La casa de los sueños, patrimonio y mausoleos

Recepción: 31 de agosto de 2023

Aceptación: 15 de enero de 2024

Arquitectura de remesas. La transformación de un pueblo mexican

Inés Vachez Palomar, 2023 Arquitónica-Analog Typologies, Guadalajara, 110 pp.

Arquitectura de remesas. La transformación de un pueblo mexicano es el resultado de un trabajo de investigación y reflexión reciente de Inés Vachez Palomar en torno a un tema que ha sido mencionado en diversos estudios a lo largo del tiempo: la importancia de la casa en el destino de las remesas de los migrantes rurales. En la década de los ochenta, Douglas Massey et al. (1991) constataron, por primera vez en el estudio de la migración mexicana a Estados Unidos, que el destino inicial de las remesas era justamente la construcción de la casa propia en las comunidades de origen. En los años siguientes varias etnografías de comunidades rurales de diversas regiones de México documentaron que la construcción de la casa se había convertido en un objetivo prioritario de los migrantes a Estados Unidos.

Las constataciones etnográficas aludieron sobre todo a los reacomodos en los arreglos domésticos que empezaban a suscitar la remesa-casa que llegaba a los hogares en mayor cuantía y regularidad que las que, en épocas anteriores, se habían destinado a financiamientos tradicionales de las sociedades agrarias: agricultura, compra de tierras, animales, cargos y fiestas patronales, bodas (Arias, 2009). La construcción de casas empezó a documentarse también como un rubro principal de inversión de las remesas de bolivianos, peruanos, ecuatorianos que habían migrado a Europa, en especial, a España. En general, los cambios en las relaciones domésticas y familiares de la remesa-casa llamaban la atención más que las casas mismas.

La novedad de la investigación de Inés consiste en haber escogido la migración a Estados Unidos como los ejes centrales y explícitos de su trabajo, pero desde el ángulo de su vinculación con la transformación de la arquitectura rural; dicho de otro modo, el estudio de las casas que han edificado los “norteños”, ámbito de investigación hasta ahora prácticamente inexplorado, más allá de alusiones descriptivas. Inés lo ha hecho desde su mirador particular como investigadora urbana y una circunstancia personal: la de quien pasó veranos de su infancia en la hacienda de Santa Cruz del Cortijo, propiedad agraria de la cual se desprendió el pueblo de Vista Hermosa y al que ella regresó, en 2022, para hacer la investigación que ha culminado en este libro.

El texto está entretejido con datos históricos y teorías sociales, pero sobre todo de observación, conversaciones y entrevistas. La mayor información procede de nueve personas cuyas trayectorias individuales y familiares han sido modeladas por la migración a Estados Unidos. El texto dialoga con numerosas fotografías, antiguas y actuales, esquemas, planos y dibujos.

Vachez da cuenta de los factores que se acumularon para hacer que la migración a Estados Unidos se convirtiera en la principal alternativa para lograr el “sueño de la casa propia” para los vecinos de Vista Hermosa. Como bien documenta, esa pequeña población del municipio de Tamazula, ubicado en el sur de Jalisco, resistió los embates de la Revolución mexicana, la guerra cristera y el reparto de tierras que en esa región siguió un camino particular: los hacendados repartieron la propiedad entre sus trabajadores como una manera de mantener la actividad del ingenio azucarero que siguió siendo de ellos. Pero también, desde 1940, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (inegi, 2023), Vista Hermosa aparece categorizado como ejido, es decir, que allí hubo reparto agrario.

Hay que recordar que uno de los principales logros de la Revolución de 1910 fue justamente la dotación de tierras cultivables para que la gente del campo pudiera vivir del quehacer agrícola en sus parcelas. México era una sociedad predominantemente rural y agropecuaria y el Estado posrevolucionario diseñó diversos mecanismos para garantizar el acceso de la población, básicamente a los hombres, a la tierra y los cultivos.

En la década de 1960, en Vista Hermosa, como en tantas comunidades rurales de México, aparecieron las primeras señales de que el reparto de tierras, así como las viejas actividades agroindustriales, como los ingenios tradicionales, habían dejado de garantizar la sobrevivencia de las nuevas generaciones de campesinos. En esta población, todo empeoró desde la venta de la empresa azucarera al ingenio de Tamazula, lo que dejó a los vecinos de la comunidad sin mercado para la caña de azúcar y sin trabajo. Y ahí, como sucedió en tantos pueblos de México, en especial en Jalisco, se desencadenó la migración laboral, predominantemente masculina, a Estados Unidos.

