San Juan Huetziatl: La religiosidad popular y el culto a los santos en una mayordomía comunal de San Miguel Canoa, Puebla

    Recepción: 23 de junio de 2020

    Aceptación: 2 de octubre de 2020

    Resumen

    El siguiente trabajo es un ensayo fotográfico que tiene por objetivo reflexionar sobre el valor del registro fotográfico para analizar etnográficamente las expresiones de la religiosidad popular en San Miguel Canoa, Puebla, donde, a partir del análisis de la ritualidad festiva de San Juan Bosco, se busca contribuir a la reflexión de la construcción etnográfica y el uso de la fotografía en la investigación antropológica.

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    san juan huetziatl: popular religiosity and the cult to saints in a communal y stewardship in san miguel canoa, puebla

    The following work is a photographic essay with the aim of reflecting on the value of photographic registration to ethnographically analyze the expressions of popular religiousity in San Miguel Canoa, Puebla, in which, from the analysis of the festive rituals of San Juan Bosco, we attempt to contribute to the ethnographic construction and the use of photography in anthropologic research.

    Keywords: popular religiousity, stewardship, ritual spaces, religious images, incorporation, appropriation.


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    Introducción

    La serie fotográfica que acompaña este ensayo es resultado de una investigación etnográfica que tiene como fin documentar las celebraciones en torno a los santos en San Miguel Canoa, Puebla.1 En este sentido, la fotografía se considera una herramienta que, además de registrar las prácticas religiosas, permite observar y comprender el fenómeno desde la perspectiva de las pautas rituales establecidas, como lo señalan Hermansen y Fernández (2018). Para fines de este trabajo, el registro fotográfico se entenderá, de acuerdo con lo planteado por Orobitg (2014: 5), como una forma de comunicación que permite establecer una interlocución con las personas y producir relatos distintos de los que se establecen a partir de las interacciones verbales.

    En este caso, la fiesta de San Juan Bosco, o San Juan Huetziatl como también se le conoce, es la expresión de un proceso de incorporación y apropiación de acuerdo con lo planteado por Bartolomé (2005). Esta celebración se divide en dos momentos y espacios rituales distintos: a) el 31 de enero se celebra en la parroquia y en la casa del mayordomo2, dentro del pueblo de Canoa. b) Para la primera semana de febrero,3 la fiesta se traslada al paraje denominado Huetziatl, ubicado en la montaña de La Malinche, donde se encuentra la capilla dedicada a San Juan Bosco, junto a una pila de agua que abastece a los pueblos de Canoa y San Isidro Buensuceso.

    Las fotografías que sirven de base para la reflexión se tomaron entre 2016 y 2020. Se procuró encuadrarlas en plano general para realizar una secuencia narrativa y descriptiva con el fin de que las imágenes pudieran ser utilizadas en el análisis antropológico de la fiesta.

    La fotografía como elemento etnográfico en la antropología

    La fotografía ha sido un elemento de producción etnográfica desde la época de Bronislaw Malinowski, quien entre 1915 y 1918 la incluyó en sus obras etnográficas con fines ilustrativos (Brandes, 1996: 56). No obstante, la técnica fotográfica se mantuvo en un papel secundario en la antropología y sólo fue concebida como una forma de registro hasta que en 1936 Margared Mead y Gregory Bateson la utilizaron explícitamente como técnica y método para recopilar información etnográfica durante su trabajo de campo entre los balineses (Brandes, 1996: 56).

    Posteriormente, en 1931 Marcel Griaule realizó un extenso y sistemático registro fotográfico en la Misión Dakar-Djibouti, pues estaba convencido de que la fotografía era un elemento esencial en el proceso de observación y consideraba necesaria la presencia del fotógrafo-etnógrafo en cada parte de la investigación. Asimismo, estimaba que era primordial realizar el revelado de las fotografías in situ para revisar, observar y registrar los resultados (Flores, 2017: 176). No fue hasta 1960 que el término antropología visual comenzó a utilizarse en el ámbito académico, y en 1967 se publicó por primera vez Visual Anthropology: Photography as a Research Method, de John y Malcom Collier, que rápidamente se convirtió en un clásico en su campo (Flores, 2007: 66).

