Escritores nahuas: utopías comunitarias y prácticas sobre los futuros posibles en la Sierra de Zongolica, México1

Recepción: 2 de octubre de 2024

Aceptación: 8 de febrero de 2024

Resumen

Este texto explora los procesos de conformación de dos colectivos de escritores nahuas de la Sierra de Zongolica que, a través de la lengua y la creación literaria, buscan construir proyectos comunitarios y utópicos. En medio de un entorno de alta marginación, de discriminación y de lucha persistente, estos escritores han generado prácticas y formas de organización colectiva que, desde circunstancias histórico-sociales casi siempre adversas, buscan crear proyectos de futuro y de transformación social. A través de la historia oral y la etnografía, el artículo aborda el análisis de sus trayectorias y se pregunta sobre la manera en que construyen utopías y futuros. El artículo focaliza las prácticas creativas de estos dos colectivos al enmarcarlas dentro del debate sobre los procesos de construcción de comunidades y de proyectos utópicos de futuro.

Palabras claves: , , ,

nahua writers: community utopias and practices for possible futures in sierra de zongolica, mexico

Two Nahua writers’ collectives in Sierra de Zongolica are the topic of this article, which explores how language and literary creation are employed to build utopian community projects. As part of the ongoing struggle against extreme marginalization and discrimination, these writers have developed collective practices and forms of organization with an eye to future projects for social transformation in a historical and social context that is nearly always adverse. Through an oral history and ethnography, the article analyzes the trajectories of the two collectives and explores how utopias and futures are built. The focus here is on the creative practices of the groups and framed within a debate on the processes of building communities and utopian projects for the future.

Keywords: Nahua writers, utopias, communities, futures.


A los escritores nahuas, que con sus palabras tejen mundos y esperanzas… A sus palabras, que se mueven a través del tiempo… A sus viajes, sean estos largos o cortos, pero siempre en la aventura de una utopía.

Introducción

En las últimas tres décadas se ha generado en la Sierra de Zongolica –localizada en el estado de Veracruz, en México– una corriente de escritores nahuas que han desarrollado un conjunto de prácticas y estrategias emergentes para reivindicar la producción de literaturas escritas en su propio idioma, así como para reafirmar el uso del náhuatl en la vida cotidiana. Este conjunto de escritores forma parte de un movimiento regional que reivindica el reconocimiento y la afirmación de diversas expresiones artísticas producidas por personas de origen nahua, quienes abarcan ámbitos como la pintura, la música, la danza, la producción de textiles, así como la propia escritura, entre otras más. Las literaturas creadas por ellos se articulan dentro de una utopía que coloca a sus comunidades y a la lengua como los ejes centrales para producir visiones sobre el futuro.2

El presente artículo describe el proceso de desarrollo de estos grupos y explora lo que denomino: “prácticas de futuros”. Con este concepto se trata de dar seguimiento y analizar la manera en cómo los actores sociales, por medio de sus prácticas y relaciones, configuran horizontes posibles sobre sus futuros. Como señala Arjun Appadurai, la antropología ha concedido muy poco espacio al análisis y tratamiento de los futuros; su aproximación ha sido más bien incidental y fragmentaria (Appadurai, 2013: 375). La antropología social clásica despreció su estudio. Alfred Reginald Radcliffe-Brown, en la década de 1950, cuestionó la posibilidad de desplazarse hacia el pasado para quedarse con una etnografía de presentes empíricamente observables. Sus alumnos (Max Gluckman, Edward Evan-Pritchard, Edmund Leach, etc.) rompieron ese principio y abrieron la frontera hacia el pasado para la antropología británica; sin embargo, el futuro siguió siendo un tabú antropológico.

En la antropología culturalista la influencia del particularismo histórico permitió abrir un poco más la discusión. Su interés por la producción de historicidades lo permitió. Es con Margaret Mead –a lo largo de la década de 1970– que vemos una preocupación por desarrollar lo que Robert B. Textor llama una “antropología anticipatoria” (Mead, 2005), que de manera pionera tocó el tema de los futuros para la antropología. No obstante, es hasta un periodo más reciente que se han desarrollado esfuerzos antropológicos para estudiar antropológicamente el papel que cumplen los futuros en el pensamiento y en las prácticas sociales de la gente. Este tema lo podemos rastrear en las contribuciones recientes de antropólogos como Arjun Appadurai (2013) o de Rebecca Bryant y Daniel Knight (2019), entre otros autores más, pero su desarrollo es aún incipiente en el resto de la antropología.

¿Puede el estudio sobre los futuros ser tratado antropológicamente? Esta es una pregunta que nos enfrenta a un conjunto de interrogantes y retos metodológicos. El futuro es una temporalidad marcada por la incertidumbre. Sin embargo, suele aparecer muchas veces en los relatos de los actores sociales con los que trabajamos en la forma de diferentes narrativas y de prácticas utópicas, que nos hablan sobre sus expectativas, sus deseos de cambio y en cómo los agentes sociales “imaginan” el futuro, así como el tránsito hacia otras formas de vida con las que no están de acuerdo o que buscan modificar.3 Cuando estas formas de “imaginación” toman la figura de formas de acción colectiva, producen prácticas concretas que es posible analizar etnográficamente. Es este escenario de prácticas sobre las que busco poner el foco de mi atención en este artículo. Entiendo a las “prácticas de futuro” como todas aquellas formas de acción colectiva que parten de un “presente etnográfico”, pero que son ejecutadas con la posibilidad de incidir en el futuro. Lo anterior no implica que en esos “presentes etnográficos” los agentes sociales no hagan también una recuperación sobre sus narrativas del pasado, como una forma de recapitulación y de proyección hacia el futuro. Las miradas hacia el pasado (desde el presente) configuran también un escenario para producir imágenes sobre los futuros.

Las “prácticas de futuro” se aproximan a lo que Appadurai ha llamado el “diseño de futuros” posibles a los que se aspira colectivamente (Appadurai, 2013: 335), e involucran la capacidad de acción y creación cultural. Las utopías caen en este ámbito de los futuros posibles. A través de las utopías los agentes vislumbran horizontes posibles de cambio y de acción. Si bien nuestras cotidianidades se encuentran permeadas por el peso de los hábitos y las rutinas, también es cierto que alrededor de ellas se cierne un gran conjunto de anhelos y utopías compartidas que, a través de la acción colectiva, pueden derivar en procesos de cambio y transformación. Sin lugar a dudas, este es un escenario atravesado tanto por formas de creatividad cultural como por escenarios de poder y de resistencia social.

