidos de América. Pareciera que la resistencia y el “cimarronaje”8 en el cine se practican también desafiando los formalismos de los géneros cinematográficos impuestos por la industria. En este sentido, Amare posee un doble valor antropológico: por un lado, el mérito etnográfico de la película que nos remite de alguna manera “a un encuentro con la otredad que nos provoque, directa o indirectamente, la inquietud fundamental que da origen a la experiencia etnográfica” (Zirión, 2015: 13); y por otro lado, la curiosidad genuina que despierta en los especialistas en el tema por seguir los pasos de estos jóvenes cineastas afromexicanos, como Balam Toscano, y los recursos expresivos de los que echan mano.
Como antropóloga que trabaja el tema del audiovisual en Costa Chica, considero que la pertinencia de Amare es, cuando menos, sobresaliente. Más allá de la trama y los nudos que sostienen la narrativa, hay varias cuestiones dignas de mención que, a mi entender, dan valor antropológico a la ficción que el director ha mostrado. Dentro de mis trabajos de campo, he atestiguado que los problemas abordados por Balam Toscano son de carácter cotidiano en las comunidades afromexicanas.
El primero de ellos es el concerniente a la educación. En las poblaciones periféricas a Pinotepa Nacional (en lo específico, pero también en toda la Costa Chica, en general) es palpable un abandono gubernamental a la educación. Las infancias suelen estar abandonadas por la Secretaría de Educación Pública. Tal como se muestra en Amare, son personas de las propias comunidades las que se encargan de enseñar a los niños. Tal es el caso de Corralero, lugar en el que se filmó La negrada9 (2018) de Jorge Pérez Solano. En Corralero pude presenciar la iniciativa de una tallerista por apoyar en la educación de los infantes, quienes se encontraban desatendidos por los maestros asignados. Y, en un caso muy similar al presentado en Amare, la tallerista, experta en grabado, incentivaba la creatividad e imaginación de sus alumnos adoptivos a través de las artes (en este caso, la pintura). Balam Toscano nos aproxima a una realidad que suele ser minimizada: los estudiantes no tienen las herramientas adecuadas para desarrollar sus talentos individuales; es la intervención de terceros la que logra paliar el rezago educativo.
La cuestión de las infancias abandonadas por los progenitores (como hacen mención Cielo y Amare en su conversación final) también es uno de los contratiempos sociales vividos en Costa Chica. En múltiples entrevistas realizadas para mis investigaciones, mis interlocutores se preocupaban por el fenómeno del desamparo juvenil. Por temas migratorios se suele dar la desatención infantil: los padres que viajan, muchas veces ilegalmente, a Estados Unidos, dejan atrás a sus hijos, quienes, en el mejor de los casos, quedan al cuidado de sus abuelos. No obstante, muchos crecen desprotegidos y en ocasiones caen en una espiral que Balam Toscano menciona, someramente, en su filme: el narcotráfico y sus derivados.
La inseguridad en Costa Chica no es algo que se pueda obviar. Independientemente de las situaciones que son comunes a todas las regiones del país (conflictos vecinales, accidentes, violencia doméstica, etc.), en las comunidades afrodescendientes se sufre la incidencia del narcotráfico. El crimen organizado se abastece de los infantes abandonados para sus fines lucrativos: ya sea como clientela o como miembros de su organización, reclutados a la fuerza o por necesidad, los cárteles pervierten a los jóvenes de la zona. En entrevista con una activista de José María Morelos, me señalaba el creciente número de adolescentes integrados en las espirales delictivas: desde temprana edad se les induce al consumo de estupefacientes; posteriormente se les obliga a ser parte del narcotráfico, con trabajos peligrosos y mal remunerados.
El problema central, abordado por Balam Toscano, es, sin lugar a duda, la migración. Amare no es solo una viajera en busca de mejores oportunidades que vuelve y rompe con la economía familiar (al ya no poder proveer dinero), sino que se convierte en un agente fundamental del diálogo sobre lo que significa ser una mujer, negra e inmigrante. Esta triada de condiciones tienden a vulnerar a las personas en Costa Chica: las mujeres, en un país socialmente machista, son menospreciadas y delegadas a labores domésticas; los afrodescendientes han sufrido, históricamente, de un racismo que los invisibiliza y desprecia del proyecto nación del Estado mexicano; los migrantes y la población en tránsito también son menospreciados y sus derechos puestos en tela de juicio. Una combinación de estos factores se da en casos en los que afromexicanos son confundidos con migrantes sudamericanos y se les extranjeriza mediante la premisa racista de que en México no existen afrodescendientes.
Menesteres menores, pero que son igualmente importantes, son los concernientes a la cosmovisión de los pueblos de matriz africana. El hablar con el árbol de Ceiba es una tradición ancestral, incluso entre los mayas, que permite conectar a los vivos con sus familiares fenecidos. Los ritos funerarios del padre de Cielo y Amare están bien representados. Esta valoración la hago debido a que una de mis incursiones de campo se efectuó el Día de Muertos. Apoyada en la etnografía participativa, encuentro que la producción de Balam Toscano contiene vastos elementos reales de la cotidianidad de las comunidades afromexicanas. Este es el punto más fuerte de Amare: pese a ser una ficción, su exposición fílmica está bien documentada y da cuenta de realidades concretas en la Costa Chica, como lo son todos los problemas hasta ahora enunciados.