    Hoy en día, los límites y alcances del campo de la antropología visual son motivo de debates dentro de la antropología en general. Cabe aclarar que no se discute que las imágenes obtenidas aporten información importante sobre otros grupos humanos, sino que se subraya la necesidad de contar con elementos narrativos y descriptivos veraces para construir el dato etnográfico (Flores, 2007: 70). Por ello, se aboga por crear una relación de diálogo entre el antropólogo y los sujetos sociales para buscar un enfoque más holístico, inmerso en un ejercicio colaborativo (Flores, 2007: 70), donde más que pensar en cómo involucrar a los sujetos debemos repensar cómo los antropólogos nos estamos implicando en el proceso social investigado.

    San Miguel Canoa y San Juan Huetziatl: el contexto fotográfico

    La comunidad de San Miguel Canoa es una junta auxiliar del municipio de Puebla, ubicada a 10 km de la capital del estado, a una altura de 2 680 m. sobre el nivel del mar, en las faldas del volcán La Malinche. Su población, en su mayoría nahua,4 depende principalmente de actividades económicas realizadas fuera de la comunidad, donde se emplean como obreros, albañiles, trabajadoras domésticas o guardias en las ciudades de Puebla y Tlaxcala. No obstante, el comercio dentro del pueblo y la agricultura de temporal que produce maíz, haba y frijol también generan ingresos complementarios para sus habitantes.

    En su cotidianeidad, es posible observar una combinación entre las dinámicas de la vida campesina y urbana, lo cual es resultado del proceso de conurbación al que también están sujetas las comunidades nahuas de San Pablo del Monte, San Isidro Buensuceso y San Aparicio, con las que comparte rasgos culturales que incluyen actividades económicas compartidas, endogamia regional5 e interrelación religiosa en las fiestas patronales.

    El paraje llamado Huetziatl se encuentra localizado a 3 638 m. sobre el nivel del mar (Acocal, 2009: 60), en una planicie adyacente a la gran barranca del volcán La Malinche. Su nombre significa “agua que cae”, pues en el lugar existen tres caídas de agua, de donde se canaliza a través de una estructura hidráulica que abastece a Canoa y a San Isidro Buensuceso. Al lado de esta construcción, empotrada en la pared de la barranca, se edificó la capilla de San Juan Bosco, donde se lleva a cabo la festividad en la primera semana de febrero.

    Cabe considerar que las evidencias históricas señalan la realización de cultos en espacios sagrados del volcán La Malinche (al menos desde el periodo posclásico) en honor a una deidad vinculada con el agua y la lluvia conocida como Matlalcuéyetl o Malinche (Acocal, 2009: 53-56).6 Asimismo, cerca del paraje y junto a una de las caídas de agua se encuentra una cueva húmeda con paredes de barro donde se depositan ofrendas a la Malintzin7 con el fin de propiciar la lluvia y la fertilidad de los cultivos.

    En este contexto, se estima que la imagen de San Juan Bosco fue implantada en el lugar en la década de 1960, cuando se inició la construcción de una cisterna y se colocaron los tubos para abastecer de agua a la comunidad de Canoa.8 Una vez que la obra estuvo terminada, se decidió hacer la capilla y dedicarla a San Juan Bosco (patrón de los jóvenes, celebrado el 31 de enero). La festividad en el paraje congrega a los habitantes de Canoa, San Isidro Buensuceso, San Aparicio y San Pablo del Monte, pues, como Acocal (2009) sugiere, se lleva un orden: primero se bendicen las semillas el 2 de febrero, día de la Candelaria, para después pedir la llegada del agua en Huetziatl.

    De este modo, se puede señalar que en el lugar se estableció un proceso de incorporación y adaptación como el que sugiere Bartolomé (2005: 50-51), donde mediante la inclusión de entidades ajenas dentro del sistema propio, se reproducen el sentido legitimador de la experiencia para reforzar el orden cósmico de la sociedad en lugar de desplazarlo o abolirlo. Así, se implantó una ritualidad oficial presidida por la imagen católica para continuar con el sentido de petición y agradecimiento por el agua. No obstante, el culto a la divinidad Malintzin perdura, pues es posible observar ofrendas en su cueva para los mismos fines.

    La fotografía como medio para analizar las expresiones de la religiosidad popular

    La religiosidad popular debe entenderse como una reformulación de la religión y no como una visión demeritada. Su influencia puede visualizarse en los rituales religiosos que cumplen la función de integración, solidaridad y cohesión social (Fernández, 2009: 93). En este sentido, Renée de la Torre (2013) propone entender este concepto no en el ámbito de la religión oficial ni en las propuestas de las nuevas formas individualizadas de la espiritualidad, sino como un umbral o espacio entre-medio (in-between), donde el sentido práctico de la religión se reinterpreta mediante negociaciones creativas. La religiosidad popular, como señala la autora, se produce entre los sincretismos coloniales e hibridismos poscoloniales, por lo que también se considera una religión sincrética que se rige por el saber práctico y la eficacia simbólica. Asimismo, genera una mixtura entre varios sistemas religiosos como las cosmovisiones indígenas, el catolicismo articulador de la devoción a los santos y advocaciones de la Virgen, el milagro, el ritualismo, entre otros (De la Torre, 2013: 6-8).