En este artículo abordo el desarrollo de un grupo de maestros de educación básica, quienes son al mismo tiempo escritores en su lengua materna y que, a lo largo de varias décadas, han gestado un proyecto utópico alrededor de esta. En las narrativas de estos escritores se configura una utopía lingüística que toma a la enseñanza del náhuatl y al proceso de escrituración del idioma como un punto medular de referencia y acción colectiva, dirigido a reforzar a sus comunidades y a su propia cultura. En ellos existe un viejo anhelo por reivindicar el lugar de su lengua y romper con esto el tratamiento discriminatorio que de ella se hace cotidianamente.4 A partir de este punto, crearon en el año 2022 dos colectivos de escritores encaminados a producir formas editoriales propias ante la falta de apoyos institucionales. Sin embargo, detrás de esta iniciativa existen antecedentes de más largo plazo. El artículo parte de un seguimiento etnográfico y de historia oral de las formas de organización que han desarrollado durante por lo menos los últimos treinta años.

El texto se encuentra dividido en tres secciones. En la primera sitúo el contexto nahua en el que se desenvuelven los grupos organizados de escritores. A partir de esto, analizo el efecto que estas formas de escrituración están produciendo en los procesos de normalización de la lengua nahua en la región, así como en la relación entre oralidad y escritura nahua. Finalmente, en la última sección exploro cómo estos procesos se decantanen la apropiación de tecnologías digitales, como una nueva plataforma desde la que tejen también sus proyectos utópicos.

En conjunto, se busca argumentar que todos estos escenarios de (re)producción cultural reflejan expectativas y luchas por los “futuros posibles” de los escritores nahuas y sus comunidades, construyendo a través de ellos prácticas que se sitúan en el presente, pero que buscan alcanzar sueños y proyecciones comunitarias. Cada una de las secciones descritas en el artículo dibuja etnográficamente un camino recorrido por los escritores. Una travesía librada por ellos para alcanzar una utopía de futuros compartidos.

El viaje a Xalapa: escribir literatura en náhuatl5

En el mes de mayo de 2023, doce profesores nahuas bilingües de la Sierra de Zongolica viajaron a la ciudad de Xalapa, capital del estado de Veracruz, en México, para hacer dos presentaciones públicas en espacios académicos de la Universidad Veracruzana.6 Su objetivo era presentar los resultados de un trabajo colectivo que ellos denominaron Talleres de Escritura Creativa en Lenguas Originarias. El grupo estaba conformado por siete hombres y cinco mujeres que habían participado, desde agosto de 2022, en la creación de poesías, adivinanzas, cuentos y narraciones cortas. Tras de sí tenían el trabajo desarrollado por dos colectivos de escritores. El primero denominado colectivo Mixtlahtolli (Nube de Palabras), que tiene como sede la cabecera municipal de Zongolica, y el segundo Olochtlahkuilolli (Grupo de Escritores), asentado en la cabecera municipal de Tequila.

Algunos de estos profesores habían tenido experiencias personales menores de producción de textos literarios, pero ninguno había hecho con anterioridad textos encaminados a su difusión. Los materiales elaborados, en formatos de cuadernillos de distintas dimensiones, estaban escritos en náhuatl, acompañados de diseños y con traducciones al español que colocaron al final de cada una de sus publicaciones. Habían utilizado para su elaboración editorial herramientas básicas de software para el proceso de maquetación de los textos (Microsoft Publisher), pero el resto del trabajo estaba hecho de forma manual: uniendo con pegamento hojas de cartoncillo y papel, costurándolas y forrándolas con plástico. El material que trajeron consigo era amplio, de gran riqueza y variedad. Quince textos, de los cuales habían realizado veinte impresiones de cada uno, y que pusieron para su venta al público al finalizar la sesión.

Imagen 1: Colectivo de escritores en la ciudad de Xalapa. Unidad Académica de Humanidades, Universidad Veracruzana, Xalapa, Veracruz, 8 de mayo de 2023. Fotografía del autor.

La idea de presentar estos materiales en Xalapa fue hecha por iniciativa propia de los colectivos. No fueron invitados por alguna institución en particular. Ellos mismos gestionaron con amigos y conocidos de la universidad la posibilidad de dar a conocer sus materiales públicamente en los espacios universitarios y de tener una estancia de dos días en dicha ciudad. Tampoco recibieron algún estimulo institucional a lo largo del año en que se reunieron para crear los materiales, revisarlos y editarlos colectivamente y tampoco lo consiguieron después. ¿Por qué viajar a Xalapa para presentar estos materiales en medio de una situación rodeada de tan pocos apoyos?, ¿qué espíritu movía esta iniciativa, más allá de dar a conocer y difundir sus materiales?, ¿qué sentido guarda la expresión: “producir colectivamente escritura”, que fue usada durante varias partes de sus presentaciones? Pero, principalmente, ¿qué nos dice todo esto de las formas actuales de pensar y producir formas de arte creativo en las regiones habitadas por pueblos originarios, como la Sierra de Zongolica?, ¿cómo se interconecta con sus comunidades y de qué manera expresan “prácticas de futuros posibles”?

Las formas de expresión artísticas en la Sierra de Zongolica abarcan una amplia gama de manifestaciones que siempre han estado asociadas entre sí a través de ámbitos como la producción ritual y ceremonial. Estas formas de expresión aparecen también en otras producciones artísticas de pueblos originarios que habitan en el país. No se presentan en unidades aisladas entre sí, sino que configuran un campo activo de prácticas que dialogan continuamente y que se encuentran interconectadas por la (re)producción ritual y cultural de los grupos que las (re)crean. Los textos de estos escritores seguían este principio, recuperando en sus narrativas aspectos míticos, culturales y rituales. Pero, fundamentalmente, hacían uso de la escritura como una forma de reivindicar sus identidades comunitarias y de manifestar su derecho a expresarse en su propia lengua de manera oral y escrita, así como también de proyectar estas formas de percepción y conocimiento hacia el futuro.

