Palestina visto desde América Latina

Recepción: 24 de octubre de 2024

Aceptación: 11 de noviembre de 2024

Introduction

Históricamente, Palestina ha estado atravesada por dinámicas colonialistas: expansionismo, violencia sistemática, ideología sionista y epistemicidio. Estas dinámicas han venido acompañadas de una trama de prácticas que buscan sustentarse en discursos que combinan los intereses políticos de las hegemonías occidentales, con tintes teológicos y religiosos. La partición de Palestina en 1947 como una resolución para el pueblo judío tras la Segunda Guerra Mundial, pero como una imposición para el pueblo palestino, se construyó con una ocupación del 56% del territorio para el naciente estado de Israel. Esta colonización se fue justificando paulatinamente con ideas como la de Theodor Herzl (2004) en su libro El Estado judío, donde propone que Palestina, al ser la tierra bíblica, es el territorio destinado para el pueblo judío. Se suma el ánimo de proteccionismo hacia los judíos vistos como víctimas del holocausto, lo que ha desarrollado, paradójicamente, actitudes sionistas, es decir, actitudes nacionalistas etno-culturales que promueven y alientan la legitimación del Estado de Israel. Asimismo, ha permitido la justificación del avance territorial del Estado de Israel, de tal manera que a inicios del siglo xxi la ocupación alcanzó el 85% del territorio.

Como respuesta a esto, la resistencia palestina no solo está dentro del territorio ocupado, sino también fuera de este, donde se produce una palestinidad como un símbolo de orientación de rechazo generalizado a la colonialidad y a la opresión de los pueblos. En los últimos meses, para ser precisos desde octubre de 2023, tras el avance territorial de las fuerzas armadas israelíes en lo que queda del territorio palestino, hemos visto desplegarse innumerables movilizaciones en el espacio público y en las redes sociales sobre la situación de Palestina, sea a favor de este pueblo o en su contra, intensificando nociones propalestinas, sionistas, antisemitas e incluso islamófobas.

Con estas movilizaciones queda en evidencia el uso de la ideología política que dio forma al sionismo, un instrumento colonizador para el asentamiento sobre el territorio de la Palestina histórica, que trajo como consecuencia una limpieza étnica de este pueblo y un discursos de odio. Esta ideología se cristaliza, por ejemplo, en el sionismo cristiano y prácticas políticas en diferentes países, así como en movilizaciones de la sociedad civil, universitarios organizados y grupos religiosos que pueden estar a favor o en contra de dicha ideología.

América Latina no se ha quedado al margen de la diversidad de acciones y pronunciamientos. Si bien algunos países latinoamericanos –Cuba con Miguel Díaz Canel, Brasil con Lula da Silva, Bolivia con Luis Arce, Chile con Gabriel Boric, Colombia con Gustavo Petro y Venezuela con Nicolás Maduro– se han pronunciado enérgicamente en contra y algunos han tomado acciones diplomáticas como la desaprobación a la ocupación de Palestina, el resto de los países solo han llamado a un cese al fuego, inclinándose en un primer momento a condenar las acciones iniciales de Hamás e incluso algunos han apoyado a Israel. Ha sido la población civil: estudiantes, docentes, grupos religiosos como son los musulmanes, quienes se han organizado para tomar las calles, las universidades y las redes sociales para hacer un llamado al derecho humanitario, pronunciarse en contra de las acciones genocidas de Israel e impulsar a las universidades a romper relaciones con este Estado. A ello se le ha sumado una disminución de la indiferencia de Estados latinoamericanos con una serie de pronunciamientos en redes sociales frente a la escalada militar, el desplazamiento de familias y la violación al derecho internacional.

Para tener algunas perspectivas desde América Latina, convocamos en este número a expertos que desde México, Brasil, Chile y Argentina reflexionan sobre la actualidad de la ocupación de Israel en Palestina y el despliegue de acciones en la zona.

¿Cuál es su opinión respecto a la situación actual entre Israel y Palestina visto desde América Latina?

Pensamos que la opinión sobre la ocupación israelí en Palestina desde América Latina no ha sido heterogénea, sino que varía de acuerdo con los grupos sociales y políticos determinados. Aunque en América Latina consumimos productos culturales estadounidenses y europeos que pueden producir narrativas prosionistas, algunos países como Colombia o Brasil se han sumado a una mirada crítica de la ocupación y solidaria con el pueblo palestino. Es probable que esto se deba a que en Asia, África y América Latina hemos experimentado procesos de colonización que han tenido como consecuencia masacres, despojo de tierras, marginación y discriminación de personas por su origen étnico y color de piel. Este pasado común, así como un interés creciente por informarse acerca de la situación en Palestina, han conllevado, entre otras cosas, a que las personas decidan apoyar y solidarizarse con la lucha palestina. A nivel popular, Axios (2024) reportó que el “40% de la población en América Latina apoyaba a Palestina mientras solo el 16% decía que Estados Unidos debería seguir apoyando a Israel”.