Un ámbito que permaneció fuera de los escenarios de la intervención gubernamental posrevolucionaria fue la vivienda. De eso se habían encargado, antes, la hacienda que proporcionaba pequeñas casas a sus trabajadores y, en los ranchos, a los medieros que cuidaban el ganado. Hasta hace pocos años, en la sierra del Tigre, cercana a la zona de estudio de Inés, se conservaban excelentes ejemplos de esa arquitectura vernácula. En las sociedades indígenas, el sistema de reproducción mesoamericano, basado en principios patrilineales, garantizaba el acceso de los jóvenes a los solares familiares donde podían construir casas.

En general, puede decirse que las tradiciones constructivas más arraigadas en México son la autoconstrucción, la construcción por etapas y la colaboración de las familias. Los migrantes en Estados Unidos, pero también los migrantes internos, es decir, los que se fueron a vivir a distintas ciudades de México, han sido los mayores creadores de tipologías arquitectónicas particulares en los espacios a los tuvieron que desplazarse y a los que colmaron de actividades, estéticas, sueños y sentidos que hasta hoy podemos encontrar; ejemplo de ello fue el sector Libertad en Guadalajara o en el inmenso mundo urbano que surgió detrás del Mercado La Merced en la Ciudad de México.

La investigación de Inés en Vista Hermosa le ha permitido proponer cuatro tipologías de vida que evidencian cómo la migración ha contribuido efectivamente a resolver la necesidad residencial de los vecinos. La combinación más afortunada, es decir, la que permite construir y regresar a vivir a la casa de los sueños es la del migrante internacional legal que, gracias a esa condición, logra obtener mayores ingresos, puede construir su casa en menos tiempo y regresar en mejores condiciones económicas.

La construcción de las casas, señala Inés, es un objetivo en proceso en tanto depende de múltiples vicisitudes que lo modifican a través de la travesía migratoria: los ingresos variables que pueden destinarse a la casa; los cambios en la composición de los grupos domésticos; la incorporación de sucesivos elementos recolectados de experiencias, viajes, modas, gustos, imitaciones que los migrantes o también los albañiles agregan, con gran libertad, a las construcciones. Las casas ya construidas son la prueba, pero también el incentivo para reiterar que la migración es la principal, quizá la única manera de lograr ese objetivo, a pesar de los sacrificios que impone a los grupos domésticos, las familias y la comunidad.

Las entrevistas realizadas por la autora muestran un hecho irrefutable que constituye un cambio de 360 grados en la experiencia migratoria y la relación con las casas. Hasta la década de los noventa, después de la construcción de la casa, los migrantes invertían sus remesas en recursos que les garantizaran una inserción laboral y una fuente de ingresos: tierras, terrenos, ranchos, animales, maquinaria, locales, que transformaban su posición social en las comunidades y modificaban el destino de sus descendientes (Massey et al., 1991). Las inversiones productivas de los migrantes diversificaban y ampliaban la oferta de actividades, trabajos e ingresos de la gente en las comunidades.

Sin embargo, todo eso cambió en los años noventa con la Ley de Reforma y Control de Inmigración (irca, por sus siglas en inglés), que supuso tanto la legalización de la migración indocumentada como la persistencia de la migración indocumentada en Estados Unidos. Desde entonces, los migrantes legales empezaron a quedarse a vivir y trabajar en el otro lado y los indocumentados presentaron cada vez más problemas para ir y regresar, con regularidad y seguridad, como había sido durante las décadas anteriores. Ese cambio modificó para siempre el sentido de las casas construidas con remesas.

En la actualidad, como bien muestra Inés, las casas de remesas pertenecen a maridos e hijos que están en Estados Unidos, que llevan años, si no es que décadas sin regresar y las construcciones llevan más de diez y hasta 30 años en proceso. El mundo laboral de los vecinos está fuera y lejos de la comunidad. Serán habitadas, en el mejor de los casos, cuando concluya la vida laboral de sus propietarios y puedan regresar a Vista Hermosa como jubilados.

Vista Hermosa no es una población única en ese sentido. Los recursos y actividades de muchas comunidades rurales como Vista Hermosa hacen muy difícil, si no es que imposible, la sobrevivencia de los hogares en el campo. De acuerdo con el inegi (2023), la localidad nunca ha tenido más de cuatro mil habitantes –desde 1970 oscila entre 3 500 y 3 900 vecinos– y su tasa de crecimiento ha sido negativa o muy baja. Esta situación ha hecho que cambie el sentido de ese enorme esfuerzo del trabajo migrante: las casas serán de retiro o, como le dijeron sus entrevistados a Vachez, formarán parte de un patrimonio para sus descendientes. El cambio semántico no es menor. El objetivo de la casa de los sueños se ha convertido en una finalidad más difusa: el patrimonio. A lo anterior hay que sumar la violencia, cada vez más presente en comunidades rurales como la analizada en este libro, que se ha convertido en un motivo adicional para la salida y el vaciamiento de las comunidades rurales.