    En este sentido, el culto a los santos en México debe entenderse como una expresión de la religiosidad popular, producto del proceso de la evangelización comenzado en el siglo xvi, donde podemos distinguir la apropiación de los santos canónicos, a quienes en algunos casos se les trata igual que a los santos seculares y se les considera milagrosos, lo cual refrenda la desinstitucionalización del culto popular (De la Torre, 2013: 17). En el caso de Canoa, estas expresiones conllevan prácticas rituales comunitarias que se anclan en un territorio significado desde una perspectiva comunal o colectiva articuladas en las creencias en torno a estas divinidades, con cierta autonomía frente a las instituciones eclesiásticas.

    Se plantea entonces que la fotografía puede dar cuenta de las expresiones de la religiosidad popular, pues gracias a este instrumento podemos captar la interacción entre los agentes y símbolos sagrados en espacios concretos donde se realiza la ritualidad, además de registrar la organización social que la práctica religiosa suscita, tanto en el paraje como en la comunidad, para hacer un análisis de los detalles que por el movimiento de los sujetos podrían pasar inadvertidos en el momento.

    Dibujo 1: Mayordomía de San Juan Huetziatl. Elaboración: Ana Isabel Castillo Espinosa.

    La mayordomía de San Juan Huetziatl está integrada por una amplia red de personas que abarca los poblados de Canoa, San Isidro Buensuceso, San Aparicio y San Pablo del Monte, a quienes se les solicita una cuota fija para realizar la fiesta del santo. A su vez, los exmayordomos y los mayordomos postulantes apoyan al que se encuentre en turno con la contratación de mariachis o sonidos para amenizar la festividad. Al término de la misa en el paraje, los mayordomos entrantes y los mayordomos salientes invitan a los asistentes a integrarse a la mayordomía, con el fin de obtener el financiamiento para la fiesta del siguiente año.

    El uso de la cámara en la ritualidad festiva

    En este tenor, la utilización del equipo fotográfico durante las jornadas de trabajo de campo me ha permitido mayor acercamiento a la ritualidad de Canoa, pues gracias a ello he podido asistir a las celebraciones del ciclo festivo y vital de sus habitantes. Algunas personas se han acercado y pedido que los fotografíe en situaciones específicas como el baile, la procesión y junto a su familia o imágenes religiosas. Esta situación me hace evaluar y valorar el acercamiento que estoy logrando mediante el uso de este instrumento,9 lo cual se complementa cuando entrego las fotos impresas, ya que puedo platicar con las personas para conocer sus testimonios y acrecentar mi comprensión de la ritualidad que investigo.

    Fundamentalmente, mi concentración está dirigida a capturar situaciones rituales que me permitan entender elementos abstractos como la organización social, los grupos sociales y los procesos culturales de las prácticas que observo. Me motiva buscar un momento de articulación con las personas y la acción ritual, el cual considero se da cuando se olvidan de mi presencia con la cámara y centran su atención en las actividades que realizan.

    Además, considero que las fotografías deben ser consensuadas. Esto me quedó claro gracias a una experiencia complicada que tuve en una fiesta de mayordomía en 2011. En esa ocasión, “se me hizo fácil” fotografiar a unos señores mientras bailaban, pero se dieron cuenta. Una señora me increpó y reclamó: “¿Por qué me tomas fotos?” Ante esto, tuve que pedir disculpas, borrar la imagen y retirarme de la fiesta para no acrecentar su disgusto. Este hecho me produjo cierta inseguridad para posteriores registros fotográficos, pero pude superarlo e incorporarme a la escena ritual con este instrumento.

    Construir la fotografía etnográfica en la festividad de San Juan Huetziatl

    La primera vez que acudí a la festividad de Huetziatl en 2012 tenía la intención de documentar toda la fiesta. En momentos como la procesión y el cambio de mayordomías no hubo problemas, pero cuando me acercaba a las personas para solicitarles una foto individual o acompañados de sus familias mientras convivían, la respuesta era un rotundo no. Hasta que gradualmente los asistentes se acostumbraron a verme cada año tomando fotografías y también entregando las imágenes de las festividades anteriores, lo que incentivó su confianza para que me permitieran fotografiarlos.