Por otro lado, también pensamos que desde el Sur Global ya hemos comenzado a abordar “el poder de representar” desde otra forma de hacer academia y conciencia, donde el poder de las armas y las intervenciones militares se enfrentan no solo a la resistencia armada de los grupos palestinos, sino también al “poder de narrar” esos escenarios desde una manera alternativa a la de los medios conservadores. Esta multi direccionalidad de poder narrar es lo que nos permite construir gramáticas y semióticas que rompan lo binario y que muestren diversas formas de describir y entender el mundo más allá de la construcción histórica de la satanización de la resistencia en sus diversas modalidades.

Cuando ocurrió la llamada “primavera árabe”, muchos latinoamericanos lo observamos como un periodo muy parecido al que América Latina experimentó en los años noventa, cuando las dictaduras se estaban desmoronando y que su final podría estar experimentando un cambio político. Ahora sabemos que no ha sido así y que nos enfrentamos a más formas de violencia mundial, en la que Palestina es vista como un símbolo mundial de injusticia y en la que América Latina, sin intermediarios, está siendo solidaria con esa injusticia global.

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El ataque de Hamás no dejó indiferente a ningún país. En su momento, las declaraciones diplomáticas como grupos organizados de la sociedad civil condenaron unánimemente el horror humanitario, y algunas respaldaron el derecho legítimo del Estado de Israel a defenderse. Sin embargo, a lo largo de un año de escalada en el conflicto, estas posturas han evolucionado, pasando del apoyo inicial a críticas severas, aunque algunas naciones continúan aliadas con el gobierno de extrema derecha de Netanyahu, veamos a la militancia pro Israel de Guatemala, El Salvador, el gobierno de Milei, por ejemplo. En contrapartida, algunos países han endurecido su postura, aceptando cada vez más que la situación ha pasado de defensa a venganza, castigo colectivo y genocidio; Colombia y Brasil han sufrido las consecuencias, comerciales y diplomáticas, por eso. Esta divergencia de posturas evidencia, por un lado, los diversos grados de influencia de la política exterior israelí en algunos países, así como la decisiva injerencia de las comunidades judías y palestinas, aunque esta última presenta una mayor asimetría de incidencia.

Por otro lado, los posicionamientos diplomáticos de apoyo a Israel encuentran eco en sectores del cristianismo (Mori, 2023) que utilizan hermenéuticas bíblicas para exhortar a la sociedad a rezar por el pueblo judío, siempre victimizado y que legitiman, en nombre de la defensa de la tierra de Jesús, las acciones del gobierno israelita (De Comunicação Conic, s.f.). Esa postura es frecuente en el medio religioso brasileño, que hace hincapié de manera menor en la devastación causada por la ocupación militar israelí y el sufrimiento del pueblo palestino. Obviamente, voces disonantes emergen entre los cristianos progresistas que reconocen la complejidad histórica del proyecto colonizador israelí que, desde 1948, ha imposibilitado un Estado palestino (que nació muerto) y ha impedido la paz en la región (Paiva, 2024).

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La situación en Medio Oriente simboliza el síntoma perverso de la lógica colonial moderna. Evoca una serie de términos que se creían superados a partir de las dolorosas experiencias que han marcado el siglo xx: genocidio, invasión, colonialismo, campos de concentración, asesinatos en masa. Gaza hoy representa “el retorno de lo reprimido” en la modernidad, la muestra perversa de cómo estos efectos vuelven, pero ahora desde la paradoja más contradictoria: como actos necesarios para la defensa y la construcción de los principios occidentales que, en su momento, se elevaron como reacción a esos mismos acontecimientos en medio de un contexto de guerra y genocidio, como se vivió a mediados del siglo pasado. Aquí la idea de “daño colateral” queda absolutamente desfasada y anulada: en Gaza, el asesinato de inocentes dejó de ser una secuela accidental para formar parte de un engranaje intencionado (limpieza étnica), motivado por una intersección teológico-religioso-política que mezcla ancestralidad y modernidad, a partir de una pureza vernácula –como reivindica el sionismo–, que devino en punto de origen de lo que hoy entendemos por los principios fundantes de la política y cultura moderna (Slavodsky, 2014: 39-66).