Las diferencias entre la producción de las diversas estéticas indígenas y las formas más occidentalizadas del arte, que piensa a las manifestaciones artísticas como unidades disciplinares separadas entre sí, han llevado a dar un tratamiento menor al arte producido en los pueblos originarios. Así, se les encierra en categorías como “arte popular” o “arte indígena” (Hémond, 1989; Arruti, Traldi y Borges, 2014; Goldstein, 2014). No obstante, poco se discute sobre la propia naturaleza de estas manifestaciones y sobre la manera en cómo se están articulando al mundo global, dentro del que conviven y transitan cotidianamente.

En un periodo más o menos reciente ha surgido un movimiento en distintas regiones del país que pugna por cuestionar los límites de lo artístico y las fronteras que excluyen o tienden a invisibilizar el arte indígena, objetando los alcances que tiene pensar de tal manera. Sin lugar a dudas, estas visiones expresan formas de resistencia social (De Parres, 2022), así como también configuran la construcción de proyectos utópicos locales y regionales. Esta reivindicación del arte y, en particular de la escritura, está presente también entre los habitantes de la Sierra de Zongolica.

La Sierra de Zongolica forma parte de la Sierra Madre Oriental. Se encuentra localizada en el centro del estado de Veracruz. Este macizo montañoso se interconecta con otras dos grandes cadenas: la Sierra Negra y la Sierra Mazateca. Juntas conforman el sistema orográfico denominado Altas Montañas, que se extiende entre las fronteras de los estados de Veracruz, Puebla y Oaxaca. Es una zona de alta marginalidad y de fuertes procesos de desapropiación territorial y de despojo histórico (Reyes, 1963; Aguirre Beltrán, 1987).

Las comunidades nahuas establecidas allí desde el siglo xii (Aguirre Beltrán, 1986: 20) tienen una historia de larga duración y de reproducción cultural. Su prolongada permanencia en la región ha convivido con distintos embates y procesos de negación lingüística desde el periodo de la colonia española, agudizados por las políticas que, a lo largo de los siglos xix y xx, fomentaron la incorporación de las poblaciones indígenas al proyecto de homogenización nacional (Brice, 1986; Aguirre Beltrán, 1993). Desde las reformas liberales del siglo xix y del periodo de proliferación de los maestros rurales (durante casi toda primera mitad del siglo xx), la lengua fue objeto de un proceso continuo de maltrato cultural, lo que dejó ondas marcas en la población de la región.

Sin embargo, a partir de finales de la década de 1980 surgió un grupo de profesores nahuas que comenzaron a cuestionar el proceso de invisibilización de la lengua, el cual vivieron en carne propia durante su infancia en las escuelas y, posteriormente, como jóvenes estudiantes normalistas. En algunos de los relatos y entrevistas con ellos7 se advierte cómo este sentimiento de malestar gradualmente los acercó y los hizo pensar en las posibilidades de revertir este proceso de discriminación. Primero, por medio de llevar a cabo un sueño utópico, largamente anhelado: revalorizar el uso de la lengua y de su escritura. Este hecho marcó el inicio y desarrollo de una utopía lingüístico-comunitaria. Esta actividad se concretaría poco a poco, primero, en la organización del colectivo Xochitlahtolli (que referiremos en el siguiente apartado) y, más tarde, en el desarrollo de los colectivos Olochtlahkuilolli y Mixtlahtolli, que encaminaron esta utopía.

El proceso de creación de los colectivos

Olochtlahkuilolli es un grupo conformado por nueve personas (cuatro mujeres y cinco hombres). Todos ellos son hablantes de náhuatl. Salvo una mujer, que es originaria de la Huasteca, el resto (ocho) nació en la Sierra de Zongolica, solo que provienen de distintas comunidades: dos son del municipio de Atlahuilco, dos del municipio de Zongolica y cuatro son originarios del municipio de Tequila. La mayoría radica en Tequila (seis de ellos) y el resto vive en localidades que están a menos de veinte kilómetros de esa localidad: uno en Tlilapan y dos más en Atlahuilco. Tienen en común ser profesores de educación indígena. La gran mayoría de ellos imparten clases en escuelas primarias multigrado, pertenecientes a la Dirección General de Educación Indígena, Intercultural y Bilingüe. Esto quiere decir que en sus grupos escolares atienden al mismo tiempo a niños que pueden provenir de dos o más niveles educativos. También hay un par de profesores de educación preescolar. Finalmente, para completar el perfil de este primer colectivo, es importante mencionar que su rango de edad es muy diverso, pues oscila entre los 27 y los 60 años, y reúne distintas experiencias generacionales.

El colectivo se reúne una vez a la semana, los días martes a las 16 horas, en alguna de las casas de los profesores de Tequila. Solo rompen esta regla durante los periodos vacacionales o cuando hay alguna actividad escolar marcada por la Secretaría de Educación Pública (sep) o por la supervisión escolar, que les hace concentrarse en las actividadesmarcadas en el calendario escolar. Las labores de los colectivos las realizan por cuenta propia y de manera totalmente libre. El grupo fue formado por el maestro Ramón Tepole González, originario del municipio de Zongolica, es el organizador y promotor de ambos colectivos. Lleva un ritmo de trabajo frenético. Durante la semana imparte clases a nivel preescolar, en un horario matutino, en el municipio de Zongolica, y los fines de semana da clases en una licenciatura en la Universidad Pedagógica Nacional (upn) de Orizaba.