    Para la fiesta de 2020, el acercamiento con los mayordomos de Huetziatl se generó sin proponérmelo en noviembre de 2019, cuando me encontraba documentando otra celebración en la iglesia del pueblo. En ese momento, una señora se me acercó y me dijo: “Usted siempre va a Huetziatl. La invito este año. Yo soy la mayordoma”. Agradecí y acepté la invitación. Cuando llegó la fecha, acudí primero a la fiesta en el pueblo y luego al paraje.

    De estos dos momentos obtuve imágenes precisas sobre la organización de la mayordomía. Reconozco que la invitación de la mayordoma fue fundamental para lograr esta documentación, pues fue quien me guió en algunos momentos significativos donde podía tomar fotografías, como la llegada de los postulantes al cargo, cuando me indicó: “Si va usted a tomar fotos, ya vino la mayordoma y la vamos a recibir. Acompáñenos” (ver ilustración 8).

    Por esta razón, me parece importante señalar que el uso de esta herramienta no se limita únicamente a la captura de la imagen, puesto que su mayor riqueza es la de ser un instrumento de comunicación con los interlocutores, una foto-elicitación en palabras de Orobitg (2014), donde a partir de la situación etnográfica captada en la fotografía se genera una interacción más fuerte con los interlocutores que puede enriquecer la percepción de la realidad que tiene el antropólogo.

    Las fotografías nos muestran el papel que desempeñan los santos en la comunidad, pero también el lugar que ocupan para los interlocutores y los vínculos que establecen entre sí. Por ejemplo, en la petición y cambio de mayordomía se establece una relación jerárquica y de subordinación ante la divinidad, pues es la única que puede validar estas prácticas (ver ilustración 9). También nos permite observar un sentimiento de agradecimiento y súplica frente al santo, expresados al “llegar con bien” al paraje y al solicitar su protección para retornar al pueblo (ver ilustración 14). Por esta razón, el culto a San Juan Bosco permite la objetivación de los roles sociales dentro de la mayordomía y se refrenda que los santos son más que una imagen, pues tienen influencia en la organización social de Canoa y los pueblos de la región.

    Además, las fotografías dan cuenta del esfuerzo que hace la Iglesia por institucionalizar este tipo de experiencias religiosas a través del santo y la misa en el paraje, donde la gente se concentra alrededor de la capilla para participar en la liturgia, aunque algunos asistentes no comulgan, por lo que no participan completamente en el ritual institucional10 (ver ilustración 17).

    Ilustración 8: La llegada de los mayordomos entrantes. San Miguel Canoa, Puebla, 31 de enero de 2020.

    Los mayordomos salientes reciben en su domicilio a los próximos titulares del cargo, cuando éstos acuden a la petición formal del santo durante la fiesta del 31 de enero.

    Ilustración 9: La petición del santo. San Miguel Canoa, Puebla, 31 de enero de 2020.

    La colocación y encendido de la cera para el santo marca la petición formal del cargo de mayordomo ante la divinidad. San Miguel Canoa, Puebla, 31 de enero de 2020.

    Ilustración 14: La llegada a Huetziatl. Paraje de Huetziatl, Tlaxcala, 3 de febrero de 2020.

    Los pobladores tienen un nexo muy sólido con los santos y obligación de venerarlos. Por esta razón, a su arribo al paraje de Huetziatl acuden al altar, donde se persignan ante la imagen para agradecerle por permitirles llegar con bien. A su partida, lo hacen nuevamente para solicitar su protección en el trayecto de regreso al pueblo.

    Ilustración 17: El principio de la misa. Paraje de Huetziatl, Tlaxcala, 7 de febrero de 2017.

    Durante la homilía se expresa que la intención de la misa es agradecer a Dios por el agua que abastece al pueblo, los recursos naturales que provee la montaña y la manutención que brinda la tierra. Además, se solicita que la lluvia sea favorable para las cosechas. Las menciones de San Juan Bosco por el sacerdote se relacionan específicamente con su papel como santo de la juventud.

    La fotografía logra capturar la gran distancia que existe entre la institución católica y esta práctica comunal (ver ilustración 20); por ejemplo, puede verse al sacerdote presidiendo la misa, la procesión y el cambio de mayordomías, pero al término de la celebración religiosa retorna al pueblo (ver ilustración 22). No obstante, las personas aprovechan la ocasión para convivir y realizar prácticas lúdicas, como bailes y recorridos a las cuevas y caídas de agua, donde también se toman fotos con el celular (ver ilustración 26).