De aquí, como dice el filósofo chileno Rodrigo Karmy, “todo es Gaza” (Karmy, 2024). La situación en Medio Oriente forma parte de una genealogía colonial y geopolítica, que tiene impregnada sus raíces en la región latinoamericana (Panotto, 2024). Dicho contexto forma parte de una ingeniería geopolítica que viene desplegándose hace décadas y que interviene directamente en instancias de toma de decisión, tanto en el ámbito nacional como en el regional. La defensa de las acciones del Estado de Israel (no solo desde el 7 de octubre de 2023, sino desde hace mucho tiempo) es el símbolo por excelencia para la legitimación de una política excluyente, colonial y racista, que hoy es parte del escenario político latinoamericano (Rabinovich, 2024; Hurd, 2025). Lo vemos en casos muy concretos de líderes como Javier Milei en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos, presidentes que han tomado la bandera sionista para encuadrar agendas locales e internacionales. Pero también en amplias redes de lobby político, de sociedad civil y grupos religiosos que operan en organismos multilaterales, sea que promuevan esta agenda, o al estar costeados por fondos sionistas para la organización de eventos y publicación de materiales. En otros términos, la extensión del conservadurismo político actual en la región presenta vínculos orgánicos, sea en términos ideológicos como también institucionales con organizaciones, redes, instancias políticas y diplomáticas de corte sionista.

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Más allá de mis opiniones sobre el conflicto y sus causas tanto inmediatas como de largo aliento, considero importante hacer referencias a cómo la actual escalada bélica tiene lugar en un contexto de construcción de nuevas identidades políticas en la Argentina, ya que estos procesos se interrelacionan con los hechos en el Medio Oriente.

El conflicto palestino-israelí se proyecta, en la Argentina, en el seno de un contexto marcado por profundas transformaciones políticas donde Israel y el judaísmo constituyen parte de la trama simbólica y semántica del proyecto libertario de derecha. El actual presidente Javier Milei desplegó simbología judía durante su campaña presidencial (en este sentido, se puede ver el paralelo con expresiones del sionismo cristiano en otros países de América Latina), buscó identificarse con el judaísmo afirmando incluso su intención de convertirse a dicha religión, se mostró cercano a importantes organizaciones de la colectividad judía y manifestó un apoyo incondicional al Estado de Israel, al sostener que la Argentina abandonaría su histórica postura de neutralidad en el conflicto meso-oriental.

Cabe señalar que esta politización de lo judío no resulta completamente disruptiva. Tras los atentados a la embajada de Israel y a la amia en la década de los noventa, lo judío irrumpe en la arena pública y deviene un hecho político. Política y judaísmo ya no podrán correr por caminos separados. Cabe señalar que, si bien Milei utilizó el símbolo del shofar en su campaña presidencial, este símbolo había sido ya ubicado en el espacio público a través de los encuentros destinados a reclamar justicia por el atentado a la amia.

El libertarismo se ha constituido en un proyecto identitario que apunta a construir nuevas subjetividades. Proyecto complejo, ciertamente, en el que el liberalismo económico convive, y se tensiona, con el conservadurismo social. Para esta derecha en construcción, Israel es un foco de identificación; así, extiende el rango de su accionar a la escala global al proponerse como vanguardia de una batalla cultural contra aquello que define como “progresismo” o “comunismo cultural”. Por ende, percibe los acontecimientos en el Medio Oriente en clave de esa misma batalla civilizacional, cultural y prooccidental. En este marco, Israel es admirado tanto por su capacidad militar como por su performance en materia de tecnología de avanzada.

Cabe señalar que, en el campo libertario global, no hay un consenso establecido respecto a cómo interpretar la escalada de violencia en Palestina-Israel. Mientras Futerman y Block (2024) sostienen que la existencia de Israel y su “derecho a la defensa” son afines a los postulados del liberalismo, Hans-Hermann Hoppe (2 de enero de 2024) se ubica en la vereda de enfrente al criticar al mismo Milei por su política exterior.1

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¿Cómo observa la actuación o reacción de la sociedad civil organizada, grupos religiosos o el cristianismo-sionista?

La actuación y reacción de la sociedad civil organizada, así como la de grupos religiosos y el cristianismo-sionista, en relación con la situación entre Palestina e Israel, ha sido igualmente diversa y multifacética. Por un lado, diversas organizaciones en América Latina se han manifestado en apoyo al pueblo palestino contra la ocupación y genocidio israelíes, por ejemplo, la Alianza Internacional de la Solidaridad con Palestina, la Red de Solidaridad con Palestina, entre otros. En el caso de México tenemos al Comité Mexicano de Solidaridad con Palestina y al Grupo Académicos por Palestina, que funciona como una red de docentes dedicados a organizar actividades de solidaridad con el pueblo palestino. También es preciso dar seguimiento a grupos religiosos que han condenado la ocupación, incluyendo comunidades judías. Vale la pena destacar que el apoyo a Palestina se ha expresado de varias maneras que van desde manifestaciones y marchas; organización de eventos culturales y campañas de sensibilización; colaboración con el movimiento de Boicot, desinversión y sanciones a Israel (bds), y trabajo conjunto con organizaciones internacionales como el de Amnistía Internacional.