Tepole nunca antes se había dedicado a la literatura, pero se ve a sí mismo como un gestor natural de la lengua náhuatl. Participó veinticinco años antes en otro colectivo que lo marcó fuertemente, el grupo Xochitlahtolli (Palabra Florida), del que hablaré más adelante. La creación del colectivo de Tequila –que surgió al mismo tiempo que el de Zongolica– buscó crear las condiciones necesarias para estimular tanto la producción de literaturas locales, como la difusión de mecanismos propios, no institucionalizados, que reforzaran en las escuelas el aprendizaje del náhuatl:

No es que no haya literatura en lengua náhuatl. Sí existe, pero no de manera sistemática. No como tarea. Ha habido escritores en lengua náhuatl. Pero era necesario trabajar más esta parte aquí [en referencia a la Sierra de Zongolica] ¿Por qué?… porque hace muchísima falta que en las escuelas se conozcan textos en lenguas originarias y particularmente en nuestra lengua […] nosotros decíamos: ¿Tleka moneki masewaltlahkuiloski? ¿Por qué necesitamos escribir en nuestra lengua? Esa fue una pregunta. ¿Quién va a realizar este trabajo de escritura? –¿Akin kichiwas inon tlaikuilolistle? ¿Dónde vamos a ir a traer esos temas que se necesitan para escribir? –¿Kanin sekinkuite tlayehyikolmeh tlen sekinmihkuilos? Y, luego, ¿cómo vamos a difundir todo este trabajo? –¿Kenin seki nextis inin tlatekispanole? El propósito del taller, así como de producir estos trabajos fue el de identificar el talento de los escritores de la lengua náhuatl. Es decir, tratar de buscar a compañeros que les gustara la escritura y afortunadamente ¡hubo!… y aquí están… Ahí están los materiales (maestro Ramón Tepole González, 5 de mayo de 2023, Xalapa, Veracruz).8

La invitación para conformar el colectivo se extendió inicialmente a través del maestro Tepole. Sin embargo, algunos profesores fueron invitando a otros, generando pequeños vínculos y redes de intereses compartidos. Por ejemplo, una de las maestras, que era directora de una escuela primaria en Atlahuilco, invitó a otro profesor de la escuela que tenía “el gusto” por la escritura. Este joven es danzante desde los ocho años, nieto de un antiguo capitán de danza y había tenido también experiencias personales anteriores alrededor de la poesía:

Yo… fui invitado por la directora de mi Centro de Trabajo. Dice: “Oye, es que van a empezar a hacer un trabajo, ¿cómo ves?”. Y digo: “Pues adelante, vamos a escribir”. Como te decía la otra vez, creo que yo ya tenía ahí unas cosas… y digo: “Bueno… pues igual… aquí las mejoras, o, a ver qué… qué más puede hacerse, ¿no?”. […] Entonces, así es cómo nos empezamos a integrar mis compañeros… y ya, después, ahí empezamos a ver que, pues, había algo más… empezar a crear algo diferente (entrevista a Adán Xotlanihua Tezoco, 5 de septiembre de 2023, Tequila, Veracruz).

Por su parte, el proceso de formación del colectivo de Zongolica, Mixtlahtolli, guarda también muchas semejanzas con el de Tequila. En este caso el grupo se haya integrado por nueve personas, cinco hombres y cuatro mujeres. Coincidentemente, también hay una persona que procede de la Huasteca, pero en este caso se trata de un hombre. La mayoría de los profesores vive en Zongolica, pero hay un par de personas que se desplazan de comunidades del interior del municipio para asistir a las reuniones de trabajo que se efectúan los días lunes por la tarde o, en ocasiones, los domingos por la mañana.

Al igual que el colectivo Olochtlahkuilolli, las sesiones de trabajo suelen durar de dos a tres horas cada semana y terminan con una comida, que comparten colectivamente al finalizar las sesiones de trabajo. Durante la primera etapa de formación de los colectivos, en las sesiones del taller, se dialogaba principalmente sobre la forma de escribir el náhuatl. Como analizaré adelante, el náhuatl aún no ha cerrado su proceso de normalización de la escritura. En las reuniones también se reflexionaba sobre qué tipo de historias se deberían escribir y cómo hacerlo. Según Isabel Martínez Nopaltecatl (la persona más joven del colectivo Olochtlahkuilolli), la discusión y revisión de los materiales se desarrolla de forma colectiva, con base en los siguientes pasos:

Escribimos nuestros textos… y, con el apoyo del maestro Ramón, [al que] se le mandan… nosotros seguimos revisando de manera individual […] Ahí viene una segunda etapa, que es la escritura colectiva. Nos reunimos todos. Analizamos los textos, los proyectamos. En esa segunda fase, tenemos dos momentos. En el primer momento el escritor lee su texto completo. Si el texto es corto, lo leemos completo, pero si es un cuento, vamos por partes. Leemos la primera parte y ya una vez que se dio la lectura párrafo por párrafo, decimos: “¿Tú qué entendiste?”, porque no tenemos que olvidar que, si bien estamos escribiendo para nosotros, también estamos escribiendo para el público y sobre todo para nuestras comunidades. Son ellos los que van a leer… entonces comenzamos a darnos las opiniones: “Bueno, yo entendí esto”. Aclaro que, en náhuatl, porque hablamos en náhuatl… [El escritor] nos dice lo que quiso dar a entender. Muchas veces realmente logramos entender esos textos y decimos: “Bueno, sí entendí eso que tú quisiste decir” o no. Allí viene otro momento, de la revisión de palabras […] a tratar de rascarle a nuestro cerebro y a tratar de recuperar palabras […] Estos análisis que hacemos realmente nos llevan tiempo… cuatro horas, dos horas, algunas veces tres… algunas veces lo hacemos en casa… pero vale la pena, ¿por qué? Porque en estos momentos aprendemos de manera colectiva.

Este proceso de revisión de los materiales ha llevado a los integrantes a construir una reflexividad constante sobre los procesos de escrituración y normalización lingüística, pero también sobre las condiciones comunicativas de la literatura que ellos producen, tal y como lo reflejan las citas anteriores.

En ambos grupos es posible delimitar dos grandes tendencias que los llevaron a incorporarse a los colectivos, las cuales no están reñidas entre sí. La primera deriva directamente de su formación como profesores y de su implicación, léase, compromiso con la lengua. Varios de ellos sufrieron en su juventud procesos de discriminación lingüística y/o cultural, que los ha hecho posicionarse a favor de la difusión y defensa de la lengua. La dificultad de encontrar materiales en náhuatl los llevó a buscar mecanismos para producirlos ellos mismos y embarcarse en el terreno de la escritura. En este proceso, algunos han descubierto o afirmado otras habilidades que los colocan más en el camino de la producción plenamente literaria.