Finalmente, no quisiera dejar de lado los aspectos técnicos de Amare. Visualmente, la fotografía es hermosa y bien lograda. La cúspide de la misma es el plano final, cuando las hermanas Cielo y Amare platican a orillas de un pequeño lago. Lo verde de la naturaleza que las rodea contrasta con lo árido que son los paisajes en la Costa Chica en cierta época del año. Quizá Balam Toscano nos regaló este plano con la intención de demostrar que la interlocución de las hermanas fue sumamente natural: ambas dieron opiniones y se hablaron con la verdad que cada una poseía. La recriminación de Cielo a Amare por su distanciamiento, por un lado; y el deseo de Amare de convencer a Cielo de migrar con ella, por el otro. La narrativa, aunque corta, es concisa y permite que los espectadores podamos reflexionar sobre lo que nos es expuesto en pantalla.
En bref, Amare es un producto importante para la cinematografía mexicana por dos cuestiones cruciales: da cuenta de una realidad concreta en pueblos olvidados por la mayoría de los habitantes (en este caso, las comunidades afromexicanas de la Costa Chica); y es una continuación del trabajo de etnoficción, con tintes antropológicos, por lo que sugiero categorizar la realización de Balam Toscano como una etnoficción. Esta propuesta obedece a que toma en cuenta la cotidianidad de las comunidades que es relatada por uno de sus miembros. Sin duda, el género de etnoficción es capaz de acercar a los espectadores a realidades ajenas a ellos, con una potente sensibilidad y profundidad que valdría la pena repensar si es equiparable a otros géneros cinematográficos, así como sus alcances y limitaciones.
Garbayo Maeztu, Maite (2016). “Intersubjetividad y transferencia: apuntes para la construcción de un caso de estudio”, Nierika. Revista de Estudios de Arte, año 5, núm. 9.
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Minter, Sarah (2008). “A vuelo de pájaro, el video en México: sus inicios y su contexto”, en Laura Baigorri (ed.). Video en Latinoamérica. Una historia crítica. Madrid: Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
Miranda Robles, Franklin (2011). “Cimarronaje cultural e identidad afrolatinoamericana. Reflexiones acerca de un proceso de autoidentificación heterogéneo”, Revista de la Casa de las Américas, núm. 264, pp. 39-56.
Salvetti, Vivina Perla (2017). “Identidad nativa en los filmes de Jean Rouch: ¿etno-ficción o etnon fiction?”. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras. Disponible en: https://www.academia.edu/32888324/Identidad_Nativa_en_los_filmes_de_Jean_Rouch_Etno_Ficci%C3%B3n_o_Etnon_fiction
Walker, Sheila S. (comp.) (2013). Conocimiento desde adentro. Los afrosudamericanos hablan de sus pueblos y sus historias. Fundación Pedro Andavérez Peralta/Afrodiáspora/Fundación Interamericana/Organización Católica Canadiense para el Desarrollo y la Paz.
Zirión, Antonio (2015). “Miradas cómplices: cine etnográfico, estrategias colaborativas y antropología visual aplicada”, Revista Iztapalapa. México: Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, vol. 36, núm. 78, pp. 45-56.
Guzmán, Ximena y Balam Toscano (2024). Mutsk Wuäjxtë’ (Pequeños zorros). Cimarrón Audiovisual.
Hernández, Antonio (2021). Nos hicieron noche. Tangram Films, Ambulante, Detona.
Minter, Sarah (1985). Nadie es inocente. Independiente.
— (1991). Alma punk. Independiente.
Pérez Solano, Jorge (2018) La negrada. Tirisia Cine.
Toscano, Balam (2021). Romina e Iván. Cimarrón Audiovisual.
— (actualmente en etapa de posproducción). Soy Yuyé. Cimarrón Audiovisual.
Título: Amare
Año: 2024
País: México
Género: ficción; drama
Duración: 23 minutos
Formato: dcp, Color
Dirección: Balam Toscano
Dirección de Producción: Magnolia Orozco Osegueda, Carla Ascencio Barahona
Fotografía: Constanza Moctezuma
Guion: Balam Toscano
Edición: Balam Toscano
Sonido: Emanuel Gerardo Guerrero, Francisco Gómez Guevara
Diseño Sonoro: Francisco Gómez Guevara
Música original: Francisco Gómez Guevara, Constanza Moctezuma, Balam N. Toscano
Dirección de Arte: Ariana Pérez Martínez
Compañía productora: Centro de Capacitación Cinematográfica, A.C.
Reparto: Nancy Bailón, Patricia Loranca, Nidia Ramos Hernandez, Heriberto Ángel Hernández, Isabel Dominga Hernández Ramos
Formato de Captura: 35 mm
Colorista: Constanza Moctezuma
Fecha de rodaje: febrero de 2023
Velocidad de proyección: 24 fps
Tema: Migración, identidad
Locaciones: El Tamal, Oaxaca
Ana Isabel León Fernández es antropóloga histórica por la Universidad Veracruzana; maestra en Ciencias Antropológicas por la uam-Iztapalapa. Entre sus temas de investigación se encuentran los públicos de cine; las representaciones cinematográficas e identidades en México y los pueblos afromexicanos. También es gestora cultural en el área de exhibición de cine con el Colectivo Cinema Colecta (Veracruz) desde 2014; colabora en el área de programación del Festival Artístico Audiovisual Afrodescendencias. Actualmente realiza sus estudios de doctorado en el Posgrado en Ciencias Antropológicas de la uam-Iztapalapa.