Por otro lado, son principalmente grupos religiosos evangélicos y cristiano-sionistas los que han mostrado apoyo a Israel, como la Federación Sionista de Argentina y la Asociación Israelita de Chile. Estos grupos se basan en perspectivas teológicas, pues justifican los actos de Israel al promover la idea de que el establecimiento del Estado de Israel es parte de un plan divino y que quienes le componen son el pueblo elegido. Las actividades de la sociedad civil han sido diversas, muestran que existe interés y diálogo constante sobre la situación en Palestina.

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Observamos que las reacciones van desde justificar al gobierno de Israel por su derecho a la legítima defensa, hasta la indignación ante la desproporción de la respuesta, que ha transformado una guerra en genocidio. La primera vertiente es apoyada por políticos y religiosos conservadores de derecha y extrema derecha, la segunda es impulsada por movimientos sociales y grupos políticos de izquierda. Las manifestaciones propalestinas realizadas en ciudades brasileñas amplían las coaliciones antisionistas, establecen vínculos con otros grupos similares en América Latina y denuncian las diversas persecuciones que sufren sus activistas en las redes sociales (Campos Lima, 2024). Los medios religiosos conservadores en Brasil aducen dispositivos teológicos que impulsan la importancia de Israel como tierra prometida y del pueblo judío como pueblo elegido por Dios. Sin embargo, los creyentes no distinguen entre el Israel bíblico, el Israel secular moderno y el gobierno israelí. Por eso, muchos evangélicos no solo apoyan al pueblo judío, sino también las acciones de la extrema derecha que representa Netanyahu. Estos creyentes son los que hacen resonar en sus redes sociales las noticias falsas sobre las dimensiones del conflicto (Casséte, 2023), tergiversaciones de las posiciones diplomáticas del gobierno brasileño (Casséte, 2023b), condenas de antisemitismo contra cualquiera que critique las políticas del gobierno israelí, sospechas de que la defensa del pueblo palestino es antisionista y, por tanto, anticristiana (Capobianco, 2023), y mentiras sobre las masacres en la Franja de Gaza. Así, el sionismo cristiano, como estrategia política de apoyo al Estado de Israel, encuentra un importante aliado en los medios religiosos y en el sector evangélico que crece significativamente en el país (Diniz, 2024).

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Mi campo de trabajo son los grupos evangélicos latinoamericanos. Hace tiempo se viene rastreando en la región la incidencia del sionismo cristiano (Carranza, Campos Machado, Mariz, 2023); la reacción de algunas de sus expresiones conservadoras no ha sido distinta a lo que hemos visto en otras oportunidades, en situaciones bisagras o momentos de crisis en Medio Oriente. Inmediatamente se han levantado las alarmas milenaristas, que ubican los sucesos post 7 de octubre en el marco de una escatología predestinada desde una errónea lectura del texto bíblico, funcional a la ubicación onto-teológica del colonialismo occidental en su versión moderna y norteamericana (el llamado “destino manifiesto”). Tal vez una singularidad en este contexto son los efectos de algunos marcos teológicos que han intervenido con fuerza en la iglesia evangélica latinoamericana durante los años noventa, como la llamada misionología de la ventana 10/40, la “guerra espiritual” o también la denominada “teología del dominio”. Estas teologías, muy en boga en algunas mega-iglesias conservadoras durante la década de los noventa, han preparado el terreno para el respaldo político-teológico hacia el Estado de Israel por parte de muchos grupos evangélicos conservadores.

Otro elemento singular de este contexto se relaciona con el cambio en el tipo de incidencia de algunos grupos evangélicos. A diferencia de los años noventa, cuando vemos un actuar más vinculado a líderes eclesiales y pastores a favor del reconocimiento público de las iglesias, hoy en día podemos ver un despliegue mucho más amplio de tipos de institucionalidad e intervención pública articulados con organizaciones sionistas. Es así como, cuando hablamos del apoyo evangélico a estas agendas no nos referimos solo a iglesias, pastores o denominaciones, sino a redes regionales y organizaciones basadas en la fe y compuestas por profesionales ligados al campo evangélico, pero no necesariamente a una iglesia en particular, con agendas políticas muy específicas. De la misma forma, tampoco responden a un trabajo afín con la visibilización de espacios eclesiales, sino a un compromiso por hacer pública su voz desde la fe con respecto a estas problemáticas geopolíticas concretas.

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De los países de América Latina, la Argentina es el que contiene mayor número de ciudadanos judíos. El sionismo ha sido una marca definitiva en la construcción de la identidad de estos ciudadanos (Elkin Laikin, 2014). Sin embargo, la adhesión al sionismo no implicó un desencuentro con las realidades locales o regionales. En los años sesenta y setenta, por ejemplo, existieron interesantes dinámicas de relacionamiento entre el sionismo, la Nueva Izquierda y la identificación con las causas de liberación nacional de la región (Brodsky, 2015).