    Ilustración 20: El sacerdote durante la procesión de San Juan Huetziatl. Paraje de Huetziatl, Tlaxcala, 3 de febrero de 2020.

    La participación del sacerdote en el ritual es fundamental. En caso de que el párroco o vicario de Canoa no pueda asistir, se recurre a los sacerdotes de San Aparicio o San Pablo del Monte para que acudan al paraje a oficiar la misa. Esto da cuenta del carácter de la celebración y el papel de la Iglesia como institución en las comunidades indígenas.

    Ilustración 22: El cambio de mayordomías. Paraje de Huetziatl, Tlaxcala, 3 de febrero de 2020.

    La entrega de las imágenes de san Juan Bosco legitima la titularidad del cargo y destaca el papel del santo como objetivador de los roles sociales dentro de la organización. Además, nos permite observar el papel simbólico que se otorga a estas entidades dentro del colectivo.

    Ilustración 26: El baile de la mayordomía de San Juan Huetziatl. Paraje de Huetziatl, Tlaxcala, 3 de febrero de 2020.

    El protocolo ritual establecido finaliza con un baile que fortalece la cohesión grupal de la organización, pues sólo participan los implicados en la realización de la fiesta como agradecimiento por el apoyo brindado para su concreción.

    Por ello, la fotografía al ser utilizada como una herramienta para documentar las expresiones de la religiosidad popular nos permite analizar la descentralización de las prácticas devocionales institucionales y entender el papel activo de los sujetos sociales que se convierten en agentes que viven de manera diferente de los dogmas instituidos por la religión oficial (De la Torre, 2013: 19). De esta manera, la fotografía en relación con las imágenes que encuadra y la relación con los temas que suscita supone otra vía, distinta de la interacción verbal, que orienta la comprensión y el análisis de la realidad que se está investigando y sitúa al antropólogo en un papel proactivo dentro de la situación etnográfica (Orobitg, 2014: 12).

    Reflexiones finales

    En este ensayo se ha mostrado la relación establecida entre los habitantes de Canoa y la figura de san Juan Bosco, la cual se inscribe como una expresión de la religiosidad popular que se materializa en la festividad de San Juan Huetziatl. Se considera que esta manifestación es resultado de un proceso colonial y poscolonial, que se presenta como una mixtura entre las cosmovisiones indígenas y el catolicismo institucional.

    Al fotografiar la ritualidad de San Juan Huetziatl quise dar cuenta del proceso de incorporación y apropiación de las imágenes religiosas para contextualizar las relaciones simbólicas que se generan a través del ritual y que implican tanto a los pobladores de Canoa como a los de San Isidro Buensuceso, San Aparicio y San Pablo del Monte. En este sentido, el vínculo con los santos debe comprenderse como una correlación jerárquica, lo cual sale a relucir en las fotografías, sobre todo en lo que concierne a los momentos rituales de la mayordomía como la petición del cargo y el cambio de mayordomos, donde se corrobora que la imagen de san Juan Bosco no es un objeto inanimado, sino un objetivador de los papeles sociales dentro de esta organización social.

    Finalmente, la fotografía permite captar fragmentos tanto de la expresión ritual como de la organización social implícita. Por ello, se apuesta por su utilización como instrumento de comunicación con los interlocutores y una opción para acercarse al entendimiento de relaciones sociales concretas. Considero que no debemos limitar nuestro acercamiento, pero es importante no generar una documentación invasiva. Por eso, debemos establecer el diálogo con los sujetos en primera instancia y asumir nuestra obligación de capturar los hechos desde una perspectiva que refleje el vínculo entre los actores que se encuentran en el contexto de investigación.

    Bibliografía

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    Ana Isabel Castillo Espinosa es licenciada en antropología social por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla; actualmente cursa la maestría en la misma institución, donde desarrolla una investigación sobre la devoción de los santos y el culto a las ánimas benditas en San Miguel Canoa, Puebla. Sus líneas de investigación son la antropología de la religión, ritualidades funerarias y cosmovisiones indígenas. Ha colaborado en los proyectos “San Miguel Canoa: pueblo urbano. Diagnóstico sociocultural” (casbuap) y “M68: ciudadanías en movimiento” (unam/ccu-Tlatelolco).

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