Descubrir esta situación ha resultado de un proceso colectivo, pero también de procesos individuales de percibir la escritura, la literatura y las potencialidades de cada uno. Para algunos su incorporación a los colectivos se produjo por la búsqueda de instrumentos pedagógicos, que posibilitaran la enseñanza y la transmisión de la lengua. Sin embargo, en algunos otros casos, la participación en los colectivos los motivó a ver en la escritura un modo de pensarse a sí mismos, explorando el sentido de sus comunidades. A este respecto, reproduzco el siguiente diálogo, producido en el contexto de una de las entrevistas:

Entrevistado: Desde mi concepción o desde mi perspectiva… No sé si llamarlo trayectoria o desde mi experiencia… escribir en náhuatl es… una evidencia, es un testimonio de que estamos aquí, de que existimos […] Y ese es el porqué. Pero, en ese porqué, en esa búsqueda del porqué, también no solo dejamos evidencia, sino que también nos volvemos, nos volvemos copartícipes de… de lo del hoy, de lo que existe… Te vuelves parte de… Si no escribes náhuatl, pues te vuelves un ser que… que solo está ahí, ¿no?, inexistente, sin vida. Entonces, si tú escribes, te vuelves copartícipe, te vuelves alguien que existe y deja testimonio, dejas evidencia… de las realidades de una comunidad… a estas generaciones y a las futuras generaciones. Entonces, creo que esa es la parte esencial. Si lo vislumbramos desde el arte, desde el arte igual.
Entrevistador: ¿Es un arte el escribir en náhuatl?
Entrevistado: El escribir en sí es un arte, desde mi perspectiva… Más cuando hablas de tu comunidad (entrevista a Adán Xotlanihua Tezoco, 5 de septiembre de 2023, Tequila, Veracruz).

Oralidad, escritura y normalización lingüística: un viaje de largo plazo

Para algunos de estos profesores el descubrirse a sí mismos como escritores ha sido parte de un viaje. Un viaje con distintas temporalidades y construcciones simbólicas. Para la realización del viaje a Xalapa los dos colectivos decidieron mandar hacer camisas conmemorativas que portaron durante su estancia. No pudieron asistir todos los miembros de los dos colectivos, aunque sí la mayoría de las personas pertenecientes a ambos grupos, doce en total. Durante la creación de los colectivos (un año atrás), cada grupo generó, además de sus denominaciones, símbolos propios; en particular, escudos distintivos de cada una de las agrupaciones (véase imagen 2).

Imagen 2: Escudos diseñados por los colectivos. A la izquierda aparece el de Mixtlaltolli. Al centro, el de Olochtlahkuilolli. Del lado derecho, el de Ma Moyoliti Nawatlahkuilolli.

El escudo del Mixtlaltolli tiene la imagen en blanco y negro de un campesino sonriente, visto de perfil, que se desprende de una nube. La imagen la acompaña una vírgula prehispánica que simboliza el don de la palabra; y, en náhuatl, la palabra olocholli, “ramo” o “manojo”, que metafóricamente se puede traducir también como “grupo” o “colectivo”. Cierra este conjunto la denominación del grupo: Mixtlaltolli, “Nube de palabras”.

El escudo del colectivo Olochtlahkuilolli tiene un dibujo en diagonal, que muestra una de las fajas de colores que usan las mujeres nahuas en Tequila, como parte de su indumentaria tradicional. En la parte superior del escudo aparece nuevamente la vírgula del don de la palabra (en colores); y, de su parte arredondeada, se desprende la letra O de Olochtlahkuilolli. Los últimos elementos del escudo los conforman la figura de un pájaro y la palabra Tekilan, como alusión al patronímico en náhuatl de la localidad, castellanizada como Tequila.

Para el viaje a Xalapa los colectivos decidieron elaborar un tercer escudo que los identificara como grupo. Para crearlo, retomaron la fa-ja tradicional y la incluyeron en el escudo, solo que en colores distintosa la que aparece en el emblema del colectivo Olochtlahkuilolli. Situaron la faja en el centro, en forma de U y, en medio de esta representación, pusieron la imagen de un armadillo que sostiene un lápiz en una de sus manos. En el escudo pusieron la frase en náhuatl: Ma Moyoliti Nawatlahkuilolli, que traducida al español significa: “Que reviva la escritura de la lengua náhuatl”. Con esta denominación y escudo se presentaron durante su viaje a Xalapa.

La relación entre imágenes y palabras es una característica que no solo aparece en los escudos de los colectivos. Se presenta de manera general en todos sus textos. En los poemas, por ejemplo, las estrofas se separan en unidades y se les hace acompañar siempre de una imagen; colocándose estrofa e imagen en páginas separadas. Por su parte, las traducciones de los poemas al español aparecen de manera continua, sin imágenes.De esta forma, imagen y texto (en náhuatl) conforman un mismo circuito de comunicación.

Las imágenes no aparecen de manera disociada o como viñetas desvinculadas de lo que se quiere decir en el texto. Las imágenes fueron diseñadas por dos dibujantes nahuas locales y revisadas y discutidas en las reuniones de los talleres. Inspirados en las situaciones planteadas en los relatos o en los poemas, estos dibujantes hicieron sus diseños siguiendo trazos contemporáneos. Al notar esta relación entre imagen y texto, le pregunté al encargado de los grupos, Ramón Tepole, al respecto, a lo que me respondió: “Así es… es algo nuevo que estamos haciendo…, pero así era antes. Solo que al revés, cuando los tlacuilos tenían que poner letras a su escritura”.

De esta forma, para ellos el escribir en náhuatl no es algo nuevo. Tal vez de ahí la expresión: Ma Moyoliti Nawatlahkuilolli – “Que reviva la escritura de la lengua náhuatl”. Para los miembros de los colectivos la escritura ya existía, pero con otras formas. La acción de “revivir”, en este contexto, es transformar la oralidad del náhuatl a otra forma de escrituración, en este caso alfabética. Pero lo hacen con una conciencia plena de que existían otras formas de escritura (ideográfica), que se perdió a causa de la imposición colonial. Por este motivo, resulta sumamente interesante la presencia de las imágenes y las palabras escritas en sus textos actuales. Una forma de marcar la pérdida de otras formas de escrituración antiguas y el proyecto de crear otras nuevas.