Por su parte, la causa árabe, palestina y antisionista solía ser movilizada por sectores de la derecha católica, nacionalista y antisemita, en conjunción con representantes de la Liga Árabe (Senkman, 1986: 51-56). Aquellos que alertaban sobre la amenaza sionista en la región y se solidarizaban con las causas árabes en los años cincuenta y sesenta también denunciaban penetraciones comunistas y castristas en el país y defendían valores cristianos que percibían como amenazados por la masonería y el judaísmo.

Los inmigrantes palestinos constituyeron un porcentaje ínfimo con relación a los sirio-libaneses, por lo que la causa palestina fue encausada por asociaciones definidas como árabes. Si hablamos de diáspora palestina en la Argentina, esta se configuró en torno a la Federación de Entidades Argentino-Palestinas, fundada recién en los años ochenta por exiliados chileno-palestinos. La Federación participa de una suerte de constelación de la causa palestina que integran organizaciones musulmanas, partidos políticos de izquierda y asociaciones de derechos humanos.

Paralelamente a la izquierdización de la causa palestina, se observa una tendencia a la derechización de la causa sionista. Para finales del siglo xx, los movimientos sionistas de izquierda ya estaban perdiendo relevancia. Paralelamente, las organizaciones religioso-ortodoxas, solidarias con las políticas del partido Likud, fueron ganando visibilidad. A la vez, un movimiento sionista de derecha como Betar, que había transitado un periodo de profunda crisis en el país, ha resurgido y hoy en día se constituye en un espacio de socialización para un conjunto de la juventud argentino-judía que se autodefine como de derecha.

La construcción de una definición sobre el conflicto palestino-israelí es investida, en la Argentina, por el ropaje de las identidades políticas. La derecha libertaria conservadora, hoy en día en el gobierno, moviliza un discurso proisraelí sin matices. La izquierda, por su parte, se vuelca hacia la defensa de la causa palestina llegando a adscribir a un lenguaje religioso que, en teoría, no sería parte de su andamiaje semántico. No deja de ser llamativo escuchar a militantes trotskistas reclamar un Estado palestino laico, pero con su capital en Jerusalén, adscribiendo así a una perspectiva religiosa de la construcción del territorio estatal, lo que produce escozor entre muchos judíos que comparten las luchas de la izquierda y que se sienten abandonados por ella.

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¿Cómo podemos interpretar la organización estudiantil pro-Palestina y las reacciones de las universidades, estudiantado e intervención del Estado (policías)?

Diversas organizaciones estudiantiles propalestinas en diferentes universidades en América Latina y alrededor del mundo han mostrado abiertamente su compromiso político y social con la resistencia y lucha del pueblo palestino, centrándose en la defensa de los derechos humanos, la justicia social y el proceso de descolonización. Acciones estudiantiles como manifestaciones, campañas de concientización, acampadas, exigencia de romper convenios con instituciones israelíes, entre otras acciones, han llevado a que instituciones en todo el mundo cuestionen y/o rompan acuerdos con instancias israelíes. Por ejemplo, la Universidad Central de Venezuela suspendió convenios con dichas instituciones y otras más revisan sus convenios, como El Colegio de México y la unam, así como fomentado la libre cátedra académica en discursos que van desde la búsqueda del cese al fuego y la implementación de las leyes internacionales, hasta el boicot.

Uno de los argumentos que destaca sobre el debate del rompimiento de relaciones con Israel radica en que la industria bélica israelí se ha encontrado ligada al sector educativo. En este sentido, la Universidad Hebrea de Jerusalén no solo apoya deliberadamente a las Fuerzas de Defensa Israelíes, sino que tiene programas académicos enfocados en este sector, como el Talpiot, Havatzalot, Tzameret, etc., los cuales forman y entrenan a los futuros activos, además de utilizar los avances tecnológicos para el sector militar (Taraki, 2015).

Ahora bien, aunque ha habido universidades y ngo israelíes que fomentan el diálogo y ayudan a documentar violaciones de derechos humanos palestinos, tienen poca incidencia en la suspensión de intervenciones y acciones represivas por parte de fuerzas policiacas dentro y fuera de Cisjordania. A pesar de ello, las organizaciones de estudiantes han demostrado su convicción de solidarizarse con el pueblo palestino y de tender puentes con el Sur Global en este camino.