Para Inés, las casas de migrantes corresponden a una arquitectura “libre” en cuanto a “morfología, cromática, elementos constructivos, tamaño”, en la que se advierten elementos comunes y combinaciones únicas. Esa arquitectura “libre” ha dado lugar a patrones con ingredientes de distintos orígenes y símbolos de diversas tradiciones, pero que se repiten en las casas de migrantes de todos los tiempos, en todos los lugares: la casa, grande, ecléctica, profusamente decorada, sobre todo en el exterior, con elementos novedosos que rompen con las tipologías, el lenguaje y los sentidos de la arquitectura vernácula de las comunidades.

En los interiores de las casas, Inés ha constatado la persistencia de componentes y productos que recuerdan la funcionalidad y el apego a los objetos de antaño: las bancas callejeras, los altares a la virgen de Guadalupe, pero en especial en la cocina: la pila, el comal, el molcajete, el metate. La autora no menciona elementos que han sido señalados de manera todavía anecdótica como la falta de espacios para lavaderos y tendederos, que no existen en las casas en Estados Unidos, cuya necesidad se hace sentir cuando los migrantes regresan a casa. Pero, como constata, eso sucede y sucederá cada vez menos.

Como bien señala Inés, se trata de una arquitectura de gran valor endógeno que ha costado años de esfuerzo que corresponden a los gustos, sueños, aspiraciones, representaciones y nuevas identidades de los migrantes y de enorme importancia para la imagen pública que quieren proyectar. De hecho, una intención central de la investigación ha sido reconocer en las casas de migrantes “su inmenso valor, que va mucho más allá de los cánones estéticos determinados por una herencia eurocéntrica e impuestos por una minoría privilegiada” (Vachez, 2023: 10) para consumo turístico.

Sin embargo, la arquitectura migrante es muy diferente de lo que hoy se valoriza en estéticas, verdaderas o creadas, que privilegian los elementos coloniales o prehispánicos de las comunidades rurales, como sucede, por ejemplo, con los Pueblos Mágicos. En este contexto de vaciamiento de actividades económicas y de no formar parte de las tendencias arquitectónicas y de esparcimiento que atraen turistas, ¿qué sucederá con la arquitectura migrante de localidades como Vista Hermosa?

Hay algunas pistas. Vista Hermosa forma parte de lo que se puede considerar una estirpe o linaje de localidades que, en diversos momentos y contextos, han creado una arquitectura basada en remesas laboriosamente obtenidas en el extranjero e invertidas en los lugares de destino. Así sucedió, por ejemplo, con los indianos, esos españoles que después de años de trabajo en algún país de América Latina, regresaron y mostraron el resultado de sus esfuerzos con la construcción de enormes casas que, con las grandes palmeras que las identifican, modificaron el espacio construido y la arquitectura de un sinfín de comunidades de Cataluña, el país vasco, Asturias, Cantabria. Por lo pronto, son sobre todo libros de fotografías los que las han documentado (Braña, 2010). Con sus excesos y falsos escudos, eran casas pensadas para el retorno de los indianos en calidad de retirados, es decir, que no tendrían que trabajar, sino, en el mejor de los casos, preocuparse por sus negocios. Pero, al parecer, no pudieron mantenerse como casas familiares. Gracias a la conversión turística de muchas de esas localidades rurales de España esas casonas se han convertido en hoteles, paradores, restaurantes.

Otro ejemplo es el de las casas de los barcelonnettes, esos migrantes franceses tan cercanos a la modernización del comercio y la industria textil en México y desde luego de Guadalajara (Gouy, 1980). Los barcelonnettes –llamados allá “los mexicanos”– construyeron enormes casas para su regreso y retiro en esa pequeña comunidad de los Alpes franceses. Se les conoce como mansiones mexicanas o mansiones-castillos (Homps, 2023; Wallace, 2017).

En Barcelonnette se conservan, se dice, 51 magníficas residencias, únicas en la región, que sirven de casas de veraneo para una localidad que hoy, como tantas, vive del turismo (Wallace, 2017). Pero, como constata Hélèn Homps (2023), la crisis de entreguerras en ambos lados del océano dio paso a nuevas tendencias: la construcción de casas de retiro y la construcción de tumbas enormes, modernas y novedosas, que anunciaban, quizá sin quererlo, que el retorno de los migrantes sería solo para descansar para siempre en la tierra añorada.