Del mismo modo, la alusión al pasado más remoto de la escritura marca la inserción de otras temporalidades en la discusión. Nos desplaza treinta años atrás, cuando se creó el colectivo de profesores Xochitlahtolli, que antecedió a los colectivos más recientes: Olochtlahkuilolli y Mixtlaltolli. Este grupo de profesores nahuas fue pionero y se involucró en la defensa del náhuatl en la región y comenzó a generar un proyecto utópico que, mucho antes de la formación de los colectivos actuales, se embarcó en la discusión sobre la defensa de la lengua.9 En las entrevistas con los profesores de mayor edad la referencia a este periodo es sumamente explícita.

El proceso de transformar la oralidad del náhuatl en escritura se encuentra atravesado por una amplia discusión en la que participan antropólogos lingüistas, organismos públicos y estatales (como la Academia Veracruzana de las Lenguas Indígenas-aveli), instituciones públicas federales (como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas-inali), organismos educativos públicos, organizaciones no gubernamentales y, por supuesto, los propios profesores nahuas de la región. La toma de conciencia de este proceso es de hecho un tercer foco o línea (además del pedagógico y propiamente literario), que llevó a la creación de los colectivos de la Sierra de Zongolica. Para algunos de sus integrantes, la producción de escritura en náhuatl es, en la práctica, una manera de participar en el proceso de normalización del náhuatl.10 Desde la perspectiva del creador de ambos colectivos, al escribir en náhuatl y producir textos se da un paso más allá de la discusión estrictamente política y teórica sobre estos procesos, que lleva varias décadas, en reuniones en que participan especialistas y hablantes del náhuatl de varias regiones del país, incluidos algunos de los profeso-res nahuas de los colectivos de Zongolica.

Desde la promulgación de la Ley General de Derechos Lingüísticos de los Pueblos Indígenas (lgdlpi), promulgada en 2018, no solo se creó un marco legal para la protección de los idiomas hablados por los pueblos originarios del país, sino que también se generó un proceso de regularización jurídica de los sistemas de escritura de las lenguas indígenas. A partir de este punto, el inali ha publicado aquellas normas de escritura de los idiomas a los que se ha llegado al consenso, amparado en la estructura legal que le concede la lgdlpi. De esta forma, se han publicado normas y alfabetos de idiomas como el chol, el mam, el maya, el mayo, el mazateco, el otomí o el yaqui, entre varios más.

Sin embargo, el náhuatl no ha podido llegar a este punto de consenso. Al tratarse de la lengua indígena en México con más hablantes en el país,11 distribuidos en distintas regiones y con múltiples variaciones dialectales, el consenso ha sido un proceso arduo, desgastante e inconcluso. En la región de Zongolica la salida ha sido escribir. No esperar o desgastarse más en el proceso de discusión sobre la normalización nacional, sino dar los pasos necesarios para transitar hacia la escritura, buscando que este sea un factor de difusión del idioma. Para los profesores nahuas de la sierra que integran los colectivos escribir es una vía para fortalecer los procesos de oralidad, sobre todo entre los grupos de niños y jóvenes que cada vez pierden más el uso del idioma, debido a factores como el desplazamiento lingüístico motivado por la migración, la discriminación lingüística y la pérdida del uso del idioma en el contexto familiar. Para los integrantes de los colectivos, la ausencia de escritura limita la labor de enseñanza del idioma, tanto dentro como fuera de las aulas:

Hace muchísima falta que en las escuelas se conozcan textos en lenguas originarias y particularmente en nuestra lengua […] la escritura debe servir para fortalecer el desarrollo de la oralidad […] tenemos que pasar de la oralidad a la escritura… ¿Y esto por qué? Porque lamentablemente nuestras lenguas se están perdiendo […] dotar a las escuelas con textos en náhuatl de la sierra, en este caso, a fin de que se tenga la posibilidad de practicar la lectura del náhuatl […] fomentar una oralidad más elaborada del idioma náhuatl, a partir de la lectura de textos que recuperen la cultura de la región […] los textos que fueron escritos por nuestros compañeros [en referencia a los textos creados por los colectivos] nacieron de su pensamiento, nacieron de su corazón (maestro Ramón Tepole González, 5 de mayo de 2023, Xalapa, Veracruz).

El proceso para transitar a estos procesos de escrituración de la lengua contó con los trabajos de investigación de algunos antropólogos lingüistas que estuvieron en la región de Zongolica con anterioridad. Este hecho ha coincidido con las prácticas y organizaciones que, en esa dirección, emprendieron décadas atrás algunos de los profesores nahuas que actualmente componen los dos colectivos antes referidos. El antecedente de los colectivos Mixtlaltolli y Olochtlahkuilolli fue otro colectivo denominado Xochitlahtolli (Lenguaje Florido), que surgió a inicios del presente siglo, pero que comenzó a imaginarse diez años atrás.12

Xochitlahtolli fue un colectivo formado por un conjunto de profesores nahuas, originarios de la Sierra de Zongolica, la mayor parte de ellos ya jubilados: Eutiquio Gerónimo Sánchez, Ezequiel Jiménez Romero, los hermanos Rafael y Roque Quiahua, Jorge Luis Hernández, el maestro Santos, Mariana Alicia García Pérez y Ramón Tepole González (creador de los actuales colectivos Mixtlaltolli y Olochtlahkuilolli). El colectivo Xochitlahtolli hizo en 2004 un pequeño boletín (ya desaparecido) en el que se difundían materiales didácticos, pequeñas narraciones, leyendas y otras narraciones que los profesores de la región usaban para impartir sus cursos, ante la ausencia de materiales didácticos creados por las instituciones oficiales de educación indígena. El boletín publicó cien copias en su primera edición, elaborada manualmente, y fueron editados dieciséis números a lo largo de varios años.

En 2004, los profesores de Xochitlahtoli decidieron aplicar al Programa de Apoyos a las Culturas Municipales y Comunitarias (pacmyc), dependiente de la Dirección General de Culturas Populares, para la elaboración de un diccionario moderno del náhuatl-español, al cual invitaron a participar al lingüista del ciesas-Golfo, Andrés Hasler Hangert, quien ya contaba en ese momento con una larga trayectoria de investigaciones lingüísticas en la región.