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La ola de protestas estudiantiles pro-Palestina que comenzó en Estados Unidos también se extendió a América Latina, caracterizadas por su activismo digital, acampadas en los campus, ocupación de edificios, organización de actos, conferencias y marchas, firmas de peticiones y mociones a los parlamentos como estrategias de presión. El leitmotiv de las manifestaciones es la denuncia de la ocupación militar de Gaza y del carácter genocida de esta intervención y el apartheid israelí. Las reivindicaciones estudiantiles piden la interrupción de los proyectos tecnológicos y las relaciones académicas con Israel, el embargo de las relaciones comerciales y la ruptura de las relaciones diplomáticas, y el alto a la financiación de la guerra. Vimos cómo las autoridades universitarias se debatían entre poner límites a la libertad de expresión, frenar la invasión de los campus, solicitar la intervención de la policía para poner fin al “vandalismo” o negociar las reivindicaciones. Sin embargo, las administraciones cedieron ante algunos medios de comunicación y políticos locales y nacionales, que pedían medidas profilácticas, bajo el clamor de no permitir que el discurso del odio y el antisemitismo se extendieran en las universidades y de ellas a la sociedad. Así, se impuso la contracción: detener inmediatamente los disturbios, cumplir las normas universitarias, proteger los edificios, garantizar la seguridad de los estudiantes judíos, detener e intimidar a los estudiantes. En otras palabras: criminalizar el movimiento estudiantil. Con ello se justificó la maquinaria narrativa que “legitima” la intervención policial, con sus aparatos de represión, contra los activistas estudiantiles acusados de antisemitismo, antisistema, extremismo y propagación del odio. Los medios religiosos brasileños abonaron por interpretar las protestas como una batalla espiritual contra el pueblo de Dios, advirtiendo que un discurso de odio y antisemitismo dominaba a los estudiantes y ofreció una visión positiva para el gobierno de Israel (Souza, 2024).

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No se han visto intervenciones del estudiantado que alcancen la magnitud de aquellas observadas en otros países. Ciertamente, las agrupaciones universitarias de izquierda participaron en manifestaciones pro-palestinas y se llevaron a cabo actividades en solidaridad con los estudiantes estadounidenses. La facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (uba), donde funciona la Cátedra Libre de Estudios Palestinos, fue uno de los escenarios centrales de estas manifestaciones que se definieron, a la vez, como anticapitalistas. No obstante, los eventos relacionados con el conflicto en Medio Oriente han generado discusiones y controversias. Las manifestaciones a favor de Palestina, en muchos casos, no reconocen la legitimidad de la existencia del Estado de Israel. Las convocatorias incluyen mapas de la totalidad de la Palestina del Mandato Británico cubierta con los colores nacionales palestinos, acompañado de la leyenda “Palestina libre desde el río hasta el mar”. El uso del concepto de “genocidio”, en los ámbitos universitarios, ha generado debate. La presentación del libro Palestina: anatomía de un genocidio, en la Universidad Nacional de Rosario, y en la que participaron actores judíos de la sociedad civil, fue criticada por otros estudiantes, también judíos. Por otro lado, muchas actividades que tienen como objeto la solidaridad con la causa palestina cuentan con la presencia de líderes religiosos musulmanes, insertándose así una perspectiva religiosa en el espacio universitario.

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Para comprender el impacto de las movilizaciones estudiantiles pro-Palestina hay que considerar todos los factores que entran en juego. Las demandas que estas instancias articulan son muy variadas: la exigencia de alto al fuego, la crítica a geopolíticas coloniales e imperialistas, la denuncia de complicidad entre el financiamiento y lobby sionista, entre otras. Es decir, las movilizaciones asumen la situación en Gaza como un acontecimiento que no se limita a una contingencia de la geopolítica actual, sino que circunscribe elementos propios de la política doméstica y local.

Considero que hay cuatro elementos críticos que han suscitado fuertes debates en este escenario: las amenazas a la libertad de expresión, la instrumentalización del antisemitismo como narrativa condenatoria, los abusos de poder de las universidades para sancionar al estudiantado y profesores, y la intervención de fuerzas del orden en instancias de protesta. Estos cuatro elementos van entrelazados en una espiral muy preocupante en el marco de un contexto democrático. La reacción desmedida y polarizada de algunas autoridades universitarias frente a las movilizaciones pro-Palestina ha mostrado claramente el sesgo en torno a este tema. ¿Por qué exigir el silenciamiento sobre este tema y dar libertad para el tratamiento de otros que son igualmente conflictivos para la sociedad? Aquí vemos la sensibilidad particular con este acontecimiento, los sentimientos y posicionamientos ideológicos, políticos, económicos y religiosos que despierta, lo que no se puede comparar con otros casos. Se ha abusado de la acusación de antisemitismo, al confundir de forma sesgada y superficial la crítica al Estado sionista de ultraderecha en Israel por sus acciones genocidas (incluso reconocida por sus mismos funcionarios en varias declaraciones públicas), con una crítica al pueblo judío en tanto segmento religioso (Romero, 2024).