Un artículo reciente de Martha Muñoz e Imelda Sánchez (2017) ha dado a conocer un fenómeno peculiar en Jalisco. Desde hace muchos años, los vecinos de Santiaguito de Velázquez, como los de Vista Hermosa, se convirtieron en migrantes, en su caso en migrantes internos, que se desperdigaron por toda la geografía nacional para establecer taquerías que les han dado fama y fortuna. Las innumerables Taquerías Arandas son, en su inmensa mayoría, de vecinos de ese pequeñísimo pueblo de Los Altos de Jalisco. Y, al igual que los de Vista Hermosa, construyeron enormes mansiones para el regreso. Sin embargo, después de tres o cuatro generaciones como migrantes han aprendido que no regresarán a Santiaguito porque los negocios los obligan a permanecer en los lugares de destino. Pero todos quieren disponer de un lugar en el panteón del pueblo, lo que ha desencadenado una impresionante arquitectura funeraria migrante que forma parte, como señalan Martha e Imelda, de la evidencia del éxito (Muñoz y Sánchez, 2017).

La preocupación de los migrantes de Santiaguito es ahora la construcción de impresionantes tumbas y mausoleos que cuestan más que una casa de interés social y son mantenidos, en perfecto estado, por jardineros y cuidadores. Tan es así que la preocupación del delegado, les dijo a Martha e Imelda, era conseguir terrenos para ampliar, no el pueblo, sino el panteón al que todos regresarían al final de sus vidas laborales, para descansar, ahora sí en paz y entre los suyos.

Es imposible saber qué sucederá en Vista Hermosa, pero algo similar se vislumbra en este libro de Inés, en la imponente fotografía del mausoleo de una familia migrante de Vista Hermosa que imita la entrada de la Casa Blanca en Washington, d.c.

Eso y mucho más encontrarán los lectores de este libro, sin duda, un trabajo original, novedoso, necesario, bien escrito, cuidadosamente ilustrado y editado, para entender a través de las casas, que es la propuesta de Inés, los formidables cambios y dilemas de los migrantes y de la gente del campo jalisciense hoy.

Bibliografía

Arias, Patricia (2009). Del arraigo a la diáspora. Dilemas de la familia rural. México: Miguel Ángel Porrúa/Universidad de Guadalajara.

Braña, Alejandro (2010). Asturias, tierra de indianos. Vega: Ediciones Nueve Doce.

Gouy, Patrice. 1980. Pérégrinations des “Barcelonnettes” au Mexique. Grenoble: Presses Universitaires de Grenoble.

Homps, Hélèn (2023). “El testamento arquitectónico de los barcelonnettes –el gran almacén, la mansión y la capilla funeraria– o el triunfo del eclecticismo”, en Javier Pérez Siller y David Skerrit (eds.). México-Francia. Memoria de una sensibilidad común. México: Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, pp. 217-228.

Massey, Douglas, Rafael Alarcón, Jorge Durand y Humberto González (1991). Los ausentes. El proceso social de la migración internacional en el occidente de México. México: Conaculta/Alianza.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2023). Archivo Histórico de Localidades Geoestadísticas https://www.inegi.org.mx/app/geo2/ahl/ Actualización de la información 30 de junio de 2023.

Muñoz Durán, Martha e Imelda Sánchez García (2017). “La evidencia del éxito. Residencias y mausoleos en Santiaguito, Arandas, Jalisco”, en Patricia Arias (coord.). Migrantes exitosos. La franquicia social como modelo de negocios. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, pp. 99-147.

Vachez, Inés (2023). Arquitectura de remesas. La transformación de un pueblo mexicano. Guadalajara: Arquitónica-Analog Typologies.

Wallace, Arturo (2017). “La fascinante historia de cómo Barcelonnette se convirtió en la ‘capital de México’ en Francia”. bbc News Mundo. Recuperado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-40979695 Consultado el 31 de mayo de 2024.


Patricia Arias es licenciada y maestra en Antropología Social por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México; con doctorado (Nuevo Régimen) en Geografía y Ordenamiento Territorial por la Universidad de Toulouse-Le Mirail, Francia. Investigadora emérita del sni. Publicaciones recientes: (2021) De la agricultura a la especialización. Debates y estudios de caso en México (con Katia Lozano, coords.). Guadalajara: Universidad de Guadalajara. (2020) “De las migraciones a las movilidades. Los Altos de Jalisco”, en Intersticios Sociales, año 10, núm. 19, marzo-agosto. (2021) “Una revisión necesaria: la relación campo-ciudad”, en Hugo José Suárez et al. Hacia una agenda para repensar la experiencia religiosa urbana: temas e instrumentos. México: unam; (2021) “La migración interna: Despoblamiento y metropolización”, en Jorge Durand y Jorge A. Schiavon (eds.). Jalisco: tierra de migrantes. Diagnóstico y propuestas de política pública. Guadalajara: Cátedra Jorge Durand de Estudios Migratorios, cide/Fundación Konrad Adenauer/Gobierno del estado de Jalisco.

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