El trabajo de Hasler tuvo un papel muy destacado en el proceso que llevó a los profesores nahuas de Zongolica a adoptar un modelo propio de escritura. En 1982, como producto de la recién creada unidad Golfo del ciesas, en la ciudad de Xalapa, se impulsaron investigaciones en la Sierra de Zongolica. A lo largo de la década de los ochenta y parte de los noventa, Gonzalo Aguirre Beltrán se interesó en estimular la captación de becarios en el área de antropología social y lingüística. Como producto de ello, fueron desarrolladas varias tesis de licenciatura en antropología lingüística (siguiendo un enfoque principalmente de comunidad), en poblaciones como Zacamilola, Los Reyes, Cotlaixco, Xochiojca y Soledad Atzompa (véase Hasler, 1987; Paniagua, 1986; Alarcón, 1988; Torres, 1987; Luna, 1988; y Yopihua, 1992).13

A partir de su tesis sobre Zacamilola, Andrés Hasler se planteó llevar más adelante sus trabajos de investigación y profundizar en las variaciones dialectales del náhuatl de toda la sierra. Un ambicioso proyecto que lo impulsó a estudiar, durante dos décadas, tanto los procesos de diferenciación dialectológica del náhuatl de la sierra, como a buscar sus trazos comunes. También dedicó un importante espacio de su trabajo a compararlos con otras variaciones presentes en el país, en Tlaxcala y Michoacán. De su trabajo publicó dos libros sobre dialectología y sobre gramática del náhuatl moderno en Zongolica (Hasler, 1996 y 2001), que fueron una referencia importante, retomada por los profesores nahuas de Xochitlahtolli, quienes leyeron y discutieron con Hasler gran parte de esos materiales.

La invitación que los profesores hicieron para que Andrés participara en la elaboración del diccionario sirvió para reforzar aún más esta relación. En algunas conversaciones con miembros del colectivo sobre ese periodo aún se recuerda la camaradería y los lazos de amistad que se tejieron durante la elaboración del diccionario entre el lingüista y el grupo de profesores nahuas. El intercambio académico y de amistad les proporcionó a los profesores nahuas herramientas científicas para reforzar aún más su proyecto de producir un modelo propio de escritura. En la presentación del diccionario nahua los profesores señalaron:

Pretendemos contribuir a la difusión de nuestra lengua y con esto aportar elementos de discusión acerca del alfabeto que se usará para lograr la deseada estandarización. Es indispensable que los hablantes del náhuatl del centro de Veracruz escribamos nuestra lengua, y a partir de esto podamos ver cuál es la mejor forma de tener un alfabeto único (Gerónimo et al., 2007: 3).

En ese mismo diccionario colocaron un epígrafe que a la letra señalaba: “A los que han perdido su identidad indígena. A los que creen en el desarrollo del idioma nawatl. A los escritores en lengua nawatl” (Gerónimo et al., 2007: 2). Como puede derivarse de ambas citas, el sueño por materializar un modelo de escritura tenía alcances mayores: incidir en la renovación de la identidad nahua en la sierra, reforzar el idioma y producir escritores que contribuyesen a esos objetivos. Una utopía palpable y largamente acariciada que, entre la publicación del diccionario nahua (en2007) y la conformación de los colectivos Mixtlaltolli y Olochtlahkuilolli(en 2023), tuvo su desarrollo.

Prácticas de futuro, digitalización y apropiación tecnológica: el viaje más reciente

En el náhuatl de Zongolica hay dos términos principales para referirse al futuro: niman, que se refiere al futuro inmediato, y yakapankawitl, que se refiere a un tiempo más indeterminado, que acontecerá en un futuro más lejano. En algunos casos, cuando preguntaba a algunos de los escritores de los colectivos, también se referían al futuro de una manera más metafórica (como suele ser su idioma), como un “mañana”: mostla: algo que podría acontecer en un tiempo futuro más breve, más cercano, más palpable. Alguno de ellos amplió la idea y afirmó lo siguiente: “El futuro también se puede decir desde el hoy, es un futuro que aún no existe, pero te lo planteas; por ejemplo, cuando dices nos vemos mañana” (entrevista a Adán Xotlanihua, 5 de septiembre de 2023).

En los procesos descritos a lo largo de este texto es posible visualizar cómo esas expectativas de tiempos futuros se construyeron a lo largo de distintas escalas de tiempo. Pero también a través de distintos recorridos, de distintos viajes y sentidos prácticos sobre lo que podrá venir o no. Mostla alude a un futuro incierto, pero del que se tiene cierto margen de acción. En el “mañana” hay un cierto grado de acción-compromiso. Otra referencia surgió de una conversación mantenida con uno de los miembros del colectivo Olochtlahkuilolli, Adán Xotlanihua Tezoco, que hizo referencia a la expresión itech mostlatika -“escenarios de futuro”. En esa expresión se advierte la idea de que el “mañana” puede ser leído desde un presente, desde un “hoy”. No hay garantía de que la acción se desarrolle, pues aún no existe: depende de múltiples factores, no del todo controlables. No obstante, hay un sujeto(s) que, en principio, puede(n) a través de sus prácticas imaginar, trazar o producir “futuros posibles”. Las prácticas de futuro son siempre una potencia. Lo venidero, lo ulterior, lo posterior, el mañana, no están completamente ajenos al presente y a los agentes sociales que lo pueden producir o que pueden verse afectados por su desarrollo.

Al platicar con los escritores más viejos de los colectivos y evaluar lo alcanzado hasta hoy hablan de un largo viaje. Treinta años atrás había un sentido de malestar, de inconformidad. Imaginaban algo distinto y comenzaron a reunirse, a tender redes entre sí. El proyecto original no era crear un colectivo de escritores (ni siquiera se lo imaginaron así), sino promover la lengua, producir materiales en náhuatl. Esta propuesta los llevó a embarcarse en la creación de un diccionario y, posteriormente, un boletín. A través de ese boletín vieron surgir el primer colectivo (Xochitlahtolli), y el boletín se tornó material didáctico, usado por varios maestros de la Sierra deZongolica: “Lo vendíamos a cinco pesos… apenas para recuperar lode la tinta y las impresiones… pero era un gusto” (Ramón Tepole, 17 de septiembre 2023). Xochitlahtolli desapareció. Varios de los profesores quelo integraron se jubilaron y transcurrió un nuevo periodo de falta de apoyos hasta el surgimiento de los colectivos Mixtlaltolli y Olochtlahkuilolli. Varios viajes, un largo recorrido utópico.