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En esta dinámica, ¿ha observado el despliegue de estas movilizaciones y reacciones en su país? ¿Qué opinión tiene de ellas?

En México se han organizado numerosas manifestaciones y marchas, no únicamente como respuesta a los bombardeos en la Franja de Gaza durante el último año, sino que previamente ya existían este tipo de acciones. Sumado a ello, dentro de importantes instituciones del país existe una tendencia pro-Palestina –en la Universidad Nacional Autónoma de México, en El Colegio de México, en la Universidad Autónoma de Puebla, en la Universidad Autónoma Metropolitana, entre otras–. Asimismo, esta tendencia se puede vislumbrar en instituciones como el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, la Casa de la Cultura de la Ciudad de México y el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, donde se han organizado actividades culturales, conferencias y exposiciones que promueven la discusión de la ocupación israelí en Palestina.

Todas las acciones mencionadas, y las que probablemente esté pasando por alto, reflejan un compromiso por la defensa de los derechos humanos y la justicia social en un contexto en el que un pueblo del Sur Global sufre las consecuencias de un sistema de dominación colonial. Asimismo, estos espacios y acciones demuestran que, en México, a diferencia incluso de países como Estados Unidos, Francia y Alemania, existe mayor libertad de expresión, pues mientras que en aquellos países los actos represivos en contra de grupos propalestinos han sido más violentos, en México, aunque sí ha habido casos de represión, se ha mostrado mayor libertad.

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El conflicto Israel-Hamás-Palestina parece resonar en los países latinoamericanos como una historia hecha de pedazos y sin sentido, en la que se mezclan narrativas bíblicas judeocristianas y guerras continuas desde 1948. La poca información de conocimiento histórico y la desinformación desatan pasiones y posiciones polarizadas, reduciendo la complejidad del conflicto a posturas ideológicas de confrontación. A estas tensiones se suma la distorsión conceptual de entender el antisemitismo como oposición y crítica al actual gobierno ultraderechista israelí, o el antisionismo como una categoría acusatoria por defender al pueblo palestino del exterminio inminente. Esta dinámica polarizada y descalificadora de persecución y desinformación fue sufrida por el grupo de investigación “Crecimiento del sionismo cristiano en América Latina”, del cual forma parte la autora de este texto, y puso en evidencia la gran dificultad de discutir el tema académica y públicamente. Organizamos un seminario para compartir los resultados de la comparación entre el sionismo cristiano brasileño y guatemalteco pero, al ser divulgado, la cizaña desenfrenada en las redes sociales y las amenazas a los organizadores descalificaron el evento, pues acusaban a los participantes de ser defensores de la geopolítica del actual Estado de Israel, o de ser pro-Hamás y terroristas. Ante tanta incomprensión, el contexto de intolerancia en el país y la dificultad de “desarmar los espíritus”, el equipo no ha podido organizar el seminario hasta este momento. No obstante, han surgido señales positivas, como la creación del Centro de Estudios Palestinos (eclac) en la Universidad de São Paulo. En fin, aunque los esfuerzos diplomáticos caen en la retórica disonante entre criticar públicamente las atrocidades en Gaza y mantener los lazos militares y económicos con Israel, la solidaridad del activismo propalestino se esfuerza por hacer oír la voz de América Latina que reclama para Palestina el derecho de un pueblo a existir.

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No tengo una opinión sobre las manifestaciones. La libertad de expresión es un pilar de la democracia y cualquiera tiene el derecho de expresarse. Como en todo proceso político, los diferentes actores producen marcos de comprensión que resaltan ciertos aspectos de la realidad y dejan de lado otros. En una movilización pro-Palestina uno va a encontrar activistas que se definen como palestinos o árabes, y por ende tienen un vínculo estrecho, quizás existencial, con la situación. También va a encontrar musulmanes, muchos de ellos conversos y que carecen de vínculo étnico con los palestinos, pero para quienes la musulmanidad se construye en torno a la solidaridad con Palestina. A la vez, es posible encontrar activistas de organizaciones políticas que toman la causa palestina como una referencia identitaria y postulan soluciones que existen, lamentablemente, en su imaginación. La consigna de una Palestina laica, democrática y no racista puede ser hermosa, pero no hay actores sociales de relevancia que, sobre el terreno, estén planteando esto.

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En Chile, donde resido, ha habido importantes movilizaciones pro-Palestina. La misma Comunidad Palestina de Chile, la más grande de América Latina, ha tenido un rol fundamental. Entre las instituciones educativas, el Comité de Solidaridad por Palestina de la Universidad de Chile ha sido un núcleo fundamental de movilización, así como de organización de espacios de diálogo y reflexión. Finalmente, hay que destacar una prolífica producción académica durante este periodo, en el que uno de los más importantes referentes es el filósofo Rodrigo Karmy, junto a un importante grupo de académicos/as tanto en Chile como en la región (Karmy, 2024; Zerán, Karmy y Slachevsky, 2024).

Unido a esto, un elemento particular del contexto chileno ha sido la ya conocida posición del actual gobierno del presidente Boric sobre la situación de Medio Oriente. Su gobierno ha mantenido desde los inicios una posición crítica frente al Estado de Israel, que le ha llevado a momentos de tensión política e incluso diplomática. Esta posición se profundizó a partir de los sucesos de Gaza, siguiendo la línea de Naciones Unidas. A partir del 7 de octubre, hubo una condena al ataque terrorista de Hamás y una solicitud a Israel en contestar proporcionalmente. Sin embargo, en la medida en que se incrementó el conflicto y se comenzaron a evidenciar los abusos del ataque de Israel, el gobierno profundizó sus críticas, al punto de participar activamente en la demanda contra Israel frente a la Corte Internacional y en el pedido de Boric para excluir a Israel de la Feria Internacional del Aire y el Espacio (fidae) del presente año.

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Bibliographie

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Brodsky, Adriana (2015). “Argentine Sephardi Youth: Between Aliyah and Activism, 1960-1970”, Journal of Jewish Identities, 8(2): 113-135.

Campos Lima, Eduardo (24 de abril 2024). “Como judeus anti-sionistas da América Latina se posicionam na guerra”, Opera Mundi. https://operamundi.uol.com.br/guerra-israel-x-palestina/como-judeus-anti-sionistas-da-america-latina-se-posicionam-contra-a-guerra-de-israel-na-palestina/

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Moisés Garduño es licenciado en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam; maestro en Estudios de Asia y África por El Colegio de México y doctor cum laude por la Universidad Autónoma de Madrid. Como investigador huésped, cursó un posdoctorado en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas), sede Occidente, y es miembro del sni en el nivel ii.

Marlene Hernández Morán es licenciada en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam; maestra en Estudios de Asia y África con especialización en Medio Oriente por El Colegio de México. Entre sus últimas publicaciones se encuentran el artículo “El fortalecimiento del autoritarismo en Arabia Saudí: la lógica de two-level games bajo el gobierno neopatrimonial de facto de Muhammad bin Salman” en la revista Anaquel de Estudios Árabes. Entre sus líneas de investigación se encuentran el arte popular palestino, diplomacia cultural y economía creativa en Medio Oriente y las luchas de las mujeres en Palestina.

Brenda Carranza es doctora en Ciencias Sociales, profesora-investigadora del Programa de Posgrado en Ciencias Sociales de la Universidad Estatal de Campinas-pgcs/unicamp, consejera Coletivo Bereia monitoreo de mídia religiosa. Proyectos de investigación actuales: Expansión del sionismo cristiano en el Sur Global; Objeción de conciencia, derechos reproductivos y profesionales de la salud; publicaciones sobre sionismo cristiano: El sionismo cristiano en América Latina y sus múltiples dimensiones (Ciencias Sociales y Religión/2023); Sionismo cristão -verbete (iser/2023); Genealogia do sionismo evangélico no Brasil (Religião&Sociedade/2022); Articulaciones político-religiosas entre Brasil-utiliser: derecha y sionismo cristianos (Ciencias Sociales y Religión/2021).

Nicolas Panotto es doctor en Ciencias Sociales (flacso, Argentina). Investigador Posdoctoral de la Universidad Arturo Prat, Chile. Director de Otros Cruces.

Damián Setton es sociólogo recibido en la Universidad de Buenos Aires, magister en Ciencias Sociales y doctor en Ciencias Sociales por la misma universidad. Se desempeña en el cargo de investigador en el conicet. Ejerce tareas docentes en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad del Salvador.

Marlene Hernández Morán es licenciada en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam; maestra en Estudios de Asia y África con especialización en Medio Oriente por El Colegio de México. Entre sus últimas publicaciones se encuentran el artículo “El fortalecimiento del autoritarismo en Arabia Saudí: la lógica de two-level games bajo el gobierno neopatrimonial de facto de Muhammad bin Salman” en la revista Anaquel de Estudios Árabes. Entre sus líneas de investigación se encuentran el arte popular palestino, diplomacia cultural y economía creativa en Medio Oriente y las luchas de las mujeres en Palestina.

Arely Medina es licenciada en Filosofía por la Universidad de Guadalajara. Maestra en Estudios de la Región y doctora en Ciencias Sociales, ambos posgrados por El Colegio de Jalisco. Como investigadora huésped realizó una estancia posdoctoral en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas), sede Occidente, y es miembro del sni niveau i. Actualmente se desempeña como profesora investigadora del Departamento de Ciencias Económico Administrativas de la Universidad de Guadalajara.

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