Al preguntarle a Ramón Tepole si la utopía se alcanzó, afirma rotundamente que no. “Seguimos en la lucha”, dice. Ahora en los colectivos se habla de escritura, de literatura, de proyectos didácticos, pero los apoyos siguen sin llegar. No obstante, siguen creando, divulgado y editando sus propios textos, con recursos escasos y esquemas propios. El último “viaje” está en las plataformas de internet. Esto no es del todo nuevo, desde 2009 vienen haciendo uso de distintas redes sociales y del internet para difundir contenidos sobre lengua y cultura nahua de Zongolica. Ramón Tepole mantiene dos páginas, una creada en agosto de 2009 y otra más hecha en junio de 2020. También mantiene una página web, en el sitio WordPress, en la que divulga desde 2009 distintos materiales lingüísticos.

Sin embargo, desde hace unos meses el encargado de los dos colectivos creó una página de TikTok, en la que diariamente sube contenidos en náhuatl. El auge que los videos de TikTok han alcanzado en la Sierra de Zongolica llamó su atención. En las últimas reuniones de los colectivos (agosto y septiembre de 2023), la conversación giró sobre este tema. Ramón Tepole musicaliza las cápsulas que sube, colocando textos en náhuatl, con sus respectivas traducciones al español. Después les agrega su voz, repitiendo frases cortas en náhuatl. En la parte de arriba del tiktok ha colocado un letrero, en el que pide a los que visualizan las cápsulas a que repitan las frases en náhuatl y abajo otro en el que les solicita que difundan dicho material (véase imagen 3). Es, me dice, “un instrumento para que la gente oiga, repita y lea náhuatl. Para que la lengua se difunda”.

Los tiktoks creados por Tepole rescatan todo tipo de situaciones. Comenzó colocando aspectos y temas relacionados con la cultura local, así como también pensamientos; pero ha ido diversificando cada vez máslos contenidos. Actualmente ha subido más de cien tiktoks a su página. Observa con regularidad la frecuencia de las visualizaciones y de los seguidores de las cápsulas y, con base en esto, va tomando decisiones sobre los nuevos contenidos que creará. Su emoción por ver el crecimiento paulatino de seguidores lo hace avizorar en el uso de la plataforma una nueva modalidad para enseñar y divulgar la lengua, con la visión de las posibilidades que esta herramienta le ofrece.

Imagen 3: Los tiktoks como herramienta de pedagogía del náhuatl. Tres ejemplos de tiktoks del Mtro. Ramón Tepole.

Esta emoción la expresa regularmente en las reuniones de los colectivos de escritores, donde intercambia con los más jóvenes preguntas sobre cómo atraer a más seguidores a su página, cómo usar de manera más eficaz la tecnología. La apropiación de la plataforma lo tiene cautivado y lo hace esperanzarse aún más sobre el futuro posible que le pueda ofrecer esta tecnología en la divulgación del idioma. Su recorrido, junto con varios compañeros más de los colectivos, lo ha hecho transitar de un boletín, a la producción de textos escritos y, ahora, a la elaboración de cápsulas e hipertextos. Veremos qué futuros posibles se irán construyendo a partir de esta propuesta.

Reflexiones finales

A lo largo de este artículo he buscado documentar etnográficamente los escenarios por los que un conjunto de profesores nahuas ha atravesado para ir atrás de un sueño: reivindicar y reafirmar su lengua y su cultura. A través de la construcción de “prácticas de futuro”, estos actores sociales han ido construyendo en el día a día imágenes sobre sí mismos, pero también han puesto en ejecución distintos recorridos y prácticas para alcanzar esas metas y proyectos utópicos.

El proceso para generar estos proyectos les ha tomado varias décadas. Han transitado por diversas propuestas y no han seguido un proceso unilineal. Es asombroso observar la persistencia de sus acciones que, pese a la indiferencia o negación de las políticas públicas, no los ha hecho claudicar. Por el contrario, ellos siguen buscando estrategias y nuevas maneras de intentar encauzar sus proyectos y sueños utópicos. La creación de anhelos y deseos compartidos los ha hecho construir nuevas formas de acción social, así como crear a lo largo del tiempo distin-tas agrupaciones y colectivos. Es un proceso continuo y dotado de un alto grado de persistencia y paciencia.

Los futuros aparecen de múltiples maneras en las narraciones y en las prácticas sociales de los agentes sociales con los que trabajamos cotidianamente. En muchas ocasiones se manifiestan en la forma de relatos que nos hablan sobre las injusticias sociales vividas y las expectativas por producir cambios. Aparecen también como formas de resistencia y como estrategias para desarrollar prácticas que buscan concretizar transformaciones y alcanzar sueños utópicos. Aparecen en la forma de metas y objetivos trazados para pensar el mañana y/o para imaginarlo. ¿Qué se piensadel futuro?, ¿cómo se le percibe?, ¿con qué imágenes se le plasma?, ¿qué papel juega en la producción de prácticas y formas de acción? Me parece que son preguntas relevantes que deben ser encaradas antropológicamente.

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Carlos Alberto Casas Mendoza es antropólogo social. Doctor en Ciencias Sociales por la Universidade Estadual de Campinas (unicamp-Brasil). Profesor-investigador de la Universidad Veracruzana. Pertenece al sni, nivel 1. Profesor con perfil prodep. Ha coeditado los siguientes libros: Miradas antropológicas y transdisciplinares. México: Universidad Veracruzana, 2023; Olhares histórico-antropológicos sobre as fronteiras na América Latina. Salmanca: edua, 2014; Sujetos emergentes: nuevos y viejos contextos de negociación de las identidades en América Latina. México: Eón, 2013; Miradas comparativas sobre las fronteras en América Latina. México: Miguel Ángel Porrúa, 2